Vitoria, 3 de marzo de 1976: jaque a la democracia

En la transición del franquismo a la democracia, los sucesos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, que se cobraron cinco vidas, fueron un aviso de que la inercia represora no cesaría tan fácilmente

Imagen Zaramaga2

Un reportaje de Mikelats Ardanaz

Vitoria 3 de marzo de 1976. A las 17.00 horas es convocada una asamblea de trabajadores en la iglesia de San Francisco. La iglesia se halla abarrotada y rodeada de policía y manifestantes. El párroco impide la entrada de las fuerzas del orden en ella. Pero la Policía procede a desalojar el recinto eclesiástico.

-Se puede figurar, después de tirar 1.000 tiros y romper toda la iglesia de San Francisco, pues ya me comentará cómo está todo. (cambio).

-(…) ¡Muchas gracias! Eh, ¡Buen servicio!

-Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Cambio.

-(…) tengo dos secciones y media paralizadas, la otra media tiene todavía unos poquitos… o sea aquí ha habido una masacre. Cambio.

-De acuerdo, de acuerdo. Cambio.

-Muy bien… pero de verdad, una masacre.

Es una parte de la transcripción de la cinta que un ciudadano vitoriano pudo grabar a la frecuencia modulada de la Policía la tarde del 3 de marzo de 1976. Vitoria “la ciudad donde nunca pasa nada”, según José Antonio Zarzalejos, enviado gubernamental a Vitoria, llevaba desde comienzos de año sumergida en un continuum de reivindicaciones laborales y huelgas que concluyeron aquella tarde con la muerte de cinco trabajadores y centenares de heridos.

Recién comenzado el nuevo año dieron inicio las negociaciones para la renovación de los convenios colectivos en las diferentes empresas vitorianas y con ello, las discrepancias. Los problemas en cuanto al tema de la renovación de los convenios comenzaron en Forjas Alavesas, pero pronto pasaron a Mevosa, Aranzábal, Gabilondo, Ugao y Orbegozo entre otros. Si bien al principio, la negociación la hacía cada empresa por su cuenta, vista la constante negativa de patronal y empresarios y visto que las consignas eran similares, unificaron la lucha y dieron paso a una movilización conjunta. Lo que se reivindicaba era un aumento salarial a 6.000 pesetas, semana laboral de 40 o 42 horas más media hora para el almuerzo, jubilación con sueldo completo y el 100% del salario en caso de enfermedad o accidente.

Tras los primeros fracasos en las negociaciones se decide salir a la calle; manifestaciones y huelgas serán las nuevas armas de reivindicación y presión que usarán los trabajadores para tratar de que se cumplan sus proclamas. Así, tras dos meses de lucha, numerosos detenidos y muchas horas de trabajo perdidas, se convoca una huelga general, que afectaría a toda la capital alavesa, para la jornada del 3 de marzo. Se buscaba paralizar la ciudad entera para así presionar para que, por un lado, las condiciones fueran aceptadas y para que, por el otro, los detenidos por manifestaciones fueran liberados. Debemos recordar que a pesar de que Franco ya había muerto, la Ley de Asociación no estaba vigente y la huelga era un recurso ilegal.

A las 10 de la mañana, tras las pertinentes reuniones de cada empresa, se decide salir a la calle a invitar a los demás vitorianos a unirse a la lucha. Es una huelga que se sigue de forma masiva. Sin embargo, las manifestaciones son rápidamente reprimidas por la Policía que trata de tomar la ciudad para mantener el orden. Para las 17.00 había sido convocada una asamblea conjunta en la iglesia de San Francisco, en el barrio de Zamacola. La selección de este emplazamiento no es algo casual ya que tanto trabajadores como Policía sabían que desde la firma del Concordato con el Vaticano II en 1953 los recintos eclesiásticos eran territorios en los que el Estado no poseía autoridad, y por tanto, salvo que tuviera la orden eclesiástica pertinente la asamblea se podría realizar a resguardo de la Policía. O eso creían al menos, porque los agentes, siendo conscientes de que no podían entrar, decidieron romper las ventanas y disparar al interior botes de humo, gases lacrimógenos, pelotas de goma y balas. El gentío que se encontraba en la abarrotada iglesia trató de salir como podía de aquel recinto en el que a duras penas se podía respirar, pero se encontraron en el exterior con las fuerzas del orden que no dudaron en usar toda la fuerza de la que disponían. Tal y como describe uno de los mandos policiales, en la citada transcripción, “esto es una batalla campal (…) es la guerra en pleno, se nos está terminando la munición, las granadas, y nos están liando a piedras”. De fondo de esta conversación se distinguen disparos de metralleta, gritos y bocinas de coches, que mediante el pañuelo blanco que ponían en las ventanillas señalaban que acudían a los hospitales a trasladar a los centenares de heridos.

