Fábrica de San Mamés de Busturia: lujo y arte en la mesa

Busturia acogió a partir de 1842 y por espacio de veinte años la primera fábrica vasca de vajillas, que surtió al mercado local de estos productos siguiendo una moda importada de Inglaterra

Un reportaje de Marian Álvarez
Imágenes Colección Euskal Museoa-Museo Vasco

LA comida ha sido una necesidad y una constante para la humanidad desde el principio de los tiempos. La manera de comer, sin embargo, y al menos en lo que a las sociedades occidentales respecta, ha ido variando a lo largo de la historia, al compás de los gustos y las modas de cada época, y alcanzando cada vez mayores niveles de refinamiento y exquisitez.

Comer se fue convirtiendo en un acto social, en un elemento de ostentación, que llevó incluso a la creación de una estancia dedicada en exclusiva a ello, el comedor; porque hasta fines del siglo XVIII las comidas se hacían sobre mesas pequeñas desmontables o plegables que se colocaban en las salas o salones. De ahí la expresión poner la mesa. Estos nuevos comedores se revisten de sedas, papeles pintados, espejos, pinturas, esculturas… y armarios. Armarios para contener todos los elementos necesarios para el servicio y adorno de las mesas: manteles, cuberterías, cristalerías, vajillas… Unas vajillas compuestas por cientos de piezas, que más allá de los inexcusables platos y fuentes, ofrecían salseras, esparragueras, hueveras, soperas, legumbreras, ensaladeras, juegos de té, café y chocolate, enfriaderas, fruteros, centros de mesa y adornos…

 

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Fabricadas en plata y porcelana, eran patrimonio exclusivo de la realeza y la nobleza, un signo de distinción social, muestra y reflejo de un estatus de poder y, en tanto tal, un lujo codiciado por una clase burguesa cada vez más potente y con mayor poder adquisitivo que ansiaba recrear y copiar los usos y maneras aristocráticas en todas las facetas de la vida.

La dificultad de hacer frente a los elevados costes de estas vajillas llevó a la búsqueda y creación de sucedáneos que recordaran e imitaran su aspecto, sus formas y decoraciones. Nacieron así, en un primer momento, las vajillas de loza común, las talaveras, conformadas por piezas de barro a las que se les aplicaba una cubierta de esmalte blanco que después se pintaba a mano con pinceles de colores. Esta propuesta hubo de competir, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con la denominada loza fina, para la que se emplearon arcillas cada vez más blancas que eran cubiertas con barnices transparentes y a las que a las tradicionales decoraciones pintadas, se añadieron las mecánicas, a base de estampaciones o impresiones.

Serán estas últimas las que terminarán por imponerse y hacer fortuna, extendiéndose su uso, ya en el siglo XX, a todos los estratos sociales. Con origen en Inglaterra, en la factoría de Wedgwood, los servicios de mesa de loza fina, conocidos como china opaca, porcelana opaca o media porcelana por su parecido cada vez mayor con los de porcelana, pronto saltaron al continente, donde se multiplicaron las manufacturas destinadas a su fabricación, en una moda que, hacia la mitad de la centuria del XIX, alcanzó también a nuestras tierras vascas. En efecto, la Fábrica de San Mamés en Busturia (Bizkaia) y la Fábrica de Belarra y Cia. en Igantzi-Yanci (Navarra) se constituyeron como la muy digna representación vasca de una producción cerámica que tuvo en las manufacturas de Sargadelos y La Cartuja (Pickman) a sus protagonistas más sobresalientes dentro del territorio peninsular. Dedicaremos hoy nuestra atención a la primera de ellas, porque primera fue en el tiempo su creación, y dejaremos para una futura ocasión el análisis de la segunda.

