Arrigorriaga, ¿batalla histórica o leyenda?

La escasez de referencias históricas sobre la Edad Media en Bizkaia hace que la leyenda ocupe el lugar de la historia o, tal vez, sea la historia la que es tomada como una leyenda. Es lo que ocurre con la conocida como ‘Batalla de Arrigorriaga’

Un reportaje de Juan José González Sánchez

sOY Einar, fiel servidor de mi señora Astrid y ahora de su hijo. Son muchos los inviernos que mis ojos han visto pasar, desde que salí de un lugar cercano a Borre y embarqué rumbo a las tierras del Sur. Numerosos los combates en los que participé, numerosos los amigos que marcharon hacia el Valhöll. Mis brazos hace tiempo que son incapaces de sostener la espada y el escudo, pero aún recuerdo cuando enseñé a mi joven señor las artes de un guerrero, sin saber que un día eso le ayudaría a convertirse en caudillo de los suyos y de las gentes que aquí habitan. Eso sucedió, cuando a mediados de ýlir, nos vimos amenazados por gentes del reino de los astures, nos enfrentamos a ellos y los derrotamos. Aquel día los nuestros le dieron el sobrenombre de ‘rolf’, fama de lobo, y los biskajer lo llamaron ‘zuria’ que en su lengua quiere decir “el blanco”, y es verdad aquel día resplandecía, todo armado, como un elegido de Odín”.

 

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Este es el relato de un hombre del Norte, que bien podría haber formado parte de una saga, de las conocidas como sagas de los paladines (Kampensagas), con un contenido histórico más o menos real, y haber sido incluida en el Weltkreis de Snorri, escrito alrededor del año 1230, o bien el Flateyjarbók, conocido también como Codex Flateyensis, terminado de escribir hacia el 1394. Pero tan solo es una creación literaria, con el único fin de dar paso a este artículo, que se moverá en las arenas movedizas de esa alta Edad Media de Bizkaia, tan escasa en noticias históricas y por lo tanto de una realidad desconocida, como escribía el profesor J. A. García de Cortázar: De esos siglos, las informaciones escritas relativas a Vizcaya que se han conservado no ocupan más de tres líneas; su silencio se ha tratado de compensar con la elaboración y difusión de algunas leyendas, vagamente apoyadas en lo que pudo ser realidad.

Tres son las obras que servirán en el futuro como base para contar y recrear la que conocemos como La batalla de Arrigorriaga: una es el Livro de Linhagens (c. 1344), obra de Pedro Afonso (1287-1354), conde de Barcelos, y las otras dos son la Crónica de Vizcaya (1454) y las Buenas andanzas e fortunas (1476), ambas de Lope García de Salazar (1399-1476). Una vez más vamos a reflejar lo que dicen ambos autores. El conde de Barcelos nos cuenta cómo un hermano del rey de Inglaterra, Froom, llega a las costas vizcainas, es elegido como Señor y se enfrenta con el conde Moniño de Asturias cerca de Busturia, lo derrota y acaba con su vida en este lugar:

… Y el conde don Moniño juntó a sus gentes y vino contra ellos. Y don Froom con los vizcainos le salió al encuentro, y juntáronse cerca de una aldea que ahora llaman Vusturio (Busturia), y lidiaron, y venció don Froom y los vizcainos al conde don Moniño, y matáronlo en el campo y matáronlo con gran parte de los suyos; que todo el campo quedó lleno de sangre y piedras que allí había. Y por esta mortandad, que fue tan grande que las piedras y el campo fue todo rojo, pusiéronle nombre al campo: el campo de Arguriega (Arrigorriaga), que quiere decir en su lengua vasca lo mismo que piedras rojas en la nuestra y hoy en día así tiene el nombre.

La versión del linaje de Haro Esta versión es la que podemos considerar la tradición propia del linaje de Haro y que Pedro Afonso la obtuvo de primera mano, aunque de forma indirecta estaba emparentado con los Haro, y su prima Isabel de Portugal (1292-1324) contrae matrimonio con Juan de Haro y Castilla (¿?-1326), hijo de María Díaz de Haro, señora de Bizkaia, que era primo carnal de sus respectivos padres. Por lo que el linaje de los Haro no era uno más para Pedro Afonso, sino que estaba unido a él por lazos de sangre. Entre 1317 y 1322 estuvo exiliado en la corte castellana, que es el momento en que los historiadores, que obvian lo anterior, nos dicen que se relacionó con los Haro, y lo que podemos decir es que se encontró con sus parientes. Por otra parte, tenemos conocimiento de la buena relación que mantuvo con Juan Núñez de Lara (c. 1276-1315), segundo del nombre, que era hijo de Teresa Díaz de Haro (¿?-¿?), hija de Diego López de Haro III (¿?-1254), Señor de Bizkaia, y sirva de referencia sobre esta cuestión lo dicho por Diego Catalán:

En una y otra obra (‘Livro de Linhagens’ y ‘Crónica Geral de Espanha’) se revela el conocimiento de una gesta sobre los Infantes de Salas, que el conde debió de alcanzar a consultar gracias a la amistad que tuvo con don Juan Núñez de Lara, llamado ‘de la Barba’, durante el exilio de este rico-hombre castellano en Portugal (1312-1315), tiempo en que ambos formaron bando frente al hijo bastardo más amado por el rey don Dinis (1314), ya que, según parece, don Juan Núñez le facilitó una variada documentación procedente del archivo señorial de los Lara.