Cinco muertos El saldo más triste, las cinco personas que aquella fatídica tarde del 3 de marzo de 1976 perdieron la vida a manos de las fuerzas del orden. Un cuerpo de seguridad que no dudó en mostrar y demostrar que aun habiendo muerto Franco, la larga sombra del franquismo seguía muy presente y que si bien, en teoría, se había dado inicio a ese periodo conocido como Transición a la Democracia, el camino que habría que recorrer para llegar a ella iba a ser largo, duro y, por desgracia, sangriento.

Las calles que aquella tarde se tiñeron de rojo, pasados dos días se vistieron de negro para acoger al gentío que asistió al funeral celebrado por los fallecidos. Bajo la atenta y desafiante mirada de la Policía, la tensa calma que caracterizó aquel periodo se fusionó con el dolor de aquellos ciudadanos que ni tan siquiera pudieron reclamar responsabilidades políticas ni policiales. Aunque el auditor militar que llevaba el caso consideró que los hechos producidos por la Policía Armada “eran constitutivos de un delito de homicidio, conforme con el artículo 407 del Código Penal” al no haber podido determinar quiénes fueron los autores concretos de los disparos, el sumario fue sobreseído. Al igual que también quedaron impunes los responsables políticos, como el entonces gobernador civil que emitió la orden de desalojo, Rafael Ladin Vicuña; el ejecutor del mando operativo de la dotación policial, Jesús Quintana Saracibar; el que fuera ministro de Gobernación, Manuel Fraga Iribarne, o el entonces ministro de Relaciones Sindicales, Rodolfo Martín Villa.

Si bien es cierto que penalmente hablando en aquel momento no hubo justicia, posteriormente, de la mano de la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo se reabrió el caso y el Gobierno vasco concedió la condición de víctimas a los fallecidos. Recientemente, la jueza argentina María Servini reabrió el caso para esclarecer los sucesos.

Repercusión política La tarde del 3 de marzo de 1976, poco antes de que la Policía desalojara la iglesia, se reunía la Comisión Mixta Gobierno-Consejo Nacional para tratar el proyecto de Ley de Asociaciones Políticas. Estaban en aquella reunión, entre otros, Alfonso Osorio (ministro de la Presidencia), Adolfo Suárez (como ministro de la Gobernación, sustituyendo a Manuel Fraga que se encontraba en Alemania), Rodolfo Martín Villa (ministro Relaciones Sindicales) y el propio Arias Navarro (presidente de Gobierno). Terminada la reunión, con la batalla de Vitoria en marcha, Adolfo Suárez, como ministro de Gobernación en funciones, acudió al despacho para tomar el mando de la situación. Poco tuvo que hacer, salvo enviar un nuevo mando operativo a la ciudad y disuadir a un desbordado y dubitativo Arias Navarro de decretar el estado de excepción en la capital alavesa; que lejos de mejorar la situación, haría ver que el nuevo Gobierno no era capaz de mantener el orden en el país.

Este hecho no quedó como una simple anécdota, no al menos para uno de los personajes clave y determinante de este periodo, el rey Juan Carlos. Este pronto comenzó a juzgar la actuación de los personajes que se encargarían de llevar el rumbo de la nueva política y por ello, cuando tuvo ocasión de hablar con el ministro Osorio, de gran confianza para el monarca, no dudó en preguntarle por la actuación de Adolfo Suárez. Osorio, como ya lo hicieran otros ministros, resaltó la buena actuación del que entonces era ministro Secretario General del Movimiento, destacando además su capacidad de liderazgo en una situación tan complicada como la de aquellas jornadas.

El rey se fijó y vio en aquellos días la figura que sería la pieza visible del cambio de gobierno que conduciría a la democracia: Adolfo Suárez. El Gobierno de Arias Navarro, el primero de la Monarquía, se hallaba desbordado por las continuas pugnas políticas, crisis económica y conflictividad laboral y por ello cada paso que daba se analizaba con minuciosidad. Sin embargo, se vio que los pasos que daban iban en dirección contraria adonde se dirigía la política nacional. Debemos recordar que las huelgas del 3 de marzo no solo suponen un punto de inflexión en una tendencia huelguística en alza, sino que también es el trimestre con mayores movilizaciones y mayor conflictividad laboral, con más de 17.000 huelgas.

Los trabajadores gasteiztarras con la lucha de esos escasos tres meses demostraron que la organización sindical impuesta por el franquismo estaba obsoleta y que una nueva y diferente forma de organización y representación laboral era posible, viable y efectiva. Dejaron claro también que el pueblo quería participar en la vida política y que a partir de ese momento sería pieza fundamental del juego político. Hicieron ver además que los métodos y formas utilizadas por la Policía, y los mandos recibidos, seguían siendo iguales que en el periodo precedente, dejando ver que la larga sombra del franquismo seguía muy viva y habría de ser apagada con la luz de la democracia. Con todo, se vio que, el primer Gobierno de la Monarquía, y en especial su presidente Arias Navarro, era incapaz de liderar un país que reclamaba el cambio y no la continuidad del legado franquista.

