Del Irurac-bat al Zazpiak-bat

Bandera, himno y festividad son símbolos que identifican a una nación; a estos habría que añadirles el emblema heráldico, que en el caso vasco se plasma en el Zazpiak-bat.

Un reportaje de Juan José González Sánchez.

Cabecera del periódico 'Euzkadi'. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Cabecera del periódico ‘Euzkadi’. Fotos: Sabino Arana Fundazioa.

En todo proceso de construcción nacional, los símbolos juegan un papel fundamental y cuya manifestación visual es un emblema. El emblema no es más que un objeto que cargado de determinado significado por un colectivo, más o menos amplio, va a simbolizar y representar sus ideales políticos, sociales o culturales. En una reciente publicación se puede leer: «Tres son los símbolos que mejor identifican una comunidad nacional: bandera, himno y festividad», pero al que añadiría un cuarto elemento: el emblema heráldico o escudo de armas. El pueblo vasco no es una excepción, a lo largo de todo el siglo XIX, quizás motivado por la crisis que va a vivir a causa de las dos guerras civiles (1833-39 y 1872-1876) y la consecuente pérdida de los fueros, dará lugar a que desde diferentes sensibilidades políticas se construya un proceso de identidad colectiva, que comprende tanto al ámbito territorial como a elementos de carácter social, histórico y cultural.

Irurac-bat

Las Conferencias forales se inician a finales del siglo XVIII y, como dice el profesor Agirreazkuenaga, «a partir de 1800 se transformaron en un organismo público de coordinación política, sancionado por la máxima autoridad real». Tomarán como emblema, a partir de 1816, el de la Sociedad Bascongada de Amigos del País (1764): «…será un escudo con tres manos unidas en símbolo de la amistad, enlazadas con una cinta, en que se leerá este mote Bascongado Irurac-bat, que significa las tres hacen una». El Irurac-bat pasó a simbolizar la unión política de las tres. Este sentido político del emblema no solo fue visto por los propios, sino que desde fuera también se percibió así. El inglés Richard Ford (1796-1858) escribió: «This federal association is expressed in their national symbol of three hands joined together, with the motto Irurac-bat which is equivalent to the tria juncta in uno of the Bath order of our united kingdoms».

Laurac-bat

El 18 de agosto de 1866 es enviado por la Diputación de Navarra un documento a las otras tres que comienza así: «La historia y la tradición de las provincias Vascongadas y Navarra, su carácter y su fisonomía, sus costumbres y sus creencias, sus sentimientos y sus intereses, son idénticos. Unos mismos son los rasgos de su territorio y uno mismo el aspecto que presenta. El idioma Vascongado que es su lenguaje primitivo y general, se conserva y se conservará perpetuamente en este país…». Lo que permite entender los pasos siguientes de Ramón Ortiz de Zarate que en 1867, entre los meses de febrero a junio, publicará una serie de artículos, bajo el epígrafe Laurac-bat, en los cuales perfila un programa de actuación conjunta de los cuatro territorios, lo que Ortiz de Zarate define como «confraternidad vasco-navarra». El 17 de mayo escribe: «…su escudo y sello constase de cuatro manos unidas y el lema Laurac-bat, en lugar de tres manos y el Irurac-bat de otros tiempos». No podemos saber si esa idea de las cuatro manos unidas fue enteramente suya, pero fue el primero que dejó constancia de ello.

Pedro de Aguerre ‘Axular’ concreta en su obra ‘Gero’, en 1643, los siete territorios vascos que se agrupan en el emblema ‘Zazpiak-bat’.

El 21 de marzo de 1881, el periódico El Noticiero Bilbaíno se hacía eco de la manifestación que en homenaje a Víctor Hugo se había celebrado en París el domingo 27 de febrero, en la que se pudieron ver numerosos estandartes y banderas, en el artículo firmado por Francisco Javier Godo se puede leer: «pero el que más llamó la atención del gran poeta del siglo XIX , el día de su apoteosis, fue el vasco-navarro, como varias veces les (sic) repetía al Sub-Director de La Correspondencia de París, dado a conocer por la profesora Rubio Pobes en su artículo La primera bandera de Euskal-Erria (2004) y que llevaba el siguiente escudo: En el centro el escudo del Laurak-bat sobre fondo oro, cuatro manos de guerreros formando cruz. En cada cuartel una cabeza de reyes moros en recuerdo del Lau-buru… «. Este escudo será todavía usado a principios del siglo XX.

