Euba, 60 años de calidad educativa y desarrollo cultural

Desde su inauguración el 14 de septiembre de 1956 con la llegada de 110 alumnos procedentes de Gabiria y Deusto, el Colegio Euba (actual Ikastola Lauaxeta) siempre ha trabajado en el desarrollo del euskera y la cultura vasca.

Reportaje y fotografías de Gregorio Arrien

LO primero que llama la atención del centro educativo de Euba es la solidez de la construcción y la amplitud de los espacios interiores y exteriores, así como el envidiable paisaje del entorno, preparado para el recreo de la vista y el desarrollo de toda clase de juegos y deportes. Una vez realizados los trámites iniciales y elegido su definitivo emplazamiento en la pequeña cota de Orue -a cargo de los padres fundadores Martín Elorza, Ignacio Iguarán y Lucio Apraiz-, el arquitecto Damián Lizaur se encargó de levantar, por fases, la mole firme y sólida hecha de piedra que todos conocemos, imprimiendo al edificio escolar y a la casa adyacente unas características arquitectónicas muy en armonía con el paisaje y teniendo en cuenta la necesaria comodidad e iluminación de un centro destinado al estudio.

La inauguración tuvo lugar el 14 de septiembre de 1956, con la llegada de unos 110 alumnos procedentes de los colegios de Gabiria (Gipuzkoa) y Deusto. Durante la realización de las obras, entre los moradores pasionistas que permanecieron en Euba, estaban Valentín Mendibe, Julián Gerrikagoitia, Teodoro Orue y otros. Al iniciarse las clases, se incorporó a la nueva casa una nutrida comunidad educativa, entre directores, profesores y hermanos colaboradores. La historia de Euba se divide en tres grandes etapas sucesivas: la etapa del Seminario (1956-1969); la etapa del Colegio San Gabriel (1969-1981) y, por último, la etapa de la Ikastola Lauaxeta (de 1977-81 a la actualidad).

En los inicios, la organización y la programación de los estudios no eran muy diferentes de las formas que se estilaban en muchos de los seminarios menores existentes en el país. Como en otras instituciones de este tipo, había una fuerte disciplina y un programa de estudios basado mayormente en materias propias de la rama de Letras: se daba una relevancia especial a la redacción literaria, tanto en castellano como en euskera, así como al canto coral y a las representaciones teatrales.

El seminario y el euskera Con el objeto de mejorar la vida y los servicios del Seminario, en mayo de 1959 llegaron a Euba las religiosas pasionistas-hermanas de San Pablo de la Cruz, que se hicieron cargo de la cocina, sastrería, lavandería y demás. La actuación de las religiosas se vio complementada con los oficios y trabajos que habitualmente realizaban los hermanos pasionistas, en aspectos como la conservación del edificio, las labores de la huerta, el cuidado del caserío-granja etc., que se consideraban entonces como totalmente necesarios para el mantenimiento de la casa y sus moradores.

De otra parte, los cambios iniciados en los planes de estudio en los años anteriores, se completaron después dentro del renovado ambiente del inmediato posconcilio, entre 1966 y 1969: en este tiempo se produjo la implantación de la reválida del 4º y 6º curso; y en 1968 se logró establecer el PREU. Fue el momento en que se procedió a complementar el cuadro de docentes, con la contratación de profesores seglares que se harían cargo de materias como ciencias, matemáticas e idiomas. En la etapa del Seminario, pasaron por Euba numerosos formadores y personal de servicios -entre superiores, directores, profesores y colaboradores-, muchos de ellos muy experimentados y de inolvidable recuerdo. En estos años, estudiaron en sus aulas unos 1.029 alumnos en total.

Puede parecer algo inverosímil, pero es la verdad: en aquellos años del franquismo se logró cultivar el euskera con una intensidad y resultados académicos, que se pueden calificar de admirables. Como recuerda Joxemari Iriondo, que entre 1953-1957 conoció ambas etapas, de Gabiria y Euba, el aprendizaje de la lengua vasca, con clases semanales bien aprovechadas, se realizó bajo la tutela de los profesores-padres Jose María Larrarte y Koldo Sarasola, militantes ambos del euskera como de la enseñanza en general.

Prosiguiendo con los trabajos iniciados antes por el padre Martín Elorza, en este tiempo era obligatoria la redacción semanal de un artículo sobre un tema predeterminado, aparte de una serie de lecturas de autores de reconocido prestigio. De aquel intento por apoyar el terreno (prohibido) del euskera, han destacado después algunos nombres como el de Joxe Agustín Orbegozo, Xabier Mendiguren, Joxe Lizarralde, León Arrieta, José L. Idioeta (q.e.p.d.), Joxemari Iriondo, etc.

