San Veremundo de Iratxe, el abad que alimentaba a los pobres peregrinos

Cuentan que el Camino Francés atraviesa  Tierra Estella por la localidad navarra de Villatuerta, donde nació San Veremundo (también sitúan su origen en el cercano pueblo de Arellano), monje benedictino y abad del Monasterio de Santa María la Real de Iratxe, que alimentaba a los pobres y a todos aquellos que pasaban por el convento; incluso, según cuenta la historia, en más de una ocasión los frailes de la abadía sufrieron continuos ayunos debido a la «compasión alimenticia» que ejercía su santo prior con los peregrinos y peregrinas. San Veremundo vivió entre los años 1020 y 1099 y con apenas doce años ingresó en el Monasterio de Iratxe, en el tiempo en que era rector su tío Don Munio, quien le «colocó» como portero para atender a los pobres del entorno y a los peregrinos y peregrinas, que por aquellos años caminaban hacia Santiago de Compostela. Es a partir de este generoso quehacer cuando se acrecienta la leyenda y milagros de San Veremundo, que hoy en día se mantiene en la fuente de la que brota agua y vino al pasar el Camino Francés por Bodegas Iratxe. 

Con 32 años, San Veremundo es designado abad, al fallecer su tío Don Munio, y es a partir de esos años cuando el Monasterio de Iratxe adquiere su mayor prestigio y gloria, sobre todo con los privilegios otorgados por reyes navarros como Sancho Garcés IV y Sancho Ramírez, aunque al ser nombrado prior, San Veremundo no abandona su valiente misión de atender a los mendigos y caminantes, que se presentaban en la puerta del claustro para recoger los alimentos y restos de la comida de los monjes.

La comunidad benedictina aceptaba resignada los ayunos a los que les obligaba su santo abad, pero un día San Veremundo fue descubierto por uno de los monjes con el hábito hinchado, quien le preguntó por la causa de tamaño «engorde», obteniendo como respuesta que eran «flores para la Virgen de Santa María del Puy». El fraile destapó su túnica dejando caer un montón de rosas recién cortadas.

San Veremundo es patrón de las dos localidades navarras de Villatuerta y de Arellano, las cuales custodian, alternativamente, durante cinco años las reliquias del monje benedictino. El intercambio de los restos tiene lugar en el mes de agosto mediante una romería por varias localidades de Tierra Estella, donde San Veremundo es venerado, con cánticos en su honor y  jotas navarras, al visitar la romería el Monasterio de Iratxe, Dicastillo, Arellano y Villatuerta. 

Un águila coronada indicó la morada de la Virgen de la Asunción de Ziortza Bolibar

Cuentan que, en los cartularios de San Millán de la Cogolla (La Rioja), está escrito que en el año 968 en la parroquia de Santa Lucía de Gerrikaitz (Bizkaia) los feligreses, durante la la celebración de la festividad de la Virgen de la Asunción, un águila coronada cruzó el cielo y se posó en el cementerio para recoger un cráneo del osario del camposanto. El águila retomó el vuelo con la calavera en sus patas surcando los cielos hacia la ladera noroeste del monte Oiz, donde dejó caer el cráneo sobre una fría pradera repleta arbustos de sauco. Los devotos campesinos interpretaron el suceso como un prodigio vinculado a la festividad de la de la Virgen Asunción y decidieron construir una ermita dedicada a la Virgen de Ziortza, pues en aquella «pradera fría» de pastizal era «abundante en sauco», el toponímico en Euskera del lugar indicado por el águila coronada. Así es como en el siglo X «arranca» el origen de la Colegiata de Zenarruza  y  Ziortza —por fría y por sauco: dos lineas de la evolución de los términos euskerikos— que, al ser paso obligado del Camino de Santiago del Norte o de la Costa, fue adquiriendo un grado de crecimiento y notoriedad, sobre todo, a partir de 1379 que fue elevada a la categoría de colegiata, la cual sin ser catedral está regida por un deán, abad o prior.

La Colegiata de Zenarruza obtuvo su máximo esplendor entre los siglos XVI al XIX, siendo a partir de este último cuando comienza su declive hasta terminar, prácticamente, en ruinas debido al olvido de la Santa Sede y a diferentes incendios; aunque por fortuna la Diputación Foral de Bizkaia decide su restauración en 1980. Una reducida congregación de los monjes cistercienses del Monasterio de Santa María La Real de La Oliva de Carcastillo (Navarra) se hace cargo de la Colegiata de Zenarruza.

