La evolución de la cartografía a lo largo de la historia ha servido también para recoger las distintas denominaciones que han recibido las tierras vascas y sus puertos
Jabier Aspuru
LA cartografía histórica en el mundo cristiano occidental a partir del siglo VI abandonó las teorías de los sabios griegos y romanos y se alineó con las creencias religiosas. Los manuscritos de esa época se basaron en la mitología y el dogma, alejándose de cartas o mapas que pudieran representar una realidad topográfica.
Hasta el siglo XIV los mapas en Occidente siguieron el esquema del Orbis Terrarum, también llamados T-O, donde la tierra se representaba en un círculo en el que se incluían tres grandes regiones, Europa, Asia y África, rodeadas de agua y separadas por unos brazos que representaban el mar Mediterráneo y los ríos Nilo y Danubio. Estas regiones correspondían respectivamente a los descendientes de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. En medio del mapa se situaba Jerusalén como centro del judaísmo y de la cristiandad.
Dentro de este grupo destacan los manuscritos basados en los Comentarios al Apocalipsis, del Beato de Liébana, y que engloban varios manuscritos dibujados en diferentes monasterios entre los siglos X y XII. Entre nosotros, uno de los más conocidos es el del Beato de Saint-Sever, realizado entre los años 1050-1070, donde aparece manuscrito, por primera vez, sobre un mapa el nombre de Wasconia, en referencia a un espacio geográfico en el entorno del monasterio de Saint-Sever. Mucho se ha debatido sobre el significado y lo que abarcaba este topónimo.
Junto a este nombre de lugar aparece otro topónimo, Cantabria. En principio, podemos aceptar que en esos dos términos se englobaba un espacio geográfico de referencia para nuestro territorio actual.
En el mapamundi islámico-normando del siglo XII, del ceutí Al-Idrisi, la visión del mundo se representó muy alejada de la visión teológica cristiana. Para su confección, Al-Idrisi recurrió a las fuentes griegas de Ptolomeo del siglo II, adelantándose en el tiempo a la cartografía occidental. En el citado mapa, con el norte y sur representados en sentido inverso al usado por nosotros, aparece dibujada la costa vasca y los topónimos de Pamplona y de Baiona escritos en grafía islámica. También se puede observar de forma muy marcada la barrera de los Pirineos.
Los mapamundis T-O más conocidos del siglo XIII que han llegado hasta nuestros días son los de Hereford y de Esford. El de Hereford, en Inglaterra, datado hacia 1300, conservado en forma de retablo en la catedral, mide 132 x 162 centímetros y se dibujó sobre una única pieza de pergamino. Por su parte, el mapamundi de Esford es un mapa mural circular, realizado también sobre pergamino, que mide aproximadamente 3,57 metros de diámetro –el mayor de su tiempo– y fue realizado en torno a 1300 en el mismo monasterio benedictino de Ebstorf, en la Baja Sajonia en Alemania, donde fue localizado en 1830. El original resultó destruido en un bombardeo sobre Hannover en 1943 y se ha podido reproducir a partir de fotografías hechas al original.
Visión teológica
Ambos mapas muestran una visión teológica del mundo propia de la época, más que una realidad geográfica. No obstante, están representados en ellos más de 400 topónimos junto a eventos bíblicos, animales, plantas, personajes y escenas de la mitología clásica. También en estos dos conocidos mapamundis del siglo XIII aparecen los topónimos Wasconia y Vasconia, poniendo de manifiesto la existencia de una realidad cultural y geográfica relevante. Al lado de estas representaciones geográficas de visión teológica, a partir del siglo XIII en el entorno mediterráneo, donde se llevaba a cabo la mayor actividad comercial en Europa, surgieron unos mapas cuya finalidad estribaba en su utilidad en la navegación. Se siguieron dibujando sobre pieles de animales –cordero o cabra– y empezaron a ajustarse mucho a la realidad territorial, sobre todo en el recorte de las costas. Mostraban una información detallada sobre puertos y enclaves marítimos, sin embargo se mostraban mudos sobre geografía de tierra adentro, por lo que se rellenaban estos espacios vacíos con representaciones mitológicas tomadas de los mapas medievales. Estas cartas de navegación, llamadas portulanos, surgieron en el Mediterráneo –en los puertos italianos de Génova y Venecia, además de en las costas catalanas– en el siglo XIV y se utilizaron hasta el siglo XVII, llegando a ser impresos.
