Historial clínico o delictivo

urgencias

PACIENTE crónico de casi todo flanqueado por dos familiares en el papel de apuntadores, con sus memorias humanas de serie, sendos smartphones cargados de fotos de medicamentos, informes de alta y pautas de tratamientos y un socorrido A-Z donde archivan el historial clínico, las citas y los resultados de las pruebas. Especialista que, tras un largo silencio, levanta los ojos del ordenador e interroga al sujeto, octogenario, a la velocidad de Christian Gálvez. “¿Fecha del último ingreso? ¿Toma atorvastatina? ¿Cuándo se hizo la última placa? ¿Próxima cita con el cardiólogo? ¿Medicación habitual?”. “¿Medicación habitual? ¿Está de broma?”, piensan.

Aprenderse todos esos principios activos es como memorizar la lista de los Reyes Godos. Entre los tres contestan a duras penas, consultando las chuletas en todos sus formatos, mientras el médico teclea. No entienden muy bien para qué, porque lo que escribieron en su día otros colegas no parece haber llegado a su terminal. Conductor que vuelve de las vacaciones y encuentra a un agente en su felpudo. “Tras cruzar las bases de datos de la Travel y la CIA con la de socios del Athletic y cotejar su cogote en las fotos del Facebook y los vídeos de las cámaras de seguridad, aquí tiene su multa por circular a 56 kilómetros por hora por Valdemorejo del Cornete el Domingo de Ramos a las 13.14 horas. Esta otra es por pagar las persianas en B en mayo de 2013”. ¿Seguro que la tecnología venía a ayudarnos?

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