Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre fueron dos protagonistas fundamentales en la larga lucha del pueblo vasco por avanzar en su autogobierno y en la no menos larga por conseguir la paz; ninguno de los dos se rindió nunca
Un reportaje de Iñigo Camino García
Decenas de veteranos ertzainas se reunieron el pasado 17 de noviembre en torno a una mesa para conmemorar, en la intimidad, el 25 aniversario del asesinato de Joseba Goikoetxea Asla, sargento mayor de la Ertzaintza. Joseba fue responsable de información, investigación y operativos de la Policía Vasca contra el terrorismo de ETA en los sangrientos años ochenta. Muchas vivencias de aquellas difíciles décadas habrán sido, con toda seguridad, recordadas estos días por aquellos pioneros y curtidos Ertzainas con motivo del aniversario de la muerte de uno de sus más carismáticos líderes.
Un fin de semana de otro noviembre del ya lejano 1986, la Ertzaintza recibió una llamada con una información que podía tener relación con el secuestro del antiguo ertzaña del 36, industrial y promotor de ikastolas, Lucio Aginagalde. Sin pensárselo dos veces se pusieron en marcha al mando del veterano Genaro García de Andoain, delegado general para asuntos de Ertzaintza. Genaro era un antiguo resistente antifranquista, vinculado desde siempre al consejero de Interior Luis Mari Retolaza. El equipo se acercó desde Altube y se encontraron ante la exigua entrada a una cueva. Detuvieron a un supuesto setero que deambulaba por la zona y Genaro trató de negociar con los miembros del comando secuestrador, pero estos salieron disparando de la cueva y García de Andoain cayó en aquel bosque de hayas. Junto a Genaro se encontraba Joseba Goikoetxea.
A partir de entonces, Goikoetxea asumió el liderazgo de los cada vez más profesionales y mejor formados equipos de información e investigación del Departamento de Interior, así como de los principales operativos de la Ertzaintza contra los comandos de ETA. En las tareas de información y análisis, Joseba contó con la colaboración imprescindible de un equipo de confianza. Recabar información del mundo de ETA era una constante de los primeros equipos del Departamento de Interior que lideraba el veterano Luis Mari Retolaza.
RED CON VETERANOS EXILIADOS Joseba Goikoetxea mantenía una estrecha relación con Gorka Agirre desde los tiempos en que todavía solteros pasaban fines de semana en el apartamento que Gorka alquiló en Donibane Lohitzune. Al final del franquismo, muy joven se había trasladado de Lovaina a Iparralde, donde fue encargado de volver a poner en marcha la imprenta Axular, desde la que el PNV editaba su propaganda clandestina y que había sido destruida por un atentado de la ultraderechista organización ATE. Gorka, sobrino del lehendakari Aguirre, había ayudado a legalizar su situación a numerosos refugiados vascos llegados a Bélgica en los años 60, por lo que se introdujo con facilidad en los ambientes del exilio de Baiona. Conoció a nuevos miembros de ETA e inició una fluida relación con dirigentes de aquellas primeras generaciones como Etxabe, Txomin o Azkoiti.
Al mismo tiempo, Gorka Agirre reconstruía con otros militantes del PNV las cadenas fronterizas para el paso por la muga de la propaganda clandestina antifranquista. En esa labor Gorka contó con la colaboración de veteranos como el bergarés Jokin Intza, el gordo Intza, que había regresado de Venezuela; los hermanos Durañona, con su agencia en Hendaia; Hilario Zubizarreta, gudari del Batallón Gernika, el Dr. Irurita, el irundarra Jose Martin Manterola, o los contactos generados desde Villa Izarra por los Barrutia y un grupo de jóvenes mugalaris navarros. Otro de sus contactos, el irundarra e histórico nacionalista Patxi Sagarzazu, era propietario de una agencia de exportación e importación en la frontera. De aquella época viene también la amistad de Gorka Agirre con el propietario del bar El Faisán, quien a su vez tenía fluidas relaciones con los aduaneros franceses y españoles.
Durante el secuestro de Aingeru Berazadi por ETA político-militar en abril de 1976, el PNV intentó mediar sin éxito para evitar su ejecución. El asesinato de aquel empresario euskaltzale supuso un antes y un después, tras uno de aquellos inesperados saltos cualitativos que se seguirían repitiendo una y otra vez en la permanente huida hacia adelante de ETA.
A pesar de las elecciones democráticas y de la aprobación del Estatuto de Gernika, la violencia de ETA entró en una imparable espiral que causó centenares de muertos. La búsqueda de la Paz, a través del diálogo y de la lucha contra ETA de la Ertzaintza, sería una constante de los equipos del PNV, liderados por Arzalluz y Retolaza en los ámbitos político e institucional, con la colaboración, entre otros, de Gorka Agirre y Joseba Goikoetxea.
