Muerte fraternal compartida en escenarios de guerra diferentes

Los hermanos Florencio y Víctor Arroita, gudaris de ANV, murieron con escasas horas de diferencia el 26 de abril de 1937 pese a estar luchando en distintos pueblos

Un reportaje de Iban Gorriti

EL dramaturgo Lord Lytton dejó escrito: “El destino se ríe de las probabilidades”. Y en ocasiones es cierto. ¿Cuántas posibilidades hay de que dos hermanos en una guerra sean heridos y mueran el mismo día en diferentes escenarios bélicos? El destino, si existe, fue así de duro con Víctor y Florencio Arroita Zarandona, hijos del sepulturero de Durango, Ruperto Arroita Abaitua quien, según datos consultados en el Archivo Municipal de la villa, trabajó en el camposanto municipal hasta 1932.

Ruperto Arroita, junto a sus hijas María y Juliana.Fotos: Aiyoa Arroita
Ruperto Arroita, junto a sus hijas María y Juliana.Fotos: Aiyoa Arroita

Las muertes de los dos jóvenes gudaris de los batallones Olabarri y ANV3 acontecieron durante la Guerra Civil. De forma más concreta, un día histórico en todo el globo terráqueo: el 26 de abril de 1937, jornada en la que explotaba y ardía la villa foral de Gernika-Lumo a causa de las bombas nazis alemanas y fascistas italianas. Víctor luchaba en el frente de Atxondo, tenía 29 años y estaba casado e iba a ser padre de forma inminente. Le mataron meses antes de que su mujer diera a luz.

Florencio había dado 20 vueltas al sol. El archivero municipal de Durango, José Ángel Orobio-Urrutia, aporta datos sobre este joven. “En el padrón de 1935 aparece Florencio, nacido el 9 de marzo de 1919, viviendo en el número 33 de Artekalea con su padre Ruperto y sus hermanas María y Juliana. Consta que trabaja de jornalero”, apostilla.

La investigadora de memoria histórica Aiyoa Arroita, natural de Ortuella, detalla que sus tíos abuelos murieron con escasas horas de diferencia y adelanta a este periódico que solicitará que se abra y exhume la supuesta fosa común que hay en el camposanto de Durango en la que podría encontrarse uno de sus familiares. “Víctor era del batallón Olabarri o ANV1, y cabo al cargo del orden público en Durango. Fue herido en un bombardeo de infantería ocurrido en el pueblo y fue trasladado al hospital de Basurto, donde falleció al día siguiente. Está enterrado en la fosa común de Derio. Mientras que Florencio perdió la vida en Axpe-Martzaa, hoy Atxondo, y podría haber sido llevado al cementerio de Durango”.

fosas sin abrir La autora, junto a Pablo Domínguez, del blog Crónicas a pie de fosa, lamenta que no se haya abierto ya el prado verde que hay en el cementerio durangarra sin tocar desde hace 80 años. Bajo ese impoluto manto -según hemeroteca consultada-, diferentes autores como Jimi Jiménez, Jon Irazabal o Robert Egby sopesan que hay zanjas sin abrir. Podrían descansar anónimos un centenar de cuerpos. Ninguna familia ni institución ha solicitado su apertura. Aiyoa es tajante al respecto: “He leído que hay quien dice que no hay que abrir esa fosas o zanjas, que solo dignificarlas. ¿Les importa más la hierba que los cuerpos? Tengo derecho a saber dónde está mi familiar para darle sepultura digna, llevarlo junto a los suyos en el panteón y cerrar el círculo para cerrar también mi herida”, enfatiza. Y recuerda igualmente que “alguien dio un golpe de Estado que llevó a Víctor y Florencio a luchar por las libertades y derechos humanos, y contra todos sus horrores; y que pongan una escultura, como dice alguno, ni a mí ni a mis parientes nos dignifica nada y más aún al lado de la capilla franquista construida en 1939 que hay allí”.

hijos del sepulturero El enterrador Ruperto estaba desposado con Concepción Zarandona. Tuvieron cuatro hijos: Florencio, Víctor, María y Juliana. “Un familiar nos dijo que eran cinco, que un bebé se le cayó a Ruperto a una tumba y murió, pero no sabemos si fue cierto”. Lo que sí es real es que Julia -como le llamaban en verdad en casa a Juliana- quedó encinta con alrededor de 20 años y como madre soltera decidió ella entregar a su bebé en la inclusa de Bilbao. “Sin embargo, su padre Ruperto, el sepulturero, le apoyó en todo momento y fue junto a ella dos meses después a recuperar al niño. De hecho, en las credenciales aparece él como padre y abuelo del recién nacido a quien llamaron Ruperto Domingo”, relata Aiyoa quien, por ello, considera que “Julia bebía los vientos por su padre, para ella era un dios”.

