El primer lehendakari, agradecido por cómo le acogió Catalunya en la guerra, prometió al president que le acompañaría si tenía que salir al exilio. y lo cumplió
Un reportaje de Iban Gorriti
Aguirre y Companys, en un acto público celebrado en octubre de 1938 en Barcelona. Foto: Archivo de Jesús Elosegi
Las palabras del vicesecretario de comunicación del Partido Popular, Pablo Casado, pusieron la piel de gallina a más de una persona que las oyeron, leyeron, en definitiva, sintieron semanas atrás: “No tenemos nada que ceder ni negociar con los golpistas. El que la declare (por la independencia en Catalunya), lo mismo acaba como el que la declaró hace 83 años”.
Ocurrió el pasado 9 de octubre. Pablo Casado -de forma paradójica, nieto de un médico republicano de UGT que sufrió el franquismo- envió el mensaje al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al que comparó con su homónimo Lluís Companys (1882-1940). El histórico president catalán declaró la independencia de Catalunya el 6 de octubre de 1934. Desde entonces han transcurrido poco más de 83 años. Por ello fue encarcelado y tras ser detenido por la Gestapo fue fusilado por el régimen totalitarista de Franco el 14 de octubre de 1940, en Montjuic. El malogrado político se convirtió en el único presidente en toda Europa asesinado por el fascismo. “Fue falsamente acusado de sedición, juzgado sin garantías procesales, condenado a muerte y fusilado”, valora en un estudio Marc Pons.
Sin embargo, 77 años después de aquel asesinato de Estado aún resuena el apoyo agradecido del lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960) a Companys. Todavía nuestros mayores retienen frases del presidente natural de Getxo como: “Siempre con Catalunya”. De hecho, prometió al president catalán que si este último algún día tenía que poner rumbo al exilio, él le acompañaría. Y cumplió su palabra.
Lo hizo quien tras estallar la guerra el 18 de julio de 1936 ya difundió el siguiente recado: “La causa de la libertad catalana era la causa de la libertad vasca. Así lo había de entender un espíritu recto”.
En 1939 Aguirre se unió a Companys y acompañados por sus gabinetes cruzaron la frontera para llegar al Estado francés. El lehendakari viajó de París -donde estaba exiliado- a Catalunya en la noche del 24 al 25 de enero. Como curiosidad, días antes, el 22, se publicó por última vez en Catalunya el diario Euzkadi, editado en Barcelona por el PNV desde diciembre de 1937, y ese mismo día se dio orden a los hospitales que gestionaba el Gobierno de Euzkadi para el cierre de los mismos y la evacuación del personal y enfermos.
El 23, Companys había cenado con Josep Andreu i Abelló, presidente del Tribunal de Casación de Catalunya. Ambos recorrieron en coche las calles desiertas de Barcelona. Andreu narró ese último paseo nocturno de Companys por la capital: “Fue una noche como nunca olvidaré. El silencio era total, un silencio terrible, como solo se advierte en el punto culminante de una tragedia. Fuimos a la plaza de Sant Jaume y nos despedimos de la Generalitat y de la ciudad. Eran las dos de la madrugada. La vanguardia del ejército nacionalista estaba ya en el Tibidabo y cerca de Montjuict. No creíamos que volviésemos jamás”. Companys salió de Barcelona a las tres de la madrugada del día 24.
Según narra el historiador de Sabino Arana Fundazioa, Iñaki Goiogana, Manuel Irujo acompañó a Aguirre. “La misión que se habían impuesto era, por una parte, coordinar las labores de evacuación y, por otra parte, asistir a la que resultaría última sesión plenaria de las Cortes de la República”, subraya.
El 26, la ciudad condal fue ocupada por los sublevados. El lehendakari, ante la imposibilidad de llegar a Barcelona, se instaló en Port de Molins. El 4 de febrero, el lehendakari decidió abandonar Catalunya y partir hacia Francia, “pero no quiso hacerlo solo”, enfatiza Goiogana. Quiso hacerlo acompañando al president de la Generalitat, Lluís Companys.
cruzar la frontera Los dos presidentes supieron que Manuel Azaña, Juan Negrín y Diego Martínez Barrio, presidentes de la República, del Gobierno y de las Cortes, respectivamente, también querían pasar a Francia. “Los cinco acordaron cruzar juntos la frontera y hacerlo por un punto poco frecuentado. Sin embargo, cuando al día siguiente, 5 de febrero, los presidentes vasco y catalán se acercaron a la casa donde habían pasado la noche los más altos cargos de la República se encontraron con que estos habían marchado ya, sin esperarles como habían convenido, y no les quedó otra que emprender el ascenso del collado de Manrella y, una vez coronada la cima, bajar a Les Illes, primer municipio francés”, agrega el investigador.
A juicio de Goiogana, el recorrido que hicieron juntos el lehendakari Aguirre y el president Companys venía a ser una metáfora de la situación del momento y de lo que vendría más tarde. “Se dice que Companys, al llegar a Les Illes, llevaba el dinero justo para pagarse una tortilla. No tenían más, ni él ni su Ejecutivo, despojados por parte del Gobierno de la República de las cantidades de dinero previstos para la evacuación cuando los camiones de la Generalitat que lo transportaban a la frontera pasaron por Figueres”.
Cuatro años después y tras haber sido ejecutado Companys, del puño de Aguirre quedaron escritas las siguientes reflexiones en su libro De Gernika a Nueva York, pasando por Berlín (1943). “Salía el presidente de Cataluña señor Companys por el monte, camino del exilio. A su lado marchaba yo. Le había prometido que en las últimas horas de su patria me tendría a su lado, y cumplí mi palabra. También el pueblo catalán emigraba, y también la aviación de Hitler, Mussolini y Franco, asesinaba a mansalva a aquellos peregrinos indefensos. (…) Yo miraba con dolor a los fugitivos, porque para nosotros los vascos se había guardado en Francia aquellas normas de pudor que impone la desgracia. Se nos atacó y calumnió por los bien pensantes, pero vivimos en nuestras propias instituciones y fuimos distinguidos con afecto por las autoridades y personalidades de todas las ideas”.