El Camino del Norte o de la Costa atraviesa el patio del monasterio entrando, precisamente, bajo el escudo de la puerta oeste donde se recoge la imagen del águila coronada con la calavera en sus garras, que da paso al claustro renacentista de dos pisos; el único existente en Bizkaia, y la iglesia de estilo gótico tardío con su retablo dedicado a la Virgen de Ziortza y, además, su órgano barroco (en funcionamiento) también uno de los más antiguos de España.

Zenarruza cuenta con un albergue de peregrinos y peregrinas de tradición jacobea, es decir de acogida «caritativa», para una veintena de personas, agua caliente y cena comunitaria (la misma que los monjes) y desayuno. Toda esta admisión es gratuita y los monjes solamente solicitan el donativo de la voluntad, que considere cada caminante. Es posible también alojarse en la hospedería de la Colegiata que dispone de 14 habitaciones.

La comunidad de monjes cistercienses invitan a los peregrinos y peregrinas a participar en las liturgias de las oraciones del día, como las Vísperas, y en la «bendición del peregrino» para aquellos que la solicitan.

El Camino Ignaciano, un tránsito vital del soldado y guerrero Iñigo al santo Ignacio de Loyola

Cuentan que los peregrinos y peregrinas encuentran en el Camino Francés, en la etapa con final en Iruña Pamplona, una escultura que representa el momento en que resultó herido Iñigo de Loyola, quien años más tarde fundó la Compañía de Jesús. El monumento se encuentra situado en el mismo lugar donde el joven Iñigo, soldado de las tropas oñacinas, el 20 de mayo de 1521, cayó herido por una bala de cañón que le destrozó una pierna y dañó la otra, cuando defendía el Castillo de Pamplona del asedio de los ejércitos franco-agramonteses, que intentaban recuperar el trono de Navarra para los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix.  El conjunto escultórico, concebido por el artista catalán Joan Flotats, reproduce a Iñigo de Loyola llevado sobre una camilla por tres compañeros mientras un perro mira al malherido combatiente. La escena es el punto de partida del tránsito vital del soldado y guerrero Iñigo al santo Ignacio de Loyola, que se reflejará, un año después, en su caminar, por el santuario de Arantzazu hasta la Virgen de Montserrat, donde depositó sus ropas militares, a través de lo que hoy se conoce como el Camino Ignaciano. 

Iñigo, durante su convalecencia en su casa natal de Loyola, dedicó su tiempo a la lectura de «La Vida de Cristo» y las historias de los santos de cada día, que le proporcionaba su hermana. Así fue como el repaso de estos libros religiosos cambió por completo su pensamiento y, de este modo, asumió la decisión de consagrarse «Caballero de Jesús». Un año después, una vez recuperado de sus heridas, Ignacio emprende una peregrinación de 650 kilómetros desde su Loyola hasta el monasterio catalán de la Virgen de Montserrat y la cueva de Manresa, donde pasó diez meses consagrado a la meditación y a redactar los Ejercicios Espirituales, que cambiaría su vida.

Hoy en día, lo que se conoce como el Camino Ignaciano es un nuevo itinerario de senderismo de reflexión y meditación (también se puede realizar en bicicleta) en el sentido contrario a las flechas amarillas que llevan a Santiago de Compostela. El Camino Ignaciano se inicia desde el lugar donde se ubicaba la casa torre de la familia de los Loyola, en el Santuario de la Compañía de Jesús, y atraviesa tierras vascas, La Rioja, Navarra, Aragón y Catalunya. En total son 27 etapas atravesando parques naturales como el de Aizkorri-Aratz o Izki; bosques, viñedos, huertas de cultivo, zonas desérticas, ermitas, monasterios, palacios y castillos; en realidad una gran cantidad de alicientes para la seducción de peregrinos y peregrinas.

 https://caminoignaciano.org/

El 16 de abril se abre la Puerta del Perdón en Santo Toribio de Liébana y comienza el Año Jubilar Lebaniego