La investigadora ha solicitado tanto a Gogora como a la Sociedad de Ciencias Aranzadi la reclamación del cuerpo de Florencio. Y, ahora, está dispuesta a hacerlo también en el Ayuntamiento de Durango, consistorio en el que se creó una comisión civil y política denominada Martxoak 31 que trata asuntos como el expuesto. “Quiero que aparezca el cuerpo de Florencio. Necesito saber si está tirado aún en una campa. Soy la única que lo reclama, pero estoy en mi derecho. Si quieren solo dignificar esa supuesta fosa de Durango, que lo hagan también con todas y cada una de las cunetas…”, comenta Aiyoa Arroita. “A mí lo que me duele es que la cosa esté así sin saber quién es quién aunque pueda existir un listado. Yo quiero que mi familiar descanse de una vez por todas junto a los suyos, no olvidado”, concluye.

Casilda de Iturrizar Urquijo (1818-1900), bicentenario de una mujer sobresaliente

En unas semanas saldrá, publicado por Bilbao 700, un libro en el que se recoge la biografía de Casilda de Iturrizar Urquijo. En él se analizan muy diversos aspectos de su vida y de su muerte

Eduardo J. Alonso Olea

Una mañana del mes de agosto de 1832, en una vivienda de la calle Atxuri se presentaron el juez comisario del Tribunal de Comercio, Ángel Martínez, y el notario Mariano de Olea, acompañados por unos alguaciles. Iban con la misión de levantar acta del embargo de las propiedades del comerciante José de Iturrizar. Los cuatro trastos de escaso valor de los que tenemos noticia por su inventario incluían cuatro vestidos de niña. En febrero de 1900, 68 años más tarde, esa niña falleció siendo la mujer más rica de Bilbao. En la actualidad es la única mujer -sin contar a la Virgen- que tiene dos calles en su recuerdo en la villa, buena muestra del gran eco que tuvo su vida, y no solo su muerte, en la sociedad de Bilbao. Si estas pistas no han sido suficientes, solo queda decir que se trató de Casilda de Iturrizar Urquijo, también conocida como la Viuda de Epalza.

Fotografía de Casilda de Iturrizar tomada en los años 60 del siglo XIX, aunque publicada en una revista en 1900.
Fotografía de Casilda de Iturrizar tomada en los años 60 del siglo XIX, aunque publicada en una revista en 1900.

Casilda Margarita de Iturrizar y Urquijo nació en Bilbao el 20 de julio de 1818. Se ha dicho usualmente que nació en el bilbaino barrio de Buia, sin embargo, su relación con este barrio ya era lejana. Su padre había nacido en Bilbao en enero de 1799; incluso su abuelo Gerónimo nació en Abando en 1763. Son por lo tanto tres generaciones las que le separan de Buia.

También se ha dicho que nació de familia humilde, aunque esto hay que matizarlo. Desde luego su padre, José Ylarión Iturrizar Basabe, no fue un gran comerciante. Su madre, la begoñesa Eugenia Nicolasa Urquijo Ziurtegaray (o Siurtegaray), de hecho, tuvo mejor posición con una dote de relativa importancia, de 33.500 reales. Su padre fue “tendero a la menuda” y también especializado en el cálculo de la depreciación de mercancías. En 1832 pidió el concurso de acreedores y, aunque no fue a la cárcel, su posición y su salud se vieron muy quebrantadas. En septiembre de 1833 falleció, dejando cuatro hijos, de los ocho que tuvo el matrimonio, en una situación muy delicada.

En este momento es cuando, al parecer, Casilda se integra en el servicio doméstico de uno de los comerciantes más prósperos de Bilbao, como fue Tomás José de Epalza (1798-1873). En efecto, en el pleito, iniciado en 1847, sostenido entre este y su primera mujer, María Concepción Lequerica Bergarechea, por una demanda de divorcio de Tomás José, se incluye una referencia a que Casilda en 1833 vivía en una casa de Epalza, en Barakaldo, al cuidado de un niño de padre desconocido. Incluso se alude, por parte de María Lequerica, a que tuvieron una relación más allá de la propia entre patrono y doméstica, aunque Epalza recurrió a los tribunales, como consiguió, para que este testimonio fuera retirado.