Celebrados los funerales, aprobada una nueva ley sobre la regulación del derecho de asociación política y celebradas las pertinentes reuniones, los trabajadores volvieron a sus puestos de trabajo. Mientras que unos ficharon en sus puestos habituales, Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo y Bienvenido Pereda lo harían en el libro de la historia, en las páginas negras del sombrío capítulo de la Transición.

El apoyo de los asturianos en el frente de Bizkaia

Más de medio millar se dejó la vida en fosas comunes luchando contra el avance de los golpistas

Un reportaje de I. Gorriti

eL pasado martes se cumplieron 79 años de la muerte del comandante del Eusko Gudarostea, Cándido Saseta, en la batalla de Areces (Asturias), donde cientos de gudaris y milicianos vascos acudieron de forma solidaria a luchar contra el fascismo de los militares golpistas sublevados contra la Segunda República. DEIA dio a conocer por primera vez unos documentos oficiales inéditos en los que se comunicaba cómo un enlace del batallón Amayur, del PNV, apellidado Lartitegi Arrazola, encontró en el fragor de la lucha al militar de Hondarribia tendido en el suelo con una herida sangrante cerca del oído; “asegurado de que era cadáver”, el compañero le tomó su pistola y se retiró a Premoño. Eso nunca se supo antes, pese a que fueron muchos los estudios realizados al respecto. También se supo que, poco antes, Lartitegi y Saseta se comunicaron en euskera con un “soatz” (en referencia al término zoaz, vete) que le hizo saber el comandante al gudari.

import_8378810

A aquel lugar aún lo llaman el “pradón de los vascos”, de hecho se trabajó para exhumar la fosa común en la que se suponía que están enterrados cien gudaris y milicianos de la brigada de Cándido Saseta, asesinados en la ofensiva contra el pasillo de Grado.

Esa fue la aportación solidaria de los vascos al bando republicano. Pero también ocurrió al revés, guerrilleros asturianos lucharon y se dejaron la vida en Bizkaia. De un estudio de Jesús Pablo Domínguez y Aiyoa Arroita se desprende que fueron identificados alrededor de 583 muertos de procedencia astur. Estos investigadores se basan en el listado de fosas de Bizkaia del Gobierno vasco. Del análisis de una lista que ha redactado el investigador Luis Miguel Cuervo se enumeran 583 muertos en los frentes de Bizkaia: 56 muertos en el monte Saibigain, cuatro en Peña Lemona, 12 en Sollube, 43 en Kañometa…

En los últimos tiempos, asociaciones como Ahaztuak 1936-1977 han rendido diferentes homenajes a estos soldados antigolpistas con ejemplos en Gernika-Lumo y Larrabetzu. En palabras de los investigadores Domínguez y Arroita se dio “una auténtica riada de sangre asturiana, que corrió por nuestros montes y prados. Muchos combatientes muertos fueron recogidos por sus compañeros, pero otros se dejaron en retirada. Muchos de esos cuerpos fueron enterrados, incluso días después, por vecinos de la zona en improvisadas fosas. Algunas se recuerdan donde están y otras se han perdido para siempre”, estiman. Sorprenden además a historiadores consultados al publicar una cifra de posibles muertos asturianos en este territorio histórico que se ha repetido en diferentes medios de comunicación: “Hoy en día se cree que fueron alrededor de mil milicianos asturianos los que dejaron la vida en Bizkaia”.

En su estudio citan la presencia en la línea del frente de casi una decena de brigadas asturianas. En un principio, llegaron cuatro (y dos montañesas) con sus batallones y más adelante cinco más. De hecho, citan los batallones: 223, 228, 234; 225, 243; 213, 216, 230; 212, 252 y por último las brigadas 16, 10, 8, 3 y 15.

Uno de aquellos soldados que luchó por la libertad en Euskadi fue el comunista Felipe Matarranz (de padre natural de Somorrostro que por las huelgas mineras emigró a Asturias en 1917), quien falleció en mayo de 2015 a los 99 años y con quien este medio habló tiempo antes: “El 10 de octubre de 1936 fui herido en combate de forma grave con una bala que me salió por los riñones. Me echaron donde los muertos y vivo gracias a un médico que se dio cuenta de que no estaba tieso”.

Los cuatro ‘Gernikas’ de Castellò

Un documental arrojará luz sobre el desconocido experimento de la Legión Cóndor nazi en el Alto Maestrazgo que arrojó bombas de 500 kilos con aviones Stuka contra poblaciones inocentes e indefensas

Un reportaje de Iban Gorriti

Último día de marzo de 1937: Elorrio, Otxandio y Durango son ciudades abiertas y habitadas por inocentes, escenario elegido por el militar golpista Mola, Franco y Vigón para que la Legión Cóndor de Hitler experimente el terror y consecuencias de los bombardeos aéreos en Europa, en estos casos ejecutados por la aviación italiana de Mussolini. A raíz de esos ataques, quedó para la memoria local la amenaza del cubano: “Amigo gerniqués cuando veas las barbas de tu amigo durangués cortar, pon las tuyas a remojar”, avisó Mola.

