El órdago a los consejeros socialistas de Aguirre

Anasagasti revela las diferencias en el Gobierno vasco por la solicitud del PNV de “obediencia” a la nacionalidad vasca

Un reportaje de Iban Gorriti

EN el convulso año 1939, el PNV hizo una solicitud clara a los partidos que formaban el Gobierno vasco en el exilio. Les pidió obediencia: que aceptasen el hecho de la nacionalidad vasca y el no tener nadie de fuera de Euskadi que les mandara. Los consejeros socialistas del lehendakari se mostraron divididos ante aquel órdago jeltzale: Juan Gracia y Santiago Aznar suscribieron su acuerdo con el reconocimiento de la nacionalidad vasca, sin embargo, Juan de los Toyos no.

El lehendakari Aguirre (en el centro), junto a Leizaola (a su derecha) y el también consejero Juan de los Toyos.Sabino Arana Fundazioa
El lehendakari Aguirre (en el centro), junto a Leizaola (a su derecha) y el también consejero Juan de los Toyos.Sabino Arana Fundazioa

Estas discrepancias quedan recogidas en un inédito intercambio epistolar recogido en el nuevo libro La obediencia vasca. Santiago Aznar y aquella comida en Guéthary (1940) (Pamiela, 2018), obra del exsenador jeltzale Iñaki Anasagasti y presentada el pasado miércoles en Sabino Arana Fundazioa, Bilbao.

A aquella mesa de Lapurdi, asistieron el 14 de diciembre de 1939, los consejeros Telesforo Monzón, en representación del PNV, Gonzalo Nardiz lo hizo por ANV, y Miguel Amilibia por los socialistas. Tras la sobremesa, Amilibia cursó una carta al dirigente guipuzcoano de su partido, Sergio Echeverría, en la que, entre otras cosas, acusó de “extrema docilidad” hacia la política del Gobierno vasco a los tres consejeros socialistas en el mismo: Aznar, Gracia y Toyos. “¡Esa fue la cerilla que encendió la mecha del conflicto!”, enfatiza Anasagasti.

La misiva dejaba en situación delicada a aquellos consejeros. Y también hubo fuego a punto de prender en el seno del PNV. Aguirre se mostró molesto con Monzón por haber utilizado correspondencia presidencial y confidencial cruzada entre ambos en la reunión de Guéthary.

Así las cosas, a finales de 1939, mientras Santiago Aznar enterraba a su padre, el consejero Juan de los Toyos presentaba su dimisión al Comité Central Socialista de Euskadi (CCSE) a causa de su incidente con Amilibia y de otros acumulados.

Aznar visitó a su compañero y trató de convencerle para que reconsiderara su decisión, comunicando lo tratado a Juan Gracia y a Paulino Gómez Beltrán. El domingo 31 de diciembre de 1939 el Comité Central de los Socialistas de Euskadi se reunió con Aznar y Gracia y acordaron pedir a Toyos que se reincorporara al Gobierno Vasco y al trabajo político, cosa que hizo.

Mientras todo esto ocurre, el 10 de febrero de 1940 los líderes nacionalistas convocaron a una reunión al CCSE. Los socialistas se niegan a asistir a la misma hasta que no se aclare el asunto de Guéthary. Al día siguiente, el 11, Aguirre enviaba una carta a Paulino Gómez Beltrán, con la que se adjuntaban las versiones, por escrito, de Monzón y Nardiz sobre aquellos hechos. Los consejeros del PSOE se considerarían desagraviados y satisfechos.

Reunión en París El día 14 Aguirre, Monzón y Nardiz se reunieron en la Delegación Vasca de París con los tres consejeros socialistas, los cinco miembros del CCSE residentes en la capital francesa y Miguel Amilibia. “Los nacionalistas intervienen poco”, valora Anasagasti. Amilibia se ratifica, y esta vez en primera persona, en sus afirmaciones sobre aquella “extrema docilidad” de los consejeros de su partido con respecto a la gestión del Gobierno vasco. Aznar actuó como portavoz y rechazó las acusaciones porque “no había fundamento para que se hiciera a los consejeros tal imputación, ya que estos habían de atenerse a las instrucciones y orientaciones de su partido, y del Gobierno, cosa que siempre habían hecho”.