Aunque Epalza consiguió, tras este largo pleito, el divorcio eclesiástico no hubo anulación matrimonial, por lo que hasta que no falleció María Lequerica, en 1857, no vio disuelto su vínculo. Dos años más tarde, en 1859, se casaron Casilda Iturrizar y Tomás José de Epalza en la iglesia de San Nicolás.

Del comercio a la industria Tomás José de Epalza fue uno de los principales comerciantes de las décadas centrales del siglo XIX y para entonces tenía una posición económica no solo muy acomodada, sino que era uno de los más claros ejemplos del cambio del Bilbao comercial hacia el Bilbao industrial y financiero. Fue uno de los promotores de Santa Ana de Bolueta (1841), la primera siderurgia moderna del País Vasco y una de las primeras de España; del Ferrocarril de Bilbao a Tudela, y del Banco de Bilbao (1857); un importante comerciante y rentista con propiedades no solo en Bilbao sino también en Portugalete, en donde se construyó una casa en el Muelle Nuevo.

Al morir Tomás José de Epalza, en 1873, fue cuando Casilda de Iturrizar, que añadió a su firma la de Viuda de Epalza, continuó con los negocios de su marido. De hecho, en la estadística de riqueza de 1873 figuraba como la más adinerada de la villa, junto con Juan Echevarría Lallana y el Banco de Bilbao. Dejó de ejercer el comercio en gran escala, pero continuó con los bancarios e inmobiliarios, además de invertir en ferrocarriles, como el de Bilbao a Portugalete o el de La Robla, o en la minería de carbón, como Hulleras de Sabero y Anexas. Además, también invirtió en sociedades tales como la Sociedad Anónima La Enseñanza Católica, en 1883. Su objeto era el de educar e instruir a la juventud en todos los ramos del saber humano con arreglo a los principios de la religión católica, estableciendo para ello colegios o universidades, especialmente en Bilbao o sus contornos. Un acuerdo con los Jesuitas fue el núcleo original de lo que hoy es la Universidad de Deusto.

En 1891 también participó en la Fundación Católica de Escuelas y Patronato de Obreros, con el objetivo de impartir enseñanza, moralización, esparcimiento y protección completamente gratuitos a la clase obrera, el conocido Patronato de Iturribide. También hizo una importante inversión inmobiliaria en el Campo Volantín. Promovió y construyó varios chalés en su tramo desde el cruce con la calle Tívoli, en donde también construyó en 1884, a sus expensas, unas escuelas para ese nuevo barrio.

Le gustaban el teatro y los toros. Fue la principal accionista de la sociedad Teatro Nuevo de Bilbao que en 1886 se constituyó para levantar y administrar el Teatro Arriaga.

Obras benéficas Siendo la principal rentista urbana de Bilbao, a la altura de 1895 no todos sus negocios inmobiliarios iban dedicados a la obtención de beneficios económicos. Así, en su casa de la calle Ronda, en el número 18, se reunía la Asociación de la Sagrada Familia, desde 1885, presidida por la propia Casilda de Iturrizar y su secretaria era Rafaela Ybarra. En esta casa sostuvieron una escuela nocturna para jóvenes obreras, criadas y prostitutas desamparadas.

En definitiva, desde que quedó viuda, además de gestionar sus negocios, en muchos casos por medio de administradores o apoderados, llevó a cabo una primera obra benéfica a través de diversos instrumentos: sociedades, fundaciones o simples donaciones al Hospital Civil, Misericordia, Casa Cuna…

A su muerte, ocurrida en febrero de 1900, no dejó herederos, o, mejor dicho, al no tener hijos hizo un testamento en el que legó muchos de sus bienes a vecinos, amigos, parientes -los menos-, pero sobre todo dejó cuantiosos recursos para muy diversas obras sociales. De hecho, su principal legado, de 550.000 pesetas fue destinado al Ayuntamiento de Bilbao para sostener las Escuelas de Tívoli, que poco después, también a costa de su testamentaría, fueron ampliadas con una escuela de párvulos en Huertas de la Villa. Hubo otros legados menores, que no pequeños, al Hospital Civil, al Papa, al Patronato San Vicente Paúl, a la Casa de Expósitos de Vizcaya, para el Colegio de Agustinos de Portugalete que precisamente se construyó sobre terrenos de su propiedad, dotes para huérfanas y recursos para familias vergonzantes, como había sido la suya propia debido a la quiebra de su padre. Dejó, aproximadamente, unos 7,5 millones de pesetas en legados y mandas, que no fue el total de su fortuna.

