La calle que Bilbao arrebató al franquismo

SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LA MUERTE DEL COMANDANTE DE GUDARIS AGUIRREBEITIA, A QUIEN EL PNV QUISO TRIBUTARLE UNA VÍA LOCAL.

UN REPORTAJE DE IBAN GORRITI

El comandante Carlos Aguirrebeitia falleció repentinamente en su domicilio el 3 de septiembre de 1964. (Foto: Archivo de Iñaki Anasagasti).
El comandante Carlos Aguirrebeitia falleció repentinamente en su domicilio el 3 de septiembre de 1964. (Foto: Archivo de Iñaki Anasagasti).

EL 3 de septiembre se cumplirán 50 años del fallecimiento de Carlos Aguirrebetia, quien fuera comandante de gudaris y quien, por unos días, tuvo una calle oficiosa a su nombre en el callejero de la villa de Bilbao. Por aquel entonces existía la vía de nombre fascista Comandante Velarde que daba a la Plaza Nueva y, en un acto de clandestinidad, afiliados del PNV, en una operación reivindicada por EGI, la rebautizaron colocando una placa en honor al comandante Aguirrebeitia.

Ocurrió el 1 de enero de 1965. «La revista Gudari se hizo eco del suceso e incluso publicó una fotografía de la acción», subraya el senador Iñaki Anasagasti. Aguirrebeitia era amigo del padre del jeltzale, y el hombre que preparó y dirigió la voladura del monumento erigido en el Arenal de Bilbao al golpista general Mola, el que amenazó con el pasquín «arrasaré Vizcaya, tengo medios sobrados para hacerlo». Carlos Aguirrebeitia fue uno de los jefes de la Resistencia Vasca en el interior. Afiliado al PNV desde muy joven, al iniciarse la guerra en Euskadi se alistó en el Ejército Vasco, partiendo para el frente de Lekeitio en el batallón Mungia, con el grado de teniente. Ascendió a comandante cuando no tenía más que 23 años. «A la cabeza de los batallones Mungia y Larrazabal, intervino brillantemente en las operaciones más sangrientas de la contienda», valoraban en la publicación Alderdi, según se puede consultar en Sabino Arana Fundazioa.

El mismo medio informó en 1964 de que «el día 3 de septiembre falleció repentinamente en su domicilio de Bilbao el comandante de gudaris don Carlos Aguirrebeitia, quien tuvo también una intervención decisiva en la preparación y desarrollo de las huelgas de 1947 y 1951. Por sus cualidades de organizador fue incorporado en 1958 al Bizkai Buru Batzar, y poco después al Euzkadi Buru Ba-tzar», ampliaban.

«Era -aporta Anasagasti- un reducido número de compatriotas el que, por medidas de seguridad, conocía a fondo su doble personalidad de hombre aparentemente apacible, dedicado exclusivamente a sus negocios y familia, tras la cual ocultaba la verdadera personalidad de activo Jefe de la Resistencia Vasca». A juicio del senador, Aguirrebeitia pertenecía, por su edad, a aquella generación de hombres jóvenes del 36, «y no de jóvenes a secas, que con concepto de responsabilidad y disciplina, obedeciendo órdenes de sus burukides, dejaron a un lado en el momento preciso las comodidades y conveniencia personal para lanzarse a defender Euzkadi en las trincheras, escribiendo con su sangre y heroísmo la página más concluyente de la historia de Euzkadi, la que logró alcanzar, bajo los postulados del PNV, las angulares piedras de un Gobierno y un Ejército propio reconocido por todos», observa.

Anasagasti recordó la acción antifascista de EGI cuando en un rastro vio que se vendía la placa original de la calle que enaltecía al fascista Comandante Velarde. Desde el Ayuntamiento de la villa capitalina confirman a DEIA que, en 1980, el Consistorio procedió a eliminar el nombre de las calles que se habían rebautizado por orden dictatorial el 23 de noviembre de 1940.

«En 1983, se quitaron algunas de las placas que quedaron, y una de ellas fue la de Comandante Velarde. Hoy esa calle lleva el nombre de Mitxel Labegerie», corroboran desde el Consistorio. Mitxel Labegerie murió precisamente en 1980, el 28 de julio, y está considerado como «el padre de la nueva canción vasca», así como «el primer diputado nacionalista de la Asamblea francesa». Nació en Uztaritze el 4 de marzo de 1921.

ACCIÓN DE LA RESISTENCIA Entre el cambio de nombre oficial de Comandante Velarde a Mitxel Labegerie, un día se llamó tras la citada matxinada Comandante Aguirrebeitia, como quedó publicado en la revista Gudari, editada en Caracas, Venezuela, bajo el titular «En homenaje al Comandante Aguirrebeitia, la Resistencia cambió el nombre a una calle de Bilbao». Ocurrió el primero de enero de 1965, como «sencillo pero emotivo acto de homenaje a la memoria del que, en vida, fue valeroso Jefe de la Resistencia Vasca, Comandante Aguirrebeitia», quedó impreso.