HISTORIAS

Y así fue, el 26 de abril, eran Gernika-Lumo y Munitibar-Arbatzegi-Gerrikaitz los núcleos habitados que volvían a sufrir las pruebas nazis esta vez perpetradas por la propia Legión Condor con apoyo de la aviación fascista italiana. Según un estudio de Xabier Irujo fueron más de 600 operaciones de bombardeo las que sufrió la población civil en alrededor de 200 localidades atacadas a cielo abierto, donde se certifica que fueron asesinadas más de 10.000 personas.

Sabido esto, hace pocos años se ha conocido que en cuatro pueblos del Alto Maestrazgo de Castellò, Franco y Hitler también hicieron un experimento más: el de las bombas en picado de 500 kilos de los aviones Stuka (Junker 87A). Alrededor de un cuarentena de personas fueron asesinadas en Benassal, Albocàsser, Ares y Vilar de Canes, localidades, la mayoría hoy gobernadas por el Partido Popular.

Fue el docente universitario en Valencia Óscar Vives, natural de Benassal, el primero en preguntarse por qué Franco decidió que el banco de pruebas de esos fatales bombardeos se llevara a cabo sobre población civil, lejana al frente. DEIA ha hablado con él: “En los pueblos se conocía, se recordaba, que se había bombardeado estos pueblos, pero no por qué”, analiza quien dio con la razón leyendo el libro ‘La Guerra Civil española’ de Antony Beevor, publicado en 2010. “Allí citaba mi pueblo Benassal y que había habido un bombardeo para probar las bombas de 500 kilos”.

A partir de ese dato, el propio Vives, de un grupo memorialista local, pone rumbo a el archivo militar de Freiburg, el Bundesarchiv-Militärarchiv, y localiza un informe de 67 páginas con 66 fotografías de antes, durante y después de los bombardeos. De hecho, el profesor volvió hace breves fechas a la ciudad germana. Como curiosidad, “me llamaron del Museo de Gernika para si localizaba algo sobre el bombardeo de allí, pero ya les dije que en Friburgo solo hay a partir de 1938”, comenta.

A raíz de su descubrimiento, se puso en marcha una exposición con las fotografías aéreas anteriores a los bombardeos, donde se puede observar cómo la Legión Cóndor fija los objetivos para el lanzamiento de la bomba; panorámicas aéreas de la destrucción, y otras imágenes en las que se puede observar los destrozos que hicieron. “Según un testigo, los alemanes volvieron en junio del 38 a hacer fotos sobre el terreno y le aseguraron a este hombre que en el experimento habían quedado descontentos, pensaban que los cráteres de destrucción iban a ser mayores”, trasmite Vives, quien explica que la misión de los alemanes era ganar precisión, fijar el impacto en un área de menos de cinco metros cuadrados.

El documental ‘Experimento Stuka’ que se está ultimando arrojará luz a tal denunciable ataque. Hay datos que estremecen de aquellos bombardeos. Así, por ejemplo, una familia convivió con una metralla “del tamaño de una teja” que extirparon a una chica de 20 años que murió. Otro caso es el de un alcalde carlista que estaba retenido por los republicanos y que tuvo noticia de que una bomba cayó en su casa y mató a sus tres hijas y que, por suerte, su esposa herida salió viva. Nunca quiso reconocer que aquello lo hicieron los suyos.

Tanto el documental como una exposición seguirán haciendo justicia a la historia de los cuatro pueblos inocentes que no contaban ni con carreteras, tan solo de burros. Y quién sabe si algún día recalarán en Euskadi. “No nos importaría llevarla a Gernika, por ejemplo”, concluye Óscar Vives. En mayo, se cumplirán 78 años de la tragedia.

Ekin, la editorial vasca de Buenos Aires

Andrés Irujo llegó a su exilio en Buenos Aires llevando en su maleta un proyecto largamente madurado: la necesidad de crear una editorial que recogiera obras de la cultura e historia vascas.

Texto y fotos de Xabier Irujo

la ocupación alemana de Europa obligó a muchos vascos a emprender el camino del exilio. Andrés Irujo partió con su madre, Aniana Ollo, y con su hermana Josefina y su familia, y llegaron a Buenos Aires en diciembre de 1940 donde fueron recibidos por la colectividad vasca de la localidad y los representantes del Comité Pro-inmigración Vasca. En virtud del decreto del presidente Roberto Ortiz toda la familia obtuvo, en menos de cuatro meses, la ciudadanía argentina de pleno derecho.

import_8347050
Andrés Irujo puso en marcha en el exilio ambiciosos proyectos culturales; concretamente, Ekin publicó 120 títulos entre 1942 y 1978.

