¡Al búnker, que nieva!

NI aplicaciones, ni webs, ni Meteosat que lo valga. Para informarse del tiempo, no hay como mirar el escaparate de un bazar chino. Yo paso a diario por uno que acumula un cien por cien de aciertos. Cada vez que despliega su arsenal de paraguas, llueve fijo. Anoche colocó una camiseta polar entre un gato que te pego leche y unos escobones. Joé, pensé, mañana seguro que nieva. Y tate. De hecho, les escribo esta columna desde el búnker, porque hay alerta naranja, que debe ser que va a hacer un frío del carajo, pero suena a ataque con gas sarín. reacciones-de-animales-a-la-primera-nevada-16-621x350

Con tanta acojonorecomendación -que no cojan el coche, que mejor ni salgan, que levantarse de la cama es tontería- una manda a los niños al colegio como si fueran al Annapurna: una primera capa de film transparente, otra de aislante térmico, ropa interior polar, camisa de franela, jersey de cuello vuelto, mono de plumas por si se atasca el bus y tienen que hacer un vivac, guantes y botas de alpinismo extremo, pasamontañas… Y encima la txapela o el pañuelo porque a Santa Águeda hay que cantarle se ponga como se ponga SOS Deiak. Luego, si sale un crío rodando, crece la bola de nieve y provoca un alud, a mí que me registren. Mientras la mitad de la población vive el invierno como el apocalipsis y a los aitites se les desencaja la mandíbula de la risa, el padre de las criaturas se ha ido al curro con una chamarrita de entretiempo. Si se criogeniza por el camino, eso que me ahorro.

arodriguez@deia.com

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