Para la elección del lugar -apuntaba la publicación-, se estableció previamente contacto con la Sección de Estadística del Ayuntamiento de Bilbao, cuyos funcionarios, conscientes de su misión al servicio del pueblo de quien dependen, prestaron las máximas facilidades y actuaron con diligencia, señalando que la calle más indicada a tal fin era la denominada hasta el momento calle del Comandante Velarde, personaje este totalmente desconocido en la villa y desligado en episodios históricos de Bilbao y Euskadi.

La placa con el nombre del Comandante Aguirrebeitia fue colocada a primera hora de la madrugada en presencia de representantes de EGI, PNV y Euzko-Gudarostea. A mediodía hubo misa en San Antón en euskera. Al acabar se fue a la Calle del Comandante Aguirrebeitia (transversal de la Calle Correo), desfilando en silencio ante la placa que le da nombre.

«Al siguiente día la placa continuaba puesta, y ya con las primeras luces, nuestros fotógrafos hicieron unas instantáneas, para la historia», escribían en Gudari. La noticia se extendió por todo Bilbao «hasta llegar a conocimiento de La Falange, que exigió al Ayuntamiento de la capital vizcaina que fuera inmediatamente retirada».

Guadalajara, la tierra de los Arrazola

Unos 170 titulares de este apellido, entre ellos varias decenas de guipuzcoanos y belgas, se reunieron en la villa alcarriense de Checa; Arrazola es el apellido más extendido en este pueblo al que fue un vecino de Oñati hace 492 años.

Un reportaje de Mikel Mujika.

Encuentro de los Arrazola de la región belga de Flandes con los de Checa, en 1999. (Foto: DEIA)
Encuentro de los Arrazola de la región belga de Flandes con los de Checa, en 1999. (Foto: DEIA)

EN un lugar de La Mancha…, un guipuzcoano apellidado Arrazola oyó hablar hace poco más de un año de una pensión con este mismo nombre. Y se preguntó el por qué. Sucedió en una pequeña localidad de Cuenca, Beteta, muy próxima a la provincia de Guadalajara. A José Mari, donostiarra afincado en Pasaia, le picó la curiosidad. Activó sus armas y se puso a tirar del hilo. El mismo hilo del que ya estaban tirando algunos, como Joseramon Arrazola, un vecino de Oñati que lleva quince años estudiando el origen de los Arrazolas en Guadalajara, la segunda provincia del Estado español, tras Gipuzkoa, donde más extendido está este apellido originario de Gipuzkoa.

Se da la circunstancia de que en esta región de Castilla La Mancha hay más Arrazolas que en todo Bizkaia y Araba juntos. Así lo indica el padrón. Sus pesquisas llevaron a Joseramon a un pequeño pueblo alcarrense, Checa, en la provincia de Guadalajara, tierra de los Arrazola.

Era cuestión de tiempo que Joseramon y José Mari coincidieran y se pusieran a trabajar juntos.

Este último es precisamente el impulsor del encuentro que este fin de semana llevan a cabo en Checa unas 170 personas que lucen este apellido. Allí está también Joseramon. En total han viajado decenas de Arrazolas de Gipuzkoa; también de la región belga de Flandes, así como de otros tantos puntos de la geografía española, desperdigados sobre todo entre Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valencia y Tarragona, después del declive vivido a finales del siglo XIX en el pueblo guadalajareño de Checa, en otros tiempos convertido en un pujante núcleo económico creado en torno a la extracción del hierro y las ferrerías.

un presidente del gobierno Arrazola es allí el apellido más extendido. Así se apellidaba el personaje más ilustre de esta villa, Lorenzo Arrazola, nacido el 10 de agosto de 1873 en una familia humilde y criado por un tío materno. Este Arrazola, político, abogado y catedrático de universidad, se convirtió en toda una eminencia en tiempos de Isabel II. Fue presidente del Gobierno, en seis ocasiones ministro de Gracia y Justicia, presidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, presidente del Consejo de Ministros de España y también del Tribunal Supremo.

En Oñati, Joseramon llevaba años preguntándose si aquel gran jurista y político de la historia española tenía RH negativo. ¿Cómo habría adquirido un apellido tan de Oñati? Hasta que descubrió que era de los Arrazola de Checa de toda la vida. La pregunta surgió sola. ¿Cómo llegó allí este apellido?