Cuentan que el domingo, 16 de abril de 2023 se abrirá la Puerta del Perdón (en la fotografía) y comenzará el Año Jubilar Lebaniego, en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana de la localidad cántabra de Potes. La historia cuenta que en el siglo IX Santo Toribio de Liebana llevó la reliquia del «Lignun Crucis» (Madera de la Cruz) desde Jerusalén a Roma y, luego, a su obispado de Astorga. Pero, la invasión musulmana obligó a trasladar los bienes religiosos más preciados al llamado entonces Monasterio de San Martín de Turieno en los Picos de Europa, que se transforma en un afamado enclave de peregrinaciones, sobre todo, cuando el Papa Julio II en 1512 otorga a este lugar el privilegio de ser Año Santo, cada vez que el 16 de abril, festividad de Santo Toribio, coincida en domingo. El «Lignun Crucis», custodiado en la actualidad por los Franciscanos, es la reliquia, que contiene el fragmento mas grande de la Cruz de Jesucristo, que se conserva en una cruz procesional de plata dorada de estilo castellano del siglo XVI. Así, desde el día en que se abra la Puerta del Perdón hasta el fin de 2023, muchos serán los peregrinos y peregrinas que acudirán a través de los caminos de peregrinación que conducen al Monasterio de Santo Toribio de Liébana para conseguir la Indulgencia Plenaria, que suprime totalmente la pena temporal por los pecados cometidos y confesados hasta ese momento. 

https://www.caminolebaniego.com

El Camino del Norte o de la Costa es el trayecto más clásico y, seguramente, será el que sumará más peregrinas y peregrinos al Monasterio de Santo Toribio, a través del desvío en San Vicente de la Barquera; en tres o en cinco etapas, dependiendo de la fortaleza de cada caminante, en dirección a la comarca de Liébana situada a los pies del macizo central de los Picos de Europa. 

La Diputación de Palencia también promociona el Camino Lebaniego Castellano, que sube desde la capital palentina, por las orillas del Canal de Castilla hasta Frómista y Herrera de Pisuerga y, seguidamente, hasta Cervera de Pisuerga para afrontar la entrada a los Picos de Europa por el parque natural de la Montaña Palentina y descender, finalmente, hasta Santo Toribio de Liébana. Un recorrido bastante bien señalizado con la dificultad del ascenso a San Salvador de Cantamuda, Camasobres, Piedrasluengas y Pesaguero. 

Cuentan que Santo Toribio pudo realizar este recorrido en el siglo VI cuando en Palencia fue apedreado —los palentinos celebran la tradicional fiesta de la pedrea en su onomástica— y obligado a continuar su camino hacia el norte, hasta Liébana, donde levantó su eremitorio de pobreza y santidad.

Pero este itinerario no será el único camino por donde se presentarán los peregrinos peregrinas a besar el «Lignun Crucis» porque también se puede acceder a través del Camino Vadiniense,  desde León y Mansilla de las Mulas (Camino Francés), por la orilla del río Esla, Portilla de la Reina, puerto de Pandetrave y Cosgaya. Esta es una ruta que ya se utilizaba en la Edad Media en los dos sentidos de marcha, según convenía a los viajeros que tenían como meta Santiago de Compostela.

https://www.diputaciondepalencia.es/diputacion/publicacion-pdf/guia-camino-lebaniego

El carnaval del «Entroido» de Laza, donde se arrojan trapos sucios y hormigas rabiosas

Cuentan que en los diferentes caminos a Santiago las peregrinas y peregrinos encuentran pueblos con fiestas y tradiciones ancestrales como los carnavales, una celebración que trata de expulsar al crudo invierno, junto a los «fríos» espíritus malignos, fortalecer los vínculos de la comunidad, festejar la llegada de la primavera y dar entrada a la Cuaresma, la época cristiana del ayuno y abstinencia. En realidad, son muchos los carnavales que tienen lugar a lo largo de la geografía y en los diferentes «Caminos de las Estrellas» como las Mascaradas de Zuberoa, el carnaval de Lanz, Ituren y Zubieta, en el Camino del Baztan; los catalanes de Torrelló, Tarragona, Sitges, Solsona y Vilanova i la Geltru o los gallegos del llamado triángulo mágico del Entroido, de los pueblos de Verín, Xinzo de Limia y Laza, en el Camino Sanabrés o Fonseca. De estos tres, el de Laza (en la foto, por donde caminamos en el 2006) es el más peculiar y, al fin y a cabo, en el cual suele producirse una auténtica batalla campal arrojando trapos sucios de barro y puñados de hormigas, que antes han sido tratadas con vinagre, para que, rabiosas, «muerdan» a los espectadores del Carnaval de Laza en la A farrapada.