Un siglo largo más tarde Lope García de Salazar, en su Crónica de Vizcaya, nos da cuenta de cómo la hija del rey de Escocia llegó a Mundaka, quedando preñada por un diablo que llaman culebro y tuvo un hijo al que llamaron don Zuria. El hijo del rey de León atacó el Señorío de Bizkaia y los vizcainos le eligieron como capitán, derrotando al ejército leonés en Arrigorriaga y siendo por ello elegido como Señor de Bizkaia. El texto de Lope García de Salazar dice:

Una fija legitima del rey de Escoçia arribo en Mundaca en unas naos, e vinieron con ella muchos omes e mujeres… E que estando allí que durmió con ella en sueñas un diablo, que llaman en Viscaya el Culuebro Señor de Casa, e qu`él empreño… E ovieron allí su pelea mucho porfiada e resia, e fue vençido e muerto el fijo del rey de León e muchos de los suyos, y yasen enterrados en Arrigorriaga, e por la mucha sangre que allí fue vertida llamaronla Arrigorriaga, que quiere desir en vascuence peña bermeja ensangrentada… e porque el dicho don Çuria probo muy bien por sus manos, tomaronlo por señor…

Don Andrés E. de Mañaricúa nos dejó escrito en relación con la batalla de Arrigorriaga, lo siguiente:

Tradición de conocimiento muy tardío para nosotros para que en ella podamos fundamentar seriamente la batalla de Arrigorriaga; pero que pudo originarse en alguna pelea que escapa a nuestro conocimiento. ¿Enlazaría esta tradición con el recuerdo de las luchas de los reyes de Asturias y León contra los vascos, de que nos hablan los cronistas asturleoneses, situándolas en tiempos aproximados a los que confusamente se atribuye la batalla de Arrigorriaga? Nada de imposible tiene si pensamos en la tenacidad con que se conservan esos recuerdos en pueblos sin literatura escrita. Nada podemos afirmar. Advirtamos, sin embargo, que en ella se encuentra un detalle que denota la manía nobiliaria y que pudo ser añadido: la sangre real del protagonista.

Vikingos en Mundaka ¿Existió, pues, la batalla de Arrigorriaga? ¿Hubo algún acontecimiento que la causara? La respuesta no es sencilla, como decíamos al principio nos movemos en una época de la que carecemos de fuentes escritas, pero como la realidad supera con creces a la ficción vamos a tratar de contar esa historia. Jon Bilbao relaciona la leyenda de Jaun Zuria con Olafr el Blanco (Óláfr inn hvíti) e Ivarr el Culebro (Ívarr inn beinlausi), y afirma la existencia de una base vikinga en la ría de Mundaka: Si hubo una familia real vikinga asociada a Escocia y a Inglaterra en la segunda mitad del siglo IX es precisamente la de Ivarr el Culebro. Y es mucha coincidencia el que tal nombre aparezca en una leyenda vasca, que parece ser de la misma época, para no creer que tiene que haber alguna conexión entre el Culebro vikingo y el Culebro, padre de Jaun Zuria”. Si de una parte tenemos Culebro, Señor de la Casa, como escribe Lope García de Salazar, por otra tenemos el nombre de Froom, que aparece en el libro de Barcelos, del cual nos dice Jon Bilbao: El nombre de Froom, por el contrario, puede ser una variante fonética de Frõ, como nombre masculino de persona o podría ser una variante fonética de Früm, con significado de ‘devoto’ o ‘devota’ que puede ser tanto aplicado tanto a hombre como a mujer, y entroncando con esta raíz nórdica que apunta Jon Bilbao, hay un texto en las Buenas andanzas e fortunas que bien pudiera tener este origen: … e tomo por armas dos lovos encarniçados, que lo topo en saliendo para la dicha batalla, levando sendos carneros asidos en las vocas, e oviendolo por buena señal como en aquel tiempo eran omes agoreros, y asi los traxieron sus deçendientes, que parece fuese la inspiración de Hélène Adeline Guerber (1859-1929) cuando escribió su libro Myths of the Norsemen (1909), que al referirse a los lobos de Odín escribe: ‘Geri and Freki’, animales que eran sagrados para él (Odín) y considerados de buen agüero si se cruzaban en el camino. Creo que todos estos indicios apuntan en una misma dirección: el Norte.

Alguno se preguntara, ¿y la batalla de Arrigorriaga? Mi teoría es que esa batalla o combate, sí tuvo lugar y su base real fue una expedición de castigo llevada a cabo por los reyes de Asturias, con motivo de las diferentes incursiones vikingas que van a afectar tanto al reino de Asturias como al Emirato cordobés. Es en esta misma época (año 859) cuando García Iñiguez, rey de Pamplona, cae en mano de los vikingos, tal y como nos lo cuenta Nowairi (1281-1331): los Madjus (normandos) fueron a la ciudad de Pamplona y allí cogieron prisionero al franco García, señor de esta ciudad, que pagó por su rescate noventa mil dinares. Si la base estaba en la ría de Mundaka, y como dice Barcelos cerca de ũa aldea que ora chamam Vusturio, es plausible suponer que la batalla de Arrigorriaga se desarrollase en alguna parte de la margen izquierda de la ría de Urdaibai, y quienes se enfrentaron fueron de una parte normandos y población autóctona, es decir, los vizcainos, contra los astures invasores.

