Un polvo crepuscular

Rompan sus pronósticos electorales. Nada de lo dicho hasta ayer vale un carajo. Hay un suceso que lo cambia todo irremisiblemente: la alianza entre Ciudadanos y UPyD apunta a mayoría absolutísima, especialmente si, como adelantó El Mundo Today, se confirma que entra también en el pacto el club de fans de Star Trek de Soria. De acuerdo, lo último es choteo, pero lo de la entente entre el petardo naranja y la excrecencia magenta va a misa. Lo están pregonando a todo trapo los heraldos de la formación ya cadáver y de la que va camino de la morgue.

Uno, que atesora más memoria de la que quisiera a veces, tiene fresca la imagen de un diálogo despiporrante entre Rosa de Sodupe y ese gaznápiro justificador de abusos sexuales que atiende por Albert Boadella. Fue hace ahora seis años, cuando Ciudadanos era solo un chiringuito implantado en Catalunya y a UPyD se le vaticinaba un esplendoroso futuro como receptor de los votos desencantados del PP. El histrión, hablando en nombre de su tocayo Rivera, le propuso a Díez directamente que sus formaciones follasen. Como lo leen. La respuesta de la interpelada fue que nones. “Para follar hay que encontrarse en la misma casa”, le cortó el rollo al camelador. Como es sabido, los augurios fueron exactamente al revés, y mientras UPyD caminaba hacia la extremaunción, Ciudadanos, dopado económicamente por quienes ustedes saben, cogió vuelo y llegó a ser —técnicamente, todavía lo es— la tercera fuerza política española. Resulta gracioso a la par que revelador que justo cuando el figurín figurón ha entrado en barrena se vaya a producir el polvo crepuscular. No hay Viagra suficiente.

Ahora… 155

Primero fue una insinuación con toques hasta líricos: “Actuaremos con serena firmeza si vuelven a quebrar el Estatut”. Anótese, por cierto, el rostro de alabastro que hay que gastar para soltar eso, militando en el partido que presumió de haber cepillado el texto ahora presuntamente sagrado. Al día siguiente, como en los avisos corleoneses, subió el diapasón: “Que los independentistas no jueguen con fuego”. Y a la tercera, que fue ayer, segundo aniversario del referéndum del 1 de octubre, ya sin medias tintas, se puso nombre, o sea, número, a la amenaza: “Lo hemos estudiado, y un gobierno en funciones puede aplicar el 155 sin problemas”.

La secuencia muestra los retratos fidedignos del autor de las amenazas y de su gurú de cabecera. Esos, exactamente esos, son Pedro Sánchez e Iván Redondo, dos tipos que cambian de discurso como de gayumbos. La diferencia es que lo segundo se hace por higiene y lo otro, lo de pasar de arre a so y viceversa, responde al cálculo de la mandanga que funciona en el mercado en cada momento. Ni siquiera se preocupan en disimularlo, como prueba la elección del eslogan de campaña. “Ahora, España”, reza la martingala, dejando implícito que ayer no tocaba y que mañana ya veremos.

¿Colará? Lo comprobaremos el 10 de noviembre, pero no lo descarten. Como escribí recientemente, juega a su favor la descomunal flaqueza de memoria del personal con derecho a voto. Hágase de nuevas quien quiera. Este Sánchez es el del colosal banderón rojigualdo, el que fue a piñón con el PP en la aplicación del 155 y el que dedicó los epítetos más gruesos a los líderes soberanistas. No ocurrió hace tanto tiempo.

Gracias, Albert

Definitivamente, Albert Rivera se ha convertido en la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. En cuanto cree que alguien le tose, o incluso, le carraspea mínimamente, salta como un resorte: “¡Que le corten la cabeza!”. El penúltimo damnificado es un tipo cuyo nombre raramente hubiera llegado a ser impreso o pronunciado en los medios. Si no tenemos ni pajolera idea de quién es el número uno de Ciudadanos en Euskadi, menos íbamos a saber que el segundo de a bordo de la minúscula franquicia naranja en la demarcación autonómica atiende a la gracia de Javier Gómez. Ni por asomo sospecharía este hombre que su cuarto de hora de gloria política tendría como origen su defenestración sumarísima. Pues ahí lo tienen, reclamado estos días para diez veces más entrevistas de las que le habían hecho en toda su vida.