 

En el exilio emprendió Irujo dos ambiciosos proyectos culturales: la creación de la editorial vasca Ekin y la organización del Instituto Americano de Estudios Vascos así como, a partir de 1950, la edición del boletín de dicho instituto, labores que llevó a cabo hasta su muerte en 1993.

Irujo arribó a Buenos Aires con el proyecto editorial en mente, de hecho ya había comentado la necesidad de crear una colección bibliográfica de cultura e historia vascas con su hermano Manuel en el exilio de París en 1938. Y, en efecto, meses antes de la creación de la editorial y publicación del primer volumen, Euzko Deya de Buenos Aires ya anunciaba el 20 de diciembre de 1941 algunos de los títulos que verían la luz en años sucesivos. Tal es el caso de los escritos de Joxe Miel Barandiaran sobre prehistoria vasca que no se publicarán hasta 1953, o El idioma vasco, de Bonifacio de Ataun, que no se publicaría hasta 1960 bajo el título Gure aditza.

A los pocos meses de la llegada a Buenos Aires, y bajo el lema Mi trinchera son los libros, Irujo planteó el proyecto a Ixaka López Mendizábal, experto en la materia, nieto del célebre editor tolosarra del mismo nombre. Tras la toma de Tolosa, los tercios de Requetés procedieron a la incautación de sus propiedades y procuraron quemar los libros de la imprenta justo frente a la puerta del establecimiento donde hoy existe una placa. Una lluvia inesperada impidió que la hoguera prendiera debidamente y algunos libros se salvaron de la quema. Exilado en Buenos Aires, Ixaka aceptó decididamente el reto.

Ambos se dirigieron en primer lugar al delegado del Gobierno vasco en Buenos Aires, Ramón María Aldasoro, a quien inicialmente propusieron financiar la aventura editorial, pero la delegación no contaba con los fondos necesarios, de modo que los fundadores tuvieron que recurrir a donaciones particulares. Contaron con la colaboración de Sebastián Amorrortu y el aporte editorial de los hermanos Estornés Lasa, los cuales permitieron la reedición de algunas de las obras de la Editorial Auñamendi. Asimismo, contribuyó en esta empresa el sacerdote Jorge Riezu, que adquirió parte del fondo Julio Urquijo.

Es así como se fundó, con sede en la calle Perú 175 de Buenos Aires, la sociedad regular limitada Editorial Vasca Ekin, con un capital inicial de 15.000 pesos. Ciertamente poco para una empresa de tal envergadura. La primera obra que imprimió Ekin fue El genio de Nabarra de Arturo Campión, que vio la luz en 1942.

El catálogo de Ekin se dividía en varias secciones. La Biblioteca de Cultura Vasca en la que los editores integraron monografías en los campos de la historia, antropología, legislación, música, costumbres, literatura, artes plásticas y geografía vasca, conoció 73 títulos entre 1942 y 1978. Importancia capital tienen los títulos que dentro de la sección Euskal idaztiak Ekin publicó en euskara. Entre 1942 y 1952 Ekin publicó Joañixio y Bizia garratza da, de Juan A. Irazusta; Ekaitzpean, de Jose Eizagirre; y la traducción de Hamlet, de Bingen Ametzaga. Joañixio es la primera novela escrita y publicada en euskara en América y estos títulos se encuentran entre los únicos que, junto con Urrundik, de Telesforo Monzón, y Leoikumea, de Orixe, se publicaron en lengua vasca en este periodo marcado por la política de genocidio cultural del régimen franquista. La editorial estuvo en crisis permanente desde su fundación, llegando a rozar la ruina en más de tres ocasiones. Como consecuencia de todo ello, en 1954 Irujo sufrió un ataque nervioso.

En el plano familiar, al peso del exilio que todos creyeron breve, se unió la prisión y condena a muerte de sus hermanos Juan Ignacio, Pello y Eusebio y la muerte de su madre, Aniana Ollo, en 1950. En carta a Bingen Ametzaga, fechada el 15 de enero de 1954, Irujo calculaba que no podrá cancelar las deudas de la editorial en al menos dos años y efectivamente la crisis obligó a Ekin a cerrar virtualmente entre agosto de 1953 (Añibarro) y agosto de 1954 (Barandiaran). Sobre esto, además, Irujo permaneció en cama desde enero a marzo de 1955.

Nuevas ideas Pero recuperado de la crisis financiera y de salud por la que atravesó entre 1953 y 1955, el de Estella emprendió una nueva fase en la editorial con nuevas ideas y horizontes. En diciembre de 1955 Ekin lanzó una nueva serie para ser distribuida gratuita y clandestinamente a través de la resistencia en el interior. Para ello editarían obras de pequeño formato, fáciles de transportar, de distribuir y de ocultar. La primera de estas obras fue Ami vasco / Euzko Ami, del padre Evangelista de Ibero a quien Andrés conoció personalmente en la casa Irujo de Estella, a las que el padre Iakakortaxarena añadiría varios capítulos. Se distribuyeron 2.500 ejemplares, fundamentalmente a través de frailes y sacerdotes. Tras el éxito de Ami vasco / Euzko Ami, Ekin publicaría y distribuiría Zure anaia ixilkari / Tu amigo en la clandestinidad, que fue editado en 1961. Irujo pensó asimismo en publicar un tercer opúsculo titulado Fueros fundamentales del Reino de Navarra y defensa legal de los mismos, escrito originalmente por Ángel Sagaseta y censurado y retirado de la circulación por la Policía de Isabel II en 1839.