Oro de Bilbao para comprar armamento

Entre julio y octubre de 1936, nada más estallar la Guerra Civil, el PNV llevó a Baiona lingotes del Banco de España en Bilbao para adquirir armas en Checoslovaquia y Alemania

Un reportaje de I. Gorriti

CUANDO la Guerra Civil golpeó a Gipuzkoa, los habitantes del territorio se encontraron prácticamente desarmados ante los golpistas militares españoles y sus leales. Para ahogar aún más la indefensa situación, el presidente del Gobierno francés, León Blum, acordó el 8 de agosto de 1936 prohibir la exportación de armas a España, de acuerdo con el criterio adoptado en un Consejo de Ministros celebrado el 25 de julio del mismo año.

En un primer momento, Blum no pensó en actuar de este modo cuando recibió una llamada de socorro desde el otro lado de los Pirineos. El 20 de julio de 1936, el mandatario francés leyó las siguientes palabras en un telegrama de su homónimo español: “Sorprendidos por peligroso golpe militar. Stop. Solicitamos ayuda inmediata armas y aviones. Stop. Fraternalmente José Giral”. Según la interpretación realizada por investigadores e historiadores, Blum quiso responder afirmativamente, pero acabó echándose atrás y se atrincheró en la “No Intervención”.

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A partir de ahí, los republicanos y nacionalistas vascos pudieron conseguir alguna cantidad de metralla y escasos fusiles de cuarteles franceses. Unos 300 fusiles pudieron pasar la frontera pese al “cierre firme y absoluto” de la misma, como valoraba el secretario del gobernador civil de Bizkaia y miembro del PNV, Pedro de Basaldua, según documentos atesorados en Sabino Arana Fundazioa.

El jeltzale recordaba en sus testimonios una anécdota al respecto: Los obreros ferroviarios de Burdeos lograron, bajo pretexto de maniobrar los vagones de una vía a otra, soltar un vagón y enviarlo a gran velocidad a Hendaia. Cuando este llegó, el Gobierno francés ya había fijado su posición, prohibiendo toda exportación de armas. El vagón repleto de ametralladoras, fusiles y munición permaneció mucho tiempo a escasos metros de Irun, mientras esta ciudad caía en manos del enemigo por falta de material de guerra, explicaba Basaldua. Para más inri, meses después ese vagón salió hacia “la España facciosa”.

Los meses pasaron con el previo viaje del exdiputado Telesforo Monzón a Barcelona en busca de armas para defender Gipuzkoa. A juicio de Basaldua, la lentitud desesperante de las gestiones y el fracaso de las mismas en no pocas ocasiones llevaron al PNV a designar a Anton Irala como la persona que se trasladaría a Francia para hacer examen de la situación y de las posibilidades reales de adquirir armamento. Irala se entrevistó en París con Rafael Picabea y, a su regreso, inició gestiones con el mundo financiero, así como con consejeros de banca. “Todo fracasó, pues la duda, el recelo y la pasividad habían ganado sus espíritus mercantilizados”, estimaba el que fuera secretario del gobernador civil de Bizkaia.

Por este motivo, Irala y Monzón viajaron al país vecino con el objetivo de hacer un llamamiento desde territorio galo a los vascos del mundo con el fin de adquirir armamento. A este respecto, Basaldua valoraba: “Digamos que el patriotismo respondió mejor, en rasgo ejemplar y emocionante en uno de los casos concretos, que aquel que se hizo con anterioridad con la banca”.

Lingotes en pesqueros

Con esos mimbres, el PNV acordó con Eliodoro de la Torre, delegado del Departamento de Finanzas de la Junta de Defensa de Vizcaya, llevar a la práctica un plan, aceptado por el gobernador civil, “a base de disponer del oro -apunta Basaldua- que como reserva tenía el Banco de España en Bilbao”, en el mismo inmueble donde sigue a día de hoy, en la Gran Vía. “El plan se llevó a cabo entre julio y octubre de 1936”, acotaba Anton Irala en testimonios concedidos en 1989 a Eduardo Jauregi, investigador de Sabino Arana Fundazioa. Irala fue secretario general de la presidencia del Gobierno vasco, miembro de la Delegación vasca en París y delegado del Gobierno vasco en Nueva York.

La acción comenzó con la apertura de las cajas que contenían los lingotes de oro. Se procedió al correspondiente inventario “con todo detalle” y, a medianoche, se trasladó su contenido en dos automóviles al puerto de Ondarroa. El embarque de las cajas se registró a las dos de la madrugada: “Se hizo en cinco pesqueros, una caja en cada barco por si llegaran a tropezar con algún buque rebelde y para evitar de esa forma que su totalidad cayera en poder de los sublevados”. Al frente de la expedición viajaban De la Torre, Monzón e Irala.

Ya en aguas jurisdiccionales francesas, se transportó todo el oro en un solo barco con Eliodoro de la Torre al cargo hacia Donibane Lohizune y Baiona. Era sábado. Hubo que esperar al lunes. Solo el Credit Lyonnais admitía oro. De la Torre viajó a París y se quedaron al cargo Monzón y Picabea, que fueron quienes iniciaron las gestiones con Checoslovaquia e incluso Alemania, con la garantía de aquel dinero en depósito.

