El ‘mal de la posguerra’ y el portero rojiblanco

Jesús María Echevarría ‘echeva’ fue un guardameta de una corta pero brillante trayectoria en las filas del Athletic

Un reportaje de Iban Gorriti

NO todo en la vida es fútbol, pero el fútbol sí es la vida de muchas personas. El año que viene se cumplen 50 años de la muerte de un futbolista. Falleció joven, a cinco días de sumar 46 años. Como su vida, su trayectoria deportiva fue corta, la de uno de los leones rojiblancos olvidados: José María Echevarría Ayestarán, Echeva. “Fue un hombre al que el mal de la posguerra le cortó de raíz la posibilidad de convertirse en uno de los porteros que el Athletic ha tenido a lo largo de su larga historia”, reivindica el vizcaino Carlos Aiestarán, autor del libro Echevarría, guardameta del Athletic Club 1938-1942 .

 

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Su carrera deportiva empezó en 1933, en el campo de Fadura y, posteriormente, en 1935 -tenía tan solo quince años de edad- jugó un torneo con los de Acción Católica de San Ignacio contra los Agustinos de Portugalete, el Patronato de Sestao, la Catequesis de Santurce, Acción Católica de Las Arenas, Acción Católica de Erandio y los Diablos Azules de Lamiako. Fue en este torneo donde Echevarría se reveló como portero de porvenir.

La trayectoria rojiblanca del arquero tuvo su debut en 1938 y escuchó los tres pitidos finales en 1942. Aquella última temporada fue la más desastrosa de la historia del Barcelona, club que volverá a verse las caras el próximo sábado contra el Athletic en el Camp Nou en la final de la Copa. A falta de una semana de tal acontecimiento, Aiestaran recuerda en la publicación citada que el Barça fue campeón de la Copa de 1942 y pocos días después le tocó jugar el partido de promoción de la Liga, logrando vencer y continuar en Primera División.

Aconteció hace 73 años y, aunque parezca increíble a día de hoy, el conjunto catalán conformaba el vagón de cola de la competición con la Real Sociedad y el Alicante. Contra todo pronóstico, el 21 de junio, el Barcelona, después de una dramática prórroga, superó al conjunto vasco. El equipo blaugrana se erigió de ese modo en el primer club en ganar el título de Copa después de la Guerra Civil. Las dos veces anteriores en las que se midieron los bilbainos y los catalanes fueron en 1920 y en 1932. En la primera ocasión, el Barça ganó el título por 2-0, y en la segunda, fue el Athletic quien por 1-0 levantó la copa gracias a un gol de Bata.

Orgullo rojiblanco José María Echevarría Ayestarán (Algorta, 1920 – Leza 1966) vistió la camiseta rojiblanca “con orgullo y amor” -apunta Aiestaran- desde poco después de la finalización del Torneo Amateur de 1937, organizado por el Athletic Club, hasta los prolegómenos de la temporada 1942-943, campaña en la que sufrió una grave lesión. El infortunio ocurrió antes de dar comienzo el campeonato de Liga, en un partido amistoso jugado contra el Oviedo disputado en el campo de Buenavista. Una posterior complicación pulmonar marcó el inicio del fin de la carrera de Echevarría e, incluso, de su vida. El antiguo seleccionador de España, José María Mateos, calificó al guardameta vizcaino como “un gran portero de corta, pero brillante, trayectoria”.

El del barrio algorteño de Alango comenzó a jugar en el campo Fadura y en 1934, según diferentes publicaciones, pasó a ser reserva del CD Guecho como portero. Dos temporadas después, pasó al Athletic y llegó a ser finalista de la Copa en la temporada 1941-1942 contra el Barcelona. Con el mismo equipo fue campeón de Liga y llamado en cinco ocasiones por el seleccionador de España para partidos contra Francia, Alemania, Italia y dos veces contra Portugal. Solo fue titular frente a los lusos en Lisboa el 12 de enero de 1941.

Su último partido como rojiblanco lo jugó en noviembre de 1942, además de tomar más adelante parte en algunos partidos de Liga. Incluso los medios deportivos de la época llegaron a anunciar su regreso a los campos junto al león también enfermo Patxi Garate, de Durango, esperanza que no se cumplió. Echeverría falleció habiendo conseguido el Trofeo Zamora en la temporada 1940-1941, en la que el Athletic quedó subcampeón de Liga.

Echeverría fue el tercero y único varón de los cuatro descendientes que tuvo el matrimonio compuesto por Hilario Echevarría, de Bermeo, y Eugenia Ayestarán, de Algorta. En 1936, con el golpe de Estado militar contra la Segunda República que conllevó a la Guerra Civil, Echevarría pasó de jugar en el equipo de Acción Católica de San Ignacio a ser el portero titular del Neguri, en juveniles. Acabaría recalando en el Guecho, y en el Athletic.