Antigua tejera La Fábrica de Loza de San Mamés se crea en 1842 en el extremo noreste de la anteiglesia de Busturia, junto a la ría de Gernika, con base en las instalaciones de una antigua tejera. En la constitución de la empresa intervienen algunas de las familias más pudientes de la zona, entre las que destacan los Chirapozu y los Bulucua, emparentados por matrimonio, propietarios de molinos y ferrerías y con capitales acumulados producto de explotaciones mineras en la América colonial. A ellos se sumaron algunos inversores bilbainos, como Ambrosio Orbegozo, miembro de una saga comercial de gran solvencia que, con preclara visión, invirtió sus riquezas en los nacientes proyectos industriales y en los instrumentos financieros de gestión, convirtiéndose en socio fundador y primer director-gerente del Banco de Bilbao.

Si autóctonos fueron los capitales, autóctonas fueron también, en su mayoría, las materias primas empleadas para su puesta en marcha, obtenidas a través de la explotación de los ricos y excelentes yacimientos de arcillas blancas del entorno próximo (Kanala, Kortezubi, Murueta, Forua, Lumo…), aunque no faltaron las importaciones de tierras, entre otras de la zona de Ezpeleta, en Iparralde. Hombres y mujeres de la zona, junto con aprendices procedentes de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao, donde desde antiguo funcionaba una fábrica de loza destinada a dar formación y oficio a los jóvenes acogidos, constituyeron el grueso de la mano de obra no cualificada. La responsabilidad técnica, sin embargo, recayó en manos foráneas, contratándose a expertos franceses con probada experiencia en la fabricación y decoración de la media porcelana, a quienes se encomendó la dirección y el control de la producción durante los primeros años de vida de la empresa.

Con todos estos mimbres y con una dedicación fundamentalmente orientada hacia el mercado local y territorial más próximo, la producción de la Fábrica de San Mamés se centró básicamente en piezas de carácter utilitario, vajillas y servicios de lavabo y tocador, cuyas formas, muy similares a las de las fábricas peninsulares contemporáneas, respondían fielmente a los modelos de origen inglés de moda en la época.

En cuanto a los decorados, Busturia produjo piezas en blanco, sin decorar, y piezas pintadas a mano, con especial predilección en este caso por las combinaciones de colores azul cobalto y oro. Pero serán las piezas decoradas con estampaciones, la auténtica moda del momento, las que le proporcionarán su marchamo distintivo. Al contrario de los minimalistas gustos actuales, las tendencias decimonónicas venían definidas por una suerte de horror vacui que llevaba a cubrir toda la superficie de las piezas con escenas y cenefas de corte clasicista, romántico, exótico o realista, fruto unas de la imaginación de los artistas, inspiradas otras en ilustraciones de libros y periódicos de la época. El procedimiento de la estampación (aplicación sobre la pieza en bizcocho de un papel especial con el motivo estampado y entintado con pigmento cerámico) permitía, además de múltiples combinaciones entre escenas y cenefas, una producción seriada y uniformizada que redujo los tiempos y los costes y propició, en consecuencia, un aumento de la producción y una merma en los precios de comercialización.

En consonancia con los gustos de la época, Busturia aplicará a sus vajillas variadas escenas figurativas de carácter romántico y pintoresco y distintas decoraciones de tipo floral, aunque serán fundamentalmente dos los que podríamos denominar sus decorados estrella, aquellos que permiten identificar sin género de dudas la producción de esta manufactura: un alfombrado de pequeñas florecillas silvestres (usualmente conocido como hojas de perejil) y una escena de paisaje y edificaciones con ciertas reminiscencias chinescas que presenta en primer término a un grupo de personajes con dos mulas (comúnmente denominado Muleros). Estampado siempre en color azul el primero, la aplicación del segundo ofrece sin embargo una mayor variedad cromática, desde el negro (en número mayoritario), hasta el azul, pasando por marrones y verdes, y combinados todos ellos con una buena variedad de cenefas.