La historia se remonta al siglo XVI. Concretamente a 1.522, cuando un vecino de Oñati, Sancho Arrazola, se subió a un carro con su mujer y puso rumbo a Castilla La Mancha, donde creó una ferrería. A él le siguieron otros muchos vascos que fueron a trabajar el hierro.

La Ferrería de Sancho Arrazola duró hasta la Revolución Industrial y se quedó fuera del mercado al quedar lejos de la vía del tren. Así comenzó el declive de Checa. Al pueblo llegó la miseria, la gente se fue a las capitales; sobre todo Zaragoza, Madrid y Barcelona; otros a América. En la actualidad la villa cuenta con poco más de 300 habitantes censados. Sin embargo, el pueblo recobra en verano parte del esplendor que tuvo y reúne a 3.000 personas.

2016, cita en oñati Según explica José Mari Arrazola, «Checa tiene mucho tirón. Es un lugar precioso. El Tajo nace allí. Es un paraje maravilloso lleno de montañas, bosques y ríos». Ya lo conocía de antes. Cuando oyó hablar de los Arrazola de Checa, que eran multitud, no pudo controlar su impulso y se puso a buscarlos. No le iba a costar mucho.

Se puso en contacto con el alcalde y resulta que su propia esposa es una Arrazola; el primer edil acogió encantado la idea de este encuentro; también el presidente de la asociación cultural San Bartolomé, otro Arrazola. En la guía de teléfonos, los Arrazola son mayoría también.

Los actos centrales tuvieron lugar ayer, con mesas redondas y charlas en torno a los orígenes, historia y distribución del apellido, así como otras actividades que solo se perderán los Arrazola de Colombia, «que este año no han podido venir, pero esperamos poder contar con ellos en la próxima cita», explica José Mari.

La expedición guipuzcoana trasladó al pueblo de Checa una «cariñosísima carta del alcalde de Oñati, invitando a los presentes a conocer sus lugares de origen, en una nueva concentración en Oñati en 2016».

Los vascos se ven en el mapa

El ‘Civitates Orbis Terrarum’ recogió en 1572 las primeras imágenes cartográficas de enclaves de Euskal Herria.

Un reportaje de Marian Álvarez.

Imagen de Bilbao recogida en el 'Civitates Orbis Terrarum' realizado por Franz Hogenberg a partir de un dibujo original de Johannes Muflin.
Imagen de Bilbao recogida en el ‘Civitates Orbis Terrarum’ realizado por Franz Hogenberg a partir de un dibujo original de Johannes Muflin.

El Museo Guggenheim Bilbao, el festival de cine de San Sebastián y el de jazz en Vitoria-Gasteiz, la cocina vasca… son sólo algunos ejemplos de lugares, acontecimientos o realizaciones a los que comúnmente se asocia la expresión poner en el mapa, queriendo indicar con ello la relevancia y repercusión a nivel internacional que alcanzan y su contribución a divulgar a los cuatro vientos quiénes somos y dónde estamos los vascos. Y, sin ningún género de dudas, podemos afirmar que efectivamente así es. Su excelencia es la mejor tarjeta de visita que podemos emplear, pero no conviene olvidar que ésta no es sino una tarjeta renovada, modernizada, para un espacio, Euskal Herria, presente desde antiguo en los mapas del mundo. Y mostrar aquella presencia es, precisamente, el objeto de este artículo.

Hace ahora 442 años, en 1572, en la ciudad alemana de Colonia, ve la luz la obra titulada Civitates Orbis Terrarum, primer volumen de una serie de seis, aparecidos sucesivamente en 1575, 1581, 1588, 1598 y 1617, que conformaron lo que cabe calificar como el primer gran atlas de las ciudades del mundo y al que la Editorial Taschen, en una moderna reedición, no duda en publicitar como el Google Earth del año 1600.

Este gran proyecto editorial nace de la mano de Georg Braun (1541-1622), canónigo de la catedral de Colonia, y de Franz Hogenberg (1535-1590), correspondiendo al primero la recopilación de datos geográficos y estadísticos para la redacción de los textos y la promoción editorial de la obra; y al segundo la responsabilidad de grabar la mayoría de las representaciones, vistas y plantas de ciudades que un numeroso plantel de pintores y dibujantes, a modo de corresponsales, realizaban sobre el terreno. El resultado fue una notabilísima colección compuesta por 363 planchas, grabadas con una o dos imágenes, alcanzando el conjunto un número superior a 500 representaciones de ciudades de todo el mundo, en su mayoría europeas, aunque contando también con una importante presencia de localidades de Oriente Medio, África, las costas del Índico y Latinoamérica.