Jesús María Echevarría contrajo matrimonio el 11 de octubre de 1965 con Garbiñe Vitorica en Algorta. El 20 de junio de 1965 nació su quinta y última hija, Aintzane. Tan solo nueve meses después Echeva falleció, el 25 de marzo de 1966. Concluye Aiestaran para su recuerdo: “Sus fotografías aún a día de hoy ocupan un lugar destacado en establecimientos de Getxo, particularmente en los de Algorta”.

El espacio histórico del Cinturón de Hierro, el ‘Normandía vasco’

SANCHO DE BEURKO INAUGURA UNA WEB CON LA INFORMACIÓN DEL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN QUE SE LEVANTÓ EN LA GUERRA CIVIL

Un reportaje de Iban Gorriti

AYER dio sus primeros pasos el portal web www.elcinturondehierro.net, un proyecto único, una iniciativa de desarrollo aplaudible, un plan lleno de futuro, hecho “con pocas perras y sin ayudas, pero con el corazón y muchas ganas”, apuntan desde el colectivo impulsor, Sancho de Beurko.

El Espacio histórico del Cinturón de Hierro es una alegoría con la que esta asociación de estudio de la Guerra civil en Euskadi pretende poder visualizar por primera vez un espacio físico y virtual donde pueda verse el sistema de fortificación formado por túneles, búnkeres y trincheras que se construyó durante la Guerra Civil como una entidad propia. “Tiene muchos paralelismos con el espacio histórico del desembarco de Normandía, si bien no es más que un humilde comienzo, un embrión, en el que la asociación pretende unir a todos aquellos agentes que han colaborado con ella en la puesta en valor de este patrimonio construido”, valora Guillermo Tabernilla, de Sancho de Beurko.

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En este espacio histórico se encuentran aquellos municipios que comparten con la asociación el inventario que se lleva realizando para la Dirección de Patrimonio de Gobierno vasco desde el 2008 y lo han adaptado, cada uno con sus diferentes tiempos, a sus propias posibilidades, siendo la intención de Sancho de Beurko de “unir todo este esfuerzo en un proyecto común”.

Unos municipios cuentan con rutas; otros han pasado a la fase de limpieza y señalización, y finalmente se ha promovido un centro de interpretación que permite visualizar la historia del Cinturón de Hierro y sus características constructivas. “En esta primera fase, nos acompañan Laudio, Berango, Gueñes, Arrankudiaga y Zierbena, si bien estamos en conversaciones con otros que ya empiezan a avanzar con políticas propias, que pueden partir del ámbito asociativo o municipal, esperando que se incorporen a este proyecto en un breve plazo y siempre respetando sus propias sinergias y plazos”, apostillan desde la sociedad.

A juicio de Tabernilla, si cada agente o municipio aporta una visión de conjunto del Cinturón de Hierro se allanará el conocimiento de la propia sociedad sobre esta obra constructiva. “Y de este modo favoreceremos la adopción de políticas para su preservación y conservación, que corresponden a las autoridades en aplicación de nuestra propia ley de patrimonio”.

laudio, pionero Desde el prisma de la asociación que ha hecho posible la web www.cinturondehierro.net, todo ello redundará en una “más que deseable” proyección turística, respetando las especificidades de cada territorio histórico, pues no hay que olvidar que el Cinturón de Hierro es una línea compartida entre Bizkaia y Araba a través del municipio de Laudio, que fue “el pionero en poner en valor este patrimonio”, valoran.

Para ello, esta primera web, sufragada exclusivamente por la asociación Sancho de Beurko, no es más que el primer paso de otros muchos que desde el colectivo esperan dar “entre todos”, mostrando a la sociedad el Cinturón de Hierro como “algo vivo”, explicando la metodología usada durante el inventario, visualizada en las fichas más significativas de cada espacio histórico de los cuatro que muestran y con una vertiente didáctica a través de una propuesta propia para los centros educativos que parte de la visualización del cortometraje El último día del Cinturón de Hierro.

Con este nacimiento ayer de un proyecto tan interesante, debe subrayarse un punto más: algunas de las más importantes asociaciones del Estado en el ámbito del estudio de las fortificaciones de la Guerra Civil, que han sido pioneras en la elaboración de catálogos “cuando este patrimonio apenas importaba a nadie, han querido acompañar simbólicamente a Sancho de Beurko en esta aventura”, formando una suerte de comunidad fortinera que tiene su instrumento en el blog. A través de dicho enlace presente en el portal del espacio histórico podrán seguirse las noticias más variadas sobre fortificaciones, con un pequeño guiño a las que forman “el Muro del Atlántico y nos caen tan cerca a los vascos en todos los sentidos”.

