¡Vaya por Montesquieu! El PSOE y Unidas Podemos se largan una trilería del quince para saltarse el bloqueo de la renovación y llenar de togas afines el Consejo del Poder Judicial, y la triderecha se pilla un rebote cósmico. Confieso que no acabo de decidir si me resulta más digno de despiporre la bribonada de los ahora socios de gobierno y residentes en Moncloa o la llantina descangallada de Casado, Arrimadas y Abascal. Lo echo a cara cruz, y me sale canto: al final, unos y otros, incluidos los respectivos palmeros y plañideros mediáticos, gastan un rostro de alabastro que les llega al suelo. ¿O es que acaso no sabemos que los papeles podrían estar cambiados y en este instante estaríamos en idéntica farsa?
Pues sí, pacientes lectores. No es difícil imaginar el pisfostio en Progrelandia si un PP con mayoría suficiente se hubiera liado la manta a la cabeza para cambiar a su conveniencia la malhadada ley y así partirse y repartirse los miembros del órgano de gobierno de los jueces bajo el pretexto de que el partido de enfrente no se aviene esta vez al intercambio de cromos, o sea, de juristas de la debida obediencia. Habría ardido Troya, y me atrevo a decir que con toda la razón del mundo, exactamente igual que ahora los que se encabritan son los de enfrente. Qué puñetera manía con las dobles varas.