La Sociedad Euskalerria (Bilbao), con motivo de las Fiestas Euskaras de 1882, creará una medalla que se describía en la revista Euskal-Erria: «…cada uno de cuyos cuatro cuarteles está formado por las armas de las provincias hermanas: Bizcaya, Guipúzcoa, Alaba y Navarra. En un pequeño escudete se ven las cuatro manos entrelazadas, símbolo del Lauburu…», único caso donde «las cuatro manos unidas» y los escudos de las «cuatro provincias hermanas» convergen en el mismo emblema. Lo habitual es que apareciesen por separado. Sirva de ejemplo: «La sociedad bilbaína Euskal-Erria adornó sus balcones el día de San Ignacio (1881) con preciosas colgaduras de raso blanco, en cuyo centro se ostentaba el simbólico árbol de Guernica, y en sus cuatro ángulos hermosos escudos de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra».

Lo que se va a configurar en los años 80-90 del siglo XIX, es un escudo donde van a figurar las armas de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya. Al constituirse el primer Gobierno de Euzkadi (7 de octubre de 1936) en el decreto de 19 de octubre relativo a los emblemas decía en su artículo primero: «El emblema del Gobierno de Euzkadi consistirá en un escudo de cuatro cuarteles, circundado de una corona de hojas de roble e integrado, por su orden, por las armas de Araba, Bizkaya, Gipuzkoa y Nabarra, en sus propios colores…». Tras la derrota de 1937 y la posterior dictadura, será recuperado para la vida pública el 2 de noviembre de 1978, cuando el Consejo General Vasco así lo acuerda. Esta composición no ha estado exenta de polémica. Como generalmente se atribuye al nacionalismo vasco la modificación de los escudos, quiero dejar constancia del hecho de que José Múgica (1894-1981) que se convirtió, con la entrada de las tropas facciosas en San Sebastián, en su primer alcalde, en el pleno del día 7 de octubre de 1936 conseguía que se aprobase por la corporación el acuerdo de solicitar a la Diputación de Gipuzkoa la supresión de los cañones del escudo provincial: «4.- Rogar a la Exma. Diputación de Guipúzcoa que acuerde hacer desaparecer del blasón de Guipúzcoa el cuartel de los doce cañones, recuerdo de pasadas discordias que deben olvidarse en la santa hermandad actual de las dos provincias». Por su abierta oposición a la represión franquista fue cesado como alcalde y desterrado por orden de José Mª Arellano, gobernador civil de Gipuzkoa. La supresión definitiva de los cañones no se producirá hasta el 2 de julio de 1979 al ser aprobada en las Juntas Generales la moción que había sido presentada en la primera sesión de las mismas por el juntero José Antonio Ayestaran.

Zazpiak-bat En el año 1643, Pedro de Aguerre Axular en su obra Gero nos concreta qué territorio abarca dicha denominación: «Ceren anhitz moldez eta differentqui minçatcen baitira euscal herrian, Naffarroa garayan, Naffarroa beherean, Çuberoan, Lappurdin, Bizcayan, Guipuzcoan, Alaba-herrian eta bertce anhitz leccutan». La idea estará presente en Larramendi (1690-1766) cuando en su obra sobre los fueros de Gipuzkoa habla de crear la «República de las Provincias Unidas del Pirineo», o en 1836 cuando se publica Études grammaticales sur la langue euskarienne, obra de Antonie d´Abbadie y Joseph-Augustin Chaho, que está dedicada a «zazpi Uskal-Herrietako uskalduner». En el año 1863 ve la luz el mapa de Louis Lucien Bonaparte (1813-1891) que define el territorio vasco y la extensión de los diferentes dialectos del euskara, pero lo más interesante es el texto que acompaña al mapa: «Carte des Sept Provinces Basques, montrant la délimitation actuelle de l´euscara…», el proceso que llevará al nacimiento del lema Zazpiak-bat suma un pilar más.

La Asociación Euskara de Navarra creada el 23 de octubre de 1877, nace con el objeto de velar «por la conservación de la lengua e historia vasco-navarra».

Juan Iturralde y Suit, alma mater del nacimiento de la misma, será el creador del emblema que la va a identificar: «… se halla grabado el roble de Guernica, coronado por la Cruz ó Lau-buru, sosteniendo en el tronco el escudo de Nabarra con corona real, y divisándose en el fondo del cuadro siete montañas, representación de las siete provincias euskaras de uno y otro margen del Bidasoa…» Vemos cómo queda reflejado este concepto de «las siete, una» a través de una representación gráfica por medio de «siete montañas». Como escribió Arturo Campión, en la revista La Avalancha (25 de abril de 1910): «Ella (Asociación Euskara), modernamente, fue la primera que proclamó el dogma de la fraternidad euskariana, substituyendo el raquítico Irurak-bat, no con el incompleto Laurak-bat, sino con el lema definitivo de Zazpirak-bat».

