El Rollo Gótico Jurisdiccional de Boadilla del Camino, advertencia para caminantes

Cuentan que en el Camino Francés, en el pueblo palentino de Boadilla del Camino, los peregrinos y peregrinas encuentran el Rollo Gótico jurisdiccional, del siglo XV, donde, posiblemente, muchos caminantes fueron mostrados a la vergüenza, encadenados de pies y manos, por haber delinquido en el recorrido del Camino de Santiago. En aquellos tiempos, pululaban por los caminos de las rutas jacobeas, en búsqueda de peregrinos y peregrinas a los que timar o engañar, bandidos, ladrones y estafadores, los cuales, en algunos casos, eran atrapados y amarrados, como advertencia, al Rollo Gótico de Boadilla del Camino antes de ser ajusticiados por sus fechorías.


El Rollo Gótico, como se puede observar en la fotografía, conserva en su base cinco escalones con unas cavidades y ornamentos en su interior. A partir de este fuste descubrimos ocho pequeños pilares góticos, entre los cuales han sido talladas conchas de peregrino, rosetas y cabezas de clavos. En la cúspide hallamos un gran capitel, adornado con unas gárgolas de animales y cabezas de querubines, completando su vértice por un aguja gótica. El Rollo Gótico jurisdiccional de Boadilla del Camino tiene una altura de siete metros y medio y una base de doce y medio.

La historia del Rollo Gótico, símbolo de independencia, se remonta al reinado de Enrique IV, El impotente, apodado así al no lograr tener sucesión legítima; hijo de Juan II y María de Aragón y hermano paterno de Isabel, la cual se proclamó reina a su muerte. En el caso de Boadilla del Camino el privilegio se otorgó en 1467 como reconocimiento por la ayuda prestada a Enrique IV para recuperar el trono; ratificado por los Reyes Católicos en 1482. De esta forma, la localidad palentina erigió el «Rollo» para que todo el mundo conociese que Boadilla del Camino era independiente, sin estar supeditada a señor o señorío.

Muy cerca de Boadilla del Camino, en Itero de la Vega, encontramos un «rollo de justicia», que se remonta a 1529 y que también se puede encontrar en el Camino Francés. Años después, las Cortes de Cádiz abolieron las funciones de los «rollos»

La Cruz de Sota en Islares recuerda la muerte en accidente de Catalina, hija de Ramón de la Sota y Llano

Cuentan que en el Camino del Norte, a la altura de la playa de Arenillas en Islares (Cantabria), los peregrinos y peregrinas encuentran el pedestal de la Cruz de Sota, destruida durante la Guerra Civil, y erigida «in memoriam» de Catalina de la Sota y Aburto, fallecida en ese lugar como consecuencia de la caída al mar del coche donde viajaba en noviembre de 1922. Catalina era hija de Ramón de la Sota y Llano,  insigne empresario naviero, notable político, artífice del desarrollo económico de Bilbao a finales del siglo XIX y en los primeros años del XX, y miembro del Partido Nacionalista Vasco. La saga de La Sota procedía de una familia de propietarios rurales de las Encartaciones vizcainas siendo Ramón el primogénito, nacido en Castro Urdiales en 1857, «por casualidad» al encontrarse su madre Alejandra, veraneando en la villa castreña. Los Sota estaban afincados, habitualmente, en su residencia de San Julián de Muzkiz (Bizkaia).


En el trágico accidente falleció, además de Catalina, el clérigo capuchino José María Elizondo, quedando heridas de gravedad la madre y Sofía MacMahón, hija del marques de ese apellido, salvándose milagrosamente, Eduardo, el chofer de los Sota. Cerca de una hora estuvo el coche en el mar, a merced de las olas, hasta que fueron rescatados por los vecinos de Islares. 

Como recuerdo de la pérdida de su hija Catalina, su padre, Ramón de la Sota, dispuso la construcción (a unos 300 metros de la entrada a la playa de Arenillas) de una cruz en el lugar de la caída del coche (en la fotografía), rodeada de unos bancos de piedra, los cuales servían, además, como mirador de la costa, Oriñón, el Monte Candina y el Cabo Cebollero de Sonabia. Durante la Guerra Civil la Cruz de Sota fue destruida, resistiendo tan sólo el pedestal con la referencia a las dos personas fallecidas en el accidente y la fecha del suceso.

Ramón de la Sota fue nombrado marqués de Llano por el rey Alfonso XIII y, como aliado de los hermanos Sabino y Luis Arana Goiri impulsó el nacionalismo vasco, defensor de los Fueros frente al Gobierno español, y de un partido democrático, moderno, moderado, pragmático, laico y autonomista. Precisamente, por esta conexión con el nacionalismo vasco, los vencedores de la Guerra Civil utilizaron estas tesis para castigar a la familia Sota, requisando sus bienes en 1937, un año después del fallecimiento de Ramón de la Sota y Llano.

El viejo sistema para medir la velocidad de los barcos en el Camino del Norte en la costa de Islares

Cuentan que en el Camino del Norte, en el tramo de la costa entre las localidades de Cerdigo e Islares (Cantabria), los peregrinos y peregrinas encuentran los restos de un viejo monolito, que servía como referencia a los nuevos barcos a la hora de establecer la velocidad de navegación. En aquellos tiempos, no existía, por ejemplo, el Sistema de Posicionamiento Gobal (GPS), un método que posibilita la ubicación de un objeto —en este caso un barco— sobre la superficie de la Tierra utilizando cuatro o más satélites mediante una regla matemática para indicar la posición del objeto en cuestión, usando la geometría de triángulos, que se denomina trílateración. Como consecuencia de este proceso, el monolito ha perdido su empleo y el tiempo lo ha «enviado al paro» de los servicios marítimos a pesar de mantenerse erguido, una parte de él, desafiando a los vientos y temporales del mar Cantábrico.


Según tengo entendido, explicado de una manera sencilla, la utilización de este monumento marítimo se empleaba para conocer la velocidad de los nuevos buques que salían de los astilleros vascos, situados en El Abra, la puerta de entrada a la ría de Bilbao, donde también existía la referencia de salida del buque. Desde ese punto, la nave surcaba las aguas del Cantábrico durante una milla náutica (1,852 kilómetros) en linea recta, paralelamente, a la costa hasta situarse frente al monolito en las cercanías de Islares. Así, se buscaba la paridad correspondiente a un nudo equivalente a una milla náutica por hora y se podía conocer la velocidad que desarrollaba el navío.

La Milla Medida de Islares consta de cuatro torres emparejadas que crean dos enfilaciones separadas entre sí 2.213 metros. Esta medida conocida permitía a los barcos en pruebas de homologación recorrer dicha distancia midiendo el tiempo empleado obteniendo como resultado la velocidad real alcanzada.

Hoy en día, todo ha cambiado y después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron diferentes instrumentos electrónicos como los radares, GPS, GLONASS o los sistemas de ondas electromagnéticas de estaciones terrestres, los cuales han logrado evolucionar la navegación de forma muy radical. Tras la desaparición de los principales astilleros del área de Bilbao, junto con la llegada de los GPS, esta instalación quedó abandonado a finales de los años 90. El paso del tiempo y la falta de mantenimiento desde entonces amenazan la integridad de este patrimonio industrial que ya sufre un avanzado estado de corrosión.