Cuentan que en el Camino del Norte, en el tramo de la costa entre las localidades de Cerdigo e Islares (Cantabria), los peregrinos y peregrinas encuentran los restos de un viejo monolito, que servía como referencia a los nuevos barcos a la hora de establecer la velocidad de navegación. En aquellos tiempos, no existía, por ejemplo, el Sistema de Posicionamiento Gobal (GPS), un método que posibilita la ubicación de un objeto —en este caso un barco— sobre la superficie de la Tierra utilizando cuatro o más satélites mediante una regla matemática para indicar la posición del objeto en cuestión, usando la geometría de triángulos, que se denomina trílateración. Como consecuencia de este proceso, el monolito ha perdido su empleo y el tiempo lo ha «enviado al paro» de los servicios marítimos a pesar de mantenerse erguido, una parte de él, desafiando a los vientos y temporales del mar Cantábrico.
Según tengo entendido, explicado de una manera sencilla, la utilización de este monumento marítimo se empleaba para conocer la velocidad de los nuevos buques que salían de los astilleros vascos, situados en El Abra, la puerta de entrada a la ría de Bilbao, donde también existía la referencia de salida del buque. Desde ese punto, la nave surcaba las aguas del Cantábrico durante una milla náutica (1,852 kilómetros) en linea recta, paralelamente, a la costa hasta situarse frente al monolito en las cercanías de Islares. Así, se buscaba la paridad correspondiente a un nudo equivalente a una milla náutica por hora y se podía conocer la velocidad que desarrollaba el navío.
La Milla Medida de Islares consta de cuatro torres emparejadas que crean dos enfilaciones separadas entre sí 2.213 metros. Esta medida conocida permitía a los barcos en pruebas de homologación recorrer dicha distancia midiendo el tiempo empleado obteniendo como resultado la velocidad real alcanzada.
Hoy en día, todo ha cambiado y después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron diferentes instrumentos electrónicos como los radares, GPS, GLONASS o los sistemas de ondas electromagnéticas de estaciones terrestres, los cuales han logrado evolucionar la navegación de forma muy radical. Tras la desaparición de los principales astilleros del área de Bilbao, junto con la llegada de los GPS, esta instalación quedó abandonado a finales de los años 90. El paso del tiempo y la falta de mantenimiento desde entonces amenazan la integridad de este patrimonio industrial que ya sufre un avanzado estado de corrosión.