En 1892 con motivo de las Grandes Fêtes Internationales du Pays Basque, organizadas por la municipalidad de San Juan de Luz y el mecenazgo de Antoine d´Abbadie, aparecerá por primera vez el escudo con las armas de los siete territorios y el lema Zazpiak-bat, siendo reproducido en los carteles y programas de mano que anunciaban el evento y cuyo diseño fue obra de Jean de Jaurgain (1842-1920), historiador y crítico literario.

Colofón

El patriota polaco Karol Libelt en 1844 es el primero en introducir el término intelligentsia para definir a la élite intelectual de las minorías, encargada de formar y educar al pueblo y conseguir así la liberación nacional. En nuestro caso, la segunda mitad del siglo XIX conoció esa intelligentsia vasca que va a sentar las bases de la evolución futura del pueblo vasco en todas sus facetas: políticas, culturales, sociales, etc.

Todo un siglo de diferentes aportes que consolidarán una identidad vasca, que adoptó diferentes emblemas para simbolizar en cada momento su realidad, y en la medida que fue un proceso dinámico dio lugar a que unos desapareciesen para dejar paso a otros que expresaran mejor esa nueva concepción de la propia identidad. En suma, un proceso de construcción nacional que fue configurando unos emblemas que van a perdurar en el tiempo y que hoy en día son los que de una forma visual y gráfica sirven para identificarnos como miembros de esa comunidad nacional: Euzkadi.

Los Finaly, dos niños judíos salvados por nacionalistas vascos

Víctimas de la persecución del nazismo, primero, y del interés de Franco, luego, Robert y Gérald Finaly pudieron volver con su familia gracias a un grupo de abertzales.

UN REPORTAJE DE JEAN-CLAUDE LARRONDE

Los hermanos Robert y Gérald Finaly son trasladados en un coche. Su caso levantó mucho revuelo en Francia. Fotos: Sabino Arana Fundazioa.
Los hermanos Robert y Gérald Finaly son trasladados en un coche. Su caso levantó mucho revuelo en Francia. Fotos: Sabino Arana Fundazioa.

ENTRE todos los males de la dictadura franquista, uno de ellos es la ocultación de lo que realmente sucedió en el transcurso de esos 40 años de plomo. En 1953, un pequeño grupo de nacionalistas vascos, particularmente valientes, consiguió oponerse a la voluntad de Franco y permitió el retorno a Francia y la devolución a su familia de los jóvenes Finaly. Una historia que desencadenó las pasiones en Francia y en muchos países donde tuvo una repercusión enorme. Pero sin tener ningún eco en la península a causa de la dictadura. Una historia que aún hoy en día es aquí casi totalmente desconocida.

El doctor Finaly y su esposa, judíos austriacos, se refugiaron, para huir de las represalias antijudías, en Francia, cerca de Grenoble. Allí, nacieron dos niños: Robert, en abril de 1941, y Gérald, en julio de 1942. Los dos fueron circuncisos desde su nacimiento. Los padres fueron arrestados por la Gestapo en febrero de 1944 y deportados a Auschwitz, de donde nunca regresaron. Antes de su detención, los padres, en una situación angustiosa, habían confiado sus hijos a un conocido. Esta persona los colocó en una institución católica que los remitió a la señorita Brun, directora de la guardería municipal de Grenoble. Dicha señorita los salvó, en un primer momento de las garras de la Gestapo, pero su comportamiento después de la guerra distó de lejos de ser ejemplar.

En efecto, desde el comienzo de 1945, las hermanas del doctor Finaly quisieron recuperar a los niños. Una vivía en Nueva Zelanda y otra en Israel. La señorita Brun, quien colocó a los niños en colegios católicos, no quiso devolverlos a su familia. Los hizo bautizar en 1948. Un bautizo «gravemente ilícito», puesto que la señorita Brun no era más que su tutora provisional y no definitiva y los niños ya no estaban en peligro de muerte -¡tres años después del final de la guerra!- pero, sin embargo, válido ya que el bautismo en aquella época era considerado por muchos teólogos católicos como «irreversible».

A partir de 1949, la familia puso el asunto en manos de un albacea, el señor Keller, quien vivía en Grenoble y que inició un procedimiento judicial. En junio de 1952, el Tribunal de Apelación de Grenoble obligó a la señorita Brun a devolver a los niños y nombró a la tía de estos, que vivía en Israel, la señora Rosner, como tutora de los mismos. ¡Pero estos habían desaparecido! La institución Nuestra Señora de Sión tomó el relevo de la señorita Brun para esconder a los niños en colegios católicos. Robert y Gérald recibieron una educación católica, en la que los judíos no tenían una plaza muy honorable.