El CCSE se posicionó contra Amilibia. A pesar de todo, el diputado guipuzcoano no cejó en sus ataques: “Aguirre ha formado un concepto de nosotros totalmente equivocado por el contacto con nuestros débiles representantes”.

A aquella polémica comida, a juicio de Anasagasti, “siguieron otras llamas, dimisiones, reuniones tensas así como enfrentamientos”. De hecho, el lehendakari hubo de emplearse a fondo para restablecer la calma y la armonía entre ambas formaciones. “Todo ello se encuentra en las cartas que Aguirre, sus consejeros y los dirigentes socialistas escribieron y que publico en su integridad en este libro”, zanja.

Los eligieron cuidadosamente y los mataron como escarmiento

El 15 de octubre de 1937 catorce hombres fueron fusilados en El Dueso, dos por cada grupo que luchó contra el fascismo. El Gobierno vasco en el exilio instauró esta fecha para homenajear a los que dieron la vida por la libertad de Euzkadi

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

SI hay algo que me llama la atención en Euzkadi es cómo, a 42 años de la muerte del dictador, sigamos careciendo de un espectacular Monumento al Gudari, al Miliciano, al Soldado Desconocido o como se le quiera llamar. Es cierto que hay algunos en Artxanda, en el Parque, en Zalla, en Gipuzkoa, en placas, pero no algo que llame la atención y que concite cada año el respeto y un acto institucional colectivo. Y es curioso que esto ocurra en nuestra pequeña Nación, pues somos un pueblo celoso de su identidad y, seguramente, nunca vamos a volver a tener un ejército dependiendo de un Gobierno vasco. Ha habido amagos en el pasado y miqueletes y miñones pero no un ejército regular sino partidas carlistas o milicias dependiendo de reyes, o han sido actos de resistencia pero nunca se dará un caso parecido al de 1936-1937, pues ya está Macron diciendo que Europa debe tener una sola fuerza armada y no 26 ejércitos bonsai.

En su día hicimos un intento de que este gran monumento estuviera en Gernika, con su llama votiva, el nombre esculpido de todos los batallones, la figura del soldado vasco dibujada por Nik, que ilustraba la revista Gudari, y la solemnidad de un monumento, como los puede haber en Rusia o en la Francia que recibió el desembarco de las tropas aliadas en Normandia con aquellos interminables y emotivos cementerios bajo la luna, pero la cortedad de miras de algunos se llevó el proyecto por delante.

Y seguimos careciendo de un recuerdo a aquella gesta para que las siguientes generaciones capten lo que fue toda una epopeya que tuvo todo lo que tiene que tener el ejército de un país independiente: barcos, aviones, infantería, inteligencia, canje de prisioneros y hasta balas, pero todo en pequeñas proporciones contrastando esto con el valor de sus soldados, que fue mucho y, desgraciadamente, tiñó de rojo casi toda la geografía vasca. Pero los distintos gobiernos de Euzkadi nunca se han tomado en serio esta asignatura pendiente y seguimos como estamos viendo pasivamente a los supervivientes de aquella historia falleciendo de uno en uno, quedando ya muy pocos, pues estamos hablando de algo que ocurrió hace ochenta años. Afortunadamente, el Instituto Gogora poco a poco está tratando de paliar estas lagunas.

Por eso es bueno hacer honor al Gobierno vasco en el exilio, que eligió como fecha especial todo 15 de octubre para recordar con ella a todos los gudaris y milicianos muertos defendiendo Euzkadi. El Día del Gudari es el del que hablo aquí y no el que organiza la I.A. Los gudaris fueron los del 36 y no los miembros de ETA.