¿Y qué delito ha cometido el tal Gómez para despertar la furia de su ya no tan amado líder? Lo cierto es que nada diferente a lo que vienen haciendo desde hace meses sus compadres de la Comunidad Foral con la bendición del capo: buscar un apaño con el PP local para ir juntos a las elecciones repetidas. Vascos suman —a ver quién era el guapo que ponía Euskadi en una lista de ese jaez— se iba a llamar la componenda que ya estaba a punto de caramelo. Pero cuando Alfonso Alonso se las prometía muy felices por haber llevado al redil popular al partiducho que, sin dejar de serlo, les había rascado votos en los anteriores comicios, llegó el comandante Rivera y mandó parar el contubernio que probablemente habría mejorado el resultado de la derecha española en Euskadi el 10 de noviembre. Se agradece.

Mesías Errejón

Eran pocos a la izquierda de Marx padre, y parió Errejón. O bueno, lo parieron a él en forma de cabeza de cartel para las elecciones repetidas del 10 de noviembre. Olvidadiza y haragana, la prensa patria presenta el fenómeno como un “salto a la política nacional”, como si el Peter Pan de la mirada perdida no hubiera estado en la política nacional hace apenas un par de Teleberris. Exactamente hasta que se cansó del ninguneo sádico al que lo sometía su anteriormente amigo del alma Pablo Iglesias Turrión. El repliegue matritense amadrinado por la entrañable a la par que venenosa Manuela Carmena fue un simple movimiento táctico, un arrieritos somos, a la espera del momento para cobrarse venganza.

Y ahí lo tienen, devenido en Mesías con poderes presuntamente adhesivos y disuasores de la tentación abstencionista que anida en muchas y muchos que se tienen por personas de progreso. Así lo andan vendiendo sus acólitos, casi todos, rebotados o directamente laminados por la ortodoxia pablista, y en mil y un casos, coleccionistas de escisiones sin cuento desde la reinvención del PCE en Izquierda Unida. ¿Será verdad que esta nueva resta tenga la vocación de sumar? Quizá es el deseo sincero que albergan los corazones de muchos de los bienintencionados rojos incurables que han hecho de Errejón su caudillo a falta de otro mejor. Sin embargo, asistiendo a las albricias desmedidas con que los portavoces más significados del PSOE han acogido la noticia del paso adelante del líder de Más Madrid, cabe, cuando menos, dejar lugar a una duda razonable. Algo no cuadra cuando uno de tus principales rivales te recibe haciendo la ola.

¿No votar?

La mejor aliada de los irresponsables políticos que nos han llevado a la repetición electoral del 10 de noviembre es la desmemoria de la mayoría de los que votamos. Y hago precio de amigo, porque tal vez sería más atinado hablar de la indolencia, de la dejadez o, más en llano, de la pachorra del personal. Quiero yo ver en el momento de contar las papeletas en qué queda toda esa indignación sulfúrica que se exhibe en barras de bar, colas de carnicerías y no digamos en Twitter, Facebook y los tremebundos grupos de guasap.

¿De verdad alguien cree que la forma de castigar a unos tipos a los que se la refanfinfla todo es no presentarse ante las urnas el día de autos? Sin pensar en a quién le vendría de perlas y para quién sería el roto, ya habrán escuchado a esa mediocridad venida a mucho más que atiende por José Luis Ábalos. “No hay ningún miedo a la abstención”, se jacta el palafrenero de Sánchez ante cada alcachofa que le ponen delante, dejando claro que para él, su jefe y el iluminado que le susurra a su jefe, la ciudadanía es un rebaño de mansas ovejas. Lo triste es que los hechos pueden darles la razón.