UN BREVE PASO POR BAIONA De escondite en escondite, los dos niños llegaron, provenientes de Marsella, a Baiona, a finales de enero de 1953, y fueron inscritos en el colegio San Luis Gonzaga; el mismo colegio donde los hermanos Sabino y Luis Arana Goiri habían sido alumnos, unos 80 años antes.

Pero también allí su presencia fue descubierta; algunos profesores del colegio decidieron su salida clandestina en la mañana del 3 de febrero y los confiaron a un cura de una parroquia de Baiona quien los escondió durante una decena de días con la complicidad de algunos parroquianos. El 13 de febrero, pasaron la muga de Biriatu a Bera a pie, durante seis horas precedidos por un pasador, con 60 centímetros de nieve.

La emoción fue intensa en Iparralde. Cuatro sacerdotes y un civil fueron inculpados de secuestro de menores y secuestro arbitrario y seguidamente encarcelados en la prisión de Baiona durante una docena de días y en un caso (el del padre Emilio Laxague), durante casi un mes.

UNA LARGA ESTANCIA EN GIPUZKOA El 15 de febrero, unos clérigos de Iparralde recepcionaron a los niños y, en una improvisación total, no sabiendo a quién confiárselos y habiendo encontrado por dos veces el rechazo de eclesiásticos por falta de disponibilidad material, los dejaron en plena desesperanza en el monasterio de Lazkao.

Pero tanto la Policía como los periodistas estaban tras su pista. El padre Mauro Elizondo decidió entonces sacarlos del monasterio y separarlos: el pequeño, Gérald, se quedó en casa del cura Pío Montoya en Alegia y el mayor, Robert, se quedó en Tolosa, en la familia de Patxi Arruti Urrestarazu, gran amigo de Pío Montoya, hasta finales de abril y a partir de esta fecha y hasta el desenlace, en casa del padre Andoni Andonegi Sustaeta, en Getaria.

Los padres de Robert y Gérald eran judíos austriacos que huyeron a Francia y luego fueron llevados a Auschwitz.

Todas estas personas eran nacionalistas vascos convencidos que, en el caso de Pío Montoya y de Andoni Andonegi, conocieron el exilio en Iparralde a causa de la guerra civil. Por su parte, Patxi Arruti, después de haber sido gudari del batallón Amayur del PNV, pasó largos años en las cárceles franquistas.

Los clérigos de Iparralde se situaban más bien en la línea tradicionalista de la Iglesia. En eso, eran los herederos espirituales del líder de Iparralde entre las dos guerras, el inamovible diputado ultraconservador de Donibane Garazi Jean Ybarnegaray, con simpatías franquistas bien conocidas desde la época de la guerra civil. No tenían ninguna idea en absoluto acerca del nacionalismo vasco. Pero al dirigirse al monasterio de Lazkao, confiaban por pura casualidad, la continuidad de la historia en manos de nacionalistas vascos.

LA VOLUNTAD DE FRANCO A esos clérigos de Iparralde no se les ocurrió otra cosa que dar a conocer al obispo de Donostia, monseñor Font y Andreu, el hecho de que habían dejado a los niños en Lazkao. El obispo advirtió inmediatamente al gobernador civil de Gipuzkoa, Tomás Garicano Goñi, quien, a su vez, advirtió al ministro del Interior Alberto Martín-Artajo.

Desde el principio pues, el Gobierno franquista estaba perfectamente al corriente de la residencia de los niños y el padre Mauro Elizondo -que ya había sufrido las represalias franquistas- debió jugar un papel sutil de equilibrista diplomático en sus relaciones con el gobernador civil. Franco tenía la intención de guardar esos niños en España: ellos podían servirle de moneda de cambio en los sucesivos chantajes al Gobierno francés, como los que habían concluido con la expulsión del Gobierno vasco de su sede de la avenida Marceau en París en 1951 y el cierre temporal de Radio Euzkadi, que emitía desde Muguerre (Lapurdi).

LA INTERVENCIÓN DE AGUIRRE Fue un pequeño grupo de cuatro personas, todos nacionalistas vascos, quienes gestionaron el asunto y desmontaron los planes de Franco: el padre Mauro Elizondo Artola de Lazkao, los clérigos Pío Montoya Arizmendi y Secundino Rezola Arratibel, este último hermano de Joseba, uno de los jefes de la resistencia vasca, y Cándido Echeverria Artola que trabajaba para la agencia de información y espionaje Servicios que dependía del Gobierno vasco y que sería en este asunto, el delegado del presidente José Antonio de Aguirre.