Aprovechando esta efemérides, con Txomin Saratxaga y los herederos de Ramón de Galarza Ruidos, presentamos hace algunos años la reedición del libro de aquel capitán del ejército vasco, Diario de un Gudari condenado a Muerte. En él se relata lo ocurrido hace 80 años que va en el ADN de un partido humanista como el del PNV, que tiene sus referencias en gentes que murieron defendiendo Euzkadi, como en aquella guerra desigual, criminal e injusta que destrozó no solo a un país, sino a dos generaciones a las que condenó al hambre, a la persecución, a la ruptura familiar, a la injusticia y al expolio. Y eso, aunque se quiera olvidar o tapar, ocurrió y sigue pesando en nuestro diario acontecer. Todo esto lo basaban en los valores que marcaron una generación de jóvenes jelkides: entrega política, moral cristiana, patriotismo respetuoso, disciplina y religiosidad.

Es el secreto del libro de Ramón de Galarza. Hechos, situaciones límite, heroísmo, ternura, odio, persecución, abyección, entrega, resignación, humor, nobleza, abertzalismo, religión, liderazgo, futuro. Todo esto y más lo hemos leído en esta publicación tan singular y tan importante como fotografía en sepia de una generación de la que él fue uno de sus paradigmas.

Azkue: “Aquí estamos” Ramón Galarza salvó su vida de chiripa. No así Ramón Azkue, jefe de Euzko Gudarostea, que eran las milicias del PNV. Había nacido en La Habana, aunque de hondas raíces en Arrankudiaga como el burukide Jesús Solaun o el gudari Urrutikoetxea y varios más. Azkue fue hermano de Dña. Teresa Azkue, presidenta de Emakume Abertzale Batza. Al proclamarse la República el 14 de abril de 1931 junto a Jesús de Solaun, colocó la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Arrankudiaga. Burukide del Bizkai Buru Batzar entre 1933 y 1935, era el enlace con la que entonces la llamaban Soli en temas agrícolas, sin dejar de ocuparse de asuntos internos como adaptar los estatutos del partido a la nueva realidad. Estallada la guerra y dada su capacidad de organización le encargaron formar las milicias del PNV que en agosto de 1936 y en Artxanda organizaron una demostración de fuerza ante el gobernador Echeverría Novoa. Diez mil jóvenes vestidos de mendigoizales con Azkue y Lauaxeta al frente dijeron con su gesto: “Aquí estamos para defender Euzkadi”.

Un compañero de Azkue me entregó en 1977 su semblanza. Aquella generación tenía dos certezas en su vida por las que vivir y luchar: Euzkadi y Jaungoikoa. Y estas dos certezas daban sentido a su existencia. Sus cartas de despedida, son impresionantes. “Azkue era de un carácter sosegado y apacible -me contaba-. Todo en él irradiaba bondad y simpatía de arriba a abajo. Ramón era risueño y jovial, y en los momentos difíciles, que fueron muchos los que tuvimos que soportar, jamás parecía irritado y descompuesto. Era admirable, pues es muy difícil en algunos trances guardar la compostura. En una palabra, sus cualidades personales no parecían las más adecuadas para un cargo cuya misión era hacer la guerra. Por eso no era de extrañar que dentro de las filas de los batallones de Euzko Gudarostea le quisieran todos: gudaris y oficiales. Pero lo más sorprendente era que al mismo tiempo se le respetase y obedeciese sin reservas.

“Caído Bilbao, estábamos ya cercados en Laredo y Santoña y nuestra situación militar era insostenible. El fin se preveía inminente y oneroso para nuestras fuerzas si no tenían éxitos nuestros intentos para salvar por mar nuestro ejército.

