Cárcel de Larrinaga, la memoria cautiva

La sociedad Aranzadi inaugura en Ondare Aretoa, de Bilbao, una muestra especial sobre esta prisión histórica

HISTORIAS DE LOS VASCOS

Recuerdo que fui un día de Reyes a la cárcel de Larrinaga. Yo tenía unos ocho años. Sería 1948. Íbamos a visitar a mi tío Enrique Gorriti. Se me quedó grabado en la mente. Se subía unas escaleras y entrabas a un recibidor. Vi a mi tío a una distancia de unos dos metros. Y entre él y yo había rejillas. No nos dejaban tocarles, estar con ellos. Lo más curioso es que nosotros volvíamos a casa todo contentos porque los franquistas nos habían dado juguetes. Para un niño de esa edad, un franquista puede llegar a ser bueno… Lo que es la inocencia…”, evoca Juan Esteban Gorriti, hijo de gudari del batallón Enlaces y Transmisiones, y sobrino de Enrique Gorriti, teniente del batallón Pablo Iglesias de UGT detenido en Bilbao por intentar reorganizar el PSOE en la capital. Juan Esteban además es familiar de Rosendo Lozano, como Esteban y Enrique, soldados del Euzko Gudarostea del lehendakari Aguirre. Lozano era del batallón comunista Perezagua.

Aquella cárcel que Esteban Gorriti conoció de niño y que continúa abierta en los barrotes de su memoria, a día de hoy no existe. Sin embargo, gracias al empeño de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y el apoyo de la Diputación de Bizkaia, mañana inauguran una excelente exposición sobre la Cárcel Provincial de Bilbao, más conocida como cárcel de Larrinaga (1868 a 1968) en Ondare Aretoa (calle María Díaz de Haro, número 11). Permanecerá abierta al público un mes, hasta el 26 de febrero. La exposición lleva por título La memoria cautiva. Encoge a quien la visita. DEIA se ha acercado a la instalación. Es una joya. Recrea una celda de aquel edificio que se ubicaba en los solares del hoy Grupo de Viviendas Garamendi, de Viviendas Vizcaya, en la zona de la calle Fika y Zabalbide. También muestra un garrote vil que existió en el patio del centro penitenciario. Esta reconstrucción tiene una anécdota. La pieza férrea que serviría para apretar la garganta al preso y acabar con su vida es la que aparece en la película Salvador, del director catalán Manuel Huerga. “Ellos nos la han dejado”, explica JImi Jiménez, técnico de Aranzadi.

Así, en esta muestra se recopilan, por primera vez, informaciones en sus diferentes formatos sobre esta cárcel de Bilbao. La génesis de esta institución hay que buscarla hacia 1868, fruto de la necesidad de surtir al territorio de Bizkaia de un centro de reclusión que sustituyese al ya obsoleto sistema penitenciario que existía en el Señorío. Cien años después, en 1968, Larrinaga desaparecería para siempre del paisaje bilbaino. Los nuevos tiempos y la construcción de un nuevo y cercano centro penitenciario en Basauri hicieron que el solar ocupado por la centenaria y vetusta cárcel contribuyese rápidamente al emergente urbanismo de la villa. Hacer un recorrido por su historia es como bucear en una memoria cercana. La cárcel de Larrinaga nació en el siglo XIX dispuesta a aguantar todos los envites de la historia, muchos de ellos marcados por los diferentes sistemas de gobierno. Desde las monarquías decimonónicas hasta férreas dictaduras, pasando por una muy breve república e, intercalados, diferentes episodios bélicos.

SECUESTRO DE LIBERTADES Por su recinto pasó entre 1873 y 1967 un nutrido grupo de personajes ilustres, al mismo tiempo que innumerables personalidades anónimas. Es cierto que el colectivo político fue muy diferente durante los cien años de Larrinaga. “Las detenciones y condenas sufridas por carlistas, abertzales, izquierdistas, derechistas, independentistas o sindicalistas, en definitiva, mujeres y hombres, tanto comunes como políticos, mantuvieron una uniformidad por el secuestro de sus libertades”, valoran desde Aranzadi, desde donde se estima que “es precisamente el conocimiento de todo ello lo que contribuye a que una sociedad sea más libre”.

La exposición recoge objetos cedidos por las familias de presos de la Guerra Civil y franquismo. “Mi padre -explica Gorriti- quedó cojo, en una pierna solo le quedó el hueso. Dijo que antes de que se la cortasen, prefería morir. Él estuvo como esclavo de Franco en Almendralejo. Mi tío era el de Larrinaga. De hecho, cuando venía Franco a Bilbao, él sabía que tenía que ir a la cárcel, preso, mientras estuviera el dictador”.

Un reportaje de Iban Gorriti

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