Este último intervino directamente, en una carta dirigida a final de mayo a Secundino Rezola pidiendo a este grupo y a las familias que guardaban a los niños facilitar su retorno a Francia con el fin de restituirlos a su familia: es su deber de vascos y de católicos. El 19 de junio, en una reunión en Alegia, los cuatro amigos decidieron el retorno de los niños a Francia, en contra de la voluntad expresa del ministro Martín-Artajo, quien había recibido dos días antes en Madrid, al padre Mauro Elizondo.

AITA MAURO, PROTAGONISTA Fue el padre Mauro Elizondo quien, a partir de mediados de febrero de 1953 y hasta finales de junio (26 de junio), gestionó el asunto y tuvo la suerte de los hijos Finaly entre sus manos. Muy rápidamente, demostró una sorprendente lucidez, una gran inteligencia y una sangre fría admirables. Se dio cuenta de que los clérigos de Iparralde, mal informados, se lanzaron en esta historia con ligereza e imprudencia, que la señorita Brun estaba lejos de ser «el monstruo de caridad» descrita por algunos periódicos católicos franceses sino más bien una persona interesada y codiciosa (se tendrá más adelante la prueba tangible de su moralidad de lo más dudosa). Fue él quien decidió el desenlace del asunto, con la intervención del padre abad de Belloc, su amigo Jean Pierre Inda, ante el cónsul de Francia en Donostia y el gobernador civil de Gipuzkoa. Más que Germaine Ribière, emisaria del cardenal Gerlier, arzobispo de Lyon, fue él quien resolvió el asunto. Él quedaría humilde y en la sombra y su nombre no aparecería jamás en la época y muy poco, después.

Sin embargo, él había salvado el honor de la Iglesia, mal comprometida en esta historia de enfrentamiento entre judíos y cristianos a propósito de un bautismo sobre el que había mucho que decir. También había desmontado los planes de Franco y ejecutado a la letra -en relación con sus amigos nacionalistas vascos- los deseos del presidente Aguirre.

Después de su salida del País Vasco, los niños se quedaron durante un mes en las afueras de París. El pequeño Gérald confiaría a la persona que lo alojó que no tenía «ninguna simpatía por el general Franco» y le explicaría las diferencias «entre los vascos y los españoles».

A finales de julio de 1953, los hermanos Finaly partieron a vivir en Israel con su tío y su tía. El mayor llegaría a ser cirujano y el pequeño militar. Hoy disfrutan de un apacible retiro.

La calle que Bilbao arrebató al franquismo

SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LA MUERTE DEL COMANDANTE DE GUDARIS AGUIRREBEITIA, A QUIEN EL PNV QUISO TRIBUTARLE UNA VÍA LOCAL.

UN REPORTAJE DE IBAN GORRITI

El comandante Carlos Aguirrebeitia falleció repentinamente en su domicilio el 3 de septiembre de 1964. (Foto: Archivo de Iñaki Anasagasti).
El comandante Carlos Aguirrebeitia falleció repentinamente en su domicilio el 3 de septiembre de 1964. (Foto: Archivo de Iñaki Anasagasti).

EL 3 de septiembre se cumplirán 50 años del fallecimiento de Carlos Aguirrebetia, quien fuera comandante de gudaris y quien, por unos días, tuvo una calle oficiosa a su nombre en el callejero de la villa de Bilbao. Por aquel entonces existía la vía de nombre fascista Comandante Velarde que daba a la Plaza Nueva y, en un acto de clandestinidad, afiliados del PNV, en una operación reivindicada por EGI, la rebautizaron colocando una placa en honor al comandante Aguirrebeitia.

Ocurrió el 1 de enero de 1965. «La revista Gudari se hizo eco del suceso e incluso publicó una fotografía de la acción», subraya el senador Iñaki Anasagasti. Aguirrebeitia era amigo del padre del jeltzale, y el hombre que preparó y dirigió la voladura del monumento erigido en el Arenal de Bilbao al golpista general Mola, el que amenazó con el pasquín «arrasaré Vizcaya, tengo medios sobrados para hacerlo». Carlos Aguirrebeitia fue uno de los jefes de la Resistencia Vasca en el interior. Afiliado al PNV desde muy joven, al iniciarse la guerra en Euskadi se alistó en el Ejército Vasco, partiendo para el frente de Lekeitio en el batallón Mungia, con el grado de teniente. Ascendió a comandante cuando no tenía más que 23 años. «A la cabeza de los batallones Mungia y Larrazabal, intervino brillantemente en las operaciones más sangrientas de la contienda», valoraban en la publicación Alderdi, según se puede consultar en Sabino Arana Fundazioa.