Las gestiones dieron sus frutos. En octubre, poco después de constituirse el Gobierno de Euzkadi, llegaba el primer barco con armas a Bilbao, procedentes curiosamente desde la ciudad alemana de Hamburgo, “ante la indiferencia de la policía y las autoridades fascistas”. Hasta entonces, según Basaldua, Bizkaia contaba con poco armamento para hacer frente a los sublevados. El Cuartel de Montaña registraba 1.200 fusiles, 16 ametralladoras Hotchkiss, dos morteros de 81 milímetros y doce de 50 milímetros y un cañón Schneider.

La Guardia Civil tenía 500 fusiles y cuatro ametralladoras. Asalto y Seguridad poseía otro medio millar de fusiles y seis ametralladoras, así como tres morteros de 50 milímetros. Los carabineros, por su parte, sumaban 300 fusiles y los miñones 110. La suma total era de 2.610 fusiles, 26 ametralladoras Hotchkiss, 17 morteros y un cañón Schneider de montaña.

Más adelante llegaría todo lo conseguido in extremis gracias al oro de Bilbao y a las donaciones de patriotas vascos de fuera de las mugas de los territorios de Hegoalde.

Atzokoan finkatuz, gaur biharkoa bultzatu

Hace 110 años el PNV creó el primer Archivo-Biblioteca General Nacionalista, que hoy sigue creciendo

Un reportaje de Eduardo Jauregi

LA necesidad de conservar nuestra memoria e historia para el futuro y garantizar así nuestra supervivencia no es una idea que haya surgido últimamente; ni siquiera a finales de los años 80, la recién creada Fundación Sabino Arana fue la primera entidad en abordar este compromiso con el nacionalismo vasco. Pretendió -y lo consiguió- poner en valor y reactivar nuevamente una iniciativa surgida nada más comenzar el siglo XX.

Al año de fallecer Sabino Arana Goiri, el delegado y máxima autoridad del Partido Nacionalista Vasco, Ángel de Zabala Ozamiz-Tremoya, firmó un artículo publicado en el semanario Patria, el 5 de noviembre de 1904, en el que anunciaba la creación de un Archivo-Biblioteca General Nacionalista.

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Aludiendo a la fidelidad, el patriotismo, a la “pertenencia a un partido serio”, y a la necesidad de una cada vez mayor organización del mismo -“sin organización (siquiera sea ella mediana) no es posible avanzar sino muy paulatina e imperfectamente”- se transmite la idea útil y conveniente de fundar “un Archivo-Biblioteca general, que pueda servir para la mejor conservación, guarda y custodia oficial de todos cuantos documentos, así manuscritos como impresos, puedan interesar al Nacionalismo Vasco”. Su primer responsable sería Félix de Pertika y Matzo.

Con ello se quería evitar que por causas como “la desidia o el abandono, instrumentos de gran valor científico y libros llenos de profundas sabidurías y provechosas enseñanzas, se perdieran para siempre por falta de Bibliotecas oficiales que les dispensaran una benévola acogida en un apartado rincón de sus estanterías”. O que les ocurriera lo mismo a los documentos y toda clase de escritos concernientes al PNV, “tan caros y tan útiles a él y a sus adeptos”.

Así, el llamamiento del delegado del Partido se concretaba en la obligación de que, a partir de aquel momento, se remitiera al recién creado Archivo-Biblioteca General:

“1) Por la Administración del semanario Patria: a) Tres colecciones completas de los periódicos Bizkaitarra, Baserritarra, El Correo Vasco y La Patria; b) Tres ejemplares de cada número de Patria, de los ya publicados, y de los demás, a medida que vayan viendo la luz de la imprenta; c) Uno o más ejemplares, caso de poseerlos, de Lecciones de Ortografía del Euzkera bizkaino, Umiaren Lenengo Aizkidia, Etimologías euzkerikas, Análisis y corrección del Pater Noster del Euzkera bizkaino, El Partido Carlista y los Fueros Vasco-Nabarros, Bizkaya por su independencia, y demás obras de Arana Goiri´tar Sabin.

2) Por los administradores de las demás revistas o publicaciones nacionalistas, tres ejemplares de cada número de las mismas: Euzkadi, de Bilbao, Irrintzi y La Baskonia, de Buenos Aires, y El Euskalduna, de La Habana.

3) Por todo nacionalista que posea dos o más ejemplares de un mismo libro escrito y publicado de doctrinas nacionalistas, uno de ellos, a lo menos.

4) Por todo autor o editor nacionalista, tres ejemplares impresos del libro, folleto, artículo, composición poética o musical, y en general de toda publicación nueva de que sea autor o editor, cualesquiera que sean su carácter y su denominación, debiéndose incluir en este caso o número el Himno Nacional.

5) Por las Juntas Directivas o de Gobierno de Batzokis, cada año un ejemplar impreso de las listas de los socios.

6) Por quienes los reciban o los tengan recibidos, los autógrafos de las personalidades del Partido y los demás documentos que entrañen cierta importancia, presente o futura, para el mismo.

7) Por las autoridades, Comisiones y Academias del Nacionalismo, existentes o por existir, los documentos oficiales que en cumplimiento de su deber redacten, tales como reglamentos, instrucciones, decretos, actas, memorias, balances, presupuestos, recibos, proyectos, conferencias, discursos, peticiones, credenciales, planos, circulares, listas, oficios, comunicaciones, escrituras, pactos, dictámenes, inscripciones, etcétera”.