Medio millar catalogadas Han sido estas piezas estampadas las que en mayor número han llegado hasta nosotros, aunque no puede afirmarse que ellas constituyeran el grueso de las fabricadas. Lamentablemente poco sabemos sobre las cifras de la empresa, sus volúmenes de producción y ventas, y a ello tampoco ayuda que sólo una parte de las piezas allí fabricadas fuesen marcadas con sellos que certificaran su origen. La similitud de sus formas con las de otras manufacturas contemporáneas hace que resulte difícil adscribir a nuestra fábrica productos no definidos por las marcas o las series decorativas clásicas, encontrándonos así con que no llegan al medio millar las piezas catalogadas en la actualidad conservadas en colecciones públicas y privadas. La corta vida de la fábrica fue otro factor que hubo de contribuir a esta escasez de vestigios. Efectivamente, en 1863, veinte años después de su fundación, la Estadística Territorial informaba que la Fábrica de Loza de San Mamés propiedad de Orbegozo y socios estaba paralizada, manteniéndose sólo en funcionamiento en el que fuera su domicilio, una tejera. De aquella espléndida iniciativa, hoy historia para recordar, nos han quedado algunos de sus hermosos resultados… Platos, fuentes, jarras, jofainas… que nos hablan de una empresa pionera en el campo de las industrias artísticas en el País Vasco y, una vez más, de una sociedad y unos hombres de negocios atentos a las coyunturas y tendencias sociales y económicas del momento, a las que se sumaron y de las que participaron intensamente. Las salas del Museo Vasco de Bilbao y algunas de las pinturas de José María Ucelay, descendiente y último morador del palacio de la familia Chirapozu (primitiva sede administrativa de la empresa), nos brindan hoy el placer de recordarla y la oportunidad de disfrutar del arte y lujo con que se vestían las mesas burguesas de hace ciento cincuenta años.

Juana y Gregorio protagonistas de la ofrenda floral por las víctimas del bombardeo de durango

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz.

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Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz. Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Un reportaje de Iban Gorriti

Juanita Mir: la periodista fusilada en 1937 por ser ‘peligrosa socialmente’

El 5 de agosto de 1937 fue fusilada en el cementerio de Derio Juanita Mir, una periodista nacida en Iruñea que siempre rechazó la violencia y la guerra, y que durante la contienda del 36 denunció la crueldad de los sublevados

Un reportaje de Ascensión Badiola Ariztimuño
Fotos: Sabino Arana Fundazioa y A. Badiola

EN el primer tercio del siglo XX fueron pocas las mujeres periodistas y escritoras, si acaso mujeres que redactaron algún artículo en gacetas de izquierda como Dolores Ibarruri, o nacionalistas como Ibone de Unda, que escribió en Gudari, o mujeres antifascistas, que tenían su propio semanario Mujeres e, incluso, la reportera de guerra Cecilia García de Guillarte. Sin embargo, la memoria colectiva desconocía la existencia de una intelectual de su tiempo, rescatada de los sumarísimos que los militares abrieron contra los articulistas de opinión en la pasada Guerra Civil y que ha permanecido en la sombra hasta hoy.

Son pocos los datos que tenemos de su biografía, salvo que Juana Mir García nació en Pamplona y que en los documentos carcelarios y en los del sumarísimo abierto por los militares figura que tenía 32 años en el momento de ser fusilada en 1937.

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Juana fue periodista y escritora de cuentos, relatos y teatro, probablemente por influencia de su padre, ya que era hija de Victoriano Mir y Mata, también periodista muy reconocido, quien cuando el 4 de junio de 1899 se creó en Bilbao el primer diario nacionalista, El Correo Vasco (administrado por Luis Arana y con Sabino de censor, editorialista, redactor y accionista), fue nombrado director del mismo. El primer empadronamiento de Juana en Bilbao, sin embargo, no aparece documentado hasta 1910, año en el que figura toda la familia, también sus dos hermanos (Genara y Joaquín) como residentes en la casa Villa Berriz del barrio bilbaino de Iralabarri. A partir de 1915 y hasta la fecha de su fusilamiento, Juana vivió en la calle Euskalduna.