En resumen, tengan cuidado con a quien votan, pero también con a quién no votan. Como apunté aquí mismo hace unos días, en nuestros terruños tenemos el pequeño consuelo de que hay, por lo menos, dos siglas a las que no podemos achacar esta inmensa tomadura de flequillo de la que hemos sido —¡y seguimos siendo!— víctimas. Cierto es también que con eso solo avanzaremos si los hados quieren, como ha ocurrido con cierta frecuencia, que estos escaños resulten determinantes para conseguir la mayoría buena. Así sea.

Reparto de culpas

Las ocho semanas de campaña que nos quedan hasta el bis electoral van a girar monotemáticamente sobre una cuestión: quién ha tenido la culpa. De hecho, llevamos en estas desde que empezaron las presuntas negociaciones. Ahora ya sabemos que en esas mesas de ping-pong dialéctico lo fundamental nunca fue el acuerdo, sino la construcción de una mandanga retórica que permitiera endiñar al otro la responsabilidad del fiasco. Y a la vista de que esa esgrima va a determinar el resultado del 10 de noviembre, procede preguntarse del modo más desapasionado posible si cabe hacer una clasificación general de la culpa atendiendo a las actitudes acreditadas desde que se contaron los votos de las últimas generales.

La primera en la frente: no parece haber lugar para una respuesta objetiva. Como vemos, esto va de filias y fobias, de simpatías y antipatías. Cualquiera cercano al PSOE apuntará a Unidas Podemos como causante del desastre y, en simétrica correspondencia, los partidarios de Iglesias se lo atribuirán a Sánchez. Luego están los no alineados (aunque sí una gotita esquinados) que, tirando de manual, pontificarán que la responsabilidad mayor siempre recae en el líder de la fuerza más votada. Sin negarlo, y sin dejar de ver también que en estos meses Pedro Sánchez ha batido récords siderales de soberbia y humillación hacia los morados, no hay que ser ajenos a otra evidencia palmaria: Iglesias se lo ha puesto a huevo de principio a fin. Tan de Juego de Tronos que es, no ha olido el problemón en que habría metido a su antagonista con un simple apoyo gratuito. O no ha querido hacerlo. Esa culpa, nada pequeña, es suya.

Game Over

Ya lo dijo aquel filósofo cañí que daba matarile a los toros que le ponían por delante: lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Nótese que en el caso que nos ocupa, la imposibilidad no radica en el hecho en sí sino en quienes debían ejecutarlo. Había un congo de formas de evitar las elecciones que se nos vienen encima el 10 de noviembre, pero la maldición divina disfrazada de signo de los tiempos (o viceversa) ha querido que el asunto estuviera en manos de cuatro mastuerzos ególatras metidos a estadistas de chicha y nabo. Con suerte, entre todos juntarían masa gris para regir los destinos de la cofradía de las albóndigas de Alpedrete.

Vaya tropa, diría el chorizo ilustrado Romanones. Pena, penita, pena que ninguno vaya a emular a Don Estanislao Figueras, aquel presidente de la primera República española que espetó a sus compañeros de gabinete: “Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco. ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”, antes de coger un tren a París. Descuiden, que esta recua de ineptos ventajistas —de acuerdo, unos más que otros, pero todos por un estilo— tendrán el cuajo de encabezar las listas de sus respectivas formaciones, donde sus acólitos y palmeros todavía les reirán la gracia. Y aquí es donde la responsabilidad se traslada a los fulanos que seguirán haciéndoles la claque… y a las ciudadanas y los ciudadanos que les votarán dentro de menos de dos meses. Qué rabia, no poder decir que con su pan se lo coman porque su decisión nos alcanzará querámoslo o no. El único consuelo es pensar que en estos lares podremos optar por siglas que sí han sabido estar a la altura.