Una vez fallecida se puso también su nombre a una calle en Portugalete y, en 1906, se inauguró en la Plaza Elíptica un monumento en su honor, que en 1941 con la reforma de esta plaza se trasladó al parque de Doña Casilda Iturrizar.

La fuga de los esclavos vascos de Franco

En 1938, dieciocho gudaris y milicianos vascos protagonizaron en grupo una desconocidaevasión desde Huesca a Catalunya

Un reportaje de Iban Gorriti

ES una historia apasionante!”, reconoce Pablo Domínguez, de Ortuella, quien ha investigado la enigmática fuga de 18 vascos de un batallón de trabajadores, es decir, esclavos de Franco en Huesca en 1938, y que huidos en grupo llegaron a territorio republicano vivos; y Beñat Madinabeitia, de Iruñea, familiar de Juan Ganchegui, uno de los reos de aquella “victoria humana”. El investigador pone en valor aquel logro que reúne todos los ingredientes de una película. “Es una historia casi surrealista”, por las circunstancias que rodearon a aquel episodio tan poco conocido en la historia de la Guerra Civil: “Ocurrió en invierno, con montes nevados del Pirineo con ropa que imaginamos ya raída; todos, los 18, son vascos, pasaron las líneas, primero facciosa y luego a la republicana, además, la fuga fue ocultada tanto por los medios de comunicación de un bando como los del otro…”, asegura el investigador, junto a Aiyoa Arroita, del blog Crónicas a pie de fosa.

Imagen histórica de gudaris y milicianos prisioneros en Huesca.Foto: DEIA
Imagen histórica de gudaris y milicianos prisioneros en Huesca.Foto: DEIA

Es enigmático porque hay muchos cabos aún por unir. No se sabe, por ejemplo, cuándo se produjo la evasión. Se conoce, eso sí, que el 20 de febrero de 1938, dieciocho soldados del Ejército vasco de Aguirre que habían sido aprisionados por el bando golpista planificaron en grupo tratar de pasar a territorio republicano, objetivo que consiguieron. De ser esclavos en Huesca volvieron a ser antifascistas en Catalunya y con nuevas tarjetas del Gobierno de Euzkadi facturadas el 1 de marzo de 1938 en las que se les califica como “evadido del campo faccioso”.

“No sabemos -matiza Domínguez- si lo intentaron más y si llegaron todos, ni qué pasó mientras huían. Ha trascendido gracias al informe de un funcionario de la Inteligencia de la República que lo registra en unos documentos que llegaron a manos de un familiar”, subraya el investigador haciendo referencia a Beñat Madinabeitia. “Es una historia -valora este último- que en casa hemos conocido siempre y gracias a que mi madre, su sobrina, quería saber más lo hemos empezado a mover. Y ha sido un descubrimiento tras contactar con Pablo y Aiyoa, que nos han explicado los papeles que hemos conseguido en Salamanca. Nos ha creado más curiosidad”, confiesa, al tiempo que confiesa que constituye “un orgullo lo que logró, lo que lograron.

En el grupo de los 18 fugados había tres cabos y 15 soldados de diferentes ideologías: 14 del PNV, tres socialistas y un comunista. La lista es la siguiente, respetando la grafía que figura en las fichas de la Delegación vasca en Catalunya que conserva el Archivo Histórico de Euskadi: Jerardo Eguia Lausirica (batallón Mungia); Jerónimo Echevarria Lecue (batallón Itxas-Alde); Manuel Cahué Artola (batallón Madrid); Andrés Beltrán Elosegui, cabo del batallón Gordexola; Enrique Barrena Borroño (batallón San Andrés); Andrés Arrizabalaga Inda (batallón Loyola); Nicolás Bilbao Bilbao (batallón Mungia); Jesús Ladislao Bolumburu (batallón Martiatu); Alberto Pérez Peña, cabo del Gordexola; Marcial Inchuspe Rezola (batallón San Andrés); Vicente Iriarte Astola (batallón 2º de Ingenieros); Elías Zabala Sarria (batallón Malato); José Ganchegui Lizarraldesoldado (batallón Amuategui); Francisco Bilbao Gastañaga, cabo del Martiatu; Enrique Iriarte Unzueta (batallón 2º de Ingenieros de UGT); Emilio Hernández Vázquez (batallón San Andrés); Juan Ganchegui Azcagorta (batallón U.H.P); y Agustín Mendizabal Bilbao (batallón Martiatu).