El mapa manuscrito más conocido de entre los portulanos es el Atlas Catalán de los judíos catalanes Abraham y Jafuda Cresques, de 1375. Este portulano fue un obsequio del rey de la corona de Aragón Pedro IV al rey Carlos VI de Francia. El Atlas Catalán muestra, además de la información propia para su uso en la navegación, una rica iconografía en su interior heredera de la cartografía medieval, lo que hace de él una joya cartográfica única. Se conserva en la BNF de París. El portulano Atlas Catalán fue de los primeros mapas en los que aparecieron perfectamente ubicados e identificados varios lugares de la costa vasca: Baona de Gascogna Baiona, San Johan Donibane Loitzune, Fontarabia Hondarribia, Figo Cabo Higuer, Vitarza puerto medieval de Oiasso-Huarcha en el río Bidasoa, San Sebastia Donostia, Cataria Getaria, Bremeo Bermeo, Marchiach Matxitxako, Birbao Bilbao y Galleto Portugalete.
En el portulano italiano de Otomano Freducci de Ancona, de 1497, en el que aparecen los reinos cristianos de la península, nuestro entorno geográfico aparece nombrado como Biscallia y Guaschoigna. En el mapa veneciano de Agnese, de 1544, nuestro país aparece denominado como Regnu Navarre y Guasconia.
Otro mapamundi extraordinario es el de fra Mauro, un monje que lo dibujó sin salir de su monasterio en Venecia por encargo del rey de Portugal Alfonso V. Fra Mauro realizó este gran mapa del mundo a partir de informaciones de exploraciones que navegantes chinos y árabes habían realizado en el mar Índico, copiando de mapas del propio Marco Polo. La finalización del mapamundi está datada en 1460 por una inscripción que se halla en la parte posterior de la pieza. El mapa fue coloreado con tintas y pinturas al temple sobre hojas de pergamino pegadas a una plataforma giratoria de madera circular de aproximadamente 196 centímetros de diámetro. La ronda se completa con alrededor de 2.800 nombres de lugares, 200 textos breves en lengua vernácula veneciana y cientos de representaciones icónicas de ciudades, barcos, animales, monumentos arquitectónicos, montañas, carreteras, ríos, etc. El manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nazionale Marciana de Venecia.
En este mapa, que es de transición entre los portulanos mediterráneos y los nuevos mapamundi de Ptolomeo del siglo XV, se ven reflejados varios lugares de la costa vasca. Así, aparece escrito Gascogna en la zona de la Gascuña, Auto rauia Hondarribia, Baiona Papaluma Pamplona, Navara Navarra, Todeli Tudela, Estela Estella, Diana Viana, Birbao Bilbao, Bermeo, Vescaia Bizkaia o Ronziuale Roncesvalles.
Ptolomeo, imprenta y américa
Entre los siglos XV y XVI se encadenaron tres hechos transcendentales que cambiaron el rumbo de la cartografía: la recuperación de la obra de Ptolomeo por parte del mundo cristiano occidental, el nacimiento de la imprenta y el descubrimiento de América.
Claudio Ptolomeo fue uno de los últimos grandes astrónomos y teóricos del conocimiento de la Antigüedad y el inspirador de la cartografía moderna. Fue un astrónomo, matemático y geógrafo perteneciente a una familia griega residente en Alejandría, en el Egipto ocupado por los romanos. Nació y vivió entre los años 90 y 168. Su obra llegó a Occidente de manos de los eruditos bizantinos y árabes, pues en la Europa cristiana occidental, donde primó el dogma religioso, se le ignoró casi completamente, al menos hasta los últimos tiempos de la Baja Edad Media. Su recuperación para la geografía occidental llegó cuando los especialistas encargados de traducir del griego original al latín las obras procedentes de Bizancio se instalaron en Florencia. La representación ptolomeica del mundo, realizada con todos los avances conseguidos por la ciencia grecorromana precedente, constituyó el punto de partida de la cartografía moderna. Su obra Almagesto era un tratado de astronomía y matemáticas donde Ptolomeo exponía su creencia de que la Tierra es una esfera que domina el centro del Universo y de que este gira a su alrededor. Su obra Geographia fue traducida del griego al latín por el florentino Jacobo d’Angelo en 1406 cambiando su título por el de Cosmographia.