Sin embargo no iban a ser buenos años para la editorial. A finales de 1961 Irujo escribía: “Los costos se han duplicado o triplicado. Y en todos estos años perdimos casi el tiempo y el dinero, pues continuamos manteniendo los precios de las últimas publicaciones y nos encontramos ahora, que no hay forma de atender pagos de la imprenta más que a nuestro ritmo que no es el que las circunstancias imponen. Solamente dos libros representan cuatro veces más de nuestro capital. Y según nuestros cálculos necesitaríamos tres o cuatro años para cubrir la deuda. La situación es tremenda. Y es preciso dar la cara y mirar a Euskadi. Dentro de pocos días nos entregan Zure anaia ixilkari en dos versiones, euskera y castellano, con mapas y gráficos”.

Una vez más en medio de la más absoluta crisis financiera, Irujo decidió regalar libros en euskera y distribuirlo gratis en Euskal Herria: y lo consiguió a pesar de que la situación en 1967 tocó suelo. Al hundimiento del techo de la editorial se unió la subida repentina de los costes de impresión y el encarecimiento del papel, lo cual redundó en el incremento extremo de las deudas. Los sucesivos regímenes argentinos suscitaron asimismo problemas aduaneros, de modo que la exportación de libros resultó poco menos que imposible. En 1965 escribía Irujo a Ame-tzaga: “Mañana te remitiré un ejemplar del Hamlet. Pero pondré en la primera página Mirentxurentzat, pues ahora como en el régimen peroniano los libros tienen la misma consideración que la carne o el trigo, necesitan autorización del Banco Central para exportarse y contra depósito económico o apertura de crédito, etc. salvo que salgan dedicados o con la fórmula sin valor comercial, que resulta feo para un regalo a tu hija. Creo que la leyenda de su nombre no altera su dedicatoria. Por eso irá así”.

Otro de los graves problemas con los que hubo de enfrentarse la editorial fue la ausencia de impresores euskaldunes, con lo que las ediciones en euskera corrían a cargo de maestros impresores que no conocían la lengua, lo cual incrementaba el número de erratas que, a su vez, incrementaba el número de pruebas, correcciones, y los costes de edición se disparaban. Es preciso tener en cuenta que los maestros a cargo de generar las planchas las debían completar letra a letra, sin entender lo que escribían. A pesar de esto Ekin llegó a publicar más de trece libros en euskara.

Controversias políticas Además de la crónica situación de práctica bancarrota de la editorial, varias de las publicaciones suscitaron controversias políticas en un país que, durante los años de gobierno de Juan Domingo Perón, generó lazos diplomáticos con la dictadura española. En 1951 Ekin publicó ¿Para qué…?, de Ansaldo, y para junio de 1951 se habían distribuido los primeros ejemplares de la obra en Uruguay a través de Bingen Ametzaga donde se habían vendido cien ejemplares. José María Areilza, entonces embajador español en Buenos Aires, cursó una denuncia ante el Gobierno argentino a raíz de la cual Ekin fue clausurada por la Policía argentina los días 8 y 9 de noviembre, siendo Irujo arrestado y conducido a comisaría, sin cargos, donde permaneció detenido durante horas. Tras un violento interrogatorio, la Policía retuvo, a petición de la embajada de España, las galeradas de la obra de Ansaldo e incautó otros títulos y material de la sede de la editorial. En esta misma línea, Ekin chocó con las instituciones culturales vascas en Euskal Herria que, controladas por el régimen, cerraron las puertas a los libros de la editorial del exilio. Por ejemplo, cuando el bibliotecario de la Diputación de Bizkaia decidió en enero de 1954 adquirir la obra completa de la editorial, una contraorden de venta echó por tierra la operación.

Ekin publicó 120 títulos entre 1942 y 1978, lo cual hace una media de más de tres libros anuales. El historiador Andrés Mañarikua en una alocución en la Universidad de Oñati en 1978 con motivo del relanzamiento de Eusko Ikaskuntza tras cuarenta años de represión, dijo que “en esos años oscuros, la obra de la Editorial Ekin ha sido un faro de luz en la oscuridad”. Hoy, desde 2015, María Elena Etcheverry, viuda de Andrés Irujo, ha emprendido la tarea de reanudar la labor editorial de Ekin con la publicación de tres obras en la Biblioteca de Cultura Vasca en 2015, Contraviaje. De Nueva York a Gernika pasando por Berlín, novela histórica de Aran-tzazu Ametzaga que sale a la luz con motivo del 80 aniversario de la constitución del Gobierno del lehendakari Agiirre de 1936; La historia de Radio Euskadi (guerra, resistencia, exilio, democracia) de Leyre Arrieta; y Martin Ugalde. Cartografías de un discurso, de Larraitz Ariznabarrieta.