Las imágenes publicadas respondían en general a dos diferentes modelos de representación, las plantas o vistas cenitales y las vistas de pájaro, una suerte de visión aérea que mostraba la ciudad desde un lugar elevado y reconocible, próximo a la urbe, siendo indudablemente estas últimas las que mayor éxito cosecharon entre el público dada su fácil lectura y comprensión. Precisamente para acrecentar su popularidad las vistas se presentaban adornadas con orlas y escenas de carácter costumbrista, con tipos y personajes que recreaban ambientes e indumentos característicos, proporcionando al lector informaciones adicionales sobre lugares que podía visitar y conocer sin salir de casa.

Finalidad militar

No era, sin embargo, la curiosidad científica renacentista la razón única de estas publicaciones. En un momento de continuas tensiones entre los grandes Estados en su lucha por el dominio del mundo, los atlas constituían una magnifica fuente para el conocimiento del territorio, que podían emplearse como herramienta para el diseño de estrategias en campañas militares. En relación con esa posible utilización militar, es el propio autor del Civitates, Georg Braun, quien en la introducción de la obra explica que el propósito de las escenas costumbristas a que aludíamos más arriba, no era otro que el de impedir que los turcos, en su avance por Europa, pudiesen valerse de las informaciones sobre la forma y estructura de las ciudades que las vistas proporcionaban, y ello porque como musulmanes les estaba vedado tanto la representación como el uso de dibujos con figuras humanas.

Las vistas del Civitates se acompañaban de textos en latín que describían aspectos históricos, sociales y económicos de las ciudades, redactados en tono ciertamente elogioso, puesto que, conviene no olvidar, la finalidad primera de la obra era la comercial y convenía, por tanto, estimular a la posible clientela. Su éxito fue enorme, reimprimiéndose y reeditándose en numerosas ocasiones, no sólo en la versión latina, sino también en francés y alemán, lenguas más accesibles a la pujante burguesía mercantil de la época. Sus vistas se convirtieron en arquetipos, imágenes copiadas con ligeras variaciones y reutilizadas en publicaciones posteriores, hasta bien entrado el siglo XVIII.

En este gran mapa de las ciudades del mundo del siglo XVI, el País de los Vascos ya tenía su lugar. Eran tres, concretamente, las imágenes de nuestra tierra allí reproducidas, dos de ellas (Bilbao y Donostia) en cierta medida lógicas y más sorprendente la tercera, centrada en una vista del túnel de San Adrián. Todas ellas se convertirán en estereotipo mil veces repetido, pero también en referente ineludible para cualquier estudio relacionado con la fisonomía y el aspecto de las urbes, en tanto en cuanto ellas son las primeras imágenes impresas de nuestro territorio de que tenemos noticia.

Donostia, sin el Urumea

La vista de San Sebastián aparece publicada en el tomo primero del Civitates, compartiendo la plancha con una vista de la ciudad de Burgos. Tomada desde el cerro de San Bartolomé, donde, a mano izquierda, se sitúa la figura martirizada del santo que da nombre a la ciudad, la panorámica fue dibujada por Joris Hoefnagle, ofreciendo una bella imagen de las bahías de La Concha y la Zurriola, con la ciudad amurallada al cobijo del monte Urgull y algunos detalles que nos hablan de su dedicación comercial y marinera: naos en construcción, mástiles en el puerto, lancha de pesca… Si bien, a rasgos generales, la morfología de la villa resulta correcta, son evidentes algunos errores en la representación (el más notorio, sin duda, la ausencia del río Urumea) y en el texto que la acompaña. En él se dan datos ciertos, que hablan de su gran pujanza mercantil (frecuentado por gran número de mercaderes germanos, aunque sobre todo cántabros, que allá transportan diversos géneros de mercancías y de allí las exportan a otras partes del mundo), combinados con otros más cuestionables, relativos a la absoluta seguridad de su puerto (muy espacioso, en el que las naves obtienen refugio seguro y resguardadísimo de las enfurecidas olas y del soplo inclemente de los vientos) o a la riqueza agrícola de su entorno (un campo rico en vino, trigo y lana), debidos quizás a la inexactitud de las fuentes empleadas o a la confusión con lugares más o menos próximos (podría ser el caso de, este sí, seguro puerto de Pasajes) que, desde la distancia y para un no iniciado, pueden acabar siendo lo mismo.

