Julián Tellaeche: crear, salvar y curar el arte

El pintor Julián Tellaeche se encargó durante la Guerra Civil de recorrer la geografía vasca no ocupada por los franquistas para identificar las obras de arte que debían ser salvadas antes de la invasión

Un reportaje de Javier González de Durana

‘Maternidad’, 1922-23. Óleo / cartón, 52 x 74 cm. Colección privada.
‘Maternidad’, 1922-23. Óleo / cartón, 52 x 74 cm. Colección privada.

Mañana se cumplen sesenta años del día en que el pintor Julián Tellaeche Aldasoro (Bergara, 1884) falleció en Lima (Perú), en la Nochebuena de 1957, en un exilio iniciado con el final de la Guerra Civil y que, tras residir en Francia, lo llevó al país andino en 1952. Pero también este año se cumplen ocho décadas de unas gestiones que, encargadas por el Gobierno de Euskadi, Tellaeche cumplió de cara a salvaguardar el patrimonio artístico de Bizkaia ante la entrada en este territorio de las tropas franquistas y el posible expolio o destrucción que estas pudieran cometer en su embestida bélica. Recordemos.

Tellaeche formó parte de la segunda generación de artistas vascos surgidos al calor de la modernidad que trajo la industrialización del País Vasco después de 1875. Esa generación fue la que presentó sus primeros trabajos en el contexto de las seis Exposiciones de Arte Moderno celebradas en Bilbao entre 1900 y 1910. De hecho, Tellaeche pudo mostrar cuatro de sus iniciales trabajos en la última de aquellas exposiciones, momento a partir de cual desarrolló una intensa actividad artística y socio-cultural, con exposiciones personales en Bilbao, Madrid, Bruselas, París, Estocolmo… En 1911 formó parte del grupo impulsor de la Asociación de Artistas Vascos, constituida en Bilbao, y en 1934 participó en la creación de la Sociedad Artística GU, fundada en San Sebastián, de la que al año siguiente fue nombrado presidente, y aportó pinturas para numerosas exposiciones colectivas que entre 1910 y 1936 difundieron el nuevo arte que se hacía en Euskadi.

Más allá de alguna escena portuaria de naturaleza industrial, el universo de personajes y escenarios de Tellaeche estuvo en el puerto de Lekeitio, pero sin especificaciones que identificaran esa localidad para que pudiera parecer cualquier pueblo de la costa vasca. De hecho, en muchas ocasiones los niños y maternidades que pintó no se basaban en personas halladas en los muelles o barcos como modelos por su aspecto, sino que lo eran su mujer y sus hijos.

Vidas duras Ello era compatible con la búsqueda o encuentro de sujetos que, llevados al lienzo, transmitían claras alusiones al hecho de haber llevado una vida de duro esfuerzo en altamar: rostros macerados por la humedad, pieles resecas como cuero por los vientos o agrietadas por la edad y el cansancio o mejillas enrojecidas a causa del vino tabernario… Casi siempre vistos en primeros planos, con la mirada dirigida al espectador y un punto interrogativo.

Tras ellos, habitualmente se eleva una proliferación de mástiles y velámenes en estrecha vecindad, ocultando el mar, para generar unos paisajes artificiales de cierto aire surrealista. La intensidad del cromatismo y la descripción levemente expresionista de los individuos plasmados en sus lienzos, unido a lo anterior, señalaban a un autor de singular personalidad artística.

Los hechos que vamos a recordar ahora se refieren a los sucedidos en torno a la evacuación a Francia de obras de arte que el Gobierno de Euzkadi consideró se encontraban en peligro, unos hechos en los que el pintor bergarés colaboró estrechamente con su amigo el también pintor José Mª Ucelay, este como director general de Bellas Artes nombrado por el lehendakari José Antonio Aguirre el 23 de octubre de 1936, y Tellaeche como conservador de Museos dentro de dicha Dirección General, cargo al que accedió meses después de haber recibido la encomienda por parte del Bizkai Buru Batzar del PNV de proteger el arte existente en las iglesias del País Vasco, tarea con la cual adquirió experiencia en la defensa del patrimonio artístico que resultó de enorme valor para las decisiones que el Gobierno vasco tuvo que adoptar y las gestiones que realizó, todo ello en cumplimiento del decreto de protección del “patrimonio artístico, cultural e histórico existentes en territorio vasco”, aprobado por el Gobierno el 12 de octubre de 1936.

Dado que el ejército franquista avanzaba desde Gipuzkoa, las primeras tareas consistieron en preservar los bienes situados en la muga oriental de Bizkaia: Zenarruza, Elgeta, Markina, Lekeitio, Mendexa, Elorrio…, tanto de iglesias como de palacios privados dotados con valiosas bibliotecas, colecciones de pinturas, etc. Aunque Tellaeche se incorporó oficialmente al organigrama del Gobierno a principios de enero de 1937, ya desde finales de octubre se dedicó a recorrer el territorio para señalar los objetos concretos que debían ser retirados para su protección. Ambos eran artistas, pero el reparto de tareas entre Ucelay y Tellaeche consistió en que mientras el primero se movía más en el terreno de lo político, el segundo lo hacía sobre el territorio real del país. También algunas residencias privadas en Getxo, lejos del frente, fueron visitadas para la retirada de bienes y, al examinar los nombres de los afectados, se encuentran los de aquellos que estaban vinculados a la Falange y la derecha conservadora como los de gentes cercanas al nacionalismo vasco y la adscripción republicana. No se advierte, por tanto, que en la selección hubiera afán de especial protección para unos y de anhelos de expropiación para otros, sino pura prevención.