Mirando al futuro La sensibilidad hacia la protección del patrimonio documental del aquel joven Partido Nacionalista Vasco quedaba de manifiesto en estas palabras. Pero como se ve, no solo importaba conservar el presente; las menciones al futuro demuestran lo avanzado de su pensamiento de cara a los años venideros, jóvenes generaciones, etc., así como la diferenciación entre los materiales que forman parte de una Biblioteca (todo lo que se publica y por lo tanto, en general, hay más de un ejemplar: periódicos, revistas, libros…) y los documentos de Archivo (originales únicos que se crean en cumplimiento de un deber, es decir, tienen un origen orgánico y/o funcional y son prueba de una actividad desarrollada).

Es significativo, por otro lado, que gracias al texto anterior sepamos de la existencia de una publicación que desconocíamos (Euskalduna, de La Habana) y de la que hoy no tenemos noticia de que se conserve ningún ejemplar.

En la actualidad es casi imposible llegar a conocer en su totalidad la repercusión que tuvo el llamamiento de la dirección del Partido Nacionalista Vasco y cómo evolucionó el Archivo -Biblioteca General Nacionalista desde su creación. Pero lo cierto es que su mensaje no cayó en saco roto. A lo largo de los años se fueron recibiendo y conservando no solo los materiales citados sino los nuevos números de las publicaciones y documentos que se fueron generando en las décadas posteriores: Aberris, Euzkadis, Eusko Deyas, Informes, correspondencia del Secretariado General Vasco, y un largo etc. La documentación originada por la actividad política, económica y social del nacionalismo vasco se concentró -al igual que hoy en día- en las sedes locales y territoriales de la organización y en manos de particulares -archivos privados- estrechamente vinculados con el partido y que siempre demostraron tener una mayor vocación hacia la conservación de la historia para el futuro.

Sin embargo, el estallido de la guerra en el verano de 1936 provocó la ruptura de aquel proceso natural iniciado años antes. Con la confrontación bélica y el triunfo del franquismo, comenzó otro proceso en relación al patrimonio documental: destrucción, expolio, dispersión, persecución, exilio y clandestinidad. La dictadura provocó que la situación de los fondos documentales del Nacionalismo vasco, una vez iniciada la transición a la democracia a finales de los años 70, fuera caótica, en relación a su localización geográfica, difusión, conocimiento y accesibilidad.

Como ya hemos comentado en otras ocasiones, la Fundación Sabino Arana (1988) en estrecha colaboración con el Partido Nacionalista Vasco, quiso cambiar radicalmente aquella situación con la creación del Archivo del Nacionalismo Vasco. Y lo primero que hizo fue recuperar todo el patrimonio documental -herencia de lo solicitado en el llamamiento de 1904- que permanecía semioculto en muy diversas ubicaciones, tanto de Iparralde como de Hegoalde, para reunirlo en unas nuevas instalaciones.

El Archivo, como no podía ser de otra manera, respetó la clasificación original de las series de documentación histórica localizadas (decenas de volúmenes de periódicos encuadernados, revistas, monografías, y fondos de Archivo) y estableció inmediatamente las bases para la creación de un Archivo, Biblioteca y Hemeroteca donde conservar, reunir, organizar y difundir tales materiales.

Pero nuestra acometida no se limitó a esta vasta labor con la documentación ya existente. Recuperando el espíritu del mensaje de Ángel de Zabala, desde la dirección de la Fundación se hizo un nuevo llamamiento al PNV, a particulares y entidades, para volver a provocar la necesidad de conservar nuestra memoria, nuestra historia. Y enviando al Archivo del Nacionalismo ejemplares de las publicaciones que se editan, la documentación que ya no presenta un valor o uso administrativo pero sí histórico (correspondencia, informes, actas…) o incluso aquellos documentos privados que forman parte de nuestra historia familiar y personal (fotografías, carnés, etc.), contribuimos poderosamente a ello.

Donaciones Es necesario establecer con las organizaciones más asentadas procesos vinculados de producción documental-conservación, casi casi automatizados. Y la informática que impregna nuestras vidas y en muchos casos nos puede desbordar con la facilidad de multicopiar cualquier documento, nos puede y debe ayudar a mecanizar inteligentemente estos procesos. Desde sus inicios, el Archivo del Nacionalismo ha recibido más de 1.560 donaciones de particulares. En los último meses, entre otras, documentación personal de Miguel Olaskoaga Mitxelena (1937-1982), Monica Lecunberri (1939-1943), Clandestinidad en Donostia (1948- 1951) o testimonios de gudaris de Gogoan Sestao Elkartea.

Nuestro centro se enorgullece de ser la continuación de aquel primer Archivo-Biblioteca General Nacionalista de principios del siglo XX, del Secretariado General Vasco de los años 30, o del Instituto sabiniano-Sabindiar Batza de 1950 nacido en el exilio. Todos tuvieron la misma finalidad: recuperar y conservar el patrimonio documental del nacionalismo vasco. El Archivo y Museo de Sabino Arana Fundazioa siguen sus principios e incluso van más allá y los amplia interesándose por todo documento relacionado con lo vasco y la historia contemporánea y moderna de Euskadi (desde el punto de vista político y social principalmente) independientemente del soporte en el que esté reunido (papel, fotografía, libro, cinta de casete, revista, DVD, película, objeto de museo, etc.).