El Carnaval de Laza se alarga durante toda la semana con numerosos actos; el primero de todos llega el jueves con las xoves de comadres, un rito en el que las mujeres unidas se reúnen para celebrar su lazo con la vida; luego entra el venres de folión, con su estruendosa procesión nocturna de fuegos y tambores que pretende expulsar a los malos espíritus; el tercer día entra el sábado de cabritadas, con una cena popular en el entorno de la plaza de la Picota; el domingo es el «día grande» donde salen por Laza los peliqueiros, los cuales, en número de unos ciento cincuenta, trotan por las calles del pueblo fustigando a la gente con la pellica o látigo. El origen de los peliqueiros parece ser que personalizan a los antiguos cobradores de los condes del siglo XVI.

El lunes, es el turno del luns borralleiro con la batalla campal de A farrapada y la procesión en burro de A Xitanada y el descenso de A baixada da Morena, donde un sátiro con cabeza de vaca persigue a las mozas, mientras sus acompañantes lanzan harina y hormigas vivas. 

El adiós del Carnaval de Laza llega con el martes del Entroido donde los peliqueiros corren por último día junto a las carrozas luciendo un lazo negro como símbolo de luto por el final de la fiesta, que llega con la lectura del Testamento do Burro, una sátira a la vida social y política de Laza, su comarca y Galizia. Es el momento de la Quema do Arangaño, incinerando en la plaza de la Picota el muñeco que simboliza el Entroido de Laza y su comarca.

La última llaga de Pedro de Tolosa curada por la Virgen de Santa María La Real de Sangüesa

Cuentan que en el Edad Media el caballero francés Pedro de Tolosa no disfrutaba de un cuerpo muy agraciado pues estaba cubierto por un centenar de llagas, que le tenían angustiado y humillado por sus amigos y vecinos del Condado de Tolosa en la región francesa de Occitania. Cada día veía pasar junto a su casa a peregrinos y peregrinas por el Camino de Arles o Vía Tolosana, en dirección a Santiago de Compostela y, aunque el hidalgo señor no era un hombre demasiado creyente, terminó por rendirse a la convicción y fe que le transmitían aquellos caminantes en la búsqueda de «algo» tan espiritual, invisible, lejano y agotador. De esta suerte, Pedro de Tolosa tomó la decisión de emprender el Camino de Santiago, atravesar los Pirineos y, por Aragón, Navarra y Castilla León llegar a Galizia para postrarse a los pies del apóstol Santiago para pedirle que le librara de las úlceras que le carcomían su cuerpo. Día a día, jornada a jornada, el aristócrata caminó hacia Compostela a través de pueblos y aldeas, deteniéndose en las ermitas, conventos e iglesias consagradas a cada santo o virgen (como la de la fotografía de Santa María la Real de Sangüesa) a quienes suplicaba su recomendación con el apóstol Santiago para que le liberase de sus heridas.

Así, a lo largo de los dolorosos días de travesía, Pedro de Tolosa veía que sus males no cesaban, pero, al mismo tiempo, notaba que los peregrinos y peregrinas, compañeros en el «Camino de las Estrellas», le contagiaban una alegría y fe inflexible mediante el Canto de Ultreia (¡OH Señor Santiago! — ¡Buen Señor Santiago! — ¡Eultreya! ¡Euseya! — ¡Protégenos, Dios!). 

Poco a poco, la esencia del espíritu del Camino Jacobeo fue adueñándose de Pedro de Tolosa, que, finalmente, llegó a postrarse delante de la tumba del apóstol lleno de fe; ya no le importaba su sufrimiento pues consideraba que Dios le había encomendado sus penas como una prueba de fidelidad. Entonces, Pedro de Tolosa se mostró orgulloso de soportar su calvario hasta que Dios lo decidiera. 

Con esta convicción inició la vuelta a su hogar por los mismos pueblos y aldeas del camino, que días atrás había recorrido, deteniéndose en aquellos conventos, ermitas e iglesias en los que había suplicado por su curación; aunque ya no lloraba su desdicha sino que rezaba, con devoción, por el perdón de su pecado de soberbia al haber comprendido y aceptado sus dudas de fe. De esta suerte, en cada etapa, en cada devota plegaria, le sanaba una de sus úlceras hasta desaparecer de su cuerpo. 