Publicaciones y Euskal Jaiak Siguiendo en la línea del desarrollo del euskera y la cultura vasca, empezó a publicarse en 1963 la revista escolar Bidez, elaborada totalmente en euskera. Dos años antes salió al público la revista Amistad, escrita en castellano: ambas publicaciones fueron elaboradas por los propios alumnos con el apoyo de algunos directores y profesores, convirtiéndose así en una especie de escuela de escritores.

Bidez, cuya aparición se extendió hasta 1968, tenía como finalidad el desarrollo de la cultura vasca, integrando el euskera como una parte importante de la formación y la comunicación escrita. Salieron en total unos 27 números. Si en los orígenes y desarrollo de Amistad tomaron parte jóvenes autores que después destacarían en el campo de las letras (Jesús Ceberio, Xabier Mendiguren, Eugenio Landa y otros), otro tanto cabe decir, en cierta medida, del caso de Bidez.

Pasando ahora a las llamadas Euskal Jaiak, se celebraron anualmente en Euba entre los años 1959 y 1979, siempre hacia finales del mes de abril. Imposible describir todo el interés que pusieron en su desarrollo Martzel Andrinua, Eleuterio Larruskain y otros. Como es natural, los medios de comunicación del momento se hicieron eco de los actos programados.

En esta celebración anual, totalmente en euskera, se juntaban tanto los actos estrictamente religiosos como los relativos al desarrollo de la cultura vasca y las manifestaciones propias de las fiestas vascas, tales como la actuación de los cantantes y los bertsolaris, las danzas y otras manifestaciones de carácter folklórico. Este conjunto de actuaciones despertó un enorme interés, tanto en la comunidad educativa de Euba y las gentes del entorno como de las personas llegadas de zonas más alejadas. En los años 60, por ejemplo, la afluencia de gente aumentó de forma considerable, llenando los contornos de Euba de autocares, turismos, motos y bicis, que hacían que la jornada resultara masiva y memorable.

En abril de 1964, por ejemplo, con un día primaveral de por medio, lleno de luz y calor, la fiesta fue muy concurrida y magnífica la actuación de bertsolaris como Basarri, Lazkao-Txiki, Azpillaga y Mugartegi. El programa matutino se cerró con la exhibición de los ezpatadantzaris e hilanderas del grupo Andra Mari de Galdakao.

El Colegio y Lauaxeta Ikastola El Seminario de Euba se transformó en el Colegio San Gabriel en el curso 1969-70. Había muchas razones para dar este paso, mayormente de tipo vocacional, religioso y sociocultural. Dadas las buenas instalaciones y dependencias existentes en el centro, el reconocimiento oficial no se hizo esperar: llegó en marzo de 1972, quedando clasificado el colegio para impartir el grado elemental.

Desde los inicios, el curso escolar se abrió con la presencia de alumnos internos y externos, y la presencia también de varios profesores seglares, entre los que, aparte de docentes varones (religiosos y laicos), había profesoras. Las primeras fueron Miren Ocerin y María Luisa Bollain; en los cursos siguientes aumentó la plantilla de docentes seglares con la llegada de las jóvenes María Jesús Múgica, María Paz Alcodori, Concha Contreras, Begoña Arregui y otras.

Una vez implantada la EGB y el BUP, en 1978 llegó la esperada autorización para impartir el COU, último curso de la Enseñanza Media, necesario para acceder a la universidad. Entre las demás transformaciones más significativas de esta etapa, se pueden mencionar la práctica de los deportes de fútbol, pelota y otros, cuya aceptación adquirió unas dimensiones especiales desde mediados de los años 60: se lograron grandes éxitos bajo la guía y animación de Calixto Uriarte. En los años 70, además de efectuar unas importantes mejoras en los campos de fútbol, se construyó un hermoso frontón y un polideportivo adosado al mismo.

Desde otra perspectiva, en mayo de 1975 un decreto de la DPEC autorizó la incorporación oficial de las lenguas nativas en los programas de Preescolar y EGB, momento que se aprovechó para integrar la enseñanza del euskera en los primeros niveles educativos. De todas formas, durante estos años el cultivo del euskera siguió manteniéndose vivo también en los cursos superiores, a cargo de profesores como Félix Zubiaga y Sabin Barruetabeña, entre otros; en los años 80, el área de la lengua vasca quedaría reforzada con la incorporación de nuevos docentes, caso de Carmelo Arrizabalaga, Jon Urutxurtu y Alasne Artetxe.

En el curso 1977-78 el colegio se abrió por primera vez al alumnado mixto, inscribiéndose en esa fecha unas 23 chicas en total; el número de alumnas matriculadas se igualaría muy pronto con el de los chicos. En cuanto a la Ikastola Lauaxeta, comenzó a funcionar con la titularidad de las familias cooperativistas y como cooperativa de enseñanza en ese mismo 1977-78, y en régimen de arrendamiento de las instalaciones de los Pasionistas. Se inició con cinco cursos de la primera etapa de EGB, en locales pertenecientes al Colegio San Gabriel.

En poco tiempo amplió sus actividades al Preescolar y la segunda etapa de EGB. Siguiendo con el proceso de ampliación, en 1981-82 se produjo la integración total del colegio en la Ikastola Lauaxeta, incorporándose a la misma los once grupos de BUP y COU que funcionaban en la primera institución, lo que conllevó el cese de actividades en el Colegio San Gabriel. Entre los primeros impulsores de la ikastola estaban Fermín Iraolagoitia, Julita Berrojalbiz y José M. Uribarri.

A lo largo de diferentes etapas de desarrollo del proyecto educativo de Lauaxeta Ikastola, desde su inicio con la dirección de Fermín Iraolagoitia como director general (1977-88), como de Ramón Madariaga (1988-2010) y María Teresa Ojanguren (2010-16) ha quedado claramente demostrado, con numerosos reconocimientos y premios, su compromiso con la excelencia educativa y de gestión.

Premio Lauxeta Como es sabido, en los últimos años el paisaje y el entorno de Orue-Euba han experimentado un notable cambio debido a distintas obras e infraestructuras, con la creación de la Residencia Orue, las etxolas y la nueva iglesia parroquial; pero eso no ha mermado en nada el desarrollo de las actividades culturales y el euskera: en diciembre de 2006, la Diputación de Foral de Bizkaia entregó el Premio Lauaxeta a la comunidad de Euba, por su contribución al servicio del euskera y la cultura vasca. Entre los elementos tenidos en cuenta al otorgar el galardón están:

-La tradición euskerista de la comunidad de Euba.

-La actuación de la Ikastola Lauaxeta.

-La predicación y servicios litúrgicos en euskera.

-Libros y publicaciones de los religiosos.

-Trabajos en diferentes radios.

-Bidean.net web gunea.

-Otras organizaciones y actividades: Ibaizabal argitaletxea, Orue, Karramarro…

el autor

La singladura olvidada de los Basterretxea

Se cumplen 130 años del natalicio de Francisco Basterrechea, figura del PNV  y padre del escultor Néstor

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 18 de julio se cumplieron 130 años del natalicio de Francisco Basterrechea Zaldibar, a quien se podría presentar de forma resumida -y quizás, poco justa- como el padre del famoso artista vizcaino Néstor Basterretxea. Tanto el perfil del primero -menos conocido por la mayor parte de la ciudadanía- como del segundo guardan estrecha relación con el sufrimiento de la Guerra civil. Ambos, en su exilio, vivieron la terrible singladura del barco Alsina que huyendo del franquismo y del nazismo partió de Marsella con rumbo a la paz de Argentina, y el viaje previsto de quince días duró dos años, con seis meses retenidos en Dakar, Senegal.

Pero, ¿quién era el padre de Néstor? ¿Quién era Francisco Basterrechea Zaldibar? Desde Sabino Araba Fundazioa le reivindican como “una figura importante dentro de la historia del PNV, pero que, sin embargo, ha quedado un poco relegada al olvido”, valoran.

Padre del citado pintor, escultor, diseñador y director de cine vizcaino que nació en Bermeo el 6 de mayo de 1924 y falleció el 12 de julio de 2014 en Hondarribia, Francisco fue abogado, fundó Juventud Vasca en su villa natal, fue diputado junto a José Antonio Aguirre, así como miembro de Eusko Ikaskuntza y de la Comisión de Autonomía surgida del Congreso de Bergara de 1930.

Durante la Guerra Civil se exilió en Francia y colaboró con el Gobierno vasco, hasta que viajó a Buenos Aires incorporándose a las labores de la delegación vasca en la capital argentina, que dirigió desde 1946 y hasta 1952.

En 1945 formó parte del consejo de redacción de la revista Galeuzca, en la que publicó diversos artículos. Junto a Santiago Kuntxillos fue uno de los miembros fundadores del Instituto Americano de Estudios Vascos que dirigió Andrés María de Irujo. En 1952 regresó a Europa. Falleció en Madrid el 9 de diciembre de 1975 y fue enterrado en su pueblo natal, Bermeo.

Un programa de ETB, Creadores vascos, entrevistó a Néstor quien aseguró que “durante mucho tiempo mi vida fue una película. Me habían metido en el reparto”, declaraba a cámara. En el espacio emitido recordó su vida en París cuando su aita trabajaba en la delegación vasca de la capital francesa. Curiosidades como que con 14 años, fue uno de los primeros en ver el Guernica de Picasso. “El gobierno republicano le encargó a través de Ucelay un cuadro a Arteta, el más emblemático del momento, y este no quiso. Es más, se mató de forma tonta en México”, relató y fue más allá: “En ese tiempo, Picasso estaba en París y le enseñó un cuadro en exclusiva a Manuel Irujo. Irujo le dijo que le daba rabia verlo y Picasso le dijo que ese era lo que él quería”.

Según el relato de Basterretxea, Jauregi, que había sido senador, le pidió a Picasso a ver si cedería el Guernica al Gobierno vasco “porque los muertos son nuestros”. Y, al parecer, obtuvo respuesta positiva: “Jauregi fue corriendo a donde José Antonio a decirle: Picasso nos regala el Guernica”. El testimonio del escultor quedó grabado en Creadores vascos.

En aquel programa también habló del barco Alsina, en el que coincidió con el presidente de la segunda República española, Niceto Alcalá-Zamora. “Era un hombre graciosísimo, muy andaluz hablando. Por su experiencia tenía mucho que contar. Era muy comunicativo, muy digno. Él quería dormir como nosotros en el suelo, pero no se lo permitían”.

Pero aquel barco que soltaba amarras en Marsella fue apresado en Dakar. Arantzazu Amezaga Iribarren detallaba la amplia presencia vasca en la nave en un artículo. “La familia Arechavaleta Txintxurreta, él llegaría a ser en Caracas Delegado del Gobierno Vasco; la familia Anuncita; el matrimonio Olivares, él conocido como Tellagorri; la familia Pitaluga; el matrimonio Monzón, el Consejero de Interior del primer Gobierno vasco, escritor y cofundador de Herri Batasuna; la familia Basterretxea; la familia Madariaga, ella, hermana del primer lehendakari vasco, José Antonio Agirre, y el matrimonio Amezaga, él conocido escritor y traductor. Mis padres”, matizaba.

La flota inglesa dominaba todo el frente atlántico y detenía a todo barco no aliado. El Alsina también sufrió esta decisión porque portaba bandera de “la Francia de Vichy”, firma del armisticio con la Alemania nazi.

El barco que ansiaba la libertad no contaba con el Navy Cert. Estuvieron 496 días de peregrinaje. “A veces me pregunto -concluye Arantzazu Amezaga- cómo pudieron sobrevivir con semejante dignidad ante tanta adversidad como la que padecieron. Pero aquellos pasajeros de la libertad fueron el símbolo, dentro de su absoluta indefensión, de la entereza vasca de resistir para sobrevivir”.

Néstor Basterretxea era entonces un chaval. “Todo lo que allí viví se me despertó más tarde, en Buenos Aires. No podía ver una noticia que hablara de guerra. Lo pasaba muy mal y lo fui reflejando. Todo consta en ti”, manifestaba a ETB quien al regresar a Euskal Herria “no quería morirme sin pintar Arantzazu, como me habían prohibido. Y pinté un Cristo de espaldas. El obispo Setién me dijo que pintara un Cristo de espaldas en cualquier lugar de la cripta, pero no en el altar, que eso no podía ser y lo giré, pero le puse furioso, que pide cuentas a quien entra por la puerta con cara de carlista”, concluía quien dejó obra escultórica de memoria histórica en Matxitxako, Gernika u Otxandio.

Otxandio, ochenta años del ‘primer Gernika’

Dos pilotos fascistas bombardearon la villa ferrona el 22 de julio de 1936 acabando con la vida de al menos 61 personas

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 22 de julio de 1936, dos bombarderos ligeros masacran la plaza de Andikona con un resultado de, al menos, 61 muertos ya registrados. Un año antes, durante la invasión italiana de Etiopía, también llamada Segunda Guerra Italo-Etíope que duró siete meses, entre 1935 y 1936 ya se dieron diferentes bombardeos aéreos. Así como, España en 1913 también los llevó a cabo en el Rif marroquí. Por todo ello, hay quien afirma que el bombardeo de Otxandio del que el pasado viernes se cumplieron 80 años fue el primero europeo desde aviones -ya que se dio alguno desde un globo con anterioridad sobre Venecia- o incluso, matizan, sobre población blanca. Esta misma semana, con motivo del trágico aniversario, el Ayuntamiento de la localidad ha decidido interponer una querella ante la Justicia argentina dentro de la causa que investiga desde ese país los crímenes del franquismo.

Era miércoles en la villa ferrona, muga con Araba. La céntrica y coqueta plaza de Andikona era uno de los lugares habituales de recreo de niños, por la fuente toscana, rematada en cruz moderna de 1899 y un canal de molino que la surcaba y, tras cuatro días del golpe de Estado de algunos militares españoles contra la legítima Segunda República, lugar donde se concentraban milicianos, soldados del cuartel bilbaino de Garellano y civiles. El municipio celebraba con incertidumbre de las noticias las fiestas patronales de Santa Maña. Mujeres lavaban la ropa. Los veraneantes “de pantalón blanco” -les distinguían los locales- ya disfrutaban del periodo estival.

En ese marco, dos Breguet Br. 19, es decir, un bombardero ligero y avión de reconocimiento, construido por la compañía francesa Breguet Aviation a comienzos de los años 1920 procedente del aeródromo de Recajo (Agoncillo, La Rioja), irrumpieron en Otxandio. Un testigo que escribió en el periódico Euzkadi como R. de G., los calificó en 1978 como “aeroplanos pequeños de sport”.

Nada hizo temer a los presentes por diferentes razones: una, porque según los testigos, muchos aún vivos, en una primera vuelta saludaban a los presentes e, incluso, “nos sonreían”, coinciden testigos. También les saludaban, a lo que correspondían.

Otra, porque portaban, según estudios de Xabier Irujo, codirector del Centro de Estudios Vacos de la Universidad de Nevada, “insignias republicanas”. El relato de Gabriel Otalora, testigo, afirma que “dieron varias vueltas” a una altura baja, “ya que casi rozaban la torre de la iglesia”. Eran alrededor de las nueve de la mañana.

Los soldados del cuartel bilbaino de Garellano habían instalado en la plaza de Andikona su intendencia, “debido a que la otra fuente de la localidad, la de Vulcano, sita en la plaza mayor, es de agua ferruginosa, no válida para cocinar”, aporta el historiador Jon Irazabal Agirre, de Gerediaga Elkartea.

La simpatía por los pilotos se tiñó en sangrienta tragedia cuando comenzaron a caer “papeles” minutos después: “pensábamos que eran papeles, octavillas de propaganda o caramelos, algo que brillaba. Piensa que nosotros entonces no sabíamos lo que era un bombardeo”, coinciden testigos de la masacre.

Un cuadro que Santi Capanaga culminó en 1964 sobre estos hechos ya es como el Guernica de Picasso en la localidad vizcaina. Los aviadores no eran republicanos, eran afectos a los sublevados contra la democracia. Para más inri uno de ellos era vizcaino, Ángel Salas Larrazabal, de Orduña, nombrado capitán general del Ejército del Aire, a título honorífico, en atención a “los méritos personales excepcionales” que concurrían en su persona, según el entonces rey de España, Juan Carlos I.

Salas Larrazabal también fue integrante de la Escuadrilla Azul española, integrada en el ejército alemán nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El otro terrorista que asesinó en Otxandio fue José Muñoz Jiménez.

Tras la suelta de bombas, el médico del pueblo José Maurolagoitia se acercó al lugar y presenció escenas dantescas de “personas despedazadas, niños mutilados, mujeres decapitadas”. Los heridos le suplicaban en euskera que les curara. El riachuelo de agua cristalina se convirtió en un reguero de sangre… y muerte.

Habla Jon Lasuen, niño entonces y referente de los testigos vivos, a sus 94 años. “Yo me salvé por unos minutos porque mi padre, que era secretario del Ayuntamiento, me mandó a comprar el periódico Euzkadi, en el que él escribía, y al regreso vi que lo habían matado, como a dos hermanos míos y tres primos. ¡Fue horrible!”, evoca.

El obispo emérito Bittor Garaigordobil fue testigo de la matanza tras haber acudido a Otxandio a oír misa: “Me estremecí al escuchar el ensordecedor estruendo de las bombas lanzadas y ver personas muertas y animales. Fue terrible y salí corriendo camino de Olaeta. Volví a mi casa de Amaitermin por el monte. No volví a misa a Otxandio; comencé a ir a Urkiola y, mira, tras estar en Ecuador aquí sigo”, evoca quien era seminarista y hoy tiene cien años.

VÍCTIMAS IMPRECISAS A ambos pilotos asesinos les felicitó por la “brava acción”, el general golpista Emilio Mola (Placetas, Cuba, 1887-Alcocero, Burgos, 1937). Ambos habían matado a al menos 61 personas registradas por el investigador otxandiarra Zigor Olabarria en Gerra Zibila Otxandion. Jon Irazabal con anterioridad había determinado la filiación de 57 personas. “Es posible que el número de víctimas fuera superior, ya que pudo haberse dado el caso de que personas trasladadas a Bilbao u otros lugares fallecieran y sus defunciones fueran anotadas en el registro civil de la localidad donde se produjo el óbito”, aporta Irazabal.

La evacuación de los heridos se produjo con ayuda de vecinos de la villa a Bilbao y Durango. Desde el Hospital Civil de Bilbao se envió un retén con los médicos Coper Abadía, Arenillas, Del Hoyo, Odriozola y Cortés. Desde Durango, acudió Legorburu. En Mañaria, atendieron Elorrioaga y Eskubi, de Bilbao, con la ayuda de practicantes de Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV) y de enfermeras de Emakume Aber-tzale Batza (EAB).

“Ni Gernika, ni Durango, ni Coventry, ni Nagasaki pueden compararse en asesinato con lo que ocurrió en Otxandio”, valoraba un redactor que firmó como R. en el diario Euzkadi.

Por la tarde del día 22, otro avión, según anota Irazabal, se aproximó a Otxandio y desató el terror de nuevo. Pero en esta ocasión el destino no fue esta villa sino la de Bilbao, donde el aeroplano arrojó proclamas firmadas por el general Mola invitando a la población y autoridades a rendirse. La zona del frente de Otxandio volvería a ser bombardeada el 31 de marzo de 1937.

El gudari burgalés del Batallón Gernika

Miguel Arroyo es el último gudari superviviente localizado del grupo que participó en la segunda Guerra Mundial

Franck Dolosor

el documental Batallón Gernika, esperanza de libertad 1945-2015, dirigido por Iban González y producido por Baleuko, sigue proporcionando sorpresas inesperadas. La película narra la historia de la brigada creada por el Gobierno vasco en el exilio para ayudar a los aliados en la lucha contra los nazis que tenía lugar en Francia. La unidad militar vasca participó en la liberación de la comarca de la Pointe de Grave, en el Médoc, cerca de Burdeos. Durante los combates que tuvieron lugar en abril de 1945, pocos días antes del armisticio, cinco gudaris murieron y una veintena resultaron heridos.

Arroyo en su casa de Angelu enseña una caja en la que guardaba balas para Ordoki.Foto: F.D.
Arroyo en su casa de Angelu enseña una caja en la que guardaba balas para Ordoki.Foto: F.D.

Durante la grabación del documental protagonizado por Francisco Pérez, gudari navarro afincado en Irun, otro miembro del Batallón Gernika se sumó al proyecto: José Ramón Aranberria, Matxote, natural de Ondarroa y vecino actualmente de Getaria. A medida que el documental avanzaba surgió la esperanza de que otros miembros de la unidad o sus familias, cuyo paradero se desconocía, pudieran aportar sus recuerdos y experiencias. Y así ocurrió. El donostiarra Javier Brosa, afincado en México, contactó con los responsables del documental una vez estrenado. En otros casos han sido las familias de combatientes ya fallecidos quienes se han sumado. Gracias al documental, la familia del gudari donostiarra Antón Mugica ha conocido por fin cómo fueron sus últimos días. Con tan solo veinte años, el primer día del combate de la Pointe de Grave, falleció al pisar una mina. Sus hermanos Guillermo y Carmen tan solo sabían que desapareció en 1945 y que nueve años más tarde el Gobierno francés les informó de su muerte. Siete décadas más tarde han podido localizar y visitar la tumba de su hermano.

Hace unos días, tras una proyección pública del documental en el Museo Vasco de Baiona, un hombre de edad avanzada se levantó, y ante la sorpresa de los asistentes, explicó que la película contaba… “la verdad”. Se trata de Miguel Arroyo, nacido en Burgos en junio de 1924. “Yo estaba ahí y así lo vivimos. ¡Era soldado y fui uno de los colaboradores más cercanos del comandante Ordoki!”

A finales de los años 20 la familia Arroyo llegó a Bilbao, donde se afincó en el número 23 de la calle Uribarri. El monte Artxanda no tenía ningún secreto para un jovencísimo Miguel, que aún recuerda que dos bombas cayeron en la capital vizcaína el día del bombardeo de Gernika. En Uribarri, una casa quedó destruida y los vecinos se refugiaron en un túnel de la cercana vía férrea. Pocos días después, su madre y él subieron a un barco en Santurtzi con rumbo a Iparralde y se afincaron en Baiona. Su padre y sus cinco hermanos se quedaron en Bizkaia. Una de sus hermanas, que era comunista, se trasladó a Rusia mientras su hermano Ramón fue asesinado en circunstancias todavía desconocidas. Ochenta años después, Miguel no puede contener sus lagrimas al recordar el sufrimiento de su familia durante los años de la guerra.

En 1944 se apuntó en Burdeos junto a un amigo para combatir como voluntario en la Segunda Guerra Mundial. Las autoridades galas le mandaron a la localidad bearnesa de Caresse, donde Ordoki estaba creando la brigada vasca. Arroyo, que sigue definiéndose como apolítico, recuerda sobre todo el espíritu de camaradería que reinaba entre los miembros del Batallón Gernika.

“Los alemanes eran más fuertes porque iban mejor armados y en un primer momento consiguieron resistir gracias a sus impresionantes búnkeres”, precisa el gudari. “No sé si maté a alguno, no me acuerdo, disparas tanto que ya no sabes. Ordoki era parco en palabras y nunca hablaba de política. El sargento Carlos Iguiniz, también irundarra, siempre le acompañaba. Al principio, no teníamos buen armamento pero luego nos dieron morteros con los que pudimos destruir las posiciones alemanas en la carretera que conduce hacia Soulac. Yo siempre estaba entre los primeros hasta el final de la Pointe de Grave donde se rindieron muchos alemanes. Desde el comienzo, dos prisioneros alemanes nos acompañaron y nos ayudaban a reparar el armamento y los teléfonos”.

Arroyo salió ileso del combate pero no oculta que pasó mucho miedo. También fue testigo directo de la muerte de los gudaris Iglesias y Mugica. “Han pasado muchos años, pero me acuerdo de todos. Antonio Arrizabalaga me traía las municiones y luego pudimos llegar hasta el final de la Pointe de Grave siguiendo la vía férrea. Ahí, el ejercito francés comenzó a tirar hacia nuestra posición porque no pensaban que nadie había podido avanzar tanto”.

Miguel Arroyo es una fuente inagotable de anécdotas. Cuenta que el teniente eibarrés Andrés Prieto le castigó por haberse quedado un día más de lo previsto en Baiona con su madre. “Prieto era simpático pero quería mandar”. Y también recuerda la visita y el concierto que el célebre cantante Luis Mariano ofreció a los gudaris durante los combates en el Médoc.

Tras la liberación de Francia, el burgalés no participó en desfile del Batallón Gernika en Burdeos y tampoco en el posterior entrenamiento militar que supervisó el jeltzale Primitivo Abad en el castillo de Rotschild, en las afueras de París. “Teníamos que haber seguir luchando contra Franco pero fuimos desmovilizados”, recuerda el gudari. Las autoridades le dieron mil francos y le mandaron a Chiberta, en Angelu (Anglet). Desde allí trató de reunirse de nuevo con su familia en Bilbao, pero al entrar en Gipuzkoa fue detenido y le mandaron a hacer el servicio militar a Gasteiz. “Me consideraban como desertor, pero yo no era un asesino sino un soldado”. En los años cincuenta, Miguel consiguió la nacionalidad francesa y pasó a llamarse Michel Arroyo. Gracias a su nuevo estatus pudo volver a Bilbao a visitar a sus familiares sin temor a la represión franquista.

“No soy vasco, pero lo hice de todo corazón” aclara el gudari de 92 años, que también ayudó a varios ingleses a pasar la muga desde Iparralde hacia Gipuzkoa. “También pasé mucha información de un lado a otro. Tenía el pelo largo y escondía papeles en las orejas” dice sonriendo. Cada año, el Gobierno francés le concede una ayuda de 600 euros para agradecer su participación en la lucha contra los nazis.

Arroyo, que dirigió durante años una empresa de fontanería en la capital labortana, goza de su jubilación junto con su mujer y sus cuatro hijas cerca del puerto de Angelu, en el chalet que construyó él mismo y que lleva el emblemático nombre de La Roseraie. Un nombre simbólico, el del hospital que el Gobierno vasco en el exilio abrió en Bidarte para acoger a los heridos y civiles que huían de la Guerra Civil.

El último viaje del tranvía entre Bilbao y Arratia

El bombardeo de la aviación italiana sobre Durango en 1937 provocó que esta línea dejara de funcionar para siempre.

Un reportaje de Iban Gorriti

EL Ministerio de Defensa ha publicado en su biblioteca virtual fotografías de la Guerra civil española. El director del Museo Vasco del Ferrocarril, Juan José Olaizola, ha localizado entre ellas la del furgón automotor Nº 50 de la Compañía del Tranvía de Bilbao a Durango y Arratia destrozado por un bombardeo en alguna localidad arratiana.

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La importancia de este medio de locomoción para civiles y soldados, y de transporte en aquellos días de incertidumbre fue máxima y vital. Como curiosidad, la línea citada no volvió a ponerse en marcha y así, por ejemplo, el tranvía de Durango dejó de funcionar para siempre el 31 de marzo de 1937, jornada en la que los aviadores fascistas italianos protagonizaron un desolador raid que acabó con la vida de más de 336 personas ya documentadas. Ahora bien, el furgón automotor Nº 50 de la imagen, tras ser reconstruido, “prestó servicio hasta 1955. Fue dado de baja el 30 de abril de ese año”.

Juan José Olaizola (Donostia, 1965) es la persona vasca más ducha en esta materia y matiza que “la Compañía del Tranvía de Bilbao a Durango y Arratia inauguró su línea en 1902, estableciendo desde sus inicios una dura competencia con el ferrocarril. Sin embargo, la guerra de tarifas terminó por derrotar al tranvía que, en 1911, fue adquirido por los Ferrocarriles Vascongados”.

Desde entonces, según ilustra, pasó de ser un competidor a un buen complemento del tren. No obstante, los daños provocados por la Guerra civil supusieron la clausura, en 1937, del tramo comprendido entre Amorebieta y Durango, tanto por los daños del bombardeo de Durango como por otros provocados por la aviación y artillería fascista en el trayecto, sobre todo en la zona de Montorra y el centro de la localidad zornotzarra.

“No cabe duda del carácter terrorista de esta acción de guerra -valora Olaizola-, con la que se pretendía atemorizar a la población civil y quebrar su espíritu de resistencia”. A su juicio, la Aviazione Legionaria también aprovechó la ocasión para destruir diversos objetivos militares ya que Durango se había convertido en un nudo de comunicaciones fundamental para la defensa de los flancos Este y Sur del frente del Norte.

En consecuencia, la estación del ferrocarril de Bilbao a San Sebastián donde, además, se encontraban los talleres principales de esta vía férrea, se convirtió en uno de los objetivos prioritarios de los bombarderos italianos ya que era un importante centro logístico para el transporte de tropas y equipos a los frentes de Eibar y Elgeta, a través de las líneas que se dirigían a Eibar y Elorrio.

Así, el bombardeo de la estación de Durango provocó daños muy cuantiosos: la marquesina que cubría las vías de la terminal quedó completamente destruida y los talleres muy afectados. Además, buena parte del material móvil estacionado en estas dependencias, así como la playa de vías, instalaciones de electrificación y otros equipamientos, resultaron seriamente dañados.

Al respecto, la propia Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, concesionaria del ferrocarril de Bilbao a San Sebastián, identificó grandes averías en talleres y demás edificios de esta estación. “La reparación cortó 144.211 pesetas”, aporta. Otras reparaciones en gastos para talleres o coches sumaron 35.000 pesetas entre jornales y materiales.

En marcos de guerra, la neutralización de este tipo de transportes es siempre un objetivo militar de primer orden, por lo que el tranvía, al igual que el ferrocarril de los Vascongados, fue centro de diversos bombardeos.

Entre los blancos preferentes del autoproclamado Ejército Nacional se encontraba la carretera de Bilbao a Durango, cuyo trazado era en buena parte aprovechado por el tranvía, por lo que sus instalaciones, como hemos comprobado con el ejemplo de Durango, sufrieron daños de consideración.

Posteriormente, la retirada del ejército del Eusko Gudarostea y apoyos republicanos del Estado y brigadistas mundiales “trajo consigo la voladura de los puentes de Durango, Euba, Amorebieta y La Peña”, cita Olaizola.

Tras la conquista de Bizkaia por parte de los afectos al golpe de Estado de julio de 1936, se procedió a la reparación de los daños sufridos en las líneas del tranvía, salvo en el tramo comprendido entre Amorebieta y Durango, “ya que a las destrucciones sufridas por sus instalaciones se unía el poco interés de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados por mantener un trayecto que la empresa consideraba suficientemente cubierto con su servicio ferroviario”, aporta.

De este modo, el 30 de noviembre de 1938 se inició el levantamiento de las vías y elementos de electrificación de esta sección.