El lema de nuestra Fundación, Atzokoan finkatuz, gaur biharkoa bultzatu, recoge la idea que motivó, ahora hace más de 100 años, la creación de un Archivo. Como dijera Jesús Insausti Uzturre en su inauguración, todos quedaremos, de alguna manera, con nuestros éxitos y fracasos, grandezas y miserias, en estos viejos papeles… En un Archivo que sigue creciendo gracias a las donaciones de organizaciones y particulares y que sigue el camino emprendido por Ángel de Zabala en 1904.

Las mentiras del ‘Sierra Aránzazu’

Se cumplen 50 años de un ataque anticastrista a un barco vasco en el que asesinaron a tres tripulantes

Un reportaje de Iban Gorriti

El hermano de uno de los asesinados en el barco Sierra Aránzazu continúa reivindicando 50 años después que el episodio histórico sufrido por el mercante vasco a 70 millas de Cuba “se silenció y se ha olvidado” y va más allá en su denuncia: “¡Y peor, se ha tergiversado!”.

Pero, ¿qué ocurrió aquel 13 de septiembre de 1964 en el enclave centroamericano hace precisos 50 años? El buque Sierra Aránzazu era un mercante de la compañía vasca Marítimia del Norte que transportaba con destino La Habana material general, sobre todo alimentos. El gobierno de Estados Unidos ya aplicaba al la isla antillana el aún existente bloqueo económico. Sin embargo, a las 13.00 horas de aquel mediodía, un avión de la Navy estadounidense sobrevoló el buque.

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Imagen del ‘Sierra Aránzazu’ que se dirigía a La Habana cuando fue atacado. Fotos: Tiscali

A las 19.50, una lancha con desconocidos se acercó al barco y confirmó alumbrando el nombre del flotante que era el Sierra Aránzazu. Pasados diez minutos, dos lanchas, una a babor y otra a estribor, ametrallaron el navío. Tanto disparo acabó con la vida -no en el momento- de tres tripulantes: el capitán Pedro Ibargurengoitia, natural de Plentzia; el segundo de puente Francisco Javier Cabeldo, de Vigo, y el tercer maquinista, José Vaquero Iglesias.

Habla a DEIA el hermano de este último, Julio, originario de Villablino -provincia de León- y residente en Oviedo. “Han silenciado, olvidado y tergiversado lo que pasó. Se ha mantenido la mentira, la versión dominante, falsificada. No fueron los castristas quienes atacaron al mercante como se difundió al mundo, sino los anticastristas. Hemos demostrado con documentos desclasificados que fueron miembros del Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR) financiados por la CIA, dirigido por Manuel Artime”.

El ataque acabó en tragedia al impactar tiros y cañonazos contra el casco y el puente del buque. Desmembraron la chimenea y originaron un incendio, así como hirieron a parte de la tripulación. A tres de muerte. En los primeros momentos, sus tripulantes trataron de quitar agua haciendo uso de zapatos y platos. No fue suficiente y los heridos leves arriaron un bote salvavidas al que subió una veintena de hombres. Los dos marineros más graves murieron desangrados en aquella barquichuela agujereada a la deriva. Entre ellos, el hermano de Julio Vaquero, José, de 23 años, con un impacto de bala que le perforó el abdomen.

El capitán vizcaino Junto a él, también falleció asesinado Pedro Ibargurengoitia, el capitán vizcaino, herido “por una bala explosiva”, mantiene Julio. Francisco Javier Cabello, el segundo oficial por su parte, también resultó herido de gravedad y perdió la vida horas más tarde de ser rescatados por un barco de bandera holandesa. “Mi hermano falleció en el bote salvavidas”, lamenta Julio.

La mala noticia tardó en llegar a las familias de los asesinados “tres o cuatro días”. El leonés rememora que la repatriación de los tripulantes se llevó a cabo en dos tandas. El primero, fue en un avión que trasladó a aquellos no heridos de gravedad. Aconteció el 17 de septiembre. Y el 19, aterrizaron en Barajas, los que habían sido heridos con más gravedad, “tratados en Puerto Rico, y con los ataúdes de los tres asesinados”, entre ellos el capitán vasco. “Pedro Ibargurengoitia se mantuvo aún herido de muerte, dando órdenes hasta el final. Fue una gran persona y un buen marino”, valora

José Vaquero encontró la inesperada muerte a los 23 años. “Mi hermano era un hombre muy inteligente, un estudiante espléndido que había hecho Marina y se preparaba para dejar el Sierra Aránzazu y continuar sus estudios, en esta ocasión de Medicina”, explica Julio, historiador y catedrático.

Mentiras desmontadas Con el tiempo, el MRR asumió la autoría del embate, no sin antes argumentar “con mentiras desmontadas por nosotros” que no acertaron el objetivo: no iban a por el Sierra Aránzazu, sino a por el Sierra Maestra, buque referente de la flota cubana, cinco veces mayor que el mercante vasco. Trataron de justificar que anochecía y que el nombre Sierra les confundió. Sin embargo, el Sierra Maestra -“como bien sabían los estadounidenses”- había atravesado el canal de Panamá una semana antes con destino China.

La familia Vaquero llegó a investigar documentos desclasificados de la CIA que detallan que el sistema de comunicaciones de las lanchas del MRR había sido facilitado. Este legajo, como curiosidad, contiene también la documentación sobre el asesinato de John Fitgerald Kennedy, presidente de EE.UU. asesinado el 22 de noviembre de 1963.

