Eduardo Jauregi
A las siete de la tarde del 16 junio de 1937, en la zona del Malmasín, en una edificación llamada la ‘casa de máquinas’ estalló un obús que destrozó uno de los fortines de defensa establecido por el batallón Otxandiano en las afuera de Bilbao. Así comienza la narración de lo hechos sobre la rendición de Bilbao de Francisco de Maidagan Irakulis, comisario de la Brigada nº 16 en aquel momento. Él y su hermano Matai fueron los que iniciaron los contactos con los rebeldes que amenazaban con arrasar Bilbao y que concluyeron con la capitulación de la villa -hace 75 años el próximo día 19-. El objetivo de la rendición fue salvar la vida de los ciudadanos y de los centenares de gudaris que permanecieron en la villa para evitar los desmanes y proteger y controlar el orden durante la evacuación hasta el último momento.
Tanto el testimonio de los hermanos Maidagan, informaciones de la presidencia del EBB del PNV y Gobierno vasco, como la documentación de otro importante intermediario en el conflicto, Juan de Larrazabal y Capestany, cónsul de Cuba y de los Estados Unidos de México en Bilbao y amigo íntimo del comandante franquista Aguilar, se conservan en el Archivo del Nacionalismo. Este conjunto documental nos permite conocer detalles inéditos de este capítulo de nuestra historia más reciente desde ambos lados del frente.
Los últimos momentos
Horas antes de la entrada de los fascistas en la villa, Bilbao vivía sus últimos momentos de libertad entre el cansancio de los gudaris, las deserciones de algunos, los desmanes de otros y los esfuerzos de los gudaris de batallones como el Otxandiano o el Gordexola por hacerse -como así fue- con el control y el orden en todo el centro (zona asegurada y de relativa tranquilidad). Por otro lado, los componentes de los batallones Kirikiño, Itxasalde e Itxarkundia, dando su vida en un esfuerzo sin precedentes, reconquistaron palmo a palmo posiciones en Artxanda que serían arrebatadas pocas horas después. Combates que sirvieron para retrasar el avance franquista y ayudar a las tareas de evacuación. Debido a la presión de las fuerzas enemigas, y en un último intento por humanizar la guerra, las autoridades vascas dejaron en libertad a los presos de derechas -políticos y militares- que se encontraban en la cárcel de Larrinaga. Con la protección necesaria fueron llevados al Alto de Santo Domingo donde fueron entregados a las fuerzas atacantes. Uno de aquellos presos, el comandante Aguilar, alegando problemas de salud, pidió ser trasladado al centro de Bilbao, a casa de su amigo el cónsul de Cuba, quedando bajo su protección.
El cerco sobre la villa se estrechaba a cada minuto con el fuego cruzado de las fuerzas enemigas desde Artxanda y la llegada de tropas a pie desde el alto de Kastrexana. Las llamadas al Gobierno de la República solicitando armas para la defensa de Bilbao eran acuciantes: Este ejército, aunque agotado y sujeto a una aviación y artillería potente en extremo, reacciona como hoy causando admiración a los extranjeros, pero si no recibe aquellos medios, sucumbirá con heroísmo. (Frases del telegrama enviado por Mariano Gamir Ulibarri, general en jefe del Ejército vasco a Indalecio Prieto, ministro de Defensa republicano, el 18 de junio de 1937).
Hacia las 9 de la mañana del sábado 19 de junio una nota de la jefatura del Ejército vasco ordenaba la inmediata evacuación de los mandos y oficiales que quedaban todavía en Bilbao, saliendo por el único camino posible: desde los astilleros de Euskalduna hacia Zorrotza. Sin embargo, la oficialidad del batallón Otxandiano, desobedeciendo el comunicado, decidió por unanimidad correr la misma suerte que sus hombres y permanecer en la villa de Bilbao.
Es entonces, en estos precisos momentos, cuando Matai Maidagan, teniente del batallón Otxandiano propuso la idea de visitar a Juan Larrazabal -cónsul de Cuba- para ver qué podría hacerse en caso de admitir una rendición de las fuerzas del Euzko Gudarostea, sitas en Bilbao. Los rumores que circulaban de que batallones de asturianos y santanderinos tenían la intención de saquear, incendiar y destruir Bilbao en el momento en que se produjera la retirada obligaban a actuar con rapidez. Hay que recordar que Matai Maidagan fue también el responsable absoluto de todo el parque móvil de la presidencia del Gobierno vasco, que tenía su sede en los Garajes de la casa Fiat (en la calle Urkijo), cuyo representante en Bilbao era Juan Larrazabal, médico odontólogo y cónsul. Maidagan y Larrazabal se conocían pues de meses atrás y les unía una gran amistad.