En este sentido, la web ha sido hecha “con muchísimo cariño” y ofrece un respetable caudal de información que aproxima a la persona lectora una “visión poliédrica del Cinturón de Hierro”. Con todo, desde Sancho de Beurko quieren agradecer la colaboración de todos los agentes implicados en su elaboración, tanto los que aparecen en esta primera fase como los que les han manifestado su apoyo. “Esperan, con la misma ansiedad que nosotros, que esta herramienta sirva a los fines propuestos, que no son otros que dar forma a aquel gran proyecto del que hemos oído hablar siempre a nuestros mayores, pero que el paso de los años tornó en un mito tan desconocido como enigmático que languidece en nuestros montes y pueblos, siendo muchas las ocasiones en que la gente escribe a la asociación para conocer cosas de este patrimonio tan desconocido”.

En Sancho de Beurko, por falta de tiempo, no han podido hacer esta labor didáctica hasta fechas muy recientes, debido a que las labores de inventario les han comido todo el tiempo. “Pero ya estamos a disposición de responder, ya sea a través de esta web como personalmente, de todo aquello que la gente quiera saber, pudiendo resolverse ya muchas de estas cuestiones a través de los municipios integrados en esta suerte de embrión, donde están los padres de la criatura, la gente que se echa el trabajo a la espalda”, concluyen en la asociación.

El homenaje en 1924 de la selección de Uruguay a Zabala

Se cumplen 91 años de la visita de aquella selección de fútbol a Durango, donde nació el fundador de Montevideo

Un reportaje de Iban Gorriti

EXISTE una placa conmemorativa en Durango que pasa desapercibida para toda la ciudadanía. Gracias a personas como las que componen la nueva Asociación Cultural Vicente Zavala, que miman la historia, llega a DEIA una efeméride curiosa. El rótulo, aunque roñado, sigue informando la siguiente leyenda: “A Bruno Mauricio de Zabala, fundador de Montevideo. Asociación Uruguaya de Football. 1924”. Tal día como el pasado miércoles hace 91 años llegó por barco a Bilbao la selección nacional de fútbol de Uruguay que debía competir en los VIII Juegos Olímpicos de París, cuya apertura se celebró el 4 de mayo de 1924. El combinado suramericano quiso aprovechar la ocasión para rendir homenaje al fundador de Montevideo, capital de Uruguay, Bruno Mauricio de Zabala (Durango, 1632 – Río de la Plata 1736). De hecho, la placa está colocada en el palacio en el que nació el militar. El homenaje consistió en la colocación de la placa, que se puede leer desde San Agustín Kultur Gunea. Con tal motivo se celebraron en Durango grandes festejos. Los deportistas llegaron de Bilbao en tren a las cuatro de la tarde y fueron recibidos por un numeroso público que aplaudió su llegada. La Banda Municipal de Música tocó el Gernikako Arbola.

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Según narran las crónicas de la época del 23 de abril de 1924, en los andenes les esperaba la corporación local presidida por el alcalde en funciones Pedro Añón, “con el Señor Arcipreste”. “Muchos balcones lucían banderas uruguayas y españolas y se podía leer una gran pancarta que decía La Cultural Deportiva de Durango saluda a los deportistas uruguayos”, según imprimían los periódicos.

Con un tiempo “espléndido”, la comitiva se trasladó a la casa natal de Zabala donde se colocó la placa. Asistieron la mayor parte de los diputados provinciales. Hubo “parlamentos” del diputado nacional uruguayo Casto Martínez Laguardia, del alcalde de Durango, de Ramón Ampuero, del Presidente de la Diputación Ceferino Urien, de Julio Lazurtegui, miembro del Centro Ibero-Americano, Cónsul de Uruguay en Bilbao… Un partido de pelota en el frontón de Ezkurdi enfrentó a los locales Francisco Elósegui y Ricardo Arabiourrutia (rojos) contra José Alberdi y Francisco Aguirre (azules). Ganó la segunda dupla.

La comitiva se trasladó a la parroquia de Santa Ana donde de niño había sido bautizado Zabala y se les hizo entrega de una reproducción de la partida de bautismo a la selección de fútbol uruguaya. A la salida, hubo aurresku y ezpatadantza. El ayuntamiento obsequió a los invitados con una merienda en el Hotel Miota que fue amenizada por el Orfeón Durangués que interpretó el Zortziko a Astarloa, Maitasun, Goikomendian y Fe y Esperanza, obra con la que pocos años antes había obtenido el segundo premio en el concurso de orfeones celebrado en Bilbao en pugna con el Orfeón Pamplonés. A las ocho de la tarde se organizó una romería popular en Ezkurdi tras la cual los uruguayos, por tren, regresaron a Bilbao.