La villa de Bilbao, grabada por Hogenberg a partir de un dibujo original de Johannes Muflin, se ofrece a la vista tomada desde el alto de Mirivilla y fechada en el año 1544, si bien su publicación no tendrá lugar hasta 1575, formando parte del volumen segundo del Civitates. La imagen presenta una perspectiva que alcanza todo el curso de la ría hasta la desembocadura, mostrándonos a ésta como la gran arteria vital de la villa, surcada por embarcaciones de alto porte que testimonian su carácter eminentemente comercial, como bien se describe en el texto que la acompaña: Por aquí pues, por lo común, suele importarse cualquier cosa que Inglaterra, o Bélgica o Galia manda. Y cuanto España con otros comunica, por aquí mismo suele exportarse. Entre las demás cosas que son transportadas está la lana (…) cada año se cargan cincuenta naves, en las cuales confirman que son transportadas cincuenta mil sacos y más. Puerto, pues, de salida de la lana castellana, embarcada en navíos construidos también en el territorio, Bilbao es todavía el pequeño núcleo de las siete calles, rodeado por las anteiglesias de Abando, Begoña y Deusto, terrenos de huertas y caserías dispersas a las que Braun describe, como ya lo hiciera en Donostia, como un paraíso agrícola y ganadero, rico en grano, vinos, frutas y carnes. Muestra, en cambio, su sorpresa, y no será ni la primera ni la última vez a lo largo de la historia, por el aspecto de las jóvenes vascongadas que avanzan con la cabeza alta y desnuda, y con el pelo cortado y sin embargo, no sin elegancia. Aquí es costumbre que las doncellas antes de casarse no cultiven ni cubran sus cabellos.

Tipos, trajes y tocados

Quizás fuera esta singularidad del peinado y tocado de las mujeres vascas la que despertó la curiosidad y el interés de los autores y la que explicaría la tercera estampa que en el Civitates se nos dedica, una anomalía para la obra, ya que no se trata de la vista de una ciudad, sino de una colorista galería de tipos femeninos que enmarcan un paraje natural de nuestra geografía, la Sierra de San Adrián. Publicada en 1598 en el quinto tomo de la obra, responde también a un dibujo de Joris Hoefnagle fechado en el año de 1567. La imagen central de la estampa, el túnel de San Adrián, situado entre las sierras de Aizkorri y Altzania y enlace entre el Goierri guipuzcoano y tierras de Araba, nos acerca a un camino que, desde época romana y hasta entrado el siglo XIX, fue la vía de comunicación entre Francia y Castilla, lugar de tránsito de reyes y ejércitos, bandoleros y prófugos, peregrinos en ruta a Santiago y, por supuesto, naturales de la zona. Es este trajinar de viandantes lo que sirve de excusa al autor para deleitarnos con una extraordinaria panorámica de costumbres sociales y civiles, de tipos, trajes, tocados, armas y enseres varios, representativos de un marco geográfico que va de Gasteiz a Baiona, que, por sí sola, merecería un artículo completo en esta sección. Será en otra ocasión. Este ha sido el momento de divulgar, recordar y valorar, una vez más, nuestra presencia en la historia, a través si se quiere de un hecho menor pero que en su día constituyó el gran proyecto editorial del siglo XVI. Y allí también estuvimos presentes.

El arte vasco en la guerra: Eresoinka

Hace 75 años, el Teatro de Chaillot de París acogió una velada que puso broche de oro a una gira por Europa para dar a conocer el alma vasca: su cultura.

Miembros del grupo Eresoinka.
Los miembros del grupo Eresoinka, cantantes y bailarines que protagonizaron la gira que culminaría en París el 26 de mayo de 1939 ante tres mil espectadores.

El 26 de mayo de 1939 el grupo Eresoinka actuó por última vez en un escenario parisino, en el Teatro de Chaillot, en compañía de los niños de Elai-Alai. Esa velada, presidida por François Mauriac, y a la que asistió el lehendakari José Antonio Aguirre, fue el apogeo de las actuaciones organizadas con motivo de la semana de presentación de la LIAB (Liga Internacional de los Amigos de los Vascos). Se completó con la exposición Cincuenta años de pintura vasca, que estuvo expuesta del 22 de mayo al 10 de junio en una galería de la calle Faubourg Saint-Honoré, y con la organización de grandes partidos de pelota que se celebraron el domingo 28 de mayo en el frontón de París.

Para los vascos exiliados, la puesta en marcha de la LIAB se vivió como un verdadero reconocimiento. Poco después de su creación el 16 de diciembre de 1938, dos comités vieron la luz: el Comité de Ayuda a los Vascos, presidido por Monseñor Clément Mathieu, obispo de Dax; y el Comité de Intereses Generales de Euzkadi, presidido por François Mauriac, ambos formando la sección francesa de la LIAB.

La Liga contó con la participación de personalidades eclesiásticas y políticas de primer plano y fue la gran obra de Manuel Ynchausti, quien contribuyó con fuerza a la organización del exilio y acogida de población en Iparralde. Gracias a la eficacia de la Liga y al apoyo de semanario Euzko Deya, que presentó los objetivos de la Liga el 21 de mayo, la prensa parisina anunció el acontecimiento en el periódico Le Figaro del 25 de mayo:

Mañana viernes por la tarde, en el Teatro Chaillot, doscientos cantantes y bailarines vascos ejecutarán un programa de calidad: Tierra y mar, verdaderos fragmentos de ópera, escenas de la vida vasca, con unos decorados inéditos realizados por artistas de gran talento. Dentro del programa, los coros y danzas de la célebre coral Eresoinka, a la que la prensa aplaudió unánimemente por sus representaciones del año pasado en la sala Pleyel. Además, Lide Olaeta, la bailarina más joven del mundo, acompañada de 25 jóvenes artistas de Elai-Alai, ejecutará danzas célebres de Gipuzkoa y Bizkaia.