El mismo medio informó en 1964 de que «el día 3 de septiembre falleció repentinamente en su domicilio de Bilbao el comandante de gudaris don Carlos Aguirrebeitia, quien tuvo también una intervención decisiva en la preparación y desarrollo de las huelgas de 1947 y 1951. Por sus cualidades de organizador fue incorporado en 1958 al Bizkai Buru Batzar, y poco después al Euzkadi Buru Ba-tzar», ampliaban.

«Era -aporta Anasagasti- un reducido número de compatriotas el que, por medidas de seguridad, conocía a fondo su doble personalidad de hombre aparentemente apacible, dedicado exclusivamente a sus negocios y familia, tras la cual ocultaba la verdadera personalidad de activo Jefe de la Resistencia Vasca». A juicio del senador, Aguirrebeitia pertenecía, por su edad, a aquella generación de hombres jóvenes del 36, «y no de jóvenes a secas, que con concepto de responsabilidad y disciplina, obedeciendo órdenes de sus burukides, dejaron a un lado en el momento preciso las comodidades y conveniencia personal para lanzarse a defender Euzkadi en las trincheras, escribiendo con su sangre y heroísmo la página más concluyente de la historia de Euzkadi, la que logró alcanzar, bajo los postulados del PNV, las angulares piedras de un Gobierno y un Ejército propio reconocido por todos», observa.

Anasagasti recordó la acción antifascista de EGI cuando en un rastro vio que se vendía la placa original de la calle que enaltecía al fascista Comandante Velarde. Desde el Ayuntamiento de la villa capitalina confirman a DEIA que, en 1980, el Consistorio procedió a eliminar el nombre de las calles que se habían rebautizado por orden dictatorial el 23 de noviembre de 1940.

«En 1983, se quitaron algunas de las placas que quedaron, y una de ellas fue la de Comandante Velarde. Hoy esa calle lleva el nombre de Mitxel Labegerie», corroboran desde el Consistorio. Mitxel Labegerie murió precisamente en 1980, el 28 de julio, y está considerado como «el padre de la nueva canción vasca», así como «el primer diputado nacionalista de la Asamblea francesa». Nació en Uztaritze el 4 de marzo de 1921.

ACCIÓN DE LA RESISTENCIA Entre el cambio de nombre oficial de Comandante Velarde a Mitxel Labegerie, un día se llamó tras la citada matxinada Comandante Aguirrebeitia, como quedó publicado en la revista Gudari, editada en Caracas, Venezuela, bajo el titular «En homenaje al Comandante Aguirrebeitia, la Resistencia cambió el nombre a una calle de Bilbao». Ocurrió el primero de enero de 1965, como «sencillo pero emotivo acto de homenaje a la memoria del que, en vida, fue valeroso Jefe de la Resistencia Vasca, Comandante Aguirrebeitia», quedó impreso.

Para la elección del lugar -apuntaba la publicación-, se estableció previamente contacto con la Sección de Estadística del Ayuntamiento de Bilbao, cuyos funcionarios, conscientes de su misión al servicio del pueblo de quien dependen, prestaron las máximas facilidades y actuaron con diligencia, señalando que la calle más indicada a tal fin era la denominada hasta el momento calle del Comandante Velarde, personaje este totalmente desconocido en la villa y desligado en episodios históricos de Bilbao y Euskadi.

La placa con el nombre del Comandante Aguirrebeitia fue colocada a primera hora de la madrugada en presencia de representantes de EGI, PNV y Euzko-Gudarostea. A mediodía hubo misa en San Antón en euskera. Al acabar se fue a la Calle del Comandante Aguirrebeitia (transversal de la Calle Correo), desfilando en silencio ante la placa que le da nombre.

«Al siguiente día la placa continuaba puesta, y ya con las primeras luces, nuestros fotógrafos hicieron unas instantáneas, para la historia», escribían en Gudari. La noticia se extendió por todo Bilbao «hasta llegar a conocimiento de La Falange, que exigió al Ayuntamiento de la capital vizcaina que fuera inmediatamente retirada».

Guadalajara, la tierra de los Arrazola

Unos 170 titulares de este apellido, entre ellos varias decenas de guipuzcoanos y belgas, se reunieron en la villa alcarriense de Checa; Arrazola es el apellido más extendido en este pueblo al que fue un vecino de Oñati hace 492 años.

Un reportaje de Mikel Mujika.

