Hace cuarenta años, apenas cinco después de la muerte de Franco, los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa recuperaban un gobierno propio que la dictadura les había arrebatado
Koldo San Sebastián
EL 9 de abril de 1980, Carlos Garaikoetxea Urriza juraba su cargo como tercer lehendakari de un Gobierno vasco bajo el Árbol de Gernika. Utilizó la misma fórmula que José Antonio Aguirre en 1936: ”Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados…” Se iniciaba así una nueva etapa intensa, llena de dificultades, con un terrorismo desbocado, e intentos permanentes de boicotear la construcción de las instituciones (proceso que aún no ha concluido) que caracterizan un país diferente que sigue en marcha. Pero, para llegar a aquel momento, el de la jura, hubo que recorrer un camino sinuoso y lleno de trampas.
Muere Franco, la dictadura sigue
El 20 de noviembre de 1975 falleció en la cama el general-dictador Francisco Franco. Las Cortes franquistas proclamaban a Juan Carlos de Borbón como sucesor “a título de rey”. La dictadura mantenía intactas todas sus estructuras (incluida la policía política que no se disolvió hasta marzo de 1977) y la represión, lejos de remitir, se intensificó. Entre noviembre de 1975 y junio de 1977, las víctimas de la dictadura, tanto de las fuerzas de orden público como de grupos parapoliciales o de extrema derecha, superaron con mucho a las de organizaciones con ETA, Grapo y otras situadas todavía en la resistencia. DEIA publicó en su primer número un listado exhaustivo de víctimas.
A pesar de la situación, la oposición a la dictadura estaba agrupada en diferentes organismos: Junta Democrática-Asamblea Democrática de Euskadi, Plataforma Democrática y, por supuesto, el Gobierno vasco. La reivindicación básica de aquellas fuerzas fue: Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía y, más tarde, se sumó la disolución de los cuerpos represivos.
1976 fue el año clave en el proceso del cambio. Partidos y sindicatos comienzan a reorganizarse. ETA-pm, por ejemplo, celebró su VII Asamblea de la que había de surgir un partido político, EIA. En ese año, por ejemplo, celebraron congresos (o comenzaron sus procesos congresuales) ELA-STV, UGT, el PSOE o el PNV entre las organizaciones históricas.
Aquel año, asimismo, se conmemoraba el centenario de la abolición foral (Ley de 21 de julio de 1876). Se inicia entonces un movimiento en favor de la reintegración foral plena impulsado, al principio, por un grupo de alcaldes guipuzcoanos (al que se sumarán los de otros territorios). La reivindicación de los alcaldes fue apoyada fundamentalmente por el PNV y otros pequeños partidos que acababan de surgir. El PNV tenía en su programa la reintegración foral plena (vuelta a la situación anterior a 1839) desde 1906. A la cuestión foral se sumaron otras demandas como la amnistía, la legalización de los partidos, de la ikurriña y un estatuto de autonomía.
Partidos, Constitución, Estatuto
Con el comienzo del año 1977, se legalizó la ikurriña y algunos partidos. El último partido legalizado –que, además, constituía una especie de prueba de sinceridad democrática– fue el Partido Comunista de España (el Sábado de Gloria de aquel año). No fueron legalizados, como tales, ninguna organización a la izquierda del PCE, ni los partidos republicanos o independentistas. Se abría así el camino hacia la celebración de unas elecciones.
Uno de los partidos legalizados fue el Partido Nacionalista Vasco que, en la Asamblea Nacional celebrada en Iruñea, elegía como presidente del Euzkadi Buru Batzar a un joven empresario navarro, Carlos Garaikoetxea Urriza, que debía encabezar el partido en la nueva etapa.
Mientras tanto, las organizaciones políticas y sindicales de signo abertzale (más el Partido Carlista de Euskadi- EKA) fueron convocadas a Txiberta para estudiar una serie de propuestas cara a la nueva etapa. En aquellos momentos, las elecciones ya estaban convocadas y las candidaturas cerradas. ETA-m y los grupos cercanos, fundamentalmente EHAS (luego, HASI), propusieron mantenerse al margen, no participar en las elecciones –si no se concedía la amnistía, aprobaba el estatuto y se disolvían los cuerpos de represión– y se planteó crear un gobierno provisional, que algunos pensaban que debía estar presidido por Telesforo Monzón.
La inmensa mayoría de los presentes, incluidas organizaciones como ANV o ESB, que después se integraron en HB, no tomaron en cuenta la propuesta y participaron en los comicios. Los milis quedaron colgados de la brocha y sin escalera enfrentados a todos (en guerra sangrienta) durante casi cuatro décadas.
Se celebraron elecciones generales y el PNV resultó la fuerza más votada en los territorios que hoy constituyen la CAV. De forma inmediata, se constituyó en Gernika una Asamblea de Parlamentarios que debía elaborar un Estatuto de Autonomía. Asimismo, para organizar la transición hacia un régimen de autonomía de constituyó un Consejo General que fue presidido, sucesivamente, por Ramón Rubial y Carlos Garaikoetxea.
Mientras tanto, en Madrid, las flamantes Cortes Generales comenzaban la discusión de una nueva Constitución, y, en noviembre de aquel año, aprobó una ley de amnistía que vació las cárceles de presos políticos.
El PNV fue marginado de la Ponencia constitucional. Xabier Arzalluz contaba que esto se debió a que los socialistas no querían que participase en la misma Enrique Tierno Galván, a la sazón presidente del Partido Socialista Popular (que, finalmente, se integró en el PSOE). Arzalluz tuvo que emplearse a fondo en aquellos días, tanto en comisión como en el pleno. Había una serie de cuestiones que hacían inasumible la Constitución. A él se debe la famosa Enmienda 689: Dos elementos estaban presentes en la misma: el autogobierno como derecho originario y no como concesión de la Constitución y la incorporación al Estado pero como proceso especial fruto del “hecho diferencial” existente, esto es, fruto de la foralidad, lo que le hace único y diferenciado al estar basado en los derechos históricos de sus territorios forales. No se aceptó en su plenitud, aunque en gran parte se encuentra en la Disposición Adicional Primera. Así el PNV pidió la abstención en el referéndum constitucional.
Quedaba el Estatuto de Autonomía que, finalmente, fue aprobado el 25 de octubre de 1979. Tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado, quedó disuelto el Gobierno vasco nacido del estatuto de 1936 y, su lehendakari, Jesús María de Leizaola, regresaba a la Euskadi peninsular tras 42 años de exilio. Meses más tarde, asistió en Gernika al juramento de Garaikoetxea como tercer lehendakari. Se habían conseguido la amnistía y la autonomía, aunque, desgraciadamente, ETA había vuelto a matar.
El autor
koldo san sebastián
Periodista e historiador. Ha trabajado en diferentes medios desde 1971: La Voz de Avilés, Punto y Hora de Euskal Herria, La Voz de Asturias, DEIA, Muga y Euzkadi, entre otros. Ha dirigido y escrito series documentales para televisión como Del País de los vascos, Espías vascos o La Guerra Civil en Euskadi. Entre su bibliografía: Historia del Partido Nacionalista Vasco (1985) o Los años difíciles con Iñaki Anasagasti (1986).
El PNV fue marginado de la Ponencia constitucional, pero Xabier Arzalluz se empleó a fondo para incluir la Enmienda 689
Dos elementos estaban presentes en ella: el autogobierno como derecho originario y la incorporación desde el ‘hecho diferencial’