NO DEL PNV al sufrimiento Desde el inicio de la violencia de ETA, el liderazgo de Juan Ajuriaguerra había llevado al PNV a una rotunda oposición a los medios violentos. Cuentan que don Juan decía que “con la violencia se sabe cuándo y cómo se empieza, pero nunca se sabe cuándo y cómo se termina”. El PNV no quería volver a iniciar una nueva guerra contra un enemigo superior, no quería generar más sufrimiento. Había aprendido en carne propia. Durante años, jóvenes de EGI habían ido integrándose en sucesivas generaciones de la primera ETA. Uno de ellos primo del propio Joseba Goikoetxea, Ritxi González Goikoetxea, muerto años después, en 1978, en un tiroteo policial en Bilbao. En la frontera de Urdax habían matado en 1972 a Juan Antonio Aranguren Mugika, hijo del jeltzale deustoarra Juanito Aranguren, muy cercano a los burukides Juan Ajuriaguerra y Lucio Artetxe. Antes, en 1969, dos militantes de EGI, Joaquín Artajo y Alberto Azurmendi, murieron en Ulzama, cuando les explotaron en su vehículo las bombas con las que pretendían volar una carretera para boicotear la Vuelta Ciclista a España.
Volviendo más atrás en el tiempo, humanizar la Guerra había sido una constante en la acción de la generación del lehendakari Aguirre. Irujo lo supo expresar al afirmar que “cada atentado contra la vida ajena es más pernicioso que una derrota: más se pierde con un crimen que con una batalla”. Algunas frases de Aguirre ejemplifican bien aquella forma de entender la militancia antifranquista: “La violencia nunca ha sido solución permanente, aunque parezca momentáneamente triunfante” o “El rencor y el odio son mezquindades propias de hombres débiles y cobardes. La generosidad y el perdón son patrimonio de los espíritus fuertes”. Estas ideas fueron cincelando la forma de afrontar la política de los Ajuriaguerra, Arzalluz o Retolaza, y de la siguiente generación en la que se integraban Joseba Goikoetxea o Gorka Agirre.
Cuando murió Franco, Joseba Goikoetxea compartía celda en Carabanchel con dos presos del PNV y otros reclusos de ETA. Aquella mañana de noviembre del 75 los presos políticos de Carabanchel salieron de las celdas fumando unos ostentosos habanos. Ni Joseba ni sus compañeros imaginaron entonces que tendrían que transcurrir cuatro décadas de terror hasta la disolución de ETA.
NÚCLEO DURO DE lA FUTURA POLICÍA La primera ruptura pública del PNV con ETA llegó en noviembre de 1978, con una manifestación de masas que abarrotó las calles de Bilbao, reclamando Paz y Libertad frente al terrorismo de las dos ramas de ETA. Aquella manifestación provocó debate en el seno del PNV, con una tormentosa asamblea regional de Bizkaia en Galdakao. Joseba Goikoetxea fue uno de los organizadores de aquella marcha por la Paz, un paso decisivo para asentar el liderazgo de Arzalluz al frente del PNV.
Tras la abstención en el referéndum constitucional, el PNV se volcó en la negociación y el refrendo del Estatuto de Gernika como instrumento para avanzar en el Autogobierno. Fue entonces cuando Joseba fue llamado por el consejero Retolaza para poner en marcha la parte administrativa del que luego sería cuerpo de escoltas de Berrozi, germen de la futura Ertzaintza. Aquel grupo escogido fue preparado por asesores británicos. Los esfuerzos de Retolaza enlazaban con los sucesivos intentos del PNV y del Gobierno vasco en el exilio para dotarse de un cuerpo de élite que, tras el final de la dictadura de Franco, pudiera preservar en Euskadi el orden público. El mismo objetivo de los grupos de gudaris del Batallón Gernika y de jóvenes huidos de Euskadi Sur instruidos en París por militares americanos en 1945 , entre los que se encontraba el propio Retolaza.
El PNV mantuvo esta misma constante durante la transición con la puesta en marcha de un potente servicio de seguridad para sus actos y manifestaciones, la Ertzaña del PNV con sus característicos kaikus azules. Esta organización se vio fracturada por la crisis interna sabiniana a partir de 1978. Otro jeltzale, José Martin Gardeazabal, fue encargado de organizar con militantes más jóvenes un grupo preparado para cualquier eventualidad y buena parte de ellos terminarían formando parte de la Ertzaintza.
Desde París hasta Berrozi, todas estas iniciativas tenían en común la necesidad de tener activo un núcleo que pudiera ser el germen de una futura Policía vasca democrática. Con Carlos Garaikoetxea como lehendakari, Luis Mari Retolaza se puso manos a la obra con un equipo formado, entre otros, por Eli Galdos, Genaro García de Andoain o Ramón Villalonga Sota. Entre inevitables improvisaciones, el equipo de Retolaza puso en marcha la Ertzain-tza primero con el grupo de berrozis y luego en la Academia de Arkaute.