“Era el 15 de Agosto de 1937, festividad de la Virgen de Begoña. Con este motivo se celebró una Misa en Gudarostea en Laredo, oficiada por un capellán de nuestros batallones. A la salida y según íbamos a desayunar, charlando entre bromas y veras, me pregunta: ‘¿Qué has pedido hoy en la Comunión?’ Le miro sonriendo unos instantes y le devuelvo la pregunta. ‘¿Y tú?’ Entonces él, poniéndose serio y perdiéndose su mirada en la lejanía, me responde: ‘Mira, hoy he pedido a Dios que cuando me vayan a fusilar no me tiemblen las piernas; que pueda gritar con voz vibrante ¡Gora Euzkadi Azkatuta!, y dar la voz de ¡Fuego!’.

“Quedé impresionado por la sencillez y naturalidad con que lo dijo. Caminamos en silencio… ¡Quién habría pensado en aquel momento que estaba descubriendo exactamente cómo iba a desarrollarse el dramático fin de su vida! ¿Era presentimiento intuitivo?”.

Selección para el fusilamiento Ramón de Galarza lo cuenta en su libro. Sucedió hace ahora ochenta años:

15 octubre 1937:

Han tocado diana media hora más tarde de lo corriente. Se olfatea algo anormal. Más seriedad en los guardianes, más disciplina. ¿Qué ocurre?

¡Dios mío! Han fusilado a 14 hombres. Se ve, además, que han sido bien buscados: ¡Qué selección han hecho!: Azkue, López Otamendi, Markiegi, Ibarbia, Markaida y Zabala.

Dos miembros del Consejo del Partido Nacionalista Vasco

Dos miembros del Ejército Vasco pertenecientes al PNV.

Dos miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos.

Dos miembros del Partido Republicano.

Dos miembros del Partido Socialista.

Dos miembros del Partido Comunista.

Dos miembros de la CNT.

Un mazazo en pleno cuello no produce más efecto. Nos deja anonadados. Parecemos una banda de sonámbulos. Comentamos.

Hay en esto, además, una sombra, una nube negra de tragedia. ¡Dos de cada grupo, de cada partido! Es una forma de cebarse, de sadismo, de inquisición. Parece que nos dicen:

¡Esto es una advertencia, podéis prepararos!

Han muerto como héroes. Azkue, organizador jefe de Eusko Gudarostea (Ejército vasco) ha dicho en los últimos momentos: ¡Ahora nos veremos ante el verdadero juez!

Los catorce murieron con valentía. ¿Quién les condenó? Un juez cómodamente sentado en un sillón y probablemente haciendo una buena digestión, que ni siquiera se fijó en ellos a la hora de dictar la sentencia y que se quedó tan campante después de haber jugado con vidas humanas.

Crisis de la caridad, que diría nuestro gran Lehendakari, José Antonio de Aguirre. La Religión de Cristo es una Religión de Amor. Por lo mismo esos no son cristianos… los cristianos somos nosotros, nuestra postura es la postura cristiana, que diría Ajuriaguerra acompañando en capilla al doctor Arenillas, autoridad de Sanidad en el Gobierno de Euzkadi.

Como buen cristiano, aquella misma noche el juez no dejaría de hacer sus oraciones, de rezar una Salve a la Virgen del Pilar y entre los brazos de su esposa roncaría plácidamente.

Al día siguiente, en Deba, recibiría Maritxu, la esposa de Markiegi, el alcalde, la carta que comienza:

Dentro de pocas horas voy al cielo con la absoluta seguridad de que Dios me recibirá…

Y mientras el juez dormía junto a su esposa, ella, Maritxu, para siempre quedaría sola.

¡Que Dios les perdone!… dijo Markiegi.

Mataron a Azkue, al alcalde de Deba, Markiegi, y a una doble representación de cada sindicato y de cada partido. Con buen criterio el 15 de octubre de 1964 el PNV lo instituyó internamente como su Gudari Eguna para ser luego asumido por el Gobierno vasco en el exilio presidido por el lehendakari Leizaola. Este 15 de octubre, los socialistas, ELA, UGT, comunistas, aunque no fuera más que por los dos milicianos socialistas que fusilaron junto a republicanos, nacionalistas y sindicalistas, deberían guardar aunque sea un minuto de silencio o poner unas flores en el monumento al Gudari o recordar en un comunicado que hace 80 años, un ejército sublevado asesinó a un ramillete de jóvenes vascos elegidos cuidadosamente como escarmiento. Sé que el Instituto Gogora organizará un acto de recuerdo y eso está muy bien y ojalá se instituya de verdad.