La revancha del ‘Gernika’

El batallón ‘Gernika’ tomó parte en la batalla de Medoc, para desalojar a las tropas nazis atrincheradas en este enclave aquitano

Un reportaje de Iñaki Goiogana

EL próximo martes, día 14, se cumplirán 70 años de la batalla de Medoc, una de las últimas de la II Guerra Mundial, en la que participó el batallón Gernika, una unidad militar formada íntegramente por gudaris vascos. A contadas semanas de la finalización de la contienda mundial, la participación vasca en la liberación de Medoc, la península que se extiende al oeste de la Gironda, entre Burdeos y el Atlántico, puede considerarse como la culminación de la participación vasca en el esfuerzo de la guerra.

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En efecto, las autoridades vascas, con el lehendakari Agirre a la cabeza, consideraron desde el comienzo que la guerra desencadenada por Hitler era una lucha propia, que no solo concernía a británicos y franceses sino a todo el mundo identificado con la democracia, y entre éstos se hallaban, sin duda, los vascos. Más aún, la opinión de que la guerra civil del 36 no había sido otra cosa que un preludio de la gran conflagración mundial se hallaba muy extendida. Esta manera de entender el panorama político internacional llevó a considerar la derrota de la guerra civil como el final de una etapa, un punto y seguido en la lucha.

La II Guerra Mundial comenzó formalmente con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. El 4 del mismo mes, el lehendakari hizo público un llamamiento a los vascos para que se ofrecieran, a través de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, como voluntarios a Francia para realizar todo tipo de servicios, también militares. A diferencia de lo que ocurría en tierras polacas, primer territorio ocupado por los nazis, el inicio de hostilidades no fue paralelo a una guerra abierta en el frente occidental y durante meses la frontera franco-alemana fue testigo de la denominada drôle de guerre, una guerra de mentira. Esta fue la razón para que el ofrecimiento de Agirre a Francia solo se sustanciara en el empleo de miles de vascos exiliados en la industria de guerra. No obstante, los vascos siguieron prestando a la Deuxième Bureau, el servicio de inteligencia francés, información obtenida a través del espionaje vasco.

Éste estuvo muy solicitado durante toda la conflagración mundial. Tras los franceses, con quienes se cortó el contacto en la primavera de 1940 con la ocupación alemana de Francia, vinieron los británicos, interesados en disponer de agentes que pudieran informar sobre Francia de donde habían salido los agentes británicos a la entrada de los nazis. Los agentes vascos no solo informaron sobre el país galo, también reportaron sobre temas de interés para el Reino Unido obtenidos en España y Euskadi.

Estas relaciones entre vascos y británicos se extendieron a los estadounidenses cuando el lehendakari Agirre logró llegar a Nueva York en octubre de 1941 después de atravesar la Europa ocupada desde Bélgica hasta Suecia con prolongada estancia en Alemania. Pero antes, Manuel Irujo en Londres a la cabeza del Consejo Nacional de Euskadi, organismo creado para suplir el vacío producido por la ausencia del lehendakari, llegó a un acuerdo con la France Libre de De Gaulle para integrar una unidad militar vasca en el Ejército francés.

Sin embargo, Agirre priorizó las relaciones con los americanos y ofreció los servicios vascos a la administración del presidente Roosevelt. Estos servicios fueron de dos tipos. Por una parte, los servicios de espionaje extendidos tanto en territorio peninsular como a lo largo de Suramérica, y, por otra, la propaganda democristiana en Latinoamérica para contrarrestar la penetración nazi-fascista a través del nacional-catolicismo español. Este ofrecimiento vasco se hizo en gran medida entendiendo que tanta obligación tenían los vascos en derrocar a los dictadores Hitler y Mussolini como a los Aliados competía completar la labor democratizadora en Europa haciendo pasar a la historia las dictaduras ibéricas, especialmente la española. La dirigencia vasca, en fin, tenía puesta la vista en este futuro escenario, imaginado como un nuevo inicio, un nuevo 1931, fecha en la que se proclamó la Republica.

Unidad militar vasca

El Gobierno de Euskadi entendió que para el inmediato regreso a casa era imprescindible dotarse de una fuerza armada con el fin de que actuara como cuerpo de orden público en evitación de desórdenes. Con este fin, nada más producirse la liberación de Iparralde y el sur francés, en septiembre de 1944, Jesús María Leizaola y Eliodoro de la Torre, consejeros del Gobierno vasco, comenzaron a tener contactos con las autoridades francesas y con Kepa Ordoki para formar una unidad militar vasca, integrarla en el Ejército aliado, luchar contra los nazis mientras durara la guerra y de esta manera prepararse para su principal misión en Euskadi, la derrota franquista.