Del 115 Estos gudaris y milicianos huyeron del batallón de trabajo esclavo 115 que obraba en los municipios oscenses de Yebra de Basa y Sobá. “Es increíble pensar que, de 96 personas vigiladas 18 se escaparan, si no fueron más. Yo he buscado en periódicos de ambos bandos en aquellas fechas y no aparece ninguna fuga. Creo que tratan de encubrirlo”, sostiene Domínguez quien titularía la fuga como “Evasión y victoria” haciendo un juego de palabras con la película Evasión o victoria, en la que un grupo de prisioneros aliados en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. “En el caso de estos vascos, logran la evasión y una victoria porque consiguen su objetivo de llegar a posiciones republicanas. Es todo muy curioso”.

Beñat Madinabeitia es familiar de Juan Ganchegui Azcagorta, miliciano del batallón UHP del Partido Comunista y natural de Bergara. A día de hoy es uno de los miles desaparecidos de la guerra. “Se creía que hizo la mili en Burgos, pero no aparece su registro por ningún lado. Todo es asombroso y nuevo para nosotros. No sabíamos que era de un batallón comunista. Me paro a pensar y creo que fue todo muy injusto. ¡Lo que tuvo que vivir! Seguimos buscando”.

Mercaderes, ‘banqueros’ y financieros vascos en la Edad Media

La actividad económica ligada al comercio y el transporte dieron a conocer a los vascos en la Edad Media en Europa, norte de África, Asia mediterránea y, más tarde, en América.

Un reportaje de Ernesto García Fernández

Enterramiento en la capilla de San Antón de la catedral de Santiago de Bilbao de los Arbieto, familia de comerciantes volcada en el comercio internacional a finales de la Edad Media.
Enterramiento en la capilla de San Antón de la catedral de Santiago de Bilbao de los Arbieto, familia de comerciantes volcada en el comercio internacional a finales de la Edad Media.

Recientemente se ha publicado un libro que contempla la historia de los mercaderes y financieros vascos de finales del medievo. Esta obra pone de relieve que los siglos XIII-XV fueron una etapa de florecimiento en la actual Comunidad Autónoma del País Vasco. En Araba, Gipuzkoa y Bizkaia se produjo un destacado renacer económico y social. Culpables y beneficiarios del mismo fueron en gran medida los mercaderes, banqueros, cambiadores, corredores de seguros marítimos, y financieros alaveses, guipuzcoanos y vizcainos.

Mayormente los vascos fueron conocidos en el exterior de Castilla, en Europa, en el norte de África, en la Asia mediterránea y en América debido a sus actividades económicas vinculadas al comercio y al transporte internacionales. La especialización de los habitantes de la costa vasca en la producción de barcos en los astilleros en ella diseminados, su habilidad para manejar estos medios de transporte, su conocimiento de la geografía costera atlántica y mediterránea, y sus relaciones contractuales con los intermediarios comerciales castellanos, aragoneses o genoveses hicieron de ellos una referencia clave en el ámbito del comercio internacional. Brujas, La Rochela y Londres fueron centros importantes del destino de las embarcaciones que partían de los puertos vascos. A estos lugares se portaban voluminosas cargas de sacas de lana y de hierro vasco, navarro o cántabro. Las naos y carabelas vascas traían de dichas localidades paños, cobre, obras de arte, tapicerías, etc. Lisboa fue otro puerto a donde arribaba metal vasco. La profesionalización de los vascos en torno a oficios asociados al comercio y al transporte les relanzó a la gestión de corporaciones mercantiles creadas para proteger los negocios ejecutados bajo su amparo. De hecho a lo largo del siglo XV veremos a vascos dirigiendo consulados de la corona de Castilla en Brujas, Siracusa, Valencia, Génova y Mallorca. En 1494 se creó el Consulado de Burgos. Los vascos formaron parte de dicho consulado contra su voluntad hasta la constitución del Consulado de Bilbao en 1511.

Separación de Burgos Ya antes de 1494 se habían producido intereses corporativos mercantiles entre mercaderes alaveses, guipuzcoanos y vizcainos. Las diferencias de los hombres y mujeres de negocios vascos con los mercaderes burgaleses estuvieron a punto de desembocar en la creación de un Consulado de Araba en 1498. Alaveses, guipuzcoanos y vizcainos bajo el impulso de los comerciantes de Bilbao defendieron de forma conjunta sus intereses frente a los promotores del Consulado de Burgos. Igualmente de forma separada iniciaron paralelamente conversaciones con la monarquía castellana para separarse del Consulado de Burgos. Una de estas operaciones tuvo como desenlace la autorización de los reyes para poner en marcha un Consulado de Araba. Finalmente esto no fue posible, pues vizcainos y guipuzcoanos, sin duda asimismo queriendo evitar que sus reivindicaciones frente a Burgos no se vieran debilitadas, alegaron que los alaveses ya formaban parte de su corporación preconsular. Los mercaderes de Araba se acabaron integrando en el Consulado de Bilbao en 1511 y batallaron con guipuzcoanos y vizcainos para que las decisiones adoptadas en la corporación vizcaina de Brujas, extensión del Consulado de Bilbao en Flandes, no pudieran llevarse a efecto sin que hubiera representantes de Araba en sus reuniones.