Las primeras referencias literarias que se tienen de ella se remontan a 1923, época en la que era colaboradora de la revista Euskalerriaren Alde hasta 1928 y donde Juana publicaba relatos de tipo costumbrista. También tuvo relación con el Ateneo Navarro de Bilbao, que a principios de 1928 había abierto su biblioteca al público con la celebración de disertaciones sobre el amor a la tierra nativa, y cuyos miembros se solían reunir en la Casa Navarra en 1929 para dar cuenta de su labor social. Por estas fechas Juana participaba en el Ropero Navarro, donde se organizaban festivales para niños y actividades culturales en fechas señaladas, como la de San Fermín. La afición que Juana sentía por el teatro la llevó a actuar en el Ateneo Navarro el 6 de abril de 1929, en la representación de El conflicto de Mercedes, obra dirigida por don Rufo Gómez Bayona.

Ya por estas fechas colaboraba habitualmente en el periódico bilbaino La Tarde, del grupo editorial del diario Euzkadi, ubicado en la calle Correo nº 17 de la villa. Hasta 1930, y todavía en este año, Juana, que firmaba siempre como Juanita Mir, alternaba poesías a la Virgen del Carmen con narraciones como la publicada con el título Mikel de Etxezar, de corte histórico y con otros artículos sobre asuntos triviales, tales como la aparente frialdad de los bilbainos y bilbainas en asuntos de amor, o sobre la hosquedad de la mujer vizcaina. Su talante antibélico comenzó a reflejarse en los artículos que escribió a partir de este año, como el titulado Sólo fue un sueño, en el que planteaba un mundo idílico sin fronteras, salvoconductos ni guerras. Es probablemente este artículo el primero en el que la Juana periodista comenzó a sembrar opinión en contra de la corrupción del poder y el dinero.

En su tiempo de ocio vemos a Juana asistiendo a las veladas teatrales como las que se organizaron en la Casa Palentina de Bilbao en marzo de 1934, un año de aguda crisis para la industria vizcaina, que culminó en las trágicas huelgas de octubre, época que Juanita Mir aprovechó para hacer crítica social y posicionarse a favor de la paz, dirigiéndose a las mujeres para que demandasen el perdón y la caridad al gobierno ante los dolorosos acontecimientos de aquellos días.

Pocos días después en la misma primera página de La Tarde, que informaba de que Maurice Chevalier había salido ileso de un gravísimo accidente de coche, Juanita manifestó su beligerancia contra la falta de ideales, y denunció que las guerras no eran más que ganancias fabulosas para algunos. A partir de este artículo, se advierte un cambio de tono narrativo con respecto a sus primeros escritos, cuando entre líneas culpa a Europa de provocar la contienda y achaca a la voluntad de las naciones la necesidad de destruir como método para paliar la falta de trabajo provocada por la crisis económica, de ese modo interpretaba ella que después de la guerra quedaría trabajo de sobra para los supervivientes.

‘Heroísmo y sacrificio’ Juana apuraba sus últimos escritos cuando el jueves 18 de septiembre de 1936, Bilbao se llenó de guipuzcoanos que huían de la ocupación sublevada y los periódicos sirvieron de herramienta para publicar en primera página noticias de gente que anunciaba que estaba a salvo en alguna dirección de Bilbao a los familiares no huidos de la ocupación rebelde. El avance bélico era inexorable y la Juanita articulista ya no volvió a escribir apenas de otra cosa que no fuese de la guerra. Ese 18 de septiembre publicó un artículo titulado Heroísmo y sacrificio. En él alababa el patriotismo de los ciudadanos capaces de sacrificar ahorros y joyas para financiar los gastos bélicos, pero daba un paso más allá, en su necesidad de denunciar la contienda, al introducir en su discurso, con bastante discreción, eso sí, un párrafo de tinte pacifista en el que decía literalmente: ¡Cuánta más belleza tendría ese rasgo si en lugar de destinar oro de ese sacrificio colectivo a la adquisición de material guerrero, se hubiera destinado al enriquecimiento de la patria por una justa nivelación del bienestar que alcanzara a todos los ciudadanos! Su aspiración de paz estaba más vigente que nunca en este artículo. Juanita soñaba, como casi todos los ciudadanos de la época, con una vida tranquila que ella nunca iba a poder disfrutar.