Kepa Ordoki, natural de Irun, militante de ANV y gudari que luchó en la guerra civil, logró, siguiendo las indicaciones de Leizaola y De la Torre, concentrar en la localidad de Sauveterre de Bèarn a decenas de guerrilleros vascos encuadrados hasta la fecha en unidades del maquis. Desde esta localidad bearnesa los gudaris fueron trasladados a Bouscat, cerca de Burdeos, y el 26 de febrero de 1945 se integraron en las Fuerzas Francesas del Interior. El 21 de marzo se creó el batallón de Voluntarios Extranjeros, donde, además de vascos, se incorporaron anarquistas españoles y soldados de otras nacionalidades, sobre todo italianos. Más adelante, con la incorporación de los marroquíes se conformó el 8º regimiento mixto de Marroquíes Extranjeros al mando del comandante Chodzko, un militar francés de origen polaco. A comienzos de la primavera de 1945 la guerra en Europa se estaba librando ya sobre suelo alemán. Los Aliados corrían hacia Berlín desde los dos frentes, los anglo-americanos y franceses desde el oeste y los soviéticos desde el frente oriental. Sin embargo, el rápido avance aliado sobre suelo francés tras el desembarco de Normandía del 6 de junio de 1944, había dejado atrás grandes bolsas de soldados alemanes atrincherados en las fortalezas construidas a lo largo de la costa Atlántica, desde Dunquerque hasta el Medoc. Estas bolsas resistían por el interés aliado en acabar la guerra rápidamente golpeando en el corazón de Alemania y sostenidos, en parte, por el contrabando de alimentos que les llegaba desde España.

Entre estas bolsas de soldados alemanes, las que más inconvenientes podían causar a los franceses y Aliados eran las situadas a ambos lados de la desembocadura del estuario de la Gironda, la de Medoc, al oeste, y Royan, al este. Estas fortificaciones alemanas, potencialmente, podían impedir el tráfico marítimo con destino a La Pallice, el puerto de Burdeos.

A principios de la primavera de 1945, encaminado el fin del imperio nazi, los mandos Aliados, especialmente los franceses, decidieron acabar con las bolsas de Medoc y Royan. La tarea de conquistar la pequeña península aquitana se le asignó a la brigada Carnot donde se integró el batallón Gernika. La misión de la brigada era llegar a la Point de Grave, situada en el extremo septentrional de la península, defendida por casi 4.000 alemanes y protegida por 110 blockhaus y cientos de miles de minas, además de una fosa anti-taques.

“Gora Euzkadi Askatuta!”

Los combates de Pointe-de-Grave se iniciaron el sábado 14 de abril de 1945 a las 15 horas y 35 minutos. Antes del inicio de las hostilidades, el comandante Ordoki pidió al capitán Martínez, un socialista, que dirigiera algunas palabras a los hombres: “Gudaris, estamos lejos de nuestra tierra, combatiendo por Euzkadi en contra del fascismo. Gora Euzkadi Askatuta!” Inmediatamente después, el comandante Kepa Ordoki dio la orden de atacar.

Los gudaris del batallón Gernika atacaron cerca de la denominada Cota 40, protegidos, en su flaco derecho, por los componentes del batallón español Libertad y, en el izquierdo, por soldados marroquíes. Al inicio de la lucha, las fuerzas alemanas se hallaban a 800 metros de los vascos, distancia únicamente practicable a través de un cortafuego de 10 metros de anchura expuesto al tiro y minado. No obstante, el batallón Gernika llegó a casi 50 metros de las líneas enemigas y solo retrocedió por el temor a quedar copado, al no poder sus flancos vencer la resistencia alemana y quedar, en consecuencia, retrasados.

En principio, las operaciones debían continuar al día siguiente, pero una contraorden anuló la ofensiva. En su lugar, los mandos aliados optaron por bombardear las posiciones alemanas, lo que provocó incendios en el bosque. Después de unas jornadas de descanso, a los vascos se les encomendó que avanzaran hasta Soulac. Esta marcha se realizó sin bajas pero no resultó fácil. El sol, la falta de agua, las dunas y las minas, no lo convirtieron en un paseo. El 18 de abril los vascos llegaron a Soulac localidad que, con la ayuda de la aviación y la marina, los Aliados lograron dominar así como casi todos los puntos fuertes alemanes de la zona. Solo quedaba por rendirse el blockhaus Y-33. Este punto fuerte le fue asignado al batallón Gernika pero, antes de entablar la lucha, la posición alemana se rindió. Esta no lucha a punto estuvo de tornarse peligrosa, pues los franceses, confundiendo a los vascos con los alemanes, dispararon a los primeros, pero sin causar bajas. Ese mismo día cayeron el resto de los puntos alemanes.

El batallón Gernika tuvo 5 bajas mortales: Juan José Jausoro Sasia, de Alonsotegi de 29 años, soltero y militante socialista; Félix Iglesias Mina, natural de Atarrabia y residente en Errenteria, de 32 años, casado y con dos hijos, comunista perteneciente al batallón Larrañaga; Antton Lizarralde de 37 años y ekintzaile de Durango; el jeltzale de Tolosa Antón Mugica de 18 años, y Prudencio Orbiz, guipuzcoano. Los cuatro primeros cayeron a consecuencia de los combates del primer día, en el mismo campo de batalla o en el hospital. Orbiz, en cambio, resultó muerto el 4 de abril cuando manipulaba una granada.