Hoy en día las cámaras de comercio vascas de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, han formado una organización común, cuya presidencia la ocupan bienal y rotatoriamente miembros de una u otra Cámaras territoriales. En la Edad Media hubo igualmente corporaciones de mercaderes en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. En Gipuzkoa y Bizkaia fueron sus exponentes las cofradías de mercaderes de Santa Catalina de San Sebastián y de Santiago de Bilbao, mientras que en Araba la corporación de mercaderes no llegó a constituirse en cofradía en Vitoria. Estas organizaciones estuvieron conectadas entre sí a causa de los lazos contraídos por motivos comerciales y en 1511 cuajaron en una organización común y con jurisdicción sobre los mercaderes de los tres territorios. Políticamente cada territorio tenía sus Juntas Generales, pero desde el plano del desarrollo del comercio internacional sus intereses acabaron confluyendo en una institución común para los tres territorios, el Consulado de Bilbao.

Los banqueros vascos no tuvieron las mismas características que los directores o presidentes de las actuales compañías bancarias. Eran propiamente mercaderes que se dedicaban a actividades de carácter bancario. Estos comerciantes del dinero no tenían edificios diferenciados de sus casas. El dinero que gestionaban no lo tenían normalmente en depósito, sino que les pertenecía. Los negocios bancarios podían establecerse en sus casas privadas, en las tabernas, en las posadas, en las plazas o en las calles. Se ocupaban principalmente de prestar el dinero acumulado proveniente de operaciones económicas llevadas a cabo en el comercio local, regional o internacional. También podían cambiar las monedas castellanas por las de otros países o reinos a donde se dirigían los castellanos que atravesaban esta zona fronteriza con Navarra y Gascuña. No hubo mercaderes de prestigio a los que sus vecinos vascos o castellanos, en uno u otro momento de su vida, no les hubieran solicitado dinero para pagar deudas o poner en marcha proyectos.

Ochoa Pérez de Salinas Este modelo de mercader banquero descrito tuvo su excepción. Hubo un banquero vasco que alcanzó una proyección notable por estar al servicio de la Corte y de los reyes de Castilla a fines del siglo XV y principios del XVI. Me refiero a Ochoa Pérez de Salinas, pariente de los Sánchez de Salinas, naturales de Vitoria. Ochoa fue un banquero al servicio de la Corte, invirtió a fines del XV altas sumas de dinero en compañías comerciales castellanas, y no siempre con resultados satisfactorios. De hecho sus decisiones económico-financieras le generaron enormes deudas. Casi todos los mercaderes banqueros vascos, por el contrario, se desenvolvieron en unos círculos económicos y territoriales mucho más limitados. A finales del siglo XV se registraron cientos de referencias de cartas de préstamo a gentes de Navarra, Araba, Gipuzkoa, Bizkaia, Burgos y La Rioja. Uno de estos mercaderes banqueros fue Juan Sánchez de Bilbao, el rico, un destacado prestamista. Este mercader internacional vendía sobre todo lana castellana y navarra en Flandes y de allí importaba principalmente paños que comercializaba con consumidores vascos, castellanos y navarros. Tenía una caja fuerte donde guardaba el dinero acumulado. Todo el mundo sabía en Vitoria y sus alrededores que si necesitaba moneda podía recibirla de este judeoconverso. Este les entregaba las cantidades demandadas a cambio de pagar unos intereses por el préstamo concedido. Ahora bien la fórmula utilizada no era la de solicitar un préstamo de dinero a devolver a unos plazos incluyendo un determinado tipo de interés. Este sistema, llamado usura, estaba prohibido por la Iglesia católica. Se utilizaban distintos subterfugios para soslayar dicha circunstancia. Los más frecuentes fueron los censos consignativos, los arrendamientos fraudulentos o la aparente venta de paños que escondía en el precio el interés. Igualmente en el País Vasco hubo personas familiarizadas con negocios específicamente relacionados con las finanzas públicas. Sobresalieron Juan Pérez de Lazárraga, Ochoa de Landa, Diego Martínez de Álava, antes de ser diputado general, el licenciado Diego Martínez de Álava, Fortún Ibáñez de Aguirre, Juan Martínez de Adurza, argentier del emperador Carlos V, Juan Sánchez de Salinas, Diego Martínez de Maeztu, Sancho Díaz de Leguizamón, Martín de Isasaga, Ochoa de Isasaga y Juan López de Recalde. Estos contaban en general con elevados medios económicos, estaban próximos a la Corte o que ejercieron de contadores de miembros de la realeza.

