El batallón ‘Gernika’ tomó parte en la batalla de Medoc, para desalojar a las tropas nazis atrincheradas en este enclave aquitano
Un reportaje de Iñaki Goiogana
EL próximo martes, día 14, se cumplirán 70 años de la batalla de Medoc, una de las últimas de la II Guerra Mundial, en la que participó el batallón Gernika, una unidad militar formada íntegramente por gudaris vascos. A contadas semanas de la finalización de la contienda mundial, la participación vasca en la liberación de Medoc, la península que se extiende al oeste de la Gironda, entre Burdeos y el Atlántico, puede considerarse como la culminación de la participación vasca en el esfuerzo de la guerra.
En efecto, las autoridades vascas, con el lehendakari Agirre a la cabeza, consideraron desde el comienzo que la guerra desencadenada por Hitler era una lucha propia, que no solo concernía a británicos y franceses sino a todo el mundo identificado con la democracia, y entre éstos se hallaban, sin duda, los vascos. Más aún, la opinión de que la guerra civil del 36 no había sido otra cosa que un preludio de la gran conflagración mundial se hallaba muy extendida. Esta manera de entender el panorama político internacional llevó a considerar la derrota de la guerra civil como el final de una etapa, un punto y seguido en la lucha.
La II Guerra Mundial comenzó formalmente con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. El 4 del mismo mes, el lehendakari hizo público un llamamiento a los vascos para que se ofrecieran, a través de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, como voluntarios a Francia para realizar todo tipo de servicios, también militares. A diferencia de lo que ocurría en tierras polacas, primer territorio ocupado por los nazis, el inicio de hostilidades no fue paralelo a una guerra abierta en el frente occidental y durante meses la frontera franco-alemana fue testigo de la denominada drôle de guerre, una guerra de mentira. Esta fue la razón para que el ofrecimiento de Agirre a Francia solo se sustanciara en el empleo de miles de vascos exiliados en la industria de guerra. No obstante, los vascos siguieron prestando a la Deuxième Bureau, el servicio de inteligencia francés, información obtenida a través del espionaje vasco.
Éste estuvo muy solicitado durante toda la conflagración mundial. Tras los franceses, con quienes se cortó el contacto en la primavera de 1940 con la ocupación alemana de Francia, vinieron los británicos, interesados en disponer de agentes que pudieran informar sobre Francia de donde habían salido los agentes británicos a la entrada de los nazis. Los agentes vascos no solo informaron sobre el país galo, también reportaron sobre temas de interés para el Reino Unido obtenidos en España y Euskadi.
Estas relaciones entre vascos y británicos se extendieron a los estadounidenses cuando el lehendakari Agirre logró llegar a Nueva York en octubre de 1941 después de atravesar la Europa ocupada desde Bélgica hasta Suecia con prolongada estancia en Alemania. Pero antes, Manuel Irujo en Londres a la cabeza del Consejo Nacional de Euskadi, organismo creado para suplir el vacío producido por la ausencia del lehendakari, llegó a un acuerdo con la France Libre de De Gaulle para integrar una unidad militar vasca en el Ejército francés.
Sin embargo, Agirre priorizó las relaciones con los americanos y ofreció los servicios vascos a la administración del presidente Roosevelt. Estos servicios fueron de dos tipos. Por una parte, los servicios de espionaje extendidos tanto en territorio peninsular como a lo largo de Suramérica, y, por otra, la propaganda democristiana en Latinoamérica para contrarrestar la penetración nazi-fascista a través del nacional-catolicismo español. Este ofrecimiento vasco se hizo en gran medida entendiendo que tanta obligación tenían los vascos en derrocar a los dictadores Hitler y Mussolini como a los Aliados competía completar la labor democratizadora en Europa haciendo pasar a la historia las dictaduras ibéricas, especialmente la española. La dirigencia vasca, en fin, tenía puesta la vista en este futuro escenario, imaginado como un nuevo inicio, un nuevo 1931, fecha en la que se proclamó la Republica.
Unidad militar vasca
El Gobierno de Euskadi entendió que para el inmediato regreso a casa era imprescindible dotarse de una fuerza armada con el fin de que actuara como cuerpo de orden público en evitación de desórdenes. Con este fin, nada más producirse la liberación de Iparralde y el sur francés, en septiembre de 1944, Jesús María Leizaola y Eliodoro de la Torre, consejeros del Gobierno vasco, comenzaron a tener contactos con las autoridades francesas y con Kepa Ordoki para formar una unidad militar vasca, integrarla en el Ejército aliado, luchar contra los nazis mientras durara la guerra y de esta manera prepararse para su principal misión en Euskadi, la derrota franquista.
Kepa Ordoki, natural de Irun, militante de ANV y gudari que luchó en la guerra civil, logró, siguiendo las indicaciones de Leizaola y De la Torre, concentrar en la localidad de Sauveterre de Bèarn a decenas de guerrilleros vascos encuadrados hasta la fecha en unidades del maquis. Desde esta localidad bearnesa los gudaris fueron trasladados a Bouscat, cerca de Burdeos, y el 26 de febrero de 1945 se integraron en las Fuerzas Francesas del Interior. El 21 de marzo se creó el batallón de Voluntarios Extranjeros, donde, además de vascos, se incorporaron anarquistas españoles y soldados de otras nacionalidades, sobre todo italianos. Más adelante, con la incorporación de los marroquíes se conformó el 8º regimiento mixto de Marroquíes Extranjeros al mando del comandante Chodzko, un militar francés de origen polaco. A comienzos de la primavera de 1945 la guerra en Europa se estaba librando ya sobre suelo alemán. Los Aliados corrían hacia Berlín desde los dos frentes, los anglo-americanos y franceses desde el oeste y los soviéticos desde el frente oriental. Sin embargo, el rápido avance aliado sobre suelo francés tras el desembarco de Normandía del 6 de junio de 1944, había dejado atrás grandes bolsas de soldados alemanes atrincherados en las fortalezas construidas a lo largo de la costa Atlántica, desde Dunquerque hasta el Medoc. Estas bolsas resistían por el interés aliado en acabar la guerra rápidamente golpeando en el corazón de Alemania y sostenidos, en parte, por el contrabando de alimentos que les llegaba desde España.