“Acabamos hartos de que se mantuvieran las mentiras del Sierra Aránzazu. Además, lo hacían de forma intencionada. Pero lo desmontamos”, valora orgulloso y da a conocer que en un documento de la Agencia Central de Inteligencia quedó para la historia que un miembro cubano del MRR, informó desde París de que un radiooperador informó de las coordenadas del Sierra Aránzazu el día de los asesinatos.

Julio concluye: “Durante medio siglo este vandálico acto de terrorismo de Estado se ha mantenido oculto con la connivencia del Gobierno español franquista de aquel tiempo tras un espeso e interesado manto de silencio”.

Ley de 25 de octubre de 1839, una historia de fueros y desafueros

Hoy se cumple el 175 aniversario de la Ley de 25 de octubre de 1839, una ley de la que hay dos visiones contrapuestas: Para unos, fue la ley confirmatoria de los Fueros del pueblo vasco. Para otros, sin embargo, fue la ley derogatoria

Un reportaje de Santiago Larrazabal

HOY, 25 de octubre de 2014, se cumplen 175 años de la Ley de 25 de octubre de 1839, que marcó un antes y un después en nuestra historia. Y es que si bien las instituciones forales labortanas, suletinas o bajonavarras habían sucumbido ya en 1789 a la Revolución Francesa, por el contrario, las vizcainas, guipuzcoanas, alavesas y navarras habían sobrevivido casi intactas hasta que, finalizada la Primera Guerra Carlista, todo empezó a cambiar. En efecto, al terminar la guerra, el famoso Convenio de Bergara, de 31 de agosto de 1839, oficializó de alguna manera la paz entre carlistas y liberales y en su artículo 1º recogió un “alambicado” compromiso de respeto a los Fueros (“El Capitán General D. Baldomero Espartero recomendará con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros…”). El Gobierno, controlado por los moderados, presentó en el Congreso un Proyecto de ley para “cumplir” el Convenio de Bergara, pero la mayoría en las Cortes era de tendencia progresista y no precisamente proclive a la causa de los Fueros. Y como ha ocurrido siempre, la discusión en las Cortes del tema foral trajo consigo una polarización de posturas en torno a un asunto crucial tanto entonces como ahora: la compatibilidad entre los sistemas constitucional y foral. El texto comenzaba confirmando los Fueros de las Provincias Vascongadas y de Navarra, pero la discusión en el Congreso concluyó con la incorporación al Proyecto de Ley de la famosa coletilla “sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía”, y una vez remitido éste al Senado, el debate en la Cámara Alta se centró, como era previsible, en qué había de entenderse por “unidad constitucional”. Finalmente, se aprobó la Ley con el siguiente texto:

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Grabado de la Casa de Juntas de Gernika, que alberga el mítico roble juradero, símbolo de los Fueros y las libertades vascas.

Artículo 1º: “Se confirman los fueros de las provincias Vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía.

Artículo 2º: “El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita, y oyendo antes a las Provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados fueros reclame el interés general de las mismas, conciliado con el general de la nación y de la Constitución de la Monarquía, resolviendo entre tanto provisionalmente, y en la forma y sentidos expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes”.

Como han subrayado algunos autores, la Ley de 25 de octubre de 1839 no es una ley más sino, a pesar de su brevedad, mucho más que una Ley, y acerca de ella existen dos visiones totalmente contrapuestas entre sí: por un lado, quienes han defendido que se trataba de una ley “confirmatoria” de los Fueros, consideran que suponía el cumplimiento del compromiso adquirido en el Convenio de Bergara; que trataba de acomodar el sistema foral al sistema instaurado por la Constitución “progresista” de 1837; que incluso podía ser considerada como una especie de Disposición Adicional de dicha Constitución sobre esta materia y que su pretendido carácter “confirmatorio”, explicaría que la Ley de 16 de agosto de 1841, la denominada Ley Paccionada de Navarra, se fundamente, precisamente, en la Ley de 25 de octubre de 1839. Por el contrario, quienes han sostenido que la Ley de 1839 fue, en realidad, una ley “abolitoria” de los Fueros, la analizan en el marco de un proceso histórico de debilitamiento progresivo de la “foralidad” que, al menos en los Territorios de Araba-Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, había comenzado ya con la Ley de 16 de septiembre de 1837, anterior al Convenio de Bergara y a la propia Ley de 25 de octubre de 1839, siendo esta última, en su opinión, el siguiente paso en este proceso, continuado a su vez por el Real Decreto de 29 de octubre de 1841, que suprimió desde ese momento gran parte del contenido tradicional de la foralidad, pues entienden que, a pesar del parcial restablecimiento en 1843, el viejo roble foral estaba ya muy herido y recibiría el golpe de gracia con la Ley derogatoria de 21 de julio de 1876.

Para intentar arrojar un poco más de luz en este intrincado debate, resumiré a continuación mi visión personal del asunto: excepto la mención a los Fueros (sin adquirir compromisos concretos) del art. 144 del Estatuto de Bayona de 1808, ni la Constitución de Cádiz de 1812, ni tampoco el Estatuto Real de 1834, ni la Constitución de 1837 aludieron al tema foral. Sin embargo, en plena guerra carlista y antes del Convenio de Bergara, se había dictado la Ley de 16 de septiembre de 1837, por la que se habían disuelto las tres Diputaciones Forales vascongadas, suprimido la libertad de comercio y se había autorizado al Gobierno para establecer jueces de primera instancia (lo que era contrario al sistema judicial foral). En la práctica, esta Ley no tuvo demasiada repercusión en el País, sobre todo por lo establecido en el Convenio de Bergara, la propia Ley de 25 de octubre de 1839, y por la restauración de las instituciones forales por Real Decreto de 16 de noviembre de 1839, en aplicación del artículo 2º de la Ley de 1839. Pero, aun así, las cosas no volvieron a ser lo mismo.