Encuentro de los Arrazola de la región belga de Flandes con los de Checa, en 1999. (Foto: DEIA)
Encuentro de los Arrazola de la región belga de Flandes con los de Checa, en 1999. (Foto: DEIA)

EN un lugar de La Mancha…, un guipuzcoano apellidado Arrazola oyó hablar hace poco más de un año de una pensión con este mismo nombre. Y se preguntó el por qué. Sucedió en una pequeña localidad de Cuenca, Beteta, muy próxima a la provincia de Guadalajara. A José Mari, donostiarra afincado en Pasaia, le picó la curiosidad. Activó sus armas y se puso a tirar del hilo. El mismo hilo del que ya estaban tirando algunos, como Joseramon Arrazola, un vecino de Oñati que lleva quince años estudiando el origen de los Arrazolas en Guadalajara, la segunda provincia del Estado español, tras Gipuzkoa, donde más extendido está este apellido originario de Gipuzkoa.

Se da la circunstancia de que en esta región de Castilla La Mancha hay más Arrazolas que en todo Bizkaia y Araba juntos. Así lo indica el padrón. Sus pesquisas llevaron a Joseramon a un pequeño pueblo alcarrense, Checa, en la provincia de Guadalajara, tierra de los Arrazola.

Era cuestión de tiempo que Joseramon y José Mari coincidieran y se pusieran a trabajar juntos.

Este último es precisamente el impulsor del encuentro que este fin de semana llevan a cabo en Checa unas 170 personas que lucen este apellido. Allí está también Joseramon. En total han viajado decenas de Arrazolas de Gipuzkoa; también de la región belga de Flandes, así como de otros tantos puntos de la geografía española, desperdigados sobre todo entre Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valencia y Tarragona, después del declive vivido a finales del siglo XIX en el pueblo guadalajareño de Checa, en otros tiempos convertido en un pujante núcleo económico creado en torno a la extracción del hierro y las ferrerías.

un presidente del gobierno Arrazola es allí el apellido más extendido. Así se apellidaba el personaje más ilustre de esta villa, Lorenzo Arrazola, nacido el 10 de agosto de 1873 en una familia humilde y criado por un tío materno. Este Arrazola, político, abogado y catedrático de universidad, se convirtió en toda una eminencia en tiempos de Isabel II. Fue presidente del Gobierno, en seis ocasiones ministro de Gracia y Justicia, presidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, presidente del Consejo de Ministros de España y también del Tribunal Supremo.

En Oñati, Joseramon llevaba años preguntándose si aquel gran jurista y político de la historia española tenía RH negativo. ¿Cómo habría adquirido un apellido tan de Oñati? Hasta que descubrió que era de los Arrazola de Checa de toda la vida. La pregunta surgió sola. ¿Cómo llegó allí este apellido?

La historia se remonta al siglo XVI. Concretamente a 1.522, cuando un vecino de Oñati, Sancho Arrazola, se subió a un carro con su mujer y puso rumbo a Castilla La Mancha, donde creó una ferrería. A él le siguieron otros muchos vascos que fueron a trabajar el hierro.

La Ferrería de Sancho Arrazola duró hasta la Revolución Industrial y se quedó fuera del mercado al quedar lejos de la vía del tren. Así comenzó el declive de Checa. Al pueblo llegó la miseria, la gente se fue a las capitales; sobre todo Zaragoza, Madrid y Barcelona; otros a América. En la actualidad la villa cuenta con poco más de 300 habitantes censados. Sin embargo, el pueblo recobra en verano parte del esplendor que tuvo y reúne a 3.000 personas.

2016, cita en oñati Según explica José Mari Arrazola, «Checa tiene mucho tirón. Es un lugar precioso. El Tajo nace allí. Es un paraje maravilloso lleno de montañas, bosques y ríos». Ya lo conocía de antes. Cuando oyó hablar de los Arrazola de Checa, que eran multitud, no pudo controlar su impulso y se puso a buscarlos. No le iba a costar mucho.

Se puso en contacto con el alcalde y resulta que su propia esposa es una Arrazola; el primer edil acogió encantado la idea de este encuentro; también el presidente de la asociación cultural San Bartolomé, otro Arrazola. En la guía de teléfonos, los Arrazola son mayoría también.

Los actos centrales tuvieron lugar ayer, con mesas redondas y charlas en torno a los orígenes, historia y distribución del apellido, así como otras actividades que solo se perderán los Arrazola de Colombia, «que este año no han podido venir, pero esperamos poder contar con ellos en la próxima cita», explica José Mari.

La expedición guipuzcoana trasladó al pueblo de Checa una «cariñosísima carta del alcalde de Oñati, invitando a los presentes a conocer sus lugares de origen, en una nueva concentración en Oñati en 2016».