En 1937 Juanita logró un apartado para ella sola en la sección titulada La mujer escribe, en un año en que las páginas de los periódicos daban prioridad al avance sublevado sobre Bilbao y Juana, que todavía no sospechaba la que se le venía encima, denunció abiertamente la guerra y sus atrocidades. En esos primeros meses delataba con insistencia la barbarie de la contienda.

Hasta los bombardeos de Durango y de Gernika, Juana sólo había escrito sobre la guerra de forma genérica, incluso el 1 de mayo para la fiesta del trabajo escribió: Juremos hoy trabajar para arrancar del corazón del pueblo toda simiente de odio (…) y para que nunca luchen hermanos contra hermanos, de ninguna raza, de ninguna condición. Sin embargo, Juana no sospechó que lo que estaba publicando sería leído por quienes iban a acusarla de adhesión a la rebeldía y escribió sin descanso contra los bombardeos que destruían casas y personas y llenaban las carreteras de desamparados en busca de refugio. A partir de este momento, arremetió contra la crueldad de los militares fascistas y dijo: Son miles de seres los que atestiguan la barbarie del enemigo y que serán en su día los acusadores de sus crímenes inútiles que no logran domeñar el alma altiva de Vasconia y que dejan el ideario que ellos defienden tan sucio y tan bajo. (Artículo titulado Sin hogar). El 5 de mayo, y en referencia a los bombardeos de Durango y Gernika, Juana acusó a los facciosos de su buena relación con Alemania y redactó: Desde el principio de la guerra están demostrando que su barniz de religión no sirve de freno a las apetencias insaciables de su codicia (…) Quieren el suelo de nuestra patria para venderlo a otras naciones a cambio de protección de sus capitales y privilegios. (Artículo Si Durango y Guernica no hablaran tan claramente). El 26 de mayo de 1937 Juanita denunciaba que los rebeldes habían mandado ametrallar las ambulancias de la Cruz Roja y el 28 de mayo puso de manifiesto la crueldad de separar a los padres de sus hijos y achacaba la angustia de la evacuación infantil a la crueldad del bando sublevado. El 17 de junio el diario tuvo que cerrar sus puertas cuando Bilbao estaba a punto de ser ocupado. Fueron días de miedo y espera. Juana fue detenida el 6 de julio de 1937 y entró en la cárcel de Larrinaga para ser juzgada en consejo de guerra el 20 de julio.

Es probable que a esas alturas todavía esperase misericordia, pero los primeros consejos fueron ejemplarizantes y Juana no iba a librarse de ser condenada a muerte. La ejecutaron un mes después por ser propagandista de la subversión rojo-separatista, y por propagar ideas contrarias al Movimiento. Se acusó a Juana de que en los artículos escritos durante el mes de mayo de 1937 “había incitado a seguir la causa rojo-separatista e injuriaba en ellos al Glorioso Ejército, al atribuirle hechos completamente falsos y emplear términos despectivos y calumniosos para la Causa de la Nueva España, al tiempo que también por radio había dado alguna conferencia en el mismo sentido”. Juana había incurrido en un delito de adhesión a la rebelión militar con agravante de peligrosidad social y esa culpa conllevaba la muerte.

El paredón El 5 de agosto de 1937 llegó sin ninguna luz para la periodista que al amanecer se situó frente al paredón, junto con otros 14 penados a muerte, todos hombres. Excepto el también periodista Melchor Jaureguizar Hospitaleche, la mayoría de sus compañeros de muerte eran labradores, carpinteros, jornaleros, también un pintor, un marino y un militar, casi todos vizcainos. Juana siempre había escrito en contra de la guerra y cuando los militares dispararon a matar ya no dudó de que ella también había dado en el blanco al hablar de la crueldad del bando enemigo.