En casa de Larrazabal los hermanos Maidagan expusieron al cónsul de Cuba la situación de las fuerzas vascas y le solicitaron su intervención para obtener una entrevista con las fuerzas enemigas y concretar una capitulación honrosa, respetando las vidas de todos los gudaris, al menos de los que no eran mandos.
Bajo el mando de Aguilar
Como ya se ha indicado antes, desde el día anterior, se encontraba en aquella casa el comandante del Ejército español Aguilar, amigo personal del cónsul. Una vez hechas las presentaciones, e informado de lo que se pretendía, el comandante Aguilar accedió a ser el intermediario entre Euzko Gudarostea y los mandos de las fuerzas enemigas y a tener una entrevista con la oficialidad vasca. Según una declaración de Rafael García Valiño en 1939, general de brigada franquista, Aguilar tomó el mando de las unidades vascas en representación de las autoridades del Ejército nacional y desde aquel momento dichas fuerzas pasaron a considerarse simbólicamente como fuerzas del Ejército nacional. Por su parte, el comandante y demás oficiales del batallón Otxandiano aceptaron también la entrevista con el comandante Aguilar.
A las nueve y media de la mañana del día 19 de junio de 1937 se celebró la reunión para establecer la rendición de la plaza de Bilbao en la planta baja de la sede de Euzko Gudarostea (Edificio entre la Gran Vía y Máximo Aguirre). Junto al comandante Aguilar estuvieron distintos mandos de los batallones Otxandiano e Itxasalde encabezados por sus comandantes Pio Maidagan y Victor de Erkiaga, respectivamente.
En aquella reunión se elaboraron dos notas iguales. Dos enlaces saldrían de Bilbao, uno por la zona de Zabala y Larraskitu y otro por Zorrotza hacia Kastrexana para llegar a la zona del Pagasarri (ermita de San Roque) donde se encontraba el entonces teniente coronel García Valiño, destinatario del documento de capitulación.
Las propuestas de rendición avaladas y firmadas por el comandante Aguilar venían a resumirse en:
1) Que las unidades marroquíes no pasarían por la villa de Bilbao camino a otros frentes. (Esta primera propuesta venía motivada por el gran temor que existía entre la población civil a las tropas africanas).
2) Que se respetarían las vidas y haciendas de los gudaris.
3) Que no se emplearía ninguna clase de violencia moral ni física contra la población civil ni contra los gudaris que defendían la villa.
4) Que los gudaris mantendrían su armamento hasta que las tropas de ocupación se adentraran en la villa y ellos estuvieran de retirada en sus respectivos cuarteles.
Pasadas dos horas Andrés de Ordorika -comandante intendente del batallón Itxasalde-, que había sido uno de los enlaces, trajo una nota firmada por el teniente coronel Valiño. En ella aceptaba las condiciones de rendición y no sólo se respetarían la vida y la hacienda de los gudaris, sino la de todos los jefes y oficiales destacados en la villa de Bilbao. No se pondría ningún obstáculo a la retirada de los gudaris hacia sus cuarteles. La única condición impuesta para entrar y hacerse cargo de la ciudad fue que se tenían que entregar ametralladoras y demás armas automáticas, antes de las tres de la tarde.