Seguimiento en París Trasladados los bienes artísticos a Francia, tanto los destinados a ser mostrados en la Exposición Internacional de París, vía puerto holandés de Ijmuiden, como los recogidos para ser protegidos, vía puerto de La Pallice-La Rochelle, el tándem Tellaeche-Ucelay quedó encargado de su seguimiento y, paralelamente, de la presentación de parte de ellos en la sección vasca del pabellón español de la Exposición Internacional, en la cual se presentó el Guernica de Pablo Picasso.

A finales de marzo-principios de abril de 1937, Ucelay asumió oficialmente el comisariado de la sección de Euzkadi, se integró en el Comisariado General del pabellón y nombró a Tellaeche subcomisario, si bien había sido éste quien en febrero de 1937, junto con Jon Zabalo, Txiki, se ocupó de seleccionar las obras del Museo de Arte Moderno de Bilbao que se mostrarían en París.

A propósito del Guernica quiero aclarar una cuestión. En diversos textos publicados se afirma que fue Tellaeche quien planteó la idea de sustituir la pintura de Picasso por el Tríptico de la Guerra, de Aurelio Arteta. Ignoro de dónde procede esta absurda idea, pero como ya dejé demostrado hace un año en mi libro Guerra, exilio y muerte de Aurelio Arteta (1936-1940) esto nunca sucedió porque Arteta no lo hubiera consentido, porque esa decisión no correspondía al Gobierno de Euzkadi, sino al español, y porque el Tríptico de la Guerra ni siquiera estaba pintado aún, ni lo estuvo hasta muchos meses después de que la Exposición Internacional estuviera concluida.

Lo que sí se puede asegurar es que, en protesta por el previo bombardeo de Durango, el pintor de Bergara desfiló en la manifestación organizada por la Liga de los Derechos del Hombre que recorrió París, desde el cementerio Père Lachaise hasta la Place de la Republique, el 26 de abril de 1937, mismo día en que Gernika era atacada.

Asimismo, Tellaeche aparece en la fotografía tomada en el mes de julio ante el Guernica junto con José Antonio Aguirre, con motivo de la visita oficial de este último al Pabellón de la República junto con la comitiva integrada por José Gaos, comisario general del Pabellón; Rafael Picavea, delegado del Gobierno de Euzkadi en París; Antón Irala, secretario general de la Lehendakaritza; Pedro Basaldua, secretario personal del lehendakari, y Francisco Basterrechea, diputado del PNV y supervisor en la Delegación Vasca en París.

Tras concluir la Exposición Internacional, con parte de las obras mostradas en la sección vasca se organizó una exposición más pequeña para realizar una itinerancia por diversos paisajes europeos con un mensaje vasquista y propagandístico en torno a la cultura, al mismo tiempo que lo hacía también el grupo de bailes y canto Eresoinka, creado en septiembre de 1937. Con este grupo colaboraron varios artistas vascos, entre los que Tellaeche se encargó de la decoración y el vestuario, mientras sus dos hijos, “combatientes voluntarios del Ejército de Euzkadi”, se encontraban prisionero y enfermo uno, y desaparecido el otro.

Nombrado responsable del tesoro artístico vasco en el exilio, Tellaeche cuidó los 44 embalajes en que se guardaban las obras de arte sacadas de Euskadi y fue responsable también de devolverlas a partir de agosto de 1939. Museólogo y museógrafo, su tarea fue impecable y leal desde donde le correspondió estar.

En 1944 su hijo Ramón se trasladó a Perú, junto con su familia. El otro hijo, Alberto, quedó en Bilbao. Tras la muerte de su esposa, Carmen Vallet de Montano el 20 de julio de 1952, Tellaeche arribó a Lima, capital en la que se instaló, si bien a los cuatro meses de llegar a ella le confesaba a José Antonio Aguirre que “el ambiente de esta ciudad de mercaderes me asfixia y tengo la triste impresión de estar enterrado en vida. Como tengo la convicción de que nunca podré desarrollar aquí ninguna de mis actividades posibles, a poco que viva, mi ruina material es inminente y lo que es peor me temo que la siga paralelamente mi ruina moral. Total, que caigo en cuenta un poco tardíamente que abandoné la partida antes de tiempo, dándome por vencido, cuando en realidad lo único que me hacía falta era un reposo de unos meses”.

A pesar de sus negros augurios iniciales, Tellaeche fue contratado por la Unesco para crear y organizar la escuela de restauración de cuadros coloniales en el limeño convento de San Francisco, llegando a ocupar el cargo de director del Tesoro Artístico Nacional. No obstante, como ha venido sucediendo con tantos exiliados en América, artistas o profesionales de otros oficios, es poco lo que sabemos sobre los años vividos allí. Si los dieciocho meses mexicanos de Arteta revelaron un universo sorprendente, los cinco años de Tellaeche, con cargos y responsabilidades públicas, nos mostrarían la enorme capacidad de este artista para reinventarse mediante el trabajo creativo… y quién sabe qué más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *