La policía motorizada del lehendakari Aguirre

La entrada de los fascistas en Bilbao supuso la cuenta atrás de la tan corta como intensa actividad de Ertzain Igiletua, creada por el Gobierno Provisional de Euzkadi

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 19 de junio de 1937 arrancó la desaparición de la Er-tzain Igiletua, es decir, la Policía Motorizada del Gobierno Provisional de Euzkadi presidido por el lehendakari Aguirre. Hace 79 años, con la ocupación de Bilbao por parte de los leales al golpe de Estado de julio de 1936, y días después con la entrega de las unidades vascas en Santoña y localidades limítrofes el 26 de agosto de 1937, “concluía la corta pero intensa existencia” de este cuerpo policial histórico, explica Aitor Miñambres, quien cuenta con una publicación sobre el mismo.

El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.
El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.

 

Miñambres relata que tras la caída de Bilbao, y con los restos del ejército vasco reorganizándose en Santander a pesar de la deserción o huida de algunos de sus mandos, el grueso de Ertzain Igiletua “permaneció en Bilbao cuidando del orden público hasta la entrada del ejército rebelde, al que se rindieron”. Otros miembros de este cuerpo se retiraron junto al Ejército vasco hacia tierras cántabras, donde continuaron su labor hasta el final.

Trece meses antes, iniciada la guerra civil y tras la ratificación por las cortes republicanas del Estatuto de Autonomía del País Vasco, el nacionalista José Antonio de Aguirre juró su cargo en Gernika como presidente del nuevo gobierno autónomo el 7 de octubre de 1936. “Las fuerzas de orden público existentes hasta la fecha eran variadas y a la vez muy reducidas por las necesidades de la guerra, pues la mayoría de sus efectivos habían sido destinados a cubrir el esfuerzo bélico”, aporta Miñambres. Éstas se componían por una parte de los cuerpos policiales estatales: Guardia Nacional Republicana -antigua Guardia Civil-, Guardia de Asalto y Cuerpo de Carabineros de la República.

Por otro lado, coexistían las policías forales -miñones vizcainos y algunos miqueletes guipuzcoanos llegados a Bizkaia tras la caída de su provincia en manos de las fuerzas rebeldes- junto con las Guardias Municipales de los respectivos ayuntamientos del territorio leal. Por iniciativa personal del Doctor Junod, de la Cruz Roja Internacional, se creó en Las Arenas el 22 de septiembre de 1936 una Zona Internacional donde embajadas y consulados extranjeros pudieran realizar su labor libre de los bombardeos que comenzaban a sufrirse en la capital, Bilbao, y custodiada por un cuerpo de Policía Militar formado por milicianos adscritos al PNV.

Guardia del pueblo Creado el Gobierno de Euzkadi y, a raíz del bombardeo de la Zona Internacional, se planteó la ampliación de la Policía Militar, renombrándola con el título Ertzaña, es decir, “guardia del pueblo, neologismo creado por Juan Bautista Eguzkitza y popularizado por Esteban Urkiaga, Lauaxeta”, explica Aitor Miñambres. Además, se creó un Cuerpo de Orden Público, sin ningún cometido militar, formado por unos 800 hombres adscritos a todas las ideologías políticas leales a la República y cuya labor fue la de toda policía civil. El 3 de noviembre de 1936, Luis de Ortuzar, jefe de la Ertzaña, fue nombrado inspector general de Orden Público por el consejero Monzón.

Independientemente de los cuerpos anteriores y más tardíamente, Gobernación terminó creando un cuerpo más de policía, la Policía Motorizada o Ertzain Igiletua, “el más moderno y mejor dotado de todos”. “Se estima que fueron alrededor de 500”, señala Miñambres, director del Museo Memorial Cinturón de Hierro de Berango. Sus cometidos abarcaron, según describe, todas las facetas, dada una enorme movilidad conseguida gracias al eficaz empleo de vehículos y sistemas de comunicación.

Estos vehículos, al igual que todos los del cuerpo, llevaban en sus matrículas las iniciales EI, Ertzain Igiletua, seguida del número del aparato. La tipografía escogida sería la misma que la empleada para Ertzaña, es decir la E del diario nacionalista Euzkadi.

“Como arma de dotación principal los agentes portaron pistolas semiautomáticas Star de calibre 9mm, fabricadas en Eibar”, cita Miñambres. Además, y como parte de la formación dada a los números de todas las compañías, se les instruyó o perfeccionó en el manejo del fusil, fusil ametrallador y granadas de mano.

A la hora de dotarles de un uniforme, dada su condición de motoristas, se pensó en el cuero como material más apropiado para su confección, por su carácter antiabrasivo en el caso de caídas. Aunque se les intentó proporcionar el casco correspondiente, no fue posible por motivos de escasez de prendas. La factura de estos uniformes se realizó en los talleres del propio cuerpo, interviniendo en su confección afiliadas a Emakume Abertzale Batza, o bien casas contratadas como Saralegui o los almacenes El Búfalo de Bilbao. Industrias Movilizadas suministró parte del resto del material.

De este modo, el uniforme definitivo de los agentes quedó compuesto por gorra de plato blanda, guerrera de cuatro bolsillos y cuello abierto, pantalón de montar, correaje tipo Sam Browne, guantes-manopla y botas altas de cordones, todo ello en cuero de color negro, a fin de no representar un blanco fácil. Oficialmente, una camisa caqui claro con corbata marrón oscuro completaba el uniforme, junto con la funda de la pistola reglamentaria y gafas de pilotar.

Actuaciones señaladas Algunas de sus acciones recordadas fueron en fechas históricas. Tras los bombardeos en Elorrio y Otxandio, el mismo 31 de marzo de 1937 Durango sufrió el raid aéreo que dejó la villa en ruinas con un balance de más de 336 muertos. A esta población llegó de Bilbao una unidad de la Policía Motorizada acompañada de equipos especiales de rescate para recuperar los cadáveres, que posteriormente habría que identificar, lo que llevó un día entero.

También durante el bombardeo de Gernika-Lumo, el 26 de abril, la actuación de Ertzain Igiletua “fue muy considerada, estando presente en todo momento, tanto durante el raid como después, gracias a la presencia de un puesto fijo del cuerpo en la villa foral, y comunicando telefónicamente a las autoridades el final del bombardeo aéreo”.

Un gudari atípico que rompe su silencio

El exsoldado del ejército vasco Jesús Uriarte recuerda a sus 99 años de edad cómo fue hecho esclavo de Franco

Un reportaje de Iban Gorriti

HISTORIAS DE LOS VASCOS
Jesús Uriarte Barrutia recuerda sus vivencias durante la guerra civil. Foto: I. Gorriti

 

Jesús Uriarte Barrutia (Dima, 1916) es un gudari atípico. Y él, vestido con una sonrisa cariñosa, lo sabe. Es inusual hasta el punto de que su familia, la que convive con él a diario en el caserío Basterretxe de Izurtza, no tenía constancia de que había sido soldado del Eusko Gudarostea del lehendakari José Antonio Aguirre; aunque sí sabían que había estado en la guerra. Tampoco conocían que dos de sus hermanos, Anastasio y Andrés, lucharon igualmente contra los aliados golpistas, primero, y contra el franquismo, después. Resume todo este argumento una frase de su nieta Aroa González, concejala del PNV en el consistorio de la anteiglesia. “¡Mi aitite! ¡Qué callado se lo tenía!”, compartía tras la entrevista por Facebook.

Jesús es un casta. En septiembre cumplirá cien años y su mente funciona como la de un estratega. Se le percibe listo. Atento. Denunciante. De hecho, dice que no le gusta que le llamen gudari, porque “a mí me llevaron; yo no quería ir”, agita las manos y justifica que lo pasó tan mal que ha preferido no hablar de ello.

Sin embargo, diferentes búsquedas han dado fruto y, por suerte, su testimonio queda hoy escrito. La duda principal y capital necesario para reconstruir su paso por los frentes de la guerra es saber a qué batallón del Ejército vasco perteneció. Uriarte asegura que no lo sabe, y ríe. Como dato, es el único de los hasta hoy entrevistados que dice no recordarlo, a pesar de que su mente funciona como un reloj suizo.

Gracias a la Sociedad de Ciencias Aranzadi y a la Sabino Arana Fundazioa, podemos tener algunos datos al respecto que arrojan algo, no mucha, luz. Su caso es enigmático. Es decir, de sus hermanos Anastasio y de Andrés Uriarte Barrutia, con los dos apellidos, hay datos que los sitúan en el batallón Azkatasuna, el número tres de ANV. Y con un solo apellido, hay registrado un Andrés Uriarte del batallón Martiartu y un Anastasio Uriarte en el Gordexola. De nuestro protagonista, no hemos hallado dato alguno, lo que no significa que no haya. Aparece un Jesús Uriarte en el batallón Lenago il.

dificultades Por los destinos que el dimatarra narra, pudo formar parte como sus hermanos del Azkatasuna, que era unidad de zapadores de ANV y que estuvo en algunos de los lugares que más adelante cita. “Yo tenía 20 años, era zapador, me mandaban a hacer zanjas, trincheras… Al primer sitio que me llevaron fue a Mekoleta, Otxandio”, evoca y descorcha su corazón: “¡Cada día de la guerra fue terrible! ¡Lo pasé muy mal! Viví el bombardeo de Dima y Saibigain, que no es limpio como ahora, estaba lleno de zarzas, también creía que nos mataban. ¿Aguirre, decías antes? Aguirre y Franco vivirían muy bien; nosotros con la muerte al lado”, mueve la cabeza en horizontal quien ya con 12 años fue enviado a trabajar de criado a San Miguel, hoy suelo de Amorebieta-Etxano. “Hablando mal y pronto, las pasamos putas. De noche avanzábamos y por el día nos ganaban los que se llamaban nacionales”, subraya.

Y de allí, a la resistencia histórica de los Intxorta, en Elgeta, y al barrio zornotzarra de San Antonio que conocía bien por su tiempo en San Miguel. “Desde allí vimos cómo los aviones pasaban por encima de Gernika de tres en tres el día del bombardeo. Esa noche nos llevaron a Gernika, que estaba hecha ascos, de pena, a ayudar. Lloros, miseria…”.

Uriarte también estuvo presente en Sollube, donde sufrió un accidente y tuvo que ser hospitalizado en Sondika. “Haciendo una zanja, un compañero me dio sin querer con el picachón en la espalda”. Días después fue apresado por los fascistas “por Galdakao”, sitúa.

Le trasladaron a Santander, a la plaza de toros. “Me tuvieron tres días sin darme de comer”. Entonces comenzó su paso por diferentes batallones de trabajadores, es decir, como esclavo de los fascistas. “Me metieron al fuerte de Santoña, pero no recuerdo si había presos famosos. Solo sé que no nos dejaban ni asomarnos a la ventana porque te pegaban un tiro. Pena que no hice un diario, como un tal Isaias de Galdakao que lo apuntaba todo”, lamenta.

Su próximo rumbo fue Aranda de Duero, Burgos. “Allí te mandaban a hacer cosas e íbamos uno con solo una alpargata, otro descalzo… Y nos dijeron que nos iban a llevar a Bilbao, como decían, “a levantar Bilbao”, pero acabé en Miranda de Ebro”. De allí, a Zaragoza, de donde recuerda una anécdota: “Tuvimos un capitán franquista que en realidad era republicano y nos trataba muy bien. Por la calle, los niños nos decían dónde teníamos los cuernos y el rabo de diablos… por ser rojos, como nos decían. ¡Yo no era de nada! Nunca me ha interesado la política”, levanta el dedo índice derecho. “A mí me gusta estar tranquilo”, se ríe y lamenta que en televisión los jóvenes de 17 años ya no sepan quién fue el dictador Franco: “Mal vamos, pero que no se repita más, que no haya más guerras”.

A continuación, explica que le iban a destinar a Canarias, pero acabó regresando a casa, a Dima. Más adelante llegaron sus dos hermanos también. El servicio militar lo tuvo que cumplir en Burgos. El hijo de Eusebia y Antonio, de Oba, y hermano también de Martina, Florencia y José Mari, contrajo matrimonio con Juana Arroitajauregi del caserío Basterretxe, de Izurtza, donde vive. El 12 de septiembre cumplirá cien años.

La batalla de Villarreal que puso en liza al Ejército del Norte

El investigador Josu M. Aguirregabiria, miembro de la Asociación Sancho de Beurko, publica un segundo libro sobre un combate “englobado en la primera ofensiva gubernamental de envergadura” de la Guerra Civil

LIBROS
El investigador Josu M. Aguirregabiria, durante la presentación de una publicación. Foto: José Ramón Gómez

Un reportaje de I. Gorriti

La mal llamada batalla de Villarreal no fue solamente un enfrentamiento por la posesión de un enclave geográfico concreto, sino uno de varios enfrentamientos englobados en la primera ofensiva gubernamental de envergadura de la contienda”, mantiene el investigador Josu M. Aguirregabiria en el libro La batalla de Villarreal de Álava, ofensiva sobre Vitoria-Miranda de Ebro. Noviembre y Diciembre de 1936, publicado en la bilbaina Ediciones Beta.

A juicio del autor, con el paso del tiempo esta ofensiva quedó “eclipsada” por otros episodios de armas de magnitud superior por los medios empleados, pero que “no por eso fueron de mayor valor estratégico”. Siempre según sus palabras, el objetivo de esta lucha fue la ruptura del denominado frente del norte con los recién creados cuerpos del ejército de operaciones asturiano, santanderino y vasco, que acabaron conformando el Ejército del Norte republicano.

En su nueva publicación, Aguirregabiria abunda en cómo, “de cumplirse todos los objetivos, el plan pasaría a ser más ambicioso y se activarían también los principales frentes estabilizados, el aragonés y el central, una vez que el ejército autodenominado nacional se retirara hacia el sur, y se especulaba nada menos que con la posibilidad de ganar la guerra”.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta, como anima a conocer en esta nueva referencia histórica, y “ese optimismo quedó interferido particularmente por una línea del mapa denominada frente de Álava, donde figuraba uno de los principales objetivos de la operación por su estratégica situación, Villarreal de Álava”, relató en declaraciones a este periódico.

Mes fatídico El libro ve la luz en la serie Monografías de la Guerra Civil en Euzkadi. Es el noveno volumen publicado sobre esta temática, impulsado por la Asociación Sancho de Beurko. Con la edición de esta nueva monografía se completa un anterior ensayo titulado El Frente de Álava. De la sublevación militar a vísperas de la batalla de Villarreal. Primera Parte.

En la reciente entrega, el autor relata los acontecimientos del frente alavés en el invierno de 1936, que pasó de ser un enclave “tranquilo” a convertirse en el protagonista de la primera ofensiva de envergadura ordenada por el Gobierno de la República. Como valora, ello puso en liza al recién creado Ejército del Norte, “formado por los cuerpos del ejército de Asturias, Santander y Euzkadi”.

El mes de diciembre de 1936 sería “fatídico”, a juicio de este investigador de Sancho de Beurko Elkartea, para el territorio alavés, en especial para las localidades situadas al norte del mismo. Poblaciones como Uzkiano, Murua, Gopegi, Etxaguen, Okoizta, Zestafe, Betolaza, Nafarrate, Elosu o Legutio (Villarreal de Álava) se vieron envueltas en un cruento enfrentamiento por la posesión de Gasteiz durante más de 20 días.

Según explican a DEIA desde Ediciones Beta, el lector que se acerque a esta obra, “de nuevo, dispondrá de una aportación documental exhaustiva, como los listados de bajas de ambos bandos. Sin corsés ideológicos, solo con datos, en su mayoría inéditos, incluyendo los testimonios de algunos de sus protagonistas, que le llevarán a la primera línea de la llamada batalla de Villarreal de Álava”.

El autor del libro, Josu M. Aguirregabiria, es investigador y socio fundador de la Asociación Sancho de Beurko, agrupación cuya finalidad es el estudio de la Guerra Civil en el ámbito vasco. En 1998 comenzó un peregrinaje junto a Guillermo Tabernilla por los archivos de todo el Estado español, fruto del cual fue, en 2006, la primera parte de la presente monografía.

Objetividad Desde la editorial bilbaina valoran que la Asociación Sancho de Beurko es una entidad sin ánimo de lucro que ha obtenido “excelentes críticas” por sus publicaciones en revistas especializadas. Portavoces de Ediciones Beta agregan que, “a falta de corsés ideológicos, no comparten otra cosa que su pasión por la historia, sin ánimo victimista ni revanchista, sin servir a otra causa que no sea la de la objetividad en sus investigaciones”.

Durante los últimos años han organizado varias exposiciones, han colaborado con archivos públicos y privados, instituciones, sociedades, asociaciones, editoriales, productoras audiovisuales, autores de reconocido prestigio, etc.

Desde 2008, la asociación se ha embarcado además en la realización del inventario de fortificaciones del Cinturón de Hierro para la Dirección de Patrimonio del Gobierno vasco, y ha colaborado en la puesta en valor de fortificaciones con municipios como Laudio, Sopelana, Gorliz o Berango.

En esta última localidad se inauguró en 2012, con la colaboración del Ayuntamiento, el Centro de Interpretación Memorial del Cinturón de Hierro. “Nos encontramos, sin duda, ante una asociación cultural de carácter histórico que se ha ganado la admiración de propios y extraños con un proyecto original e independiente, sin injerencias externas. Algo todavía muy difícil de conseguir”, concluyen los editores del libro que ya está a la venta.

 

Marcelino Usabiaga: adiós a uno de los últimos soldados del Eusko Gudarostea

EL PCE-EPK rindió e sábado un homenaje en Donostia al miliciano del Batallón Luxemburgo marcelo usabiaga, fallecido el pasado jueves a los 98 años de edad

El miliciano del batallón Luxemburgo Arrosa del Partico Comunista Marcelo Usabiga (Archivo familiar)

 

Un reportaje de Iban Gorriti

el paso del tiempo nos priva de los últimos combatientes del Eusko Gudarostea. Ocurre al tiempo que en la actualidad nuestra prisa cotidiana nos distancia de una necesaria reflexión sobre sus pérdidas. Así de injusto lo primero, igualmente inaceptable lo segundo. La vida nos priva de sus vidas, de todas y cada una de sus verdades contrarias al fascismo. Nos distancia, de su luchar único, de su plenitud casi centenaria provista de inigualables bagajes que mal pese a algunos es historia colectiva. El jueves falleció uno de ellos: Marcelo Usabiaga (Ordizia, 30 de octubre de 1916), miliciano del Batallón Luxemburgo Arrosa del PC. Era un afiliado a las organizaciones PCE-EPK y Ezker Anitza-IU. Tenía 98 años. La Guerra Civil y el franquismo no pudieron con su vitalidad ni lucha; lo que sí logró un inesperado virus contraído en un hospital donostiarra que puso en jaque mate a su delicada salud de las vías respiratorias.

El libro Maizales bajo la lluvia (Alberdania, 2011), de Aitor Azurki (Donostia, 1983) escudriña su biografía -como la de otros diez soldados vascos del 36- y le resume en una frase como fusilero del Batallón Rosa Luxemburgo (PC), delegado de las Juventudes Socialistas Unificadas en el Frente Popular y teniente de una batería antiaérea republicana. Aunque ha fallecido a los 98 años, vivió en libertad durante 77, ya que 21 años los sufrió dispersado en cárceles del genocida Franco de todo el Estado, de alguna, incluso, llegó a fugarse.

Ayer su familia, sus amigos y camaradas le rindieron un emotivo homenaje en un monumento contrario al franquismo existente en las cercanías del Ayuntamiento de Donostia. La convocatoria llevaba las siglas PCE-EPK. La familia se emocionó en este encuentro de despedida civil. Minutos antes, a las 11.00 horas, y en la intimidad, procedieron a la incineración de su cuerpo en Polloe.

Los referentes históricos, quienes se sienten eternos a la vista de quienes les admiran, cada vez, por ley natural, son menos. El pasado abril, la asociación memorialista Intxorta 1937 logró el mayor de los esfuerzos: reunió a una quincena de combatientes por la democracia y las libertades, entre los que estaba el propio Usabiaga. Los corazones antifascistas bombean en Antonio Telleria Bilbao (Batallón San Andrés, de ELA-STV), José Moreno Torres (Batallón San Andrés, de ELA-STV), Manuel Sagastibeltza Negrete (Batallón Abellaneda, del PNV), Regino Biain Guridi (Batallón Itxarkundia, del PNV); Inazio Ernabide Ecenarro (Batallón Loyola, del PNV); Benito Martín Barrioso (Batallón Cultura y Deporte, de las Juventudes Socialistas Unificadas); Gerardo Bujanda Sarasola (Batallón Saseta, del PNV), Luis Ortiz Alfau (Batallón Casero, de Izquierda Republicana), Juan Azkarate Araucua (único vivo de la Marina Auxiliar de Guerra), Baltasar Delgado Aguado (Batallón San Andrés, de ELA-STV), o Gregorio Urionaguena Arriaga (Batallón Eusko Indarra, de ANV). También, se muestran en primera línea de vida Miguel Soreasu, Fructuoso Pérez Arrospide (ambos del Batallón Otxandiano), Antonio Izagirre (Batallón Abellaneda, de 102 años), Iñaki Errekabidea (Batallón Itxarkundia) y, esperemos, poder llegar a tiempo a conocer y difundir la verdad de alguno más. Por desgracia, no hay constancia de milicianas vivas, ejemplos como el de Julia Hermosilla de las Milicias Antifascistas de la CNT fallecida en Baiona en 2009, según deja constancia Azurki en su libro.

La última baja tras las de Félix Padín (de los batallones Isaac Puente u CNT-5 Durruti, de la CNT), Mikel Garmendia Olaziregi (Batallón Itxarkundia, del PNV), Sebastián Mendívil Urquijo (Batallón Bakunin, CNT), Juan Larrinaga Atxabal Txarri (Batallón número 40 Mungia del PNV) o Marcelino Bilbao (Batallón Isaac Puente, de la CNT) ha sido la de Marcelo Usabiaga Jáuregui.

El gudari José Moreno Torres (Deusto, 10 de noviembre de 1918), conocía ayer la triste noticia por este medio. “¿Marcelo Usabiaga? El comunista que no faltaba a actos de memoria. Lo siento mucho y envío el pésame más sentido a su hijo y mujer, a su familia. ¡Cada vez vamos quedando menos! Y los medios de comunicación no nos hacéis tanto caso como antes”, reivindica este afiliado al PNV expresidente de la asociación Aterpe 1936, quien este otoño cumplirá 98 años.

Condolencias

Gazte Komunistak ha lamentado la muerte de Usabiaga, combatiente defensor de la República en la Guerra Civil. “Izan zirelako gara, garelako izango dira. Camarada, no has muerto, tu corazón late en nuestros puños. Adiorik ez!”, difundieron. El periodista Aitor Azurki, escudero de Usabiaga en incontables viajes durante 8 años, concluía ayer en una columna de opinión publicada en Mugalari.info de la siguiente manera: “Sé y estoy convencido de que después de muerto también seguirás luchando en forma de recuerdo, ejemplo, referente en la memoria de centenares de personas; y aunque hayan pasado años, décadas, y la sociedad cambie, la memoria se esquine más aún, la gente evolucione, el olvido se apodere todavía más de nosotros y la indiferencia nos coma la vida, por último que me quede, seguiré desde nuestras trincheras, ya más vacías que llenas, disparando palabras, enarbolando la bandera de lo que eres: un eterno luchador”.

La familia de aquel a quien fusilaron a su hermano Bernardo en Pikoketa, por medio de su hijo el arquitecto y premiado escritor Miguel Usabiaga, da las gracias por las innumerables muestras de admiración y cariño recibidas hacia Marcelo.

 

 

Beti-Jai, la ‘catedral’ deportiva de Madrid

El ayuntamiento de la capital española adquiere el inmueble por 7 millones de euros para su rehabilitación

fronton

Un reportaje de Iban Gorriti

El pasado 30 de mayo se estrenó el primer documental sobre el frontón Beti-Jai, considerado la Capilla Sixtina de la pelota, diseño del arquitecto de Laredo, a quien también se le encargó el teatro Arriaga o el Ayuntamiento de Bilbao. La joya del siglo XIX fue bautizada, además, como “la catedral de los frontones”, es decir, como un San Mamés del cuero contra la piedra, pero en Madrid. A día de hoy es noticia por dos razones más: una, porque se cae de tristeza y, dos, porque el Ayuntamiento capitalino lo ha adquirido por 7 millones de euros, con el fin de rehabilitarlo.

El Beti-Jai se derrumba en una de las zonas más adineradas de la capital española, en la calle del Marqués del Riscal, perpendicular del Paseo de la Castellana y prolongación de la de Caracas. Gracias a la plataforma Salvemos el Frontón Beti-Jai, la esperanza continúa.

El director adjunto de la revista Interview ha abundado en las novedades de este exquisito solar días después de ver el documental y de que la jueza Manuela Carmena, líder de Ahora Madrid, pueda ser la próxima alcaldesa de la ciudad. “En aquellos barrios no la quieren del todo [a Carmena], pero si el Ayuntamiento rehabilita el Beti-Jai mata muchos pájaros de un tiro. Los defensores del frontón verían que su lucha no ha sido en vano. Los vecinos tendrían a tiro de piedra un recinto cultural espectacular. Chamberí ganaría una joya arquitectónica y, sobre todo, se haría justicia con un deporte, la pelota, que gusta en muchos sitios de España aunque lleve el apellido vasca”, escribe Alberto Gayo.

El frontón Beti-Jai es una antigua instalación deportiva en ruinas. Fue levantado en la última década del siglo XIX y recibió la declaración de Monumento del Patrimonio Histórico de España en 1991. Tan solo hace cuatro años, el 9 de febrero de 2011, fue declarado Bien de Interés Cultural. También se encuentra protegido dentro del Conjunto Histórico de la villa de Madrid, catalogado como singular Nivel 1, la máxima protección dentro del plan general de ordenación urbana.

Pese a este grado de protección, el edificio presenta a todas luces un alarmante estado de conservación: lo que algunos consideran “maltratado por el paso del tiempo y la dejación de sus propietarios”. Por ello, fue incluido en la Lista Roja de Patrimonio en Peligro. Pero, por fortuna, el edificio acaba de ser adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, que ha puesto sobre la mesa siete millones de euros en su rescate. Quienes defienden sus características aseguran estar “ante la expectativa de si se llevará a cabo una respetuosa y efectiva restauración del mismo”.

construcción de 1893 El frontón se comenzó a construir en 1893, con un presupuesto aproximado de unas 500 000 pesetas, y se debe a un diseño del arquitecto Joaquín Rucoba (1844-1919). El autor era natural de Laredo (Cantabria) y también son suyos los diseños de la plaza de toros de la Malagueta, el mercado y el parque de Málaga, así como la Casa Consistorial de Bilbao o el teatro Arriaga, entre otras obras.

Fue la cuarta infraestructura de estas características abierta en Madrid a finales del siglo XIX, en un momento en el que el deporte de la pelota vasca alcanzó una notable popularidad en la capital del Estado. Le precedieron, por este orden, los frontones Jai Alai (1891), Fiesta Alegre y Euskal Jai.

Fue inaugurado el 29 de abril de 1894 -otras fuentes indican el 29 de mayo del mismo año- y estuvo en funcionamiento hasta el año 1919. Con la Guerra Civil sus instalaciones fueron reconvertidas en comisaría y, durante los primeros años de la dictadura franquista, sirvió como lugar de ensayo de bandas musicales vinculadas a la Falange española. A mediados del siglo XX, se vendió a la compañía automovilística Citroën, que lo utilizó como taller de reparaciones. En 1997 fue comprado por 2,3 millones de euros por la sociedad vasca Frontón Jai Alai, que inicialmente pretendía su recuperación para uso deportivo. Más adelante, la propiedad pasó a manos de la empresa Aguirene. El 27 de enero de 2011 fue declarado como Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid y hace escasas fechas el Ayuntamiento de Madrid lo ha comprado por un total de siete millones de euros.

El Beti-Jai se ubica en el número 7 de la calle del Marqués de Riscal, en el distrito madrileño de Chamberí. Ocupa una parcela de 3.609 metros cuadrados y la superficie construida alcanza los 10.800. Está realizado en diferentes estilos, entre los que cabe destacar el eclecticismo de la fachada principal, el neomudéjar presente en algunas partes del interior y la arquitectura del hierro característica del siglo XIX.