Imagínense si un hecho así hubiera ocurrido con catorce ingleses. Sabríamos sus nombres, conoceríamos sus biografías, habríamos visto diez películas, se abrirían los informativos, los ayuntamientos donde nacieron inaugurarían una calle o una plaza, en las escuelas se explicaría lo que fue aquel asesinato colectivo y hasta la reina Isabel bajaría la cabeza en la ceremonia oficial y el obispo de Canterbury, en Westminster, pediría que una barbaridad de esa dimensión no volviera a ocurrir. Pero nada de esto se hará aquí, siendo como es parte de la identidad de un pueblo. Sin duda, aquellos golpistas quisieron dar a nuestros gudaris un escarmiento. No lo lograron, pero sus herederos quizás no hemos estado a la altura de su recuerdo, tallando en piedra lo que debe quedar para la historia vasca. ¡Qué pena!

Martin de Ugalde, el gran escritor del exilio y la transición

Hoy hace diez años murió el escritor de Andoain Martin de Ugalde, un abertzale que dedicó toda su vida a la causa y la cultura vascas

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

eL franquismo en 1974 iniciaba su recta final. El decrépito dictador estaba enfermo y lo que decía no era entendible. Se vislumbraba un cambio histórico y la oposición se movilizaba mientras ETA actuaba y los estados de excepción se sucedían. En ese clima el Aberri Eguna, como fecha simbólica, tenía mucha importancia.

En Caracas, el Aberri Eguna era, asimismo, el gran día del Centro Vasco. Esa jornada, tras la misa, el izamiento de la ikurriña, el acto político y la comida popular, era el día de encuentro de todos los vascos. Y ese 14 de abril, nos dijeron que desde el Gobierno vasco, nos iban a llamar.

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Y la llamada se produjo, desde Donibane Lohitzune. Era el vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio, Martin de Ugalde. “Iñaki, te transmito una gran noticia para que la deis en Radio Euzkadi y la divulguéis. El lehendakari Leizaola acaba de volver de Gernika donde ha pronunciado un mensaje dirigido a los jóvenes y a todo el pueblo vasco, diciendo que está presto en dar cuenta de lo hecho en estos cuarenta años por la Institución que preside y que la antorcha pase a una nueva generación”.

Fue aquella una acción arriesgada, pero había que romper el muro de silencio y enviar un mensaje claro que el nacionalismo no era solo ETA, que existía un Gobierno vasco en el exilio y un lehendakari que representaba una institución que había sido aherrojada. Y detrás de esa operación de presencia estaba Martin de Ugalde, que había sustituido a Joseba de Rezola como vicepresidente tras su fallecimiento. A él le sustituyó Mikel Isasi.

Yo tuve la suerte de conocerle en Caracas y viajar con él a Cumaná a la inauguración de su Centro Vasco. Había sido el primer presidente de Euzko Gaztedi del Centro Vasco y casualmente yo fui el último. Y en aquellos años había creado una influyente publicación, Euzko Gaztedi, así como dirigido la revista Euzkadi. Más tarde colaboró con revistas venezolanas como Momento y fue el jefe de redacción de la revista Elite donde siguió muy de cerca los viajes del lehendakari Aguirre y el secuestro de Galíndez, con gran incomodidad y protestas de la embajada franquista. Había llegado, asimismo, a ser presidente del Centro Vasco de Caracas y presidente de la Junta Extraterritorial del PNV en Venezuela. Escribió en la revista Nacional de Cultura así como cientos de artículos, cuentos, reportajes, tanto en euskera como en castellano. Sus colaboraciones en Euzko Deya, Tierra Vasca, Alderdi y Zeruko Argia eran habituales.