Inmediatamente se dieron las órdenes a los gudaris para que se fueran retirando hacia sus cuarteles a medida que entrasen las fuerzas enemigas. También se les dio instrucciones de inutilizar el armamento en dichos cuarteles. Seguidamente el comandante Aguilar y el comandante del batallón Itxasalde, en representación del Ejército vasco, se dirigieron al hotel Carlton para recibir al Estado Mayor de las fuerzas franquistas. Una vez en el Carlton, el teniente coronel Valiño, habiendo observado el orden y disciplina con que las fuerzas de Euzko Gudarostea habían actuado en tan difíciles circunstancias, no dudó en estrechar la mano de sus oponentes como «enemigos vencidos noblemente». Al mismo tiempo, declaraba que Franco tenía dispuesto que a todos los que espontáneamente se entregaran con armas y estuvieran libres de crímenes y delitos comunes les sería respetada la vida, y que nada tenían que temer. Pronto quedaría demostrado que estas palabras se las llevaría el viento… Culminó así uno de los episodios más dramáticos y relevantes de la guerra en Euskadi con el sacrificio de unos hombres que pusieron su vida al servicio de la ciudadanía, la civilidad, el orden y la salvaguarda de otras muchas vidas. Gudaris que prefirieron quedarse en Bilbao para impedir su destrucción y ayudar a otros a escapar de aquel infierno, sabiendo que -al igual que la villa- caerían en manos del enemigo. Las cárceles, las deportaciones o las ejecuciones serían el pago por tales servicios. Al día siguiente, el lendakari José Antonio Aguirre envió un telegrama a Juan Negrín e Indalecio Prieto, presidente y ministro de Defensa del Gobierno de la Republica, respectivamente, en el que manifestaba: «Bilbao ha caído. Con este sacrificio del pueblo vasco, aislado, deshecho, emigrando en masa, preséntase problema grandísimo (gravísimo) en Norte peninsular que debe hacer recapacitar seriamente Gobierno republicano, pues avance enemigo supondría tragedia jamás conocida. Hemos cumplido con nuestro deber, pero tenemos derecho a impedir el exterminio de nuestro pueblo (…)».
Bilbao tiene una larga tradición de cercos. de asedios. de bombardeos y de violencia en las distintas guerras civiles que ha sufrido, soportado y protagonizado, en parte.
O, por lo menos, esa es la impresión que a mí me queda después de andar ojeando de nuevo «Paz en la guerra» en la muy anotada versión que publicó Cátedra.
“Bilbao ha caído…” Y como nunca llueve a gusto de todos, los perdedores pasarían años disputando sobre el cómo cayó, por qué cayó y qué habría ocurrido si se hubieran respetado las órdenes de destruir la industria pesada y las infraestructuras, también la Universidad de Deusto, antes de permitir que quedaran en manos de los rebeldes victoriosos y listas para entrar en funcionamiento casi de inmediato.
“Bilbao ha caído…” En buenos manos y ya era hora, debieron pensar bilbaínos como José María de Areilza y muchos otros vascos más identificados con el bando rebelde que con la «Republiquetta vaticana» ensayada por Aguirre y la parte del PNV que estuvo con él hasta la derrota militar completa.
«Pronto quedaría demostrado que estas palabras se las llevaría el viento… «, ha escrito Eduardo Jauregi a cuenta de la nota firmada por el teniente coronel Valiño, y sus comentarios, a sobre la rendición de aquellos batallones obedientea a Aguirre (o lo que quedaba de ellos), una vez entregadas las ametralladoras y otro material pesado.
Sí, es decepcionante.
Sí, resulta excesivamente ingenuo confiar en el cumplimiento de la palabra dada, en tiempos de guerra. Es lo mismo que sospecharon muchos de los diputados que escucharon, aquel 1 de octubre de 1936, a José Antonio Aguirre, diputado en Cortes él mismo, cuando les endilgó su discurso – ausente del Diario de Sesiones . que nos ofrece el PNV como versión “canónica” de lo que allí dijo en su defensa del Estatuto vasco pactado con Indalecio Prieto y que concluía, dicen, con la enfática afirmación de:
“…os decimos con entera lealtad: hasta vencer al fascismo, el patriotismo vasco, el nacionalismo vasco, seguirá firme en su puesto.”
Pronto quedó demostrado que esas palabras se las llevó el viento con extraordinaria facilidad..
Fuentes:
Para las frases atribuídas a José Antonio Aguirre, http://www.blogak.com/josu/discurso-de-d-jose-antonio-agirre-lekube-ante-el-pleno-de-las-cortes-espanolas-el-dia-1-de-octubre-de-1936
Comprobado el Boletín Oficial del Estado, 2 de octubre 1936 al que dice referirse la fuente anterior, hago notar que:
Primero: El Diario Oficial de la II República española NUNCA utilizó la denominación “Boletín Oficial del Estado”
Segundo: El día 2 de octubre de 1936 puede tratar de localizarse – a efectos de “Diario Oficial” – en tres fuentes distintas, según aparece reseñado en http://www.boe.es/buscar/ayudas/gazeta_ayuda.php,
Gazeta, colección histórica: ayuda y contenido
* No se tienen en cuenta las variaciones entre la C y la Z de estos títulos
– A) Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España 25 de julio de 1936 – 2 de octubre de 1936
– B) Gaceta de la República: Diario Oficial 10 de noviembre de 1936 – 28 de marzo de 1939
– C) Boletín Oficial del Estado 2 de octubre de 1936 – 27 de febrero de 1961
Tercero: En mi consulta de hoy, 28 de junio de 2012, no aparece por ninguna parte, ni en A), ni en B), ni en C) ese “DISCURSO DE D. JOSE ANTONIO AGIRRE LEKUBE ANTE EL PLENO DE LAS CORTES ESPAÑOLAS EL DIA 1 DE OCTUBRE DE 1936.”