La invención de la imprenta lanzó a la fama la obra de Ptolomeo. En 1482 se hizo la primera impresión de la Geographia ptolomeica al norte de los Alpes en la ciudad alemana de Ulm. Edición considerada la más importante de entre los incunables, se basa en un códice manuscrito que el cartógrafo alemán Nicolaus Germanus copió de la obra de Ptolomeo. Debido al éxito editorial, se volvió a editar en 1486, siendo esta de una de las ediciones más bellas de la obra de Ptolomeo. Los mapas impresos en esta segunda edición fueron iluminados a mano dando lugar a obras de gran belleza y colorido. La edición de Ulm contiene, además, el primer mapa moderno impreso de la península Ibérica. En este mapa, donde se representan los reinos de la península, nuestro espacio geográfico se expresa con los términos de Gasconia y Regnun Navarie, que aparece como reino independiente.
Con las primeras noticias de los descubrimientos ultramarinos, se confeccionaron revisiones del mapamundi de Ptolomeo en un intento de aunar el viejo conocimiento geográfico con los nuevos hallazgos. Fue el alemán Martín Waldseemüller el que imprimió entre 1507 y 1513, en Estrasburgo, la edición de la Geografía en la que, sin alterar la plantilla ptolomeica original, se incluyeron los primeros mapas de América, lo que lleva a considerar esta obra como el primer atlas moderno. El también cartógrafo alemán Sebastián Munster publicó en 1532 una obra titulada Cosmografía, en la que, a una visión de la Geografía de Ptolomeo, acompañó con hermosas vistas de varias ciudades europeas. En esta obra también aparece una de las tablas Novas de Hispania. Aquí nuestros territorios se ven reflejados como Bizcaia y Navarra y la Gasconia vuelve a su ubicación tradicional al norte de la línea pirenaica.
Miguel Servet corrigió y añadió nuevas secciones al original de la Geografía y lo imprimió en Lyon en 1535. En esta edición todo nuestro entorno aparece bajo el nombre de Bishaia.
En cuanto a los mapas manuscritos autóctonos más antiguos, encontramos un croquis de campo incluido en un pleito de 1493 seguido en la Chancillería de Valladolid. Se representan en él, las principales fortalezas ubicadas al sur de la provincia de Araba, en la zona fronteriza del curso del río Ebro, sobre el que se sitúan varios puentes. En el lado inferior del mapa se dibujaron varios hombres extrayendo hierro para el conde de Salinas, mineral que transportan en barca a las herrerías al otro lado del río. En el texto aparecen los términos Viscaya, Guypuzcoa, Alava, fortaleza de Ocio y lugar de Labastida, Haro, Miranda de Ebro y Puentelarra… entre otros.
El estudio de la cartografía histórica, ya sea medieval o de la época moderna, constituye un elemento más junto con otras disciplinas de la Historia que nos permite conocer o reflexionar sobre nuestro pasado. La historia es compleja y no admite dogmas ni simplificaciones. Somos porque fueron y porque somos, serán: Izan zirelako, gara; garelako, izango dira.
El autor
jabier aspuru
Ha sido profesor de Enseñanza Secundaria en el Instituto Zaraobe, de Amurrio. En la actualidad, se dedica a tareas de investigación y de divulgación, colaborando con diferentes publicaciones.
El portulano Atlas Catalán fue de los primeros mapas en los que aparecieron perfectamente ubicados lugares de la costa vasca
La obra de Ptolomeo, el nacimiento de la imprenta y el descubrimiento de América cambiaron el rumbo de la cartografía