Así, al día siguiente, ante 3.000 espectadores, José Antonio Agirre, François Mauriac y los principales responsables de la LIAB, los txistularis entonaron el Mendiko Soñuak, de Jesús Guridi. Después, el espectáculo se desarrolló equilibrado entre la Academia Coreográfica y el coro, que interpretó las siguientes obras del repertorio vasco: Agur Jaunak, Udaberria, de J. Olaizola; Ama begira zazu, de Zubizarreta; Dringilin-dron, Loa loa, de Esnaola; Akerra ikusi degu, Amatxo, de Guridi; Arranoak, de E. Jordá;, Bigarren Kalez Kale, de Sorozabal, y Aurtxoa seaskan, de G. Olaizola. La segunda parte estuvo reservada al conjunto Elai-Alai de Segundo Olaeta, que conoció en Francia una aventura similar a la de Eresoinka, con un programa de cantos y danzas. En la tercera parte Larrun Kresala presentó sus escenas de vida popular cantando y bailando, entre otras: Itxasoan y Ama, obras del Padre Donostia, para finalizar con Ator Mutil de Guridi.

Esa velada marcó la apoteosis de una aventura artística y humana que había comenzado en Santander. El 19 de agosto de 1937, cuando todo parecía perdido, el lehendakari Aguirre pensó que había que continuar la lucha por medios pacíficos. Convocó a Gabriel Olaizola y le confió la misión de embajador cultural de la paz, frente a una Europa presa del fascismo:

Le dije así: es posible que no podamos salir de aquí. Sin embargo, nuestra tarea no ha terminado y deseo que llegue también al terreno artístico. Te pido que salgas inmediatamente hacia Francia y formes, entre nuestros refugiados, el mejor coro posible para que lleve, por todo el mundo, gracias a nuestras melodías, el recuerdo de un pueblo que muere por la libertad.

Gabriel Olaizola, bajo de ópera, era un artista emblemático de Gipuzkoa y dirigió el coro Eusko Abesbatza de San Sebastián desde 1931. Marchó hacia la zona de Baiona y buscó intérpretes de renombre refugiados en Iparralde. Se rodeó de los mejores especialistas musicales y elaboró un repertorio basado en las tradiciones de Euzkadi, completándolo con grandes obras polifónicas modernas y religiosas. Así, llegaron a Sara los músicos José Uruñuela, José Olaizola y Alejandro Valdés; después los colaboradores de Olaizola: Aurora Abasolo, José Etxabe y Txomin Olano. El Padre Donostia asesoró a distancia en la elección del repertorio, mientras que Olaizola recurriría a las obras ineludibles de Guridi, Sorozabal, Esnaola, Sagastizabal, Ravel y Debussy… y los grandes polifonistas de los siglos XV y XVI.

El calor de Sara Durante el exilio de la población del sur de Euzkadi, la acogida de los pueblos fronterizos de Iparralde fue ejemplar. El pueblo labortano de Sara fue elegido para la preparación del coro y aportó su parte de humanidad hacia sus hermanos del sur. El renombre del alcalde, Michel Leremboure, la presencia de refugiados de Gipuzkoa, como Antonio Labayen, y las relaciones del Padre Donostia y de José Miguel Barandiaran con los habitantes de Sara fueron, sin duda, determinantes en esta elección.

Entre los intérpretes que llegaron al pueblo se encontraban futuras personalidades del mundo cultural: Jesús Elosegui, creador de Aranzadi; el txistulari y lingüista Jon Oñatibia; el arquitecto Juan Madariaga; y del mundo del espectáculo, Pepita Embil (madre de Plácido Domingo) y el tenor Luis Mariano, entre otras personalidades tales como el sacerdote tenor Ramón Laborda, Teodoro Hernandorena y Pablo Eguibar.