El siguiente episodio crítico tuvo lugar con el conflicto surgido a propósito de la Ley Municipal de 1840, que acabó con la Reina Regente en el exilio y el nombramiento de Espartero como nuevo Regente. El enfrentamiento entre las autoridades forales vascas y Espartero fue intensificándose, pues éste entendió que la modificación de los Fueros de Araba/Álava, Gipuzkoa y Bizkaia debía seguir el camino de lo previsto para Navarra, camino que desembocaría en la Ley Paccionada de 16 de agosto de 1841, pero los comisionados de los tres Territorios no estaban dispuestos a aceptarlo. Así las cosas, el Gobierno presentó unilateralmente un Proyecto de Ley de Modificación de los Fueros que, en resumen, ofrecía únicamente una autonomía administrativa al País. Y fue en este contexto cuando tuvo lugar el levantamiento militar de O’Donnell contra Espartero, con el apoyo de la Reina Regente desde el exilio. Las autoridades forales cometieron un error garrafal al apoyar el levantamiento, pensando que, de triunfar éste, los Fueros quedarían a salvo. Pero el levantamiento fracasó e, inmediatamente, el Gobierno dictó el Real Decreto de 29 de octubre de 1841, que supuso un enorme mazazo para el sistema foral vascongado: se suprimieron las Juntas Generales y Particulares, las Diputaciones Generales, los Ayuntamientos forales, la figura del Corregidor, el sistema judicial foral, el pase foral y se trasladaron las aduanas a la costa y a la frontera.

A partir de 1843, cuando los moderados, encabezados por Narváez, derrocaron a Espartero y volvieron al Gobierno, se restablecieron las Diputaciones Forales y las Juntas Generales, en virtud del Real Decreto de 4 de julio de 1844 (el denominado Decreto Pidal), pero no se recuperaron los demás contenidos del sistema foral anteriormente suprimidos. Del viejo edificio foral solamente quedaron en pie la foralidad institucional (Diputaciones y Juntas), la Hacienda propia y el sistema militar propio. Lo que quedó era una especie de foralidad diluida o “neoforalidad” que sobreviviría hasta 1876, cuando tras la definitiva derrota carlista, la Ley de 21 de julio de 1876 derogó totalmente los Fueros de los tres Territorios.

cONFIRMATORIA o derogatoria Pero volvamos a la Ley de 25 de octubre de 1839: si retomamos la pregunta sobre si dicha Ley fue “confirmatoria” o “derogatoria” o intentamos explicarnos cómo una misma Ley puede ser considerada confirmatoria y abolitoria a la vez, la respuesta depende del punto de vista que adopte cada uno al respecto. Por ejemplo, muchos navarros consideran que esa Ley, que es el fundamento de la Ley Paccionada de 1841, ayudó a salvaguardar sus Fueros, y, de hecho, ambas leyes son citadas en el artículo 2 de la Ley Orgánica 13/1982, de 10 de agosto, de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra, cuando dice que: “Los derechos originarios e históricos de la Comunidad Foral de Navarra serán respetados y amparados por los poderes públicos con arreglo a la Ley de 25 de octubre de 1839, a la Ley Paccionada de 16 de agosto de 1841 y disposiciones complementarias…”. Sin embargo, la opinión mayoritaria al menos en los otros tres Territorios Forales, considera que la Ley de 25 de octubre de 1839, fue el principio del fin de su foralidad. Así que no es casualidad que el párrafo 2º de la Disposición Derogatoria de la Constitución Española de 1978 derogue dicha Ley a modo de reparación histórica (“en cuanto pudiera conservar alguna vigencia”), pero solamente en lo que afecta a estos tres Territorios y no a Navarra.

Con el máximo respeto hacia quienes piensan que pudo haber servido para lograr el “arreglo foral” en las “Provincias Vascongadas” y hacia quienes consideran que sirvió para proteger el sistema foral de Navarra, creo que el problema no es tanto lo que esta Ley pudo haber supuesto sino lo que supuso en realidad. Y a mi parecer, al menos para Araba/Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, la Ley 25 de octubre de 1839 supuso el comienzo de un proceso de declive del régimen foral hasta su completa desaparición en 1876. Creo que la derogación foral provocó la ruptura unilateral de un pacto ancestral y estoy convencido de que la herida que abrió no se ha cerrado aún del todo. Desde entonces, y de modo constante, se reclamó en el País la restauración foral plena, pues el pueblo vasco no ha renunciado jamás a sus derechos históricos, derivados de los Fueros, como expresión de su constante deseo de autogobierno. Por ello, y como dice el lema del escudo de armas del municipio alavés de Urkabustaiz: “Iragana buruan, geroa eskuan”, convendría tener bien presente el pasado para construir nuestro futuro, un futuro que debería estar en nuestras manos. Después de 175 años, ya va siendo hora de buscar acuerdos y cerrar heridas, ¿no?