El trabajo y la dedicación del joven Ugalde se vio refrendado por el reconocimiento, ya que ganó el primer premio de El Nacional (1964) y obtuvo el premio Sésamo de Madrid con el cuento Las manos grandes de la niebla (1961).

El exiliado Martin de Ugalde había nacido en Andoain en 1921. Estudiaba en La Salle, pero la guerra le estalló con 15 años. Abandonó con su familia Andoain para dirigirse a Mundaka y Bilbao y más tarde saltó a Francia a través del puerto de Santander y llegó a Chateau Chinon (Nievre) para recalar en Donibane Garazi (Colonia de la Citadelle) y en Donibane Lohi-tzune. Durante este período estudió en las Escuelas organizadas por el Gobierno vasco. Allí termina el Bachillerato. Contó con excelentes profesores: Barandiaran, Adrián de Ugarte, Dorronsoro…

En 1940 con la ocupación de Francia por parte de los alemanes volvió a Andoain donde vivía su ama. Su aita estaba exiliado en Venezuela y el hermano menor, Joseba, después del bombardeo de Gernika, había sido evacuado a Rusia. La guerra había deshecho una familia. Tuvo que hacer tres años en Tetuán de servicio militar obligatorio.

En 1947, viajó en compañía de su ama y lograron reunirse en Caracas con su padre y hermano. En 1948 fue elegido primer presidente de Euzko Gaztedi de Caracas. En Venezuela empezó a publicar sus primeros libros muy pegados a la realidad venezolana.

Pero Martin Ugalde no solo irrumpió en la literatura venezolana con un estilo propio, sino que también mantuvo militantemente el euskera. En 1961 su libro Iltzalleak ganó el primer premio otorgado por el Gobierno vasco en el exilio. Iltzalleak fue el primer libro de cuentos de la historia de la literatura en euskera. En 1997 el jurado del Premio Ricardo Arregui de Periodismo de Andoain decidió darle una mención honorífica por su labor en favor del desarrollo del periodismo en euskera. Publica igualmente la obra teatral Ama gaxo dago, en 1964, y en 1966 da a conocer un nuevo libro de cuentos para niños Umeentzako kontuak y con afán polemista publica en la editorial Ekin de Buenos Aires su Unamuno y el vascuence (1966).

En lo que se refiere a sus novelas en euskera, Itzulera baten istorioa tiene un trasfondo autobiográfico claro, pues narra el exilio y el desarraigo cultural de una familia vasca tras la guerra civil. La siguiente novela, Pedrotxo, está situada en los años 1948-1950 y narra la vida de un joven nacido en 1933 que vive en la Casa de la Misericordia donde se muestra lo que fue la represión contra lo vasco del régimen franquista. Su última novela Mohamed eta parroko gorria, tiene como protagonista un chaval todavía más desfavorecido, un marroquí que trabaja en una granja de cerdos que abastece a un cuartel y que cuando estalla la guerra en 1936 se ve obligado a tomar posición en el conflicto. Martin de Ugalde escribió ésta novela aquejado ya de la enfermedad de Parkinson.

En Estados Unidos En la década de los 50, Martin de Ugalde completó su formación en Estados Unidos. Tras regresar a Caracas, dos años después, volvió a Nueva York para seguir sus estudios de literatura. No hay que olvidar que trabajó en la petrolera Creole donde dirigió la revista El Faro y que la Creole le becó en 1960 para cursar una especialidad de Periodismo. Se especializó en Opinión Pública y Comunicación de Masas en Northwester University y, posteriormente, impartió clases en la Universidad Católica de Caracas.

El regreso en 1969 Con todo este bagaje cultural y de experto en comunicación regresó definitivamente a Hondarribia en 1969. El PNV le encargó la dirección de la revista mensual Alderdi que se hacía en el viejo caserón de Beyris y tenía un formato de revista. Él transformó Alderdi en una publicación de bolsillo tipo Reader’s Digest e incorporó una serie de firmas y temas muy interesantes y firmas rompedoras como la de Xabier Arzalluz que escribió bajo el seudónimo de Peru Egurbide.