La historia del batallón no terminó en el Medoc. Algunos miembros del mismo fueron seleccionados para un curso de adiestramiento que recibieron cerca de París impartido por especialistas americanos. Estaba previsto que estos hombres formaran la elite de las unidades que se suponía iban a liberar a Euskadi de la dictadura franquista. Los otros miembros del batallón quedaron acuartelados y se les fueron uniendo jóvenes que huían del interior dispuestos a alistarse para la prevista lucha. Sin embargo, la caída de los dictadores Hitler y Mussolini no implicó que Franco siguiera el mismo camino. Nada más terminar la guerra mundial empezó a gestarse la guerra fría en la que, en opinión de algunos, Franco y su régimen podían tener un valor estratégico en el equilibrio de fuerzas entre Occidente y el comunismo. Los gudaris del Batallón Gernika, y del resto de unidades, lo dieron todo para solo recibir las gracias.

Con motivo de los actos de homenaje que se celebrarán los próximos 18 y 19 abril en Vendays-Montalivet en conmemoración del 70 aniversario de la II Guerra Mundial, Sabino Arana Fundazioa ha organizado un viaje a la Cota 40. Desde la Fundación se anima a familiares y amigos de los gudaris combatientes a que se sumen al homenaje.

Karmele, Iñaki, Unai, Jone, Joseba Andoni… nombres vascos acuñados por Sabino de Arana y Goiri

El fundador del nacionalismo vasco inició el camino para que los vascos y las vascas pudieran ser bautizados y registrados con sus nombres en euskera, empeño que encontró la resistencia de autoridades eclesiásticas y políticas

Un reportaje de Román Berriozabal. Fotos Sabino Arana Fundazioa

A efectos legales, todas las personas somos designadas por nuestro nombre y apellidos: el nombre nos individualiza en relación con los demás miembros de la familia; los apellidos indican nuestra filiación familiar. El nombre se rige en el ordenamiento jurídico actual por el principio de libertad de imposición, matizado con determinados límites. La imposición libre y voluntaria de nombres no siempre ha sido posible en el pasado, ya que se ha visto cercenada por la negativa rotunda de la jerarquía civil y/o eclesiástica.

HISTORIAS DE LOS VASCOS

Los usos en materia de nombres han ido variando con el tiempo. Históricamente, la primera inscripción se realizaba, por regla general, en el libro parroquial una vez que, a petición de la familia, el sacerdote administraba el bautismo y ponía un nombre al recién nacido. Las normas que la propia Iglesia se había dado en materia de nombres así como el criterio generalizado de imponer, salvo excepciones, el nombre de la santidad del día, condicionaba inexorablemente la inscripción posterior de dicho nombre en el Registro Civil. A falta de una tradición onomástica enraizada en las potencialidades del euskera y una jerarquía eclesiástica propia identificada con el hecho diferencial vasco, los vascos han tomado históricamente el nombre de sus vástagos del Santoral escrito en lengua castellana. El punto de inflexión, luego vinieron otros, lo encontramos en Sabino de Arana y Goiri. Tras tomar conciencia de su vasquidad, Sabin se inició, entre otras actividades, en el aprendizaje y el cultivo del euskera, formulando propuestas innovadoras (onomástica, ortografía, neología…), algunas de las cuales han llegado hasta la actualidad.

Respecto a la onomástica, o ciencia que estudia los nombres propios, Sabin entendía que Euzkadi no tenía que inspirarse necesariamente en el Santoral Romano, redactado exclusivamente en lengua castellana, a la hora de elegir el nombre de una persona recién nacida. Es más, pensaba que el propio euskera era capaz de generar, en base a sus reglas, tantos nombres como fueran necesarios. Así, en 1898, redactó, imprimió y difundió un calendario titulado Lenengo Egutegi bizka(i)tar(r)a. Sin menoscabo de las informaciones convencionales de ese tipo de calendarios (santo del día, fases lunares…), Arana se propuso hacer un calendario instructivo donde, entre otros aspectos, incluyó textos relativos a la historia vasca; propuestas lexicales de nuevo cuño así como un amplio repertorio de nombres de persona vascos. Dichos nombres fueron acuñados y/o establecidos por Sabino de Arana y Goiri siguiendo unos procedimientos lingüísticos para cada caso, destacando entre ellos la aplicación de determinadas normas fonéticas vascas así como la diferenciación de género.