Su nombre apareció en prensa una última vez hasta el día de hoy y fue en el periódico Euzkadi de 25 de octubre de 1938. Su director, José Lekaroz, también navarro, que sería poco después confinado en el campo de Gurs, detenido y entregado por los alemanes a los franquistas, quienes lo condenaron a muerte y le conmutaron la pena por cadena perpetua, informaba sobre el fusilamiento de Juana Mir García, en el apartado Fusilatze eta urkamendiak con el siguiente texto: Franco-tarrek fusilatu zituzten iru emazteki, oien artean euskal-neskatila bat (Juanita Mir), eta au, Bilbo-ko ‘La Tarde’ deitu kazetan emaztekien idatz-zaila iskribatu izan zuelako, bertze obenik gabe”. (Los franquistas fusilaron tres mujeres, entre ellas una chica vasca (Juanita Mir), y ésta, sin otra culpa que haber escrito en la sección de mujeres del periódico ‘La Tarde’ de Bilbao).

Puente musical entre Euskadi y Argentina

Mariana, del grupo Maral, evoca cómo recibió el legado vasco de su abuelo primitivo, que emigró desde Nafarroa

Un reportaje de Iban Gorriti

EL potosí musical vasco de Argentina se llama Maral, un grupo que por antepasados arribados a la ciudad de Arrecifes es una realidad desde hace diez años. Cinco años antes ya interpretaban el cancionero argentino. Su cantante, Mariana, debe sus profundos lazos con Euskal Herria a su abuelo Primitivo Irigoyen, que como otros tantos terminó emigrando a Argentina y, como esos miles de vascos, ha pasado a ser una pieza en la historia tras una vida anónima.

Primitivo Irigoyen Torrea, natural de Yesa, nacido en 1905, merindad y comarca de Zangotza, Nafarroa, vivió sus primeros años en Tiermas, localidad zaragozana. Catorce años después llegó a Argentina a consecuencia de la ley de mayorazgo y por los conflictos que desató la norma en la relación con su hermano mayor. Años antes, habían viajado al continente americano sus hermanos Francisco e Irene. Fueron ellos quienes le animaron a emigrar. A su llegada, se aprestó a trabajar, primero en el puerto de Buenos Aires, y más adelante como peón en el campo realizando al comienzo changas -desbroce- y creciendo poco a poco hasta lograr tener su propio tambo lechero de 47 hectáreas.

El grupo Maral admira los clásicos musicales vascos. Mariana, al lado del acordeonista, es nieta del navarro Primitivo Irigoyen. Fotos: DEIA
El grupo Maral admira los clásicos musicales vascos. Mariana, al lado del acordeonista, es nieta del navarro Primitivo Irigoyen. Fotos: DEIA

 

Como todos los que llegaban, tenían la urgente necesidad de “no estar solos”, de canturrear y de hablar “de lo suyo” y así se integró en la Euskal Etxea local llamada Euskaldunak denak bat, junto a otros emigrados. Ese era “su lugar vasco” en Argentina. Se enamoró de Amelia Ferreira -criolla- y ambos trajeron al mundo cinco hijos. Se instalaron definitivamente en Arrecifes, en la provincia de Buenos Aires. “El abuelo y yo tuvimos una relación muy cercana, muchas charlas, mi curiosidad vulneraba irrespetuosamente su silencio”, recuerda la nieta Mariana. Irigoyen no hablaba euskera, “no tenía demasiada educación, solo sabía trabajar y callar dolores, quién sabe cuántos y cuáles”, lamenta.

Falleció en el año 1990. “Tomó la cruel decisión de quitarse la vida, se suicidó”, agrega penosa. Dejó cinco hijos, doce nietos, dos biznietos, y en Mariana, “especialmente, un profundo amor a lo vasco”.

Ella es Mariana Dominé Irigoyen, nacida en Arrecifes, de 47 líricos años y “cantora por vocación y necesidad”, se define la voz de Maral. “He vivido en lo vasco desde siempre. En mi Euskal Etxea aprendí a caminar, a bailar, a cantar y hablar algo de euskera, estudié su cultura. Allí transcurrieron los mejores momentos de mi vida, allí celebré mi boda, festejé los cumpleaños de mis hijas, canté mis primeras canciones vascas y alimenté el sentimiento aber-tzale. Allí, viajé a Euskal Herria con los ojos cerrados mil veces, allí comemos pintxos…Euskaldunak denak bat puertas adentro es Euskal Herria”.