Esos años tuvo que refugiarse nuevamente en Baiona donde vivió entre 1971 y 1973. Sus libros fueron censurados por la represión franquista por lo que se vio obligado a escribir entre líneas. Recuerdo aquellos años de gran actividad de Martin su magnífico libro Hablando con los Vascos donde entrevistaba a personalidades vascas de todo tipo como Ramón de la Sota, José Miguel de Barandiaran, Koldo Mitxelena, Agustín Ibarrola, el padre Pedro Arrupe (le censuraron varias respuestas) e Isidoro Fagoaga. Con sus entrevistas intentó demostrar diferentes dimensiones de lo vasco y del ser vasco recuperando personalidades silenciadas durante cuarenta años. Participa asimismo en la controversia en torno a la unificación del euskera y a la polémica cuestión de la h, solicitando opinión al respecto a diversos especialistas para, mediante el diálogo, dar una respuesta lo más adecuada y consensuada posible. Le recuerdo pidiéndome documentos sobre los lehendakaris Aguirre y Leizaola para las obras completas de los dos primeros lehendakaris que él coordinó. Preocupado, asimismo, por la historia vasca y tratando de que se respete la misma escribió Síntesis de la Historia del País Vasco, en 1974, y Hablando con Chillida, escultor vasco (1975). Escribió, asimismo, Las Brujas de Sorjin, donde analiza la problemática de Euzkadi en cuarenta años, sus luchas, la resistencia vasca, la creación y el porqué de ETA. “Se trata de un libro fundamental para entender mi vida y poder comprender la problemática, la cultura y las raíces del pueblo vasco”, decía de esta novela el propio Martin de Ugalde.

En los años inmediatos posteriores a la muerte de Franco trabajó en El Libro Blanco del Euskera y a la salida del periódico DEIA, en junio de 1977, fue nombrado subdirector y responsable de euskera en este diario. En 1978 publicó su Herri baten deiahadarra/El grito de un pueblo y en 1980 El Problema Vasco y sus profundas raíces culturales y políticas, etc. Todos estos títulos y algunos más ilustran sobre la dedicación de Martin de Ugalde a la literatura, al estudio de la historia vasca y de su cultura. En 1986, tras la división del PNV, optó por afiliarse a Eusko Alkartasuna, del que fue uno de sus militantes más significados y respetados.

Los últimos años, como le ocurrió en Venezuela, los reconocimientos se suceden: Vasco Universal, doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco… y él, sin alardes, ni vanaglorias termina sus días rodeado del respeto unánime, salvo de la justicia española, ya que siendo presidente honorario de Egunkaria y ya con mucha edad fue irrespetado por el juez Baltasar Garzón. El juez bloqueó sus cuentas bancarias dentro de la actuación contra el periódico Euskaldunon Egunkaria, del que fue fundador. Falleció el 4 de octubre de 2004 a los 83 años. Se cumple, pues, una década de su fallecimiento.

A recuperar Martin de Ugalde es una personalidad puntera a recuperar. “Este momento es para mí muy emotivo”, dijo en la presentación el escritor Anjel Lertxundi, impulsor de la reedición de los cuentos que Martin de Ugalde escribió en castellano en su exilio en Venezuela. “Cuando cerraron Egunkaria, la mayor parte de los euskaldunes nos sentimos heridos y particularmente sentimos dolor al ver cómo injuriaron a una persona de la talla de Martin. Pensé que había que reaccionar ante ese insulto y que una de las mejores maneras era mostrar una faceta bastante desconocida de este gran escritor”. Y es que la democracia vasca sigue en deuda con este gran escritor del exilio y de la vida vasca que encendió varias llamas de dignidad y ética cuando tan difícil era hacerlo.