Pedro de Tolosa, jubiloso y contento con su nueva y espiritual vida llegó por el Camino Aragonés a la iglesia de Santa María la Real de Sangüesa (en las fotografías), templo donado en 1131 por el Alfonso I el Batallador a la orden de San Juan de Jerusalén. Allí, contemplando la portada de la colegiata navarra, la última postilla se desprendió de la piel del peregrino, al comprender y aceptar los misterios que para él había supuesto la peregrinación a Santiago de Compostela.

La Fuente de la Reana de Velilla del río Carrión, el manantial sagrado de las antiguas tribus Tamáricas cántabras

Cuentan que en el Camino Olvidado de la Montaña, en Velilla del río Carrión (Palencia), los peregrinos y peregrinas encuentran las Fuentes Tamáricas (también conocidas como Fuente de La Reana), citadas por los geógrafos romanos Plinio el Viejo y Claudio Ptolomeo, en los escritos de los principios de nuestra era. Estas aguas se consideraban como el manantial sagrado de las antiguas tribus de la Cantabria,  que habitaron estas tierras en el siglo tercero antes de Cristo. En realidad, sólo es un pequeño estanque de unos veinte metros de longitud y poco más de un metro de profundidad, por donde se desliza el agua. Los romanos transformaron este acueducto en termas sagradas ya que se han encontrado vestigios de origen romano como cerámica y monedas. Al lado del manantial se encuentra la Ermita de San Juan de la Fuente Divina en este campo conocido como La Serna y a la «sombra» de Peña Mayor, de 1.869 metros de altura.

Las fuentes Tamáricas han adquirido un valor histórico muy curioso por la forma intermitente de brotar el agua, descrito desde los tiempos de Plinio el Viejo, el cual relató que, a veces, el manantial se seca durante doce o veinte días, motivo de mal agüero si alguien se acerca por primera vez a contemplarlas secas. Plinio aseguró en su Naturalis Historia que «le sucedió al legado Larcio Licinio, quien fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días».

La realidad, según se cuenta, la intermitencia del agua se produce al llenarse y vaciarse un depósito natural en una caverna caliza en las montañas cercanas, a través de fisuras entre las rocas, formándose un sifón en algún punto del descenso. Las lluvias y deshielos alimentan este embalse natural, de forma que el mencionado sifón varía su presión, según la cantidad de agua embalsada, por encima de la linea de carga del recipiente. Así, según indican los geólogos, se producen las constantes variaciones del caudal de las Fuentes Tamáricas.

Velilla del río Carrión y sus alrededores fue un lugar de cruce de culturas en el siglo primero. En estos lares se encontraba la ciudad de Tamaria o Kamárica, capital de los cántabros Tamáricos, los cuales habitaban esta zona del norte de la montaña palentina. Los Tamáricos eran un pueblo muy guerrero que presentó una fuerte resistencia a la invasión del Imperio romano, que sólo logró expulsar hacia el norte a estos aguerridos guerreros a base de años de luchas y batallas prolongadas.

El Palio de Siena de la Vía Francígena, una carrera de caballos por el prestigio del clan del barrio

Cuentan que «todos los caminos conducen a Roma» y, en concreto, la Vía Francígena es uno de ellos; comienza en el Reino Unido en la Catedral de Canterbury y finaliza en la plaza de San Pedro del Vaticano. Este es un camino de 86 etapas y 2.014 kilómetros de recorrido, atravesando 4 países (Inglaterra, Francia, Suiza e Italia), que puede durar unos 3 meses, aunque también se puede realizar escogiendo tramos como, por ejemplo, fue nuestro caso entre Siena y Roma en 12 etapas, en agosto de 2011. En estas específicas fechas, viajamos en avión a Roma y luego en tren a Siena, donde nos encontramos con la celebración del Palio, una carrera de caballos, que festeja en la «inclinada» Piazza del Campo una competición entre los clanes de los barrios de la localidad, que se remonta a la Edad Media, por el prestigio y orgullo de inscribir su nombre en la historia de  Siena.


La historia del Palio de Siena se remonta al siglo IX cuando cada barrio forma su agrupación local llamada contrada, que eran grupos de familias conviviendo en una barriada de Siena, bajo la protección de una familia noble, la cual tenía su propia organización política y vida social, distinta de los demás distritos. Hoy en día, estas ancestrales prerrogativas jurídicas todavía se mantienen en vigor entre los miembros de estas agrupaciones, que contraen el compromiso de pertenencia al clan como un deber indisoluble de identidad personal para siempre. Un contradaiolo lleva su contrada «grabada a fuego en su corazón».