Consulta de A) en Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España núm. 33, de 02/10/1936 No parece que en el Diario Oficial de los rebeldes pueda encontrarse el discurso de Aguirre aunque quizás podría encontrarse el que pronunciara Franco al ser “exaltado” a la Jefatura del Estado, http://www.fnff.es/Franco_jefe_del_Estado_96_c.htm
Consulta de B) de la única página consultable en línea
http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1936/276/B00017-00018.pdf
Consulta de C) en http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1936/276/C00001-00008.pdf , nada reseñable a efectos del «discurso».
¿Es posible que alguien señale las fuentes documentales donde cotejar ese discurso de Aguirre?
Existir, existen, ¿pero dónde?
Corrijo, rectifico el error detectado en mi anterior comentario.
José María de Areilza, nació en Portugalete, no en Bilbao.
Fue el primer alcalde rebelde para la ciudad de Bilbao, a la que endilgó (si la fuente resulta fiable), a las pocas semanas de su ocupación militar, el discurso que puede leerse en
http://es.wikisource.org/wiki/Discurso_de_Jos%C3%A9_M%C2%AA_de_Areilza_en_Bilbao_el_8_de_julio_de_1937
Discurso histriónico, de circunstancias, cuyas primeras frases son:
«Aquí se congrega el pueblo de Bilbao, en sus más amplias y escogidas representaciones, para rendiros tributo espontáneo de profundo agradecimiento.
Soldados de España! ¡Voluntarios de la Patria!
Es la Villa entera que viene a deciros fervorosamente «gracias»
…»
«Soldados de España» en la medida en que eran soldados al servicio de uno de los bandos en que España se desangraba, una vez más, en guerra civil. Lo que no significa que fueran españoles todos los que estaban con las armas en la mano. No eran españoles los italianos, ni los alemanes, ni los marroquíes traídos desde el Protectorado, ni los extranjero – que también los hubo- enrolados a favor del bando sublevado.
«Voluntarios de la Patria» Expresión que todo lo cubre, desde los exaltados que se enrolaron en la lucha por convicción hasta los que lo hicieron por cálculo para no ser perseguidos como izquierdistas o antirreligiosos o los que no tuvieron duda cuando les amenazaron con las opciones que tenían delante, enrolarse como voluntarios o caer fusilado junto a la tapia de cementerio, lo primero era salvar el pellejo.
«Aquí se congrega el pueblo de Bilbao,…» El pueblo de Bilbao estaba desparramado por ahí, el que quedaba vivo… Y una parte de ese pueblo, adicto a la causa de los sublevados, estaba allí, congregado y satisfecho porque se habían impuesto los suyos con la fuerza de las armas.
Pero la parte no es el todo. La parte no era el todo, ni cuando Aguirre lanzaba sus soflamas; la parte no era el todo cuando Areilza pronunciaba ese discurso exaltado. retórico, henchido de propaganda de su bando; la parte no es el todo, tampoco ahora, en 2012.
«Es la Villa entera que viene a deciros fervorosamente «gracias»» Retórica y más retórica. Es uno de los males que soportamos; quienes detentan el poder – y no me fijo ahora en cómo llegaron a él, abusan de su posición por el sencillo método de elevar a categoría lo que no pasa de ser accidente, y convierten «su» opción en «la» opción.
¿Y qué decir del fervor? Pues que en momentos de penuria y de temor es fácil engrosar el coro de plañideras, sea cual sea la letra a corear. La aparatosidad del «fervor» exhibido no me parece que pueda ser tomado como un indicador de la adhesión del «pueblo» a los nuevos mandatarios, ni entonces, ni ahora…porque ni entonces ni ahora había (hay) un clima de libertad en el que manifestarse con suficiente seguridad.