El último gudari de mar vivo

A sus 94 años, Juan Azkarate recibe un homenaje en Donostia como último superviviente de la marina auxiliar

Un reportaje de Iban Gorriti

debemos ser cautelosos cuando escribimos sobre memoria histórica. Muchas veces, demasiadas, caemos en el error de enunciaciones como la siguiente: “El último gudari de…”, y el no saberlo a ciencia cierta lleva a errar. Por suerte, hay más testigos del Eusko Gudarostea del lehendakari Aguirre vivos de los que imaginamos. Algunos, totalmente anónimos.

Juan Azkarate sí lo es. Es el último gudari vivo de la unidad del Gobierno vasco denominada Marina Auxiliar del Gobierno de Euzkadi. Fueron alrededor de mil personas las empleadas en este ejército y se sabe, por su listado, que el de Bermeo que perteneció a Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV) es el único con vida. Días atrás, le rindieron un merecido homenaje en el Museo Naval de Donostia.

Si uno acude a conocer la curiosa biografía de Azkarate, Bermeo recibe al visitante con olor inconfundible a mar. Con sonidos de gaviota y volteo de campanas eclesiásticas. Con elegante vestimenta y porte, Azkarate recibe en su hogar al amigo con sonrisa firme, mano nonagenaria sincera y dedos experimentados que señalan al pasado desde un presente futuro.

Al grito de “Egun on, gudari!”, uno traspasa el umbral de su hogar. ¡Hay tanta piel en su cuerpo convertido en cuero labrado por las circunstancias! Héroe anónimo, hace gala de un cerebro que sortea olvido e, incluso, perdón sincero. Todo ello, a pesar de que sufrió una poco civil guerra tras el golpe de estado militar de 1936.

Aconteció poco después de perder a su madre, ahogada en la famosa barra de Mundaka que hoy navegan los surfistas. Eran días de huelga de panaderos en su pueblo y volvía de jornada de recados a Gernika-