La carrera del Palio de Siena dura cuatro días de julio y otros tantos en agosto, aunque durante la mayor parte del año los contradaiolos vigilan las actividades y novedades de los adversarios, porque para ganar el Palio no sólo hay que saber escoger al mejor jinete sino que, también, hay que tener una estrategia para el torneo y, además, suerte, mucha suerte. En principio los caballos no son propiedad de la contrada, sino que es el ayuntamiento de Siena quien los asigna mediante sorteo entre los diez clanes, que participan en la peligrosa galopada, de un total de diecisiete existentes. Los caballos se montan «a pelo» y, además, los fantinos (jinetes especialistas en este tipo de carreras) pueden golpear a los rivales con el nerbo, una vara hecha con el miembro viril de un ternero. Los fantinos están vigilados en todo momento por los contradaiolos por si alguno de los contrincantes intenta sobornarles. 

Cinco minutos, tan sólo, es el tiempo de la carrera mientras las multicolores contradas cantan, animan y gritan a sus representantes. La clave de la victoria es, únicamente, para el caballo que llega en primer lugar después de las tres vueltas a la plaza, con o sin fantino, pues es la montura de la contrada la que se lleva el trofeo al museo del barrio. Entonces, los contradaiolos vencedores se arrojan sobre la Piazza del Campo para exigir el drappellone, que es conducido a la catedral de Santa María Assunta y a la colegiata de Santa María in Provenzano, las dos vírgenes, patronas del Palio de Siena.

El Portal de Zamudio, inicio de la «Ruta Juradera» de los Señores de Bizkaia en el Camino del Norte

Cuentan que el Camino del Norte entra en Bilbao por la Calzada de los Zamudianos, por el Monte Avril, formando parte del Camino Real que se incorporaba a la capital vizcaina desde Bermeo. Hoy en día, el camino de Santiago del Norte o por la Costa llega hasta Gernika para transitar siguiendo las flechas amarillas subiendo, a media ladera, por las faldas del monte Bizkargi, descender hacia Larrabetzu, y caminar por el Valle del Txorierri hasta Zamudio; desde este pueblo vizcaino sube la Calzada de los Zamudianos por la ladera este del monte Avril para descender, junto a la Basílica de Begoña, por las Calzadas de Mallona hasta el Portal de Zamudio y la Catedral de Santiago en el Casco Viejo de Bilbao. Así, los peregrinos y peregrinas recorren las huellas de los antiguos mercaderes que transportaban sus artículos para abastecer a Bilbao, donde vendían sus artículos, verduras, carnes, pescados y otros alimentos. Este Camino Real entre Bilbao y Bermeo era conocido también como «Ruta Juradera» porque era el trayecto que seguían los reyes castellanos, Señores de Bizkaia, para jurar y aceptar los Fueros en los siglos XIV y XV. Partían desde el Portal de Zamudio, junto a la Catedral de Santiago, hasta la iglesia juradera de San Emeterio y San Celedonio de Goikoletxea (Larrabetzu); para seguir hasta la ermita de Santa María de la Antigua de Gernika —hoy en día, integrada en la Casa de Juntas— y, finalmente, en Santa Eufemia de Bermeo.  

El Portal de Zamudio, también llamado Puerta de los Zamudianos, toma su nombre como consecuencia de ser la salida y entrada a la muralla que rodeaba el conjunto de las «Siete Calles» bilbaínas en la antigüedad. En aquellos siglos XIV y XV el linaje de los Zamudio era la familia del bando oñacino más rica y dominante en Bizkaia, que controlaba el Camino Real a través del Valle del Txorierri, mediante su casa fortaleza de Zamudio, edificada en el siglo XV junto a la iglesia mercenaria de San Martín, cruce de caminos entre Bilbao y Bermeo.

Las guerras banderizas de oñacinos y gamboinos, que se produjeron en la Edad Media en el País Vasco, fueron consecuencia del control feudal y económico de los derechos sobre las tierras, privilegios eclesiásticos, licencias de monopolios y concesiones comerciales en los territorios vascos; sobre quien valía más o quien dominaba mejor los cruces de caminos y valles o protegía mejor a sus partidarios. Los gamboinos eran fieles a la corona de Navarra y los oñacinos pertenecían a los seguidores de Castilla, aunque estas lealtades podían cambiar según las afrentas al honor de los linajes familiares o en función de los intereses del clan.      