INFORMACIÓN e INVESTIGACIÓNA La información era imprescindible, entre otros objetivos, para evitar la entrada en la Academia de Arkaute de aspirantes cercanos a ETA e impedir otras infiltraciones interesadas. No siempre se lograron evitar y la más sonora fue la de De Juana Chaos. Retolaza, con personas de su absoluta confianza, puso en marcha un grupo para generar análisis e información sobre el mundo de ETA. Para entonces Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre eran más que uña y carne en el campo político, profesional y personal.
En un reciente documental, Arzalluz desvelaba que trataron de enviar a Gorka Agirre a Argel para recabar información directa de las negociaciones entre la ETA de Txomin Iturbe y los representantes socialistas el año 1989. Ni unos ni otros aceptaron la intervención de Gorka, pero Agirre y Goikoetxea lograron activar a informantes alternativos argelinos. Antes habían trabajado para potenciar las vías de reinserción, lideradas por el senador del PNV Joseba Azkarraga con el ministro Rosón, dirigidas a miembros de la antigua ETA política militar. Propiciar la reinserción y la búsqueda de la Paz seguirían siendo constantes de su actividad, mientras la espiral de violencia terrorista de ETA seguía creciendo.
Tras la muerte de García de Andoain, Joseba Goikoetxea asumió nuevas responsabilidades en la Er-tzaintza, centradas en la lucha contra ETA. Al mismo tiempo Gorka Agirre se convertía en uno de los burukides de máxima confianza de Xabier Arzalluz, tanto en las relaciones internacionales como en el conocimiento de ETA y la interlocución con la izquierda abertzale. Gorka cuidó siempre sus fuentes y relaciones en Iparralde. Al equipo de Goikoetxea se había incorporado un joven y preparado ertzaina, el suboficial de información Montxo Doral, yerno del histórico Patxi Sagarzazu, asesinado después por una bomba de ETA en 1996.
Años atrás, acompañados por el gudari Hilario Zubizareta, Goikoetxea y Doral viajaban a menudo a Iparralde para tomar el pulso a los círculos de refugiados.
La Ertzaintza siguió pagando con sangre su lucha contra ETA, una organización que -como vaticinó Ajuriaguerra- no había sabido abandonar su estrategia armada. Díaz Arcocha, García de Andoain, Pacheco, Hortelano, Menchaca, Goikoetxea, Mendiluce, Gonzalez Villanueva, Doral, Agirre, Diez Elorza, Totorika, Uribe, Arostegi y Mijangos fueron asesinados entre 1985 y 2001. El consejero de Interior Juan Mari Atutxa fue, durante años, objetivo prioritario para sucesivos comandos de ETA.
GORKA NUNCA SE RINDIÓ Tras el asesinato en 1993 de Joseba, Gorka Agirre siguió empeñado en la búsqueda de la Paz desde un profundo conocimiento de ETA y de la izquierda abertzale. Este empeño quedó plasmado en los artículos firmados bajo el seudónimo colectivo de J. Txindoki. Gorka siguió participando en los sucesivos y frustrados intentos de diálogo con ETA, se volcó en la negociación del Acuerdo Lizarra-Garazi y en su socialización, llevándose un tremendo disgusto cuando en el verano de 1999 comenzó a observar síntomas en ETA que vaticinaban el fracaso de aquel intento de Paz. A pesar de los reveses, nunca se rindió.
El 22 de noviembre de 2013, veinte aniversario del atentado contra Joseba, su familia y amigos organizamos el homenaje Josebaren bizipoza. El objetivo era celebrar los dos primeros años sin violencia de ETA en Euskadi, tal y como a Joseba le hubiera gustado, con bertsos y música en euskera. En aquel reconocimiento no pudo participar su mejor amigo, Gorka Agirre, fallecido el 20 de marzo de 2009 tras padecer un cáncer y sufrir una injusta persecución.
Al acto en recuerdo de Joseba asistió una representación plural de los partidos políticos vascos, así como familiares de víctimas de ETA y del GAL. Al día siguiente las primeras páginas coincidieron en destacar una fotografía en la que Rosa Rodero, su viuda, era abrazada por Carmen Guisasola, antigua integrante del Comando Bizkaia de ETA. Los hombres de Joseba habían tratado de detener a Guisasola años atrás.
Aquel día realizó su primera intervención pública la joven Leire Goikoetxea, la hija que tenía 18 meses cuando su aita Joseba fue asesinado. Leire aseguró que le hubiera gustado conocer a su aita, quien “estaría muy feliz en una Euskadi sin violencia, en la que no vuelva a haber niños huérfanos que no conozcan a su padre”.
Quienes conocimos y quisimos a Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre, a Gorka y Joseba, con sus aciertos y errores, con sus virtudes y defectos, nos los imaginamos entonces y ahora brindando con dos espumosas jarras de cerveza por el logro de la ansiada Euskadi en Paz. Felices al comprobar que, por fin, el terrorismo de ETA es solo parte de una sangrienta historia que nunca debió haber comenzado.