CANTAR EN EUSKERA Hace 15 años, con el nuevo siglo, ella gestó con dos compañeros el grupo Maral. Un sueño musical de tres, “Adrián, Christian y yo”. Primero recrearon el cancionero argentino y, cinco años después, el vasco. “Maral se fue dando, fue fluyendo y crecimos musicalmente, tocamos en grandes eventos, recorrimos miles de kilómetros con la música, ganamos algunos premios, grabamos discos y conocimos gente muy linda hasta que en 2005 me surgió la necesidad imperiosa de cantar en euskera, de difundir cultura a través de la música, herramienta infalible a la hora de tocar corazones. Estaba adulta y tenía que poder decir que Euskal Herria existe y lo debía hacer de la única manera que me era posible: cantando”, comunica orgullosa de sus raíces maternas europeas.

A su juicio fue espectacular la aprobación de las gentes del mundo vasco y no vasco también. “Salimos a las euskal etxeas del país, tocamos en muchas semanas nacionales vasca, compartimos escenarios con grandes como Juan Mari Beltrán, Kepa Junkera, Gozategi… y finalmente viajamos con nuestra música a Euskal Herria, invitados en el Día Internacional del euskera”.

Corría el año 2008. A raíz de un vídeo que circula por Youtube con la versión de Lau teilatu, recibieron la invitación del departamento de Cultura de Gobierno Vasco. “Verdaderamente, nos sorprendió hasta las lágrimas. Nunca voy a poder trasmitir fielmente la felicidad que representó para nosotros este reconocimiento, el poder llevar nuestra voz a Euskal Herria”, valora. Gracias a Juan Mari Beltrán dieron otros dos conciertos en Oiartzun y en la Durangoko Azoka. “Siempre soñamos con volver, cada día. Solo tienen que darse las condiciones”, dice.

Desde niña ya movía su cuerpo con los fandangos y arin arin que tocaban con su txistu el tío Potxolo Loyola, Don Tiburcio Bilbao, los pasacalles, Andre Madalen, el Gernikako arbola que se cantaba tradicionalmente en los Días de San Ignacio de Loyola en la Euskal Etxea… “Las primeras canciones que nos enamoraron fueron Lau teilatu (Itoiz) , Aita semeak (Oskorri), Guk euskaraz (Urko)… No copiamos, recreamos, queremos que al escuchar nuestras canciones, se oiga el latir de la herencia, del nieto”, subraya Mariana.

historia vasca Ella afirma que la música puede ser un vehículo increíble, porque a través suyo se llega a las emociones de quien la disfruta. “Es que la música te golpea, se te mete, te usurpa. La música jamás es indiferente, está en el aire. Una canción cuando se suelta deja de ser tuya y es de quien la escucha. Qué mejor que cantarle al mundo que aquí estamos nosotros, los nietos vascos, para honrar el legado y decir que somos un pueblo auténtico, con una lengua solo nuestra, que somos dueños de un espíritu libre que no renuncia”.

La Euskal Etxea tiene 93 años y sus paredes cobijan miles de historias, algunas silenciosas, y otras han quedado atrapadas en sus muros en aquellas charlas que mantenían “nuestros vascos mayores. La mayoría de las historias son de exilio, tristes, duras… “Pero también nuestra casa ha sido testigo de romances y amoríos entre hijos y nietos de vascos, como es mi caso. César, mi compañero en la vida, es también nieto de vascos, de esa historia de amor hoy contamos cinco hijos y un nieto”, aporta.

El grupo Maral pide un deseo para este año nuevo. “Pedimos Pakea, Askatasuna eta Errespetua. Y para Maral, seguir ofreciendo nuestra voz y volver, como dice el tango, a Euskal Herria mil veces más. Eskerrik asko eta Gora Euskal Herria Askatuta!”, grita desde el otro lado del Atlántico la nieta del Primitivo Irigoyen.