Más allá de realizar un mero ejercicio teórico, el propio Sabin así como algunos seguidores suyos (por ejemplo, Engracio Aranzadi, Federico Belaustegigoitia…) adoptaron la versión sabiniana del nombre que les fue impuesto en el nacimiento y comenzaron a usarlo en sus comunicaciones privadas (Sabin, Ingartzi, Perderika…).

La promoción y uso de dichos nombres vascos se enmarca dentro de lo que se ha venido a denominar nacionalismo práctico, como una forma en la que los jeltzales demostraban en la práctica su vasquismo y su amor a la lengua nacional.

Debate público A escasos 10 años, Koldobika (Luis) Eleizalde recopiló los nombres sabinianos y los incluyó en una publicación bilingüe costeada por EAJ-PNV: Deun-ixendegi euzkotar(r)a edo deunen ixenak euzkeratuta / Santoral vasco ó sea lista de los nombres euzkerizados de los Santos. La propuesta dio origen a un intenso debate público. En el origen del mismo se encuentra una colaboración del vascófilo Julio de Urquijo, empeñado en demostrar que los nombres propuestos no eran genuinamente vascos sino una mera invención de Sabino de Arana y Goiri. Partidarios y detractores se enzarzaron en una espiral de réplicas y contrarréplicas que, en más de una ocasión, sobrepasó el tema debatido, llegando a zaherirse mutuamente. Según entendía Urquijo, el afán jeltzale por desterrar del léxico en general y del nomenclátor en particular los elementos latinos obedecía a razones totalmente ajenas a la lingüística. La formación de nombres vascos de nuevo cuño propuestos por los jeltzales formaba parte de ese afán. Sin negar lo anterior, Eleizalde manifestó abiertamente que para los jeltzales todo estudio relacionado con el euskera no era más que un medio de trabajar por su renacimiento y, consiguientemente, por el patriotismo vasco.

La aparición de Deun-ixendegi euzkotar(r)a no es fortuita. No sabemos si es causa o efecto, pero la misma coincide en el tiempo con dos hechos abiertamente enfrentados: por una parte, el salto cualitativo realizado por algunos jeltzales, al pedir para sus hijos e hijas un nombre vasco en el momento de su bautismo; por otra, la negativa rotunda de la Iglesia católica a admitir dichos nombres, a diferencia de la actitud tolerante del Registro Civil.

En ese estado de cosas, a mediados de enero de 1910 la ejecutiva nacional de EAJ-PNV, tras hacer suya la demanda que venían realizando numerosos jeltzales, elevó una comunicación a José Cadena Eleta, obispo de la diócesis de Vitoria. El prelado navarro estaba al frente de una diócesis que abarcaba a Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Los jeltzales manifestaron haber llegado a su conocimiento que en muchos casos no se ponían de acuerdo los párrocos y los padres respecto del nombre que había que imponérseles en el bautismo a sus hijos, hasta tal punto que hubo niños y niñas que estuvieron hasta tres meses sin ser bautizadas. Sin ánimo de justificar la conducta de los progenitores ni recriminar el proceder de aquellos párrocos, EAJ-PNV sólo pretendía obtener una resolución que pusiese fin a esas situaciones y que al mismo tiempo, sin perjuicio alguno del derecho eclesiástico, quedasen a salvo los prestigios y derechos del euskera, que, ciertamente, no debía ser tratado con desigualdad humillante. Es por ello que solicitaron al obispo declarara los nombres vascos contenidos en el Egutegi Bizkaitarra como válidos y, en consecuencia, fuera lícito imponerlos en la pila bautismal sin que ningún párroco lo impidiese.

El obispo no ocultó su enfado. Dicho enojo no extrañó a los jeltzales ya que estaban convencidos de que el obispo estaba al frente de la agresión más cruel e inesperada de cuantas venía sufriendo el nacionalismo vasco. La ofensiva estaba inspirada en dos fuentes: por una parte, en la hostilidad histórica de los españoles hacia los vascos y la voluntad constante de valerse de cualquier coyuntura para atacar a los vascos; por otra, en la indignación que les provocaba la actitud de los jeltzales al rechazar de lleno las sucesivas llamadas a la colaboración recibidas desde los partidos católicos españoles.

El obispo publicó una exhortación pastoral (3 de febrero de 1910), exigiendo al clero y feligresía a que huyeran de las ideas nuevas que venían perturbando el país en detrimento de la legislación eclesiástica. Tras recordar que la lengua oficial de la Iglesia era el latín así como el castellano lo era para la redacción de sus documentos y archivos parroquiales en el ámbito del Estado español, el obispo negó a EAJ-PNV todo tipo de innovación que, en todo caso, vendría siempre y cuando quien tuviera competencias en la materia así lo dispusiera. Tampoco los sacerdotes de la diócesis quedaron fuera del ámbito de aplicación del exhorto episcopal, ya que fueron llamados, bajo amenaza, a observar fielmente las normas de la Iglesia, especialmente aquellos que, tal vez por su juventud así como por sus simpatías hacia el nacionalismo, caminaban, según el obispo, por peligrosos senderos, favoreciendo la desunión y discordia entre los vascos.