Antepasados del linaje oñacino de los Zamudio eran caballeros habituales en las Juntas de Gernika y, por ejemplo, en el cuadro del acto del «besamanos» a Fernando, el Católico (30 de julio de 1476), pintado por Francisco Vázquez de Mendieta, el patriarca de «zamudianos»  Ordoño de Zamudio aparece en primer plano como ilustre de Bizkaia. Toda una manifestación del poder e importancia de la dinastía de los Zamudio.

Las cuevas de las cárcavas del pueblo granadino del Marchal fueron refugio de los republicanos

Cuentan que en el Camino Mozárabe, en el pueblo granadino del Marchal, se encuentran las cuevas de las cárcavas, unos refugios que fueron utilizados por los republicanos para ocultarse de los falangistas al final de la «guerra española de 1936». Hoy en día, las cuevas del Marchal han cambiado con los años y, ahora, muchas se usan como vivienda; porque las especiales características del terreno permiten ser excavadas y mejoradas sin excesivas dificultades, son impermeables, bastante seguras y siempre mantienen una temperatura en su interior de unos 18 grados centígrados. Todas estas características han dado lugar a la denominación de un «hábitat troglodita» cuyo origen se sitúa en la Edad Media como consecuencia  del asentamiento de la servidumbre que acompañó a los ejércitos en la conquista de Granada.


En realidad, esta comarca del Valle del río Alhama, que comprende los pueblos desde Guadix a Purullena, Marchal y Baños de Graena, no cayeron en manos de los fascistas hasta marzo de 1939. Es significativa la historia de Manuel Valenzuela Poyatos, alias El Peleón, secretario judicial de Marchal, nacido en una familia de campesinos pobres, trabajador honrado y obstinado defensor de las injusticias, que castigaban a su clase social; era, además, un socialista comprometido con la causa republicana, que después del golpe fascista del 18 de julio asumió la responsabilidad de secretario del ayuntamiento y con su intermediación varios de los «derechistas» del Marchal (incluido el cura) salvaron su vida.

Pero al final de la guerra, tras la derrota, Manuel fue perseguido por los falangistas y, aunque intentó huir, decidió regresar a su pueblo junto a su esposa Mercedes y sus cinco hijos a quienes veía todas las noches a escondidas. Así pasó un tiempo El Peleón oculto en las cuevas de las cárcavas junto a otros compañeros hasta que los fascistas los localizaron y llevaron a la cárcel, instalada en la Azucarera de San Torcuato de Guadix, donde fue acusado de cargos falsos, denunciado por algunos a los que había salvado anteriormente, siendo condenado a la pena de muerte por el delito de auxilio a la rebelión.

Enfermo y sin poder ver a su familia estuvo detenido nueve meses en Guadix hasta que en la madrugada del 12 de enero de 1940 fue fusilado en la tapia del cementerio de Guadix junto a cuatro compañeros: José García Mesa, Gabriel Hernández López, Antonio Madrid Arenas y José Ordóñez Gutiérrez.Todos ellos fueron arrojados a la fosa común donde se calcula que reposan más de 170 cadáveres.

En Andalucía fueron fusilados numerosos médicos, abogados, escritores (Federico García Lorca fue uno de ellos), artistas, maestros y, especialmente, trabajadores y agricultores; unas 50.000 víctimas mortales de la represión franquista durante y después de la Guerra Civil. En concreto, en Granada fueron asesinadas 8.500 personas, siendo una de las provincias más castigadas de la región —acoge 97 fosas comunes— y, además, un total de 12.200 sufrieron represalias económicas de una u otra manera, según una publicación del Centro de Estudios Andaluces. 

En Granada hubo también campos de concentración como el de la Casa Grande de la localidad de Padul, donde unos cinco mil presos políticos fueron utilizados como mano de obra esclava para trabajos forzados. En este caso, la mayoría de prisioneros eran procedentes de Euskadi, obligados a construir caminos en la Sierra del Manar, que se ha llamado «La Vereda de los Gudaris» y que, hoy en día, se configura como ruta de senderismo. 

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/por-las-veredas-de-los-gudaris-cruz-de-la-atalaya-la-silleta-de-padul-piedra-ventana-y-silleta-del-16938707