El crucero vasco que encalló el abuelo del ministro de Rajoy

Antonio Eulate, antepasado del ministro de defensa Morenés, fue el capitán del navío ‘vizcaya’, botado en Sestao

Un reportaje de Iban Gorriti

EL escudo del municipio de Sestao cuenta en su emblema con un barco. No es otro que el por muchos desconocido crucero acorazado Vizcaya que pilotaba el capitán Antonio Eulate, abuelo del actual ministro de Defensa del Gobierno español, Pedro Morenés Eulate (PP). A día de hoy, los huesos metálicos del navío permanecen como memoria historia encallada en las costas de Santiago de Cuba donde fue tocado y hundido en batalla en el siglo XIX. El año que viene se cumplirán 125 años de su botadura precisamente en esta localidad costera el 8 de julio de 1891. Fue también en julio, pero siete años más tarde, cuando quedó derrotado y fondado en la batalla naval de Santiago, a la edad de solo siete años de travesías.

canon

La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 en la bahía de igual nombre con dos fuerzas beligerantes como era la española y la estadounidense. La victoria fue para los americanos del almirante Sampson que contaban con cuatro acorazados, dos cruceros acorazados, un cañonero y tres cruceros auxiliares, en detrimento de la del almirante Cervera con cuatro cruceros acorazados y dos contratorpederos.

El crucero acorazado Vizcaya fue botado en los astilleros de Sestao el 8 de julio de 1891 y de inmediato pasó a engrosar la lista de buques de la armada estatal de finales del siglo XIX. Tenía una eslora de 103 metros y 19,86 metros de manga. En él navegaba una tripulación de casi un millar de miembros a una velocidad de 20,25 nudos. Pesaba 6.900 toneladas.

El barco del escudo de Sestao tocó fondo el 3 de julio de 1898 después de hacer frente a cuatro obuses de 203 mm, 9 de calibre medio y 12 de calibre ligero. El capitán Antonio Eulate encalló el Vizcaya en las rocas cerca de Aserradero, en las cercanías de Santiago y se entregó para evitar mayores pérdidas de vidas de su tripulación. Un siglo después de aquella contienda, aún se pueden ver sus restos en la costa cubana. De hecho, todavía hay salidas de submarinistas para visitar su pasado.

Como toda buena batalla se precie, esta también tiene su leyenda histórica de corte épico y tiene relación con el capitán Antonio Eulate, máximo responsable del acorazado vasco. El Vizcaya fue destinado a Nueva York a comienzos del año 1898, en lo que se pactó entonces como “intercambio con la visita amistosa del barco USS Maine a La Habana”. Después de la destrucción del Maine, regresó al Estado español y se unió a la flota del almirante Cervera. Días más tarde, el Vizcaya volvía a cruzar el océano Atlántico, su última singladura. Fue bloqueado en Santiago de Cuba con el resto de la fuerza de Cervera. El buque vasco fue la segunda nave en salir del puerto el 3 de julio de 1898. Sufriendo el fuego americano durante la batalla de Santiago, encajó cuatro obuses de 203 mm, nueve de calibre medio y doce de calibre ligero.

Nace la leyenda

Es en ese punto en el que empieza a forjarse la leyenda. El capitán Antonio Eulate encalló su crucero en las rocas cerca de Aserradero, en las cercanías de Santiago y se entregó, según valoró, para evitar mayores pérdidas de vidas de su tripulación. Cuando Eulate fue trasladado herido a bordo del USS Iowa, echó un vistazo a su navío ardiente, y la historia recoge que dijo levantando la mano en saludo: “Adiós, Vizcaya”. “Como si fuera una señal, el compartimiento delantero del crucero estalló en cuanto las palabras salieron de sus labios”. Eulate es abuelo de Pedro Morenés Eulate, actual ministro de Defensa del Gobierno español presidido por Mariano Rajoy, nacido en Las Arenas el 17 de septiembre de 1948.

Cuando la marina de guerra de los Estados Unidos de América examinó las ruinas de la flota española después de la guerra, el Vizcaya fue declarado como “pérdida total”. Aún hoy puede observarse lo que queda del crucero acorazado a lo lejos desde la carretera Granma, cerca de Aserradero, en el mar, una de sus silenciadas torretas con su cañón.