Los ensayos tuvieron lugar entre el 22 de septiembre y el 17 de noviembre y prepararon 43 obras. Jesús Luisa Esnaola, antiguo bailarín del grupo Saski-Naski, dirigió un conjunto coreográfico. Son numerosos los recuerdos que permanecen en Sara, tanto en la memoria colectiva como en ciertos lugares. Especialmente en el frontón, donde los bailarines ensayaban durante las bellas jornadas del otoño de 1937; en el hotel de La Poste, donde el grupo hacía vida y donde aún permanecen las firmas de los miembros de Eresoinka. Pero si hay un testimonio único, es el de la casa Ihartzeartea, en la que se puede admirar el fresco del pintor Gaspar Montes Iturrioz, realizado a principios del año 1937 en agradecimiento por la acogida de los habitantes de Sara. Lugar de ensayo de los bailarines, txistularis y de parte de los cantantes, esta sala emociona y está impregnada de serenidad.

La preparación del espectáculo se prolongó un mes en París, para debutar el 18 de diciembre en la sala Pleyel. Simultáneamente, un equipo parisino, dirigido por Manuel de la Sota y compuesto por el director de orquesta Enrique Jordá y los pintores José María Uzelai, Antonio de Guezala, Ramiro Arrue y Julián Tellaeche, realizó un trabajo considerable. Imaginaron un espectáculo de tradiciones populares, compuesto de cuadros escénicos musicales, de entremeses cantados y bailados, además de realizar los decorados y el vestuario. Buscaron una sala de espectáculos prestigiosa, siguiendo el deseo del lehendakari Aguirre, que asegurara la promoción del espectáculo, así como el alojamiento para un grupo tan numeroso. Ramiro Arrue y Manu de la Sota elaboraron un bello programa mientras que Antonio de Guezala realizó el espléndido cartel titulado: Eresoinka, espectáculos de Arte Vasco.

Gira por Europa Seis meses después de la caída de Bilbao, el pueblo vasco levantó la cabeza y el éxito logrado tras las actuaciones de los días 18, 19, 20 y 23 de diciembre de 1937 estuvo a la altura de la ambición del lehendakari Aguirre, es decir, ¡la excelencia! Durante los seis meses siguientes realizaron una gira de seis semanas de Bruselas a Rotterdam, pasando por Amberes, Gante, Amsterdam y La Haya. El mes de abril lo dedicaron a las representaciones en el Teatro de París, donde Pepita Embil interpretó la canción de cuna Aurtxoa seaskan dago. En junio, los espectáculos en el teatro Aldwich de Londres duraron dos semanas, siempre con el mismo éxito, con un espectáculo imaginado por J.M. Uzelai y Manu de la Sota: Larrun Kresala.

A su vuelta, la cuestión económica se impuso ante la dificultad para alojar y alimentar a más de cien personas. La dirección de Eresoinka descubrió el castillo de Belloy, cerca de Saint Germain-en-Laye, que se convirtió, a partir del mes de julio, en su residencia principal. Vivieron en la autarquía hasta la disolución del grupo, aportando cada uno su contribución a la vida grupal.

En septiembre de 1938 realizaron una serie de representaciones por tierras vascas, en Baiona, Biarritz y Donibane Lohizune. Un año después de la creación del grupo, los eventos internacionales marcaron una pausa en la vida artística de Eresoinka. El segundo año lo dedicaron a la organización de conciertos de prestigio y de música sacra, así como a la realización de grabaciones del repertorio vasco. El 9 de abril de 1939, el segundo Aberri Eguna del exilio fue la ocasión para organizar una fiesta en el castillo de Belloy con los jóvenes bailarines de Elai-Alai, en presencia del lehendakari Agirre.

Eresoinka se implicó en las manifestaciones de la LIAB, lo que les llevó hasta aquella velada del 26 de mayo de 1939, antes de la disolución del grupo ante la escalada de la tensión. ¡Qué emoción debieron sentir los protagonistas de aquella velada al ver el resultado del trabajo realizado durante dos años! Especialmente el lehendakari Agirre, que sabía que la aventura se terminaba, no sin cierto orgullo por la misión cumplida.

Eresoinka fue una aventura incomparable y una etapa importante para la difusión de la cultura vasca. Por los cantos armonizados para la ocasión y el principio de un espectáculo basado en la tradición popular, se trata de un acto fundador y federador de la cultura de las provincias del sur y del norte, que todavía practicamos nosotros. ¡El legado es considerable!

Los vascos de Eresoinka encontraron en el exilio la manera de continuar combatiendo, poniéndose a disposición del más bello compromiso: que no muriera el alma del País Vasco. Dos miembros del coro viven aún: Inazita Olaizola y Miren Derteano. Agradezcámosles en nombre de sus compañeros el haber escrito esta bella página de la historia del País Vasco.

El autor

Ezkaba, la gran fuga de una cárcel franquista

Hoy se conmemora el 76 aniversario de la evasión de 795 presos del fuerte navarro de San Cristóbal en Ezkaba con la presentación de un libro de Txinparta y Aranzadi, que recuerda una fuga épica reprimida por el fascismo.