Gente letrada Era frecuente que los mercaderes fuera escribanos o hubieran estudiado en universidades castellanas. Algunos de ellos obtuvieron los títulos de bachiller o de licenciado en las universidades de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares. En todo caso, los mercaderes, banqueros y financieros alaveses, guipuzcoanos y vizcainos eran gente letrada, sabían leer y escribir, y tenían sus propios libros de contabilidad donde anotaban con precisión las operaciones económicas de sus negocios. Sabemos que los mercaderes de San Sebastián y de Bilbao, bajo la cobertura de sus respectivos ayuntamientos, controlaban a su vez con bastante minuciosidad todo el movimiento de mercancías que salían de los puertos de estas villas. Las mercancías que salían o entraban a los puertos estaban sujetas a impuestos que recaudaban representantes de sus corporaciones. En el caso de la villa de Bilbao se nos han conservado gruesos Libros de Averías. Estos describen con detalle el volumen de las mercancías que se exportan e importan, su destino, el nombre de los dueños de las naves, el de los mercaderes que fletaban el barco y el de los factores que se hicieron cargo de las mismas a su llegada a los puertos. Las mujeres también aparecen nominadas a veces entre los mercaderes o factores. Tenemos noticias de mujeres que gestionaron negocios internacionales (Catalina de Mambrún y María Ortiz de Bermeo, vecinas de San Sebastián y Bilbao). Los Libros de Averías se hallan en procesos judiciales del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Fueron aportados como prueba en un pleito entre las villas de Bilbao y de Portugalete. En fin, estos apuntes y noticias pueden substanciarlas ustedes en el libro que titulado Mercaderes y financieros vascos y riojanos a fines de la Edad Media, editado el 2018 por Castilla Ediciones y que sus autores son Iago Irijoa Cortés, F. Javier Goicolea Julián y el que subscribe este reportaje.

El gudari que luchó contra el nazismo

El recién fallecido Francisco Pérez Luzarreta combatió en Francia en la Segunda Guerra Mundial con el Batallón Gernika

Iban Gorriti

Luzarreta, de modo solo queda con vida el burgalés afincado en Angelu (Lapurdi) Miguel Ángel Arroyo. No se conoce el rastro del donostiarra, residente en México Javier Brossa, también miembro del Batallón Gernika.

‘Paco’, junto al lehendakari, en un homenaje en Gernika.Foto: I. Gorriti
‘Paco’, junto al lehendakari, en un homenaje en Gernika.Foto: I. Gorriti

Los cuatro han sido y son los últimos en mantener los ideales de aquellos jóvenes que la historia recordará por el brío desplegado en la célebre batalla de Pointe de Grave, en el Medoc francés en abril de 1945. Tal y como documenta Franc Dolosor, periodista experto en el tema, en aquella batalla murieron cinco gudaris y una veintena resultaron heridos.

“Una persona buena, grande y ejemplar”, escribió el lehendakari Urkullu la semana pasada tras conocerse el deceso del gudari al que conoció con motivo del estreno de la película documental ‘Batallón Gernika, esperanza de libertad 1945-2015’, dirigido por Iban González. Urkullu destacó el compromiso con la democracia y con la libertad de Paco y sus compañeros del Batallón Gernika.

Pérez era especial para algunos. Lo era como el batallón al que perteneció. No se amilanó nunca. Coinciden en decirlo quienes le conocían. Como mugalari ayudó a cruzar a Francia a muchas personas a través del río Bidasoa durante la Guerra civil. Fue objetivo de Melitón Manzanas, policía donostiarra durante la dictadura de Franco y colaborador de la Gestapo nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Este jefe franquista de la Brigada-Político Social de Gipuzkoa acabaría asesinado por ETA en el que se considera primer atentado premeditado de la organización armada el 2 de agosto de 1968. “A mí Manzanas me hizo un interrogatorio que duró semana y media. No me dejaba en paz”, recordaba Paco.