Entre estas bolsas de soldados alemanes, las que más inconvenientes podían causar a los franceses y Aliados eran las situadas a ambos lados de la desembocadura del estuario de la Gironda, la de Medoc, al oeste, y Royan, al este. Estas fortificaciones alemanas, potencialmente, podían impedir el tráfico marítimo con destino a La Pallice, el puerto de Burdeos.
A principios de la primavera de 1945, encaminado el fin del imperio nazi, los mandos Aliados, especialmente los franceses, decidieron acabar con las bolsas de Medoc y Royan. La tarea de conquistar la pequeña península aquitana se le asignó a la brigada Carnot donde se integró el batallón Gernika. La misión de la brigada era llegar a la Point de Grave, situada en el extremo septentrional de la península, defendida por casi 4.000 alemanes y protegida por 110 blockhaus y cientos de miles de minas, además de una fosa anti-taques.
“Gora Euzkadi Askatuta!”
Los combates de Pointe-de-Grave se iniciaron el sábado 14 de abril de 1945 a las 15 horas y 35 minutos. Antes del inicio de las hostilidades, el comandante Ordoki pidió al capitán Martínez, un socialista, que dirigiera algunas palabras a los hombres: “Gudaris, estamos lejos de nuestra tierra, combatiendo por Euzkadi en contra del fascismo. Gora Euzkadi Askatuta!” Inmediatamente después, el comandante Kepa Ordoki dio la orden de atacar.
Los gudaris del batallón Gernika atacaron cerca de la denominada Cota 40, protegidos, en su flaco derecho, por los componentes del batallón español Libertad y, en el izquierdo, por soldados marroquíes. Al inicio de la lucha, las fuerzas alemanas se hallaban a 800 metros de los vascos, distancia únicamente practicable a través de un cortafuego de 10 metros de anchura expuesto al tiro y minado. No obstante, el batallón Gernika llegó a casi 50 metros de las líneas enemigas y solo retrocedió por el temor a quedar copado, al no poder sus flancos vencer la resistencia alemana y quedar, en consecuencia, retrasados.
En principio, las operaciones debían continuar al día siguiente, pero una contraorden anuló la ofensiva. En su lugar, los mandos aliados optaron por bombardear las posiciones alemanas, lo que provocó incendios en el bosque. Después de unas jornadas de descanso, a los vascos se les encomendó que avanzaran hasta Soulac. Esta marcha se realizó sin bajas pero no resultó fácil. El sol, la falta de agua, las dunas y las minas, no lo convirtieron en un paseo. El 18 de abril los vascos llegaron a Soulac localidad que, con la ayuda de la aviación y la marina, los Aliados lograron dominar así como casi todos los puntos fuertes alemanes de la zona. Solo quedaba por rendirse el blockhaus Y-33. Este punto fuerte le fue asignado al batallón Gernika pero, antes de entablar la lucha, la posición alemana se rindió. Esta no lucha a punto estuvo de tornarse peligrosa, pues los franceses, confundiendo a los vascos con los alemanes, dispararon a los primeros, pero sin causar bajas. Ese mismo día cayeron el resto de los puntos alemanes.
El batallón Gernika tuvo 5 bajas mortales: Juan José Jausoro Sasia, de Alonsotegi de 29 años, soltero y militante socialista; Félix Iglesias Mina, natural de Atarrabia y residente en Errenteria, de 32 años, casado y con dos hijos, comunista perteneciente al batallón Larrañaga; Antton Lizarralde de 37 años y ekintzaile de Durango; el jeltzale de Tolosa Antón Mugica de 18 años, y Prudencio Orbiz, guipuzcoano. Los cuatro primeros cayeron a consecuencia de los combates del primer día, en el mismo campo de batalla o en el hospital. Orbiz, en cambio, resultó muerto el 4 de abril cuando manipulaba una granada.
La historia del batallón no terminó en el Medoc. Algunos miembros del mismo fueron seleccionados para un curso de adiestramiento que recibieron cerca de París impartido por especialistas americanos. Estaba previsto que estos hombres formaran la elite de las unidades que se suponía iban a liberar a Euskadi de la dictadura franquista. Los otros miembros del batallón quedaron acuartelados y se les fueron uniendo jóvenes que huían del interior dispuestos a alistarse para la prevista lucha. Sin embargo, la caída de los dictadores Hitler y Mussolini no implicó que Franco siguiera el mismo camino. Nada más terminar la guerra mundial empezó a gestarse la guerra fría en la que, en opinión de algunos, Franco y su régimen podían tener un valor estratégico en el equilibrio de fuerzas entre Occidente y el comunismo. Los gudaris del Batallón Gernika, y del resto de unidades, lo dieron todo para solo recibir las gracias.
Con motivo de los actos de homenaje que se celebrarán los próximos 18 y 19 abril en Vendays-Montalivet en conmemoración del 70 aniversario de la II Guerra Mundial, Sabino Arana Fundazioa ha organizado un viaje a la Cota 40. Desde la Fundación se anima a familiares y amigos de los gudaris combatientes a que se sumen al homenaje.