Zorionak Ekin!

El autor

Álvaro Navajas, el padre del Derecho civil guipuzcoano

La aprobación y entrada en vigor el pasado año de la Ley de Derecho Civil Vasco ha dado pie a recordar el trabajo de estudiosos que realizaron aportaciones fundamentales en este campo. Uno de ellos, a veces olvidado, fue Álvaro Navajas.

Un reportaje de Francisco de Borja Iriarte Ángel

El fallecimiento el pasado 18 de octubre de Adrián Celaya -quince días después de la entrada en vigor de la Ley 5/2015, de 25 de junio, de Derecho Civil Vasco- y la multitud de homenajes que ha recibido por su labor en la promoción del Derecho civil vasco abre la puerta a reflexionar sobre otros autores que, en tiempos más complicados que los actuales, también se dedicaron a su estudio y promoción.

derecho
Exposición sobre el Derecho Civil Vasco, en el Colegio de Abogados de Bizkaia, en noviembre de 2014.

 

Entre ellos es especialmente destacable la figura del injustamente olvidado en algunos ámbitos Álvaro Navajas Laporte, estudioso del Derecho guipuzcoano, y casi podemos decir, el padre de su modernización, pues su obra se inicia en los años setenta del pasado siglo, cuando muy pocos eran los preocupados por la cuestión; y creo que he dicho bien que se le puede considerar el padre del Derecho guipuzcoano como hoy lo conocemos, pues en una mención absolutamente fuera de lo habitual, el Preámbulo de la Ley 3/1992 cita expresamente su nombre al hablar del “gran jurista guipuzcoano don Álvaro Navajas” en relación con la materia que con tanta pasión había estudiado; cita que se reproducirá en la Exposición de Motivos de la Ley 3/1999, que por primera vez lo positivizaba de manera extensa. Creo que solo estas dos menciones del legislador nos sirven para poner su figura en el lugar que le corresponde.

Nacido en San Sebastián en 1942, fue hombre polifacético: abogado, historiador, conferenciante, profesor e investigador del Derecho, incluso anduvo metido en política, llegando a ser candidato a senador para las Cortes Constituyentes por Demócratas Independientes Vascos (Unión Foral Para La Autonomía), candidatura próxima a la Unión de Centro Democrático.

En aquella época agitada de la transición participó en los primeros trabajos de restauración del Derecho foral público en la Comisión de Régimen especial para Bizkaia y Gipuzkoa que inició los trabajos para la devolución del Concierto Económico a las provincias traidoras, institución que, como podemos ver casi cuarenta años después, es parte fundamental de nuestro autogobierno; participación que resultó a corto plazo infructuosa, pues la reintegración del Concierto se consiguió posteriormente y por otros motivos, pero que nos sirve como ejemplo de su preocupación por los problemas de su gente. Fue en esta institución en la que coincidió por primera vez con Adrián Celaya, con quien posteriormente le uniría una fecunda amistad. También en esa época escribió la carta al director de El Diario Vasco titulada La reintegración foral, fechada el 19 de agosto de 1976, en la que abogaba por la reintegración democrática como paso previo a la solución del problema estatutario; es decir, que tenía claro el futuro en tiempos que podemos definir como complejos, apostando por la democracia cuando aún no existía el Estado de Derecho y tratando la cuestión del Estatuto en momentos en que era tabú en ciertos ámbitos.

Todo un personaje de nuestro pueblo que requeriría un estudio más profundo que el que aquí cabe hacer; quizás la mejor definición sea la que le hizo Adrián Celaya en el homenaje que le tributó la Sociedad de Estudios Vascos en Donostia en 1993: un Señor, y un auténtico jurista, alguien que no sólo tiene un título académico, sino que siente profundamente la inquietud por los valores superiores del mundo del Derecho, la justicia, la seguridad, el progreso social.

Realizó sus estudios medios en el Colegio del Sagrado Corazón de San Sebastián y la carrera de Derecho en las facultades de Madrid y Valladolid, para concluir obteniendo el grado de doctor en la Universidad de Zaragoza.

Tesis doctoral Fue su tesis doctoral La ordenación consuetudinaria del caserío en Guipúzcoa publicada en San Sebastián en 1973 -y reeditada por la Academia Vasca de Derecho en 2009 con prólogo del gran jurista guipuzcoano José María Aycart Orbegozo- un auténtico hito en los estudios del Derecho foral guipuzcoano y, en cierto modo, un hito en el ámbito universitario vasco, pues como dice en el prólogo a la edición original el entonces Decano de la recientemente constituida Facultad de Derecho de San Sebastián, Padre Martínez Días, S. I., se la podía “considerar, con toda razón, como la primera tesis doctoral de nuestra Facultad” a pesar de que había sido defendida en la Facultad de Derecho de Zaragoza debido a que nuestra facultad aún no podía conferir el título de doctor.