Vía diplomática Los efectos de la ofensiva episcopal fueron inmediatos. Al poco tiempo, numerosas instancias (Seminario, Cabildo catedralicio, clero parroquial, órdenes e institutos religiosos…) mostraron su adhesión al obispo y, simultáneamente, ofendieron con violencia e injusticia a los jeltzales. Éstos, sin perder tiempo, acordaron la estrategia a seguir para detener el efecto nocivo de la campaña antinacionalista y, simultáneamente, reafirmar su identidad católica (mitin multitudinario en el Frontón Euskalduna, de Bilbao, para protestar contra la reapertura de las escuelas laicas; organización de peregrinaciones nacionales al santuario de Lourdes). Sin menoscabo de lo anterior, no desdeñaron la vía diplomática. Con fecha 21 de marzo de 1910 Luis de Arana visitó al Nuncio apostólico en Madrid. Aquél aconsejó a Arana que esperara a conocer la sentencia que en breve dictaría la Sagrada Congregación de Sacramentos en respuesta a una consulta realizada por el obispo Cadena sobre el uso de los nombres vascos en la administración del bautismo y su inscripción en la correspondiente partida bautismal.

La sentencia vaticana no se hizo esperar. Dicha Congregación hizo saber al obispo que el bautismo debía administrarse en latín, dado que era la lengua oficial y litúrgica de la Iglesia, y que la inscripción de la partida correspondiente debía de hacerse toda ella en castellano. No obstante, entendía que la petición nacionalista no era ninguna extravagancia. Por todo ello, y vistas las circunstancias, ordenó a los párrocos que en primer lugar exhortasen a los padres del bautizando a que admitieran que el bautismo fuera administrado sólo en latín. Añadió que, si a pesar de las exhortaciones del párroco, los padres persistiesen en su pretensión y de no acceder a ella hubiere peligro de que, o se retardase el bautismo o se rehusase, entonces y sólo entonces los párrocos bautizarían a la criatura, expresando el nombre en euskera primero y después en latín a modo de sinónimo, debiendo poner en este caso en el libro parroquial el nombre del bautizado, primero en castellano y a continuación en euskera. Tras la recepción de la sentencia, el obispo comunicó a párrocos y sacerdotes su contenido literal y exigió la observancia fiel de la misma. Asimismo, exhortó a sus diocesanos que procurasen evitar que los casos de excepción se convirtieran en regla general. Los jeltzales no ocultaron su satisfacción por lo dispuesto en la sentencia vaticana. A pesar de todo, numerosos sectores políticos y mediáticos pretendieron embrollar la cuestión atribuyendo indebidamente a EAJ-PNV unas peticiones que no había realizado. Una vez más, los jeltzales se vieron obligados a exponer públicamente su proceder, a denunciar las maniobras torticeras orquestadas en su contra y a desplegar una discreta campaña de relaciones al más alto nivel (reuniones con la Nunciatura en Madrid y el Secretario de Estado del Vaticano, y audiencia del pontífice Pío X). Encuentro tras encuentro, EAJ-PNV subrayó su condición de partido confesional, demandó el cese de la persecución contra las ideas nacionalistas así como contra los sacerdotes y religiosos nacionalistas por parte del obispo. Además, exigió el reconocimiento del euskera, su promoción, conocimiento y uso en el seno de la Iglesia católica.

El 12 de marzo de 1911 fue bautizado e inscrito en la parroquia de San Miguel Arcángel el primer niño de Gasteiz con nombre sabiniano: Purdentzi Paken, hijo de Luis Etxebarria y Juliana Rica. Dicha inscripción no fue tan sencilla, ya que tras negarse a hacerlo, el sacerdote Emeterio Abetxuko accedió a lo solicitado no sin hacer constar que lo hacía por exigencia del padre. Cabe reseñar que éste estuvo acompañado de Luis Eleizalde, presente en el acto en calidad de padrino del bautizado. Afortunadamente, a pesar de la actitud de algunos sacerdotes, la polémica fue zanjada al poco tiempo. La práctica bautismal reconocida a instancias de los jeltzales duró lo que duró. En 1938 las autoridades franquistas, manu militari, prohibieron el uso de los nombres sabinianos y ordenaron la imposición de nuevos nombres a aquellos niños y niñas con nombres declarados ilegales. Karmele pasó a ser Mª del Carmen; Iñaki, Ignacio; Joseba Andoni, José Antonio… No obstante, pese a todo, aquellos padres y madres comprometidos siguieron denominando a sus hijos e hijas en euskera, con el nombre que ellos sí habían elegido.