Al igual que Urkullu, personas que trabajan a diario la memoria histórica también han reaccionado ante la muerte de este hombre que llegó al mundo en Valle de Roncal, en Jaurrieta, Nafarroa, en 1922. El fotógrafo vascochileno Mauro Saravia ha sido quien más le ha visitado en los últimos tiempos . “Con Paco tuve relación en los últimos momentos de su vida. Conmigo siempre tuvo una buena palabra, cordial, bromista, querendón…”, precisa, al tiempo que añade que “ayudó a muchas personas, no solo liberando Francia del nazismo sino como mugalari, salvando a mucha gente para que no fuese represaliada por el franquismo. Eso es lo poco que se sabe de su solidaridad porque no le gustaba alardear”.

Paco fue hijo de la ama de casa Manuela, y de Marcelino, militar republicano guarda de fronteras. Tuvieron cinco hijos. Él, el benjamín. Al estallar la guerra del 36, la madre y varios hijos cruzaron la frontera y se exiliaron en Poitiers. El padre y su hermano Eladio fueron enviados a campos de trabajo y a África.

El resto de la familia viajó de Francia a Barcelona. Al acabar la guerra fueron a Irun. “Pero fuimos recibidos como apestados”, denunciaba con su testimonio. Con su padre y hermano libres, le tocó a Paco la mili del Ejército de Franco. Se apuntó en aviación, en Zaragoza, “donde Sanjurjo… Siempre he sido rebeldillo y al destinarme a Tudela me ingresaron en un hospital por una afección a la columna vertebral y al sentirme tan vigilado y viendo que a la mínima torturaban, me las arreglé para escapar e irme a Pau”, rememoraba.

Iban González, director del documental, reflexiona sobre su talante. “Paco fue un libertario puro. Un señor libre, con alma joven. Valiente tanto para luchar en el campo de batalla, como para llorar al recordarlo para nosotros y nosotras”, exclama.

En Pau, el gudari se encontró con el afamado comandante Kepa Ordoki (Irun 1913, Baiona 1993), que “era de ANV como yo, y con un grupo de vascos que estaban formando una unidad para luchar contra los nazis e intentar recuperar la República. ¿Cómo lo íbamos a conseguir?”, se preguntaba.

Quienes le conocieron coinciden en señalar que nunca se escondió, ni calló, que era lo fácil en tiempos de dictadura. En sus últimos tiempos, además de sentirse héroe, como reivindicaba en ocasiones a pesar de también confesar que se sentía solo, era sabedor del cariño que se le profesaba cuando por alguna razón volvía su nombre o el del Batallón Gernika a la palestra. Le hicieron tres homenajes. A juicio de su sobrina, Maite Prieto, “el tío era una persona intachable en principios. Hacía gala de una fuerza vital impresionante. Ha ayudado a todos. Él llevó, por ejemplo, a represaliados hasta París… Como mugalari cada noche pasaba el río”, enfatiza. El marido de Maite, Luis Hernáez, le califica de “noble. No hablaba mal de nadie. Ha mantenido sus valores hasta el último día”.

Republicano

Paco enviudó de la deustuarra María Agirre el 13 de diciembre de 2017. Un año y diez días después ha fallecido él. “Nosotros -concluía Paco- fuimos aquellos hombres que nos dejamos la piel, que hemos sido buenos y participamos en la eliminación de aquellos que trataron de hacerse con todo el mundo, un imperio. Podemos decir orgullosos, que conseguimos que la cosa no fuera a más”.

Bien lo sabe Franck Dolosor: “Paco es una persona a la que hemos querido mucho. Como periodista es un honor haberle conocido. Las horas que pasamos con él valen más que el oro. Tenía mucha dignidad, las ideas muy claras y sabía expresarlas. Me impactó que me dijera siempre que nada había cambiado en el País Vasco. Le decía que Franco había muerto y que había un nivel importante de autonomía. Contestaba que aquellos quitaron nuestra república y que nunca la devolvieron. Hasta que la devuelvan, aquí no ha cambiado nada, decía”. El periodista Iñigo Camino visitó el tanatorio donde se despidió al gudari y donde recordó de él una frase: “El enemigo de la memoria no es el paso del tiempo, es el silencio, lanzó Paco con su incansable vitalidad”.

La familia va a cumplir el deseo de que las cenizas reposen allí donde murieron cinco gudaris de su unidad, en Pointe de Grave, en la Cota 40 de Montalivet. “Pensamos que las llevaremos en la primera quincena de marzo, sus restos descansarán allí donde él ha querido”, apostillan.