Esta obra supuso el reconocimiento escrito de la existencia de una costumbre inveterada en ese territorio que había hecho que en territorio regido por el Código civil superviviesen reglas específicas -y radicalmente opuestas a las del Código- para la transmisión del patrimonio familiar, en este caso, el caserío. Es un placer recorrer sus páginas y ver el minucioso estudio realizado, pues comprende desde el inicio de la Edad Media hasta los tiempos de su edición, siendo destacable el apéndice documental -114 documentos- que demuestran que Álvaro Navajas buceó en toda su profundidad por los archivos guipuzcoanos.

Dentro de La ordenación es destacable la parte que dedica a lo sucedido después de la entrada en vigor del Código civil relatando cómo por medio de la mejora en los testamentos y escrituras de capitulaciones matrimoniales los titulares de caseríos guipuzcoanos -a pesar de que su número había ido disminuyendo por los efectos de la revolución industrial- seguían consiguiéndose soluciones similares a las existentes en otros territorios para la conservación sin fragmentación de la propiedad agraria familiar; conclusiones que se basan en una minuciosa encuesta realizada a los más destacados operadores jurídicos del territorio.

Además de esta magnífica obra tiene otras relativas al Derecho civil vasco de gran importancia, como Los ordenamientos jurídicos civiles en Guipúzcoa: pasado, presente y futuro, publicado en el boletín de la RSBAP en la que ya plantea las posibilidades que supone para el Derecho civil vasco el marco competencial derivado de la Constitución y el Estatuto de Autonomía y las facultades que de ellos se derivan para su conservación, modificación y desarrollo o La actualización del Derecho civil vizcaíno: un reto, publicado en la revista del Colegio de Abogados de Bizkaia en 1986 y en el que demuestra que su profundo conocimiento del derecho de este territorio, así como su opinión favorable a la creación de un nuevo Derecho civil vasco que supere los anteriores Derechos territoriales. Junto a estas, Organización jurídica de la familia campesina guipuzcoana, El Derecho Guipuzcoano, El concepto de Derecho en el Fuero de San Sebastián, Ámbito territorial del fuero y su posible ampliación, son otras de sus obras centradas en el Derecho de Gipuzkoa.

Pero no solo se dedicó al Derecho privado, sino que también escribió sobre cuestiones de Derecho público relacionadas con los fueros; así su comunicación Unas reflexiones en torno a la interpretación del artículo 149 de la Constitución Española de 1978 presentada al Primer Congreso de Derecho Vasco que se celebró en San Sebastián en 1982 es de lectura recomendada en estos tiempos en que se oyen voces que cuestionan el Concierto Económico, pues realiza atinadas apreciaciones en relación con la Disposición Adicional Primera de la Constitución, su génesis y su sentido como cláusula de garantía de la autonomía, al decir que “La ‘idea de Derecho’ que podría desprenderse de esa Disposición Adicional, tal y como ha quedado redactada, es que las Comunidades vascas deberán ser objeto de un tratamiento específico en materia autonómica, es decir, son Comunidades Autónomas a las que se les reconoce un derecho preexistente”. Igualmente sobre cuestiones de derecho público escribió en La representación territorial de los Territorios Históricos en la Comunidad Autónoma. Una digresión sobre el artículo 39 del Estatuto, en el que se adentra en la complicada cuestión del encaje institucional del País Vasco y las relaciones entre los órganos comunes -Gobierno y Parlamento- con los territoriales -Juntas Generales y Diputaciones Forales-, tratando una cuestión que recientemente ha vuelto a la actualidad. Toda esta obra académica la simultaneó, no lo olvidemos, con una dedicación de primer nivel al ejercicio de la abogacía en los colegios de San Sebastián, Pamplona y Madrid, siguiendo las reglas profesionales y la planta judicial de la época, para cuya constatación basta con acudir a los repertorios de jurisprudencia.

En resumen, un grandísimo jurista al que su prematura muerte a los 47 años privó de asistir a la evolución del Derecho civil vasco, empezando por las leyes de 1992 y 1999 -especialmente ésta, que convirtió en Derecho positivo, con las garantías de seguridad jurídica y vigencia futura que ello supone, su amado Derecho guipuzcoano- y siguiendo por la reciente Ley 5/2015 que supone el establecimiento de un auténtico Derecho civil vasco aplicable a todos los avecindados en la Comunidad Autónoma. Temprana muerte que privó de su presencia no solo a su familia, sino que también nos privó a los más jóvenes interesados en el Derecho vasco de la oportunidad de recibir su conocimiento en directo y no sólo a través de su obra escrita; pero como esto es lo que nos queda, tendremos que profundizar en ella.