La avanzadilla de Aguirre en Nueva York

Anasagasti y Erkoreka desgranan en su libro las peripecias de Jose Luis de la Lombana, el primer jeltzale que llevó la causa vasca a Estados Unidos.

Un reportaje de Iban Gorriti.

De la Lombana, con bigote y gafas, junto a Teodoro González de Zarate y José Luis Abaitua, fusilados por los franquistas. (Foto: Sabino Arana Fundazioa).
De la Lombana, con bigote y gafas, junto a Teodoro González de Zarate y José Luis Abaitua, fusilados por los franquistas. (Foto: Sabino Arana Fundazioa).

EL próximo miércoles Josu Erkoreka e Iñaki Anasagasti presentarán su libro Un patriota vasco en Nueva York: José Luis de la Lombana en la sede de Sabino Arana Fundazioa. Editado en inglés por el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (Reno, Estado Unidos), el tomo narra la historia de un joven jelkide que en 1938 viajó a Estados Unidos «para pedir la paz en Europa y se quedó en el exilio trabajando con republicanos españoles y nacionalistas vascos, catalanes y gallegos», subrayan los autores de la publicación.

Anasagasti y Erkoreka basan su relato en un «informe inédito» que, señalan, descubrieron en su intento de recabar más información del protagonista de la historia. Lo explica el senador del PNV en Madrid: «Encontramos un informe singular. Se trataba del descargo que un joven alavés nacido en Kanpezu llamado José Luis de la Lombana había hecho tras su viaje a Nueva York en 1938 enviado por el Euzkadi Buru Batzar del PNV al Congreso Mundial de Juventudes por la Paz en plena Guerra Civil», valora el tribuno jeltzale. De la Lombana recaló en la urbe estadounidense tres años antes de que lo hiciera el lehendakari Aguirre escapando de la Segunda Guerra Mundial.

El informe les pareció «sugestivo» a los autores de este libro. Lo contextualizaron y les quedó «un librito interesante» que no halló editor hasta que el historiador Xabier Irujo, docente y estudiante de la Universidad de Reno lo tradujo al inglés». El título original del libro es A Basque Patriot in New York: Jose Luis de la Lombana y Foncea and the Euskadi Delegation in the United States (Un patriota vasco en Nueva York: De la Lombana y la Delegación de Euskadi en los Estados Unidos).

Esta edición se presentará con el presidente de Sabino Arana Fundazioa, Juan María Atutxa, como anfitrión y Xabier Irujo como editor. «Erkoreka y yo contaremos las peripecias de este original jelkide que contrató los servicios de un intérprete y visitó varias universidades explicando las razones de la lucha de un pueblo vasco sin armas ante aquella brutal ofensiva», adelanta Anasagasti.

A juicio de los autores, este trabajo aporta conocimiento de lo ocurrido aquellos años, lo que se trabajó en los Estados Unidos en relación con el catolicismo y la Guerra Civil española. Asimismo, da a conocer las relaciones existentes en Nueva York en 1938 entre los republicanos y los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos.

El tomo ofrece información sobre las difíciles relaciones entre aquellos que hubieron de recaudar fondos para «causas perdidas», apostilla Anasagasti. Además, el trabajo expone las relaciones entre el catolicismo francés, y los católicos vascos y la estrategia del PNV para asentar una presencia en Estados Unidos sustentada en este sector de la sociedad norteamericana. Y saca la luz «el viaje de un joven intrépido como Lombana que, sin saber una palabra de inglés, tuvo la osadía de viajar a Nueva York en plena guerra y con un discurso muy nacionalista trabajar con los republicanos españoles así como el complicado viaje que hizo por distintas universidades y centros de estudio de aquel inmenso país cargado de ilusión, certezas y una buena dosis de ingenuidad. Y todo ello en el año 1938», subrayan.

GOBIERNO VASCO EN NUEVA YORK El trabajo, según sus impulsores, quiere ser una aportación a la hora de describir un contexto histórico sobre lo que ocurría en los Estados Unidos, en Europa y en la España republicana en guerra. Dar a conocer quién fue José Luis de la Lombana y estudiar la política de no intervención del Gobierno presidido por Roosevelt.

Asimismo, pretenden analizar el clima de confusión en el que vivía el catolicismo norteamericano y describir los primeros pasos de la Delegación del Gobierno vasco en Nueva York, tres años antes de la llegada del lehendakari José Antonio Aguirre escapando de la guerra mundial. Enumerar las instancias republicanas y vascas que funcionaban en aquellos años, para terminar con el Informe Lombana que habla por sí mismo y al que hemos, simplemente, dotado de un índice así como ordenado sus cuentas.