La CNT, ante el horror del nazismo

El sindicato en Bilbao perfila una lista de 24 de sus miembros de Euskadi que sufrieron el terror de los campos de concentración nazis

Un reportaje de Iban Gorriti

Por nuestras mujeres de CNT que combatieron al comienzo de la guerra en batallones vascos en Gipuzkoa; por nuestros hombres que también lo hicieron contra los fascismos y por la libertad y unos ideales”. Las palabras de Iñaki Astoreka continúan como aquellos trenes que llevaban a la muerte. “Muchas de ellas y ellos acabaron en campos de exterminio nazis”, particulariza.

Sabedor de esto, el Comité de Memoria Histórica de CNT Bilbao al que Astoreka pertenece trabaja de forma minuciosa un muy avanzado listado de personas que fueron militantes del sindicato mayoritario en el Estado en 1936 y que acabaron con sus huesos -sin apenas carne ni fuerzas- en almacenes de humanos como Gusen, Dachau, Mauthausen o Feldkich, entre otros muchos.

Hasta la fecha, la Confederación Nacional de Trabajo ha registrado 426 personas afiliadas a sus siglas que fueron hacinadas en campos nazis. De ellas, 24 provenían de la CAV y Nafarroa. Es decir, el 5,63%. “Hay que reconocerles que antes de comenzar la guerra de 1936, antes del golpe de Estado, ya denunciaron que el fascismo estaba en auge, como ocurre ahora en Europa y aquí”, lamenta Astoreka. Agrega que “los cenetistas combatieron hasta el límite de sus fuerzas y muchos se vieron obligados a exiliarse. Continuaron, sin embargo, luchando en Francia en la resistencia. Algunos regresaron a España y fueron represaliados, y otros acabaron en campos de concentración donde muchos conocieron la muerte”.

Ahora, esos hombres y esas mujeres englobados en el término genérico de republicanos del Estado en aquellos barracones han visto rescatados sus nombres, en una lista “siempre sujeta a errores u omisiones, para que permanezcan en la memoria histórica. Queremos rendir homenaje a nuestras compañeras y compañeros de la CNT, víctimas del fascismo europeo”, enfatiza. Hace a su vez un doble llamamiento para que “quien lea este reportaje se ponga en contacto con CNT Bilbao para darnos pistas sobre familiares suyos que estuvieron en aquellos campos. Y queremos colaborar con el banco de ADN del Gobierno vasco por si aparecen exhumados más cuerpos de cenetistas”, lanza el guante Astoreka.

Los cenetistas prisioneros en campos de exterminio nazis fueron diez vizcainos, siete guipuzcoanos, seis navarros y un alavés. Todos fueron hombres. “Estamos seguros de que no son todos, que hubo más. Por eso pedimos la colaboración de familiares”, insiste.

Uno de aquellos vascos fue el vizcaino Marcelino Bilbao Bilbao, con una vida digna de película porque fue trágica desde su nacimiento cuando sus padres lo tiraron al río de Alonsotegi. Acabaría siendo un experimento humano del nazi Aribert Heim, conocido como Doctor Muerte, quien le inyectó benceno en el corazón.

Vicente Moriones Belzunegui era de Sangüesa. Pertenecía a la Red Ponzán. Utilizó pasaportes falsos gracias a la habilidad de compañeros de la organización bajo las identidades de José Luis Márquez Boya o Enrique Martínez. “El 14 de octubre de 1942, debido a la traición de un amigo zaragozano, la Policía irrumpió en la casa de Ponzán, en Toulouse, y detuvo a todos los presentes, entre ellos Moriones y el propio Ponzán”, relata Antonio Téllez en Cultura Libertaria.

EN FRANCIA A juicio de Iñaki Astoreka, estos cenetistas que cruzaron el Bidasoa durante la mal llamada Guerra Civil “huían de las bestias fascistas, tanto nacionales como internacionales, a las que habían combatido. Esos hombres y mujeres intentaron acogerse al país de la libertad y fueron recibidos como diablos que encarnaban una plaga”, valora, y va más allá: “Fueron internados en Francia en campos de concentración inhumanos y tratados como bestias, salvo excepciones. Muchos, además, fueron capaces de engrosar las filas de la resistencia, pagando con su muerte o sufriendo los campos de exterminio de Hitler”.

