Juana y Gregorio protagonistas de la ofrenda floral por las víctimas del bombardeo de durango

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz.

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Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz. Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Un reportaje de Iban Gorriti

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