La tumba de César Borgia es pisoteada «por hombres y bestias»

Cuentan que en la ciudad navarra de Viana, en el Camino Francés, a su paso por «Tierra Estella», se encuentra enterrado el segundo hijo natural del Papa Alejandro VI y de su amante Vannozza dei Cattanei, llamado César Borgia, el cual fue cardenal, obispo de Iruña Pamplona, arzobispo de Valencia, mecenas y protector de Leonardo da Vinci, y protagonista del famoso relato «El Principe», escrito por Nicolás Maquiavelo. También, fue general de las milicias del Vaticano y de los ejércitos del Reino de Navarra, además de poseedor de innumerables títulos nobiliarios. Entonces transcurría el siglo XV del Renacimiento, una época en la que nació y se crió César Borgia en una Italia, plagada de peleas y conflictos entre clanes, «acunado» y protegido por el inmenso poder de su padre, el Papa Alejandro VI.


Según cuenta la historia, César Borgia aprendió en la Italia del Renacimiento a intrigar, negociar, conspirar y traicionar, según su conveniencia, para convertirse en el principal caudillo de la dinastía de los Borgia, que  lideraba, en un principio, su valenciano padre Alejandro VI, el cual tuvo cuatro vástagos: Juan, César, Lucrecia y Jofré. El primogénito Juan era el preferido del Papa Alejandro VI, asunto que no gustaba a su hermano César, el cual fue destinado a la carrera eclesiástica, que abandonó después de la misteriosa muerte de su hermano Juan. 

En una noche de verano Juan y César cenaron juntos y, al final, cada uno se fue a sus correspondientes viviendas, pero el hermano mayor desapareció y nada se supo de él hasta que fue encontrado flotando en las redes de un pescador en las aguas del río Tiber. Nada se supo de quién le mató aunque algunos cronistas de la época señalan a César como el autor de su muerte, lo cual nunca se ha demostrado. Era el momento ansiado por César Borgia para sustituir a su hermano Juan y convertirse en el  capitán de los ejércitos vaticanos. Fue entonces cuando hizo cincelar en su espada el lema «¡Aut Caesar aut nihil!» (¡O César, o nada!), prueba de su ambición. 

A partir de este momento, la trayectoria de César Borgia ascendió como la espuma con el refrendo y las conspiraciones de su padre, el sumo pontífice. Pero el punto de inflexión se produce cuando el progenitor y su hijo acuden a una banquete, invitados por el cardenal Adriano de Corneto. Días después, Alejandro VI enferma, al igual que César, pero el Papa fallece mientras su heredero logra salvarse. Por esas fechas había una epidemia de malaria en Roma, aunque todos los indicios señalan a que fueron envenenados. 

Ha llegado el tiempo de la decadencia de César Borgia que, finalmente, se ve encarcelado en Italia y, después de diferentes avatares, termina acudiendo al reino de Navarra, acogido por su cuñado el rey Juan II de Aragón, que le nombra condestable y capitán de los ejércitos navarros en un intento de ganar la guerra que se desarrollaba entonces entre los agramonteses, los seguidores de los reyes navarros y los beaumonteses, los partidarios del condestable del reino de Navarra.

El final de César Borgia está ya cerca, cuando en el asedio a la ciudad de Viana —el Castillo se mantiene firme— se produce una escaramuza que encoleriza al capitán navarro. César Borgia sale a caballo en persecución de los hombres, que han evadido el cerco, sin darse cuenta que ha dejado a sus hombres rezagados. Es el momento aprovechado por sus enemigos en el llamado Barranco Salado para darle muerte.

Su cuerpo, recogido por sus soldados, es llevado para darle sepultura en presbiterio de la iglesia de Santa María de la Asunción de Viana, pero, pasado un tiempo, el obispo de Calahorra decide que César Borgia no tenga privilegios y ordena sepultarle en la calle, a la entrada del templo, para que «los hombres y las bestias pisen sobre su tumba y de esta forma, purgue los pecados cometidos».