Grupo de prisioneros abertzales.
Un grupo de prisioneros abertzales y republicanos en el Fuerte de San Cristóbal.

El jueves 22 se cumplirán 76 años de la que fue considerada una de las fugas carcelarias más importantes de la historia mundial por el número de personas que huyeron y por sus funestas consecuencias. A nivel de Estado está catalogada como la mayor evasión con 795 presos, de los cuales 221 hombres fueron muertos a tiros por los fascistas. Entre ellos, al menos, veinte vascos demócratas de Hegoalde, defensores de la República, fueron asesinados por los franquistas en su salida del fuerte San Cristóbal del monte de Ezkaba: fueron cinco vizcainos, cuatro alaveses, tres guipuzcoanos y ocho navarros. Según narraban los testigos, se urdió el plan con el esperanto como idioma, lengua que no entendían los centinelas y el resto de franquistas.

La entrada a este penal militar aún en pie, llamado de forma oficial Fuerte de Alfonso XII, será el lugar de encuentro de las personas que acudirán a los actos de conmemoración que se organizan en recuerdo de los prisioneros de guerra. En el acto también se presentará un nuevo libro sobre este episodio histórico.

Lo publica la agrupación Txinparta con la Sociedad de Ciencias Aranzadi. «Es un recorrido participativo sobre el fuerte de San Cristóbal y lo que allí aconteció. Articula en capítulos la historia del fuerte, los recuerdos, la aportación de familiares, el homenaje anual que se hace… Es un libro representativo a partir de lo que Txinparta ha organizado y las exhumaciones que hemos llevado a cabo Aranzadi», aporta a DEIA Jimi Jiménez, geógrafo e historiador, así como técnico especializado en arqueología forense de Aranzadi. El volumen lleva por título La memoria del fuerte San Cristóbal. El cementerio de las botellas.

El programa de actividades dio comienzo el pasado día 9 en el espacio cultural del Ayuntamiento de Antsoain. El acto de recuerdo tendrá lugar hoy a las 12.00 horas en las mismas puertas de la cima del monte Ezkaba, con subida por Artika. El grupo de memoria histórica Txinparta organiza la jornada pública. «Mayo avanza primaveral por las faldas del monte Ezkaba cubriendo de colores sus vergüenzas, colocando alguna flor en las ocultas fosas de asesinados que siembran sus laderas, cubiertas por la tierra, el silencio, la desvergüenza de sus asesinos y la complicidad y la pasividad de sus descendientes y herederos políticos», proclama estos días tan prosaico como poético Venancio Pla, de Txinparta. Su hermano Koldo, cuando recuerda este episodio histórico, asegura que a aquellos prisioneros asesinados «la sinrazón les arrebató los sueños y les cerró los ojos».

La fuga del Fuerte de Ezkaba en mayo de 1938 ofreció la fascinación de los acontecimientos épicos y ocupó en su momento las portadas de la prensa republicana e internacional, antes de caer en el olvido y el interesado ocultamiento de los vencedores. Tres fugados, entre 795, alcanzaron la frontera que divide Hegoalde de Iparralde: Amador Rodríguez, Jacinto Ochoa y Leopoldo Picó. Hay un investigador, el escritor Fermín Ezkieta, que sopesa que hubo un cuarto -oriundo de Azagra- que lo consiguió, pero no está documentado. Además, desmonta la tesis del enfrentamiento entre fugados y perseguidores que pretendía encubrir una matanza: 206 fugados, más 14 fusilados en agosto como dirigentes, a los que sumar los 46 capturados, que fallecerían en el fuerte hasta 1943.

falangistas La agrupación Txinparta, en sus 25 años de duro trabajo, digno de reconocimiento social, ha dado pasos muy importantes. Ha conseguido desmontar creencias ya asentadas en la sociedad local. Una pasaba por afirmar que los mandos habían abierto la puerta del fuerte para que salieran y cargar contra ellos. «Tenemos la seguridad de que no fue así», confirma Pla. Existen también periódicos de la época que citan que fueron los falangistas los que habrían promovido la fuga, hecho tampoco real. Se conoce que fue un pequeño grupo el que ideó la salida con Leopoldo Picó a la cabeza, un hombre que vivió en Ezkerraldea, y era amigo de Dolores Ibarruri, La Pasionaria. «Al parecer, se llegaban a comunicar en esperanto», aportó Pla.

A día de hoy, queda vivo como único superviviente que se conozca el comunista Ernesto Carratalá, hijo de un teniente coronel republicano que se opuso a los golpistas y fue asesinado por ello. Carratalá asegura que su padre fue el primer militar muerto por el golpe de Estado. «Además, sabíamos que hace tres años estaba vivo un hombre de Cáceres, en San Martín de Trebejo», confirma a este diario Venancio Pla.