A pesar de su entrega total en batallones vascos de la CNT y en el resto del Estado, su ideología fue perdiendo adeptos. “Era muy difícil para aquellas personas transmitir unas ideas que estaban muy perseguidas, más con todo lo que había pasado en España con la guerra. Era un handicap, una barrera infranqueable. Por eso, hubo miedo a hablar a los descendientes sobre ello. Fuimos y somos rehenes de quienes firmaron los Pactos de La Moncloa”, analiza Astoreka.

El miembro de CNT Bilbao recuerda a otras personas que engrosan su lista, como el santanderino Luciano Allende Salazar, conocido como Toto, que protagoniza una fotografía que corta la respiración. “Es el hombre que carga en sus espaldas con un compañero exhausto”, subraya. Allende participó en diversas acciones armadas contra las tropas alemanas hasta ser detenido por la Gestapo en marzo de 1944.

“No pudieron sacarle nada y lo deportaron a Neuengamme, una antigua fábrica de ladrillo utilizada como fábrica de horror por las SS”, agrega. Murió en 1983. Tampoco quiere olvidar, por ejemplo, al bilbaino Francisco Foyo, que fue liberado de Mauthausen en mayo de 1945, o a la aragonesa Alfonsina Bueno, que fue condecorada por las autoridades británicas, estadounidenses y francesas por su participación en la resistencia. Falleció en Toulouse en 1979. Astoreka concluye orgulloso de estas figuras ya históricas: “Nuestros compañeros y compañeras fueron personas que nunca se rindieron”.

¿Sandino hizo suyo el cooperativismo de Belausteguigoitia?

Un periódico nicaragüense asegura que el revolucionario incorporó a su doctrina el supuesto “cooperativismo anarquista vasco” que defendía el jurista alavés del PNV.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.
Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.

pudo el histórico líder revolucionario nicaragüense Sandino adoptar la visión de cooperativismo vasco del alavés Ramón Belausteguigoitia, del PNV, en los años 30? Hay analistas que así lo estiman y creen que el americano pudo hacer suyo parte del ideario del de Laudio tras los encuentros diarios que mantuvieron ambos durante dos semanas en Nicaragua. Es decir, ¿cabe pensar que las bases democristianas del partido jeltzale pudieron tener algo de peso en los dogmas del ideario del denominado General de los hombre libres?

El escritor e historiador Jorge Eduardo Arellano así lo valora en una columna de opinión del periódico El nuevo diario de Managua, reflexión publicada estos días bajo el título Sandino y sus ideas. Arellano valora algunas corrientes que él estima que él percibe en los escritos del líder revolucionario: “El sindicalismo de raigambre socialista que había vivido y absorbido durante sus formativos años en México, el cooperativismo anarquista vasco que le planteó Ramón de Belausteguigoitia en el libro Reparto de tierras y problema nacional (1933) -inspirador de su proyecto socioeconómico de carácter utópico-, más el teosofismo de Joaquín Trincado”.

¿En Nicaragua, el discurso de Belausteguigoitia puede ser considerado como “cooperativismo anarquista vasco”? El portal de internet About Basque Country se sorprende con la utilización por parte del autor de esos términos, pero cree que tiene una explicación. “La pregunta es por qué sus planteamientos cooperativistas pueden llegar a ser definidos como anarquistas. Sin duda, es debido a que la idea cooperativista que está inserta en el alma del nacionalismo vasco de esa época (y que fue el germen del cooperativismo vasco de hoy) es revolucionaria”, valoran sus autores, que han dado a conocer la noticia de la que se hace eco DEIA con su permiso.

Continúan: “Es revolucionaria porque se sitúa, a un tiempo, en oposición al capitalismo desalmado y al marxismo deshumanizador. Puede que, por eso mismo, Sandino asimilase sus ideas con facilidad, porque esa visión anticapitalista y antimarxista era la que guiaba su pensamiento político. Resulta curioso ver cómo hoy en día ese convencimiento de la existencia de una tercera vía, claramente presente en el nacionalismo vasco de los años 20 y 30 del siglo pasado y alimentada profundamente por la doctrina social de la Iglesia, sigue siendo tan revolucionaria que merece la etiqueta de anarquista”.

DUDAS. Este diario ha consultado a otros analistas. Luis Fuentes, secretario general del sindicato CNT entre 1999 y 2002, se muestra escéptico: “No creo que, en dos semanas de encuentro, a una persona con criterio y filosofía como era Sandino, por muy hábil que fuera Belausteguigoitia, pudiera influenciarle tanto. Eso significaría que el perfil de Sandino era muy débil, cosa que no era así”.

Sin embargo, la web About Basque Country, constituida en Barakaldo, incide en que les impresiona “la frase con la que el historiador nicaragüense describe el cooperativismo basado en los principios de la doctrina social de la Iglesia que guiaban a este nacionalista vasco, como cooperativismo anarquista vasco. Eso sí que es ser un revolucionario”, valoran.

Otra impresión llega desde Italia a DEIA, de manos del profesor de la Universidad de Bari y autor del libro ELA en la Segunda República (Txalaparta, 2011), Dario Ansel. Este docente califica de “demasiado atrevida” la percepción de Arellano a la hora de denominar el cooperativismo de Belausteguigoitia como anarquista, y agrega que quizás pudo tener algo de influencia en Sandino, pero prefiere no postularse por no ser este líder parte de su ámbito de estudio. “La opinión me parece demasiado atrevida. Además, Belausteguigoitia era nacionalista y punto. Gran estudioso de la cuestión social (sobre todo en el ámbito agrario y pesquero), fue uno de los reformadores dentro de la heterogénea comunidad nacionalista. Es decir, en los años 20 no fueron muchos los que lo escucharon, porque su pensamiento chocaba con la línea del partido, en aquella época claramente filoburguesa”, contextualiza, y pasa a analizar el tema en cuestión: “Sobre la cuestión del cooperativismo, es evidente que la experiencia vasca, teórica y prácticamente, fue muy peculiar, pero en absoluto revolucionaria. El cooperativismo fue una pieza fundamental de la doctrina social cristiana, mientras que los socialistas la miraban con cierta desconfianza, aunque muy pronto entendieron bien sus potencialidades”.

Dario Ansel va más allá en su razonamiento: “Lo que es cierto es que en aquella época algunos sectores barajaban, en serio y no solo con palabras, la posibilidad de crear un sistema que fuera realmente una alternativa al capitalismo y al socialismo y, ahí, el cooperativismo era, junto al mutualismo, un factor fundamental en esta tarea, en cuanto permitía conciliar la salvaguardia de la propiedad con el bienestar común: los objetivos eran el fomento de la pequeña propiedad y de la propiedad colectiva. En fin, no sé decir si Sandino haya podido tener en cuenta el pensamiento de Belausteguigoitia en este campo, pero mi opinión es que definir como anarquista el ideario de Ramón me parece desvirtuar su pensamiento. Él era nacionalista y sus ideas fueron compartidas por muchos de sus compañeros. Es suficiente ojear el programa de ELA, y hasta algunas de las directrices sociales dictadas por el PNV durante la República, para darse cuenta de eso”, concluye el de Bari.

A FAVOR. El analista político y jurista Iñigo Landa deja una puerta abierta a la posibilidad de que Sandino sí se armara de pensamientos del alavés. “Por supuesto que Belausteguigoitia podría haber tenido cierta influencia en el cooperativismo nicaragüense estructurado por Sandino. Sí queda claro que reflejó lo que había en el pueblo vasco: una sociedad horizontal con pocos caciques y mucho auzolan y cooperación… y sin reyes”, valora el bilbaino.

El encuentro entre el escritor, jurista y especialista en materias agrarias, el alavés Ramón Belausteguigoitia (Laudio, 1891; Madrid, 1981) y Augusto César Sandino (Niquinohomo 1895; Managua, 1934) se produjo en el Campamento del Ejército de La Libertad en Nicaragua y quedó impreso para la historia en el libro Con Sandino en Nicaragua. La hora de la paz, obra de 1934 del literato vasco. La publicación se concretó tras dos semanas de encuentros con quien consiguió sacar las tropas de colonización estadounidenses de su país en la primera mitad del siglo XX. “Unas veces, el caudillo me llamaba a mí y otras iba yo a visitarle a su casa, que custodiaba su guardia personal con ametralladoras en sus manos”, escribía Belausteguigoitia y continuaba: “Me recibía sonriendo y abrazándome, como era su costumbre”.

El de Laudio calificaba en su libro al revolucionario como “el Pancho Villa de la revolución nicaragüense”, “un espíritu delicado y fino, un hombre de acción y un vidente”, escribió siendo corresponsal de prensa en Nicaragua quien fue futbolista ganador de la Liga entre 1914 y 1916 con el Athletic, como también su hermano José María. Fue corresponsal de guerra y gran viajero. Vivió en México y fue miembro activo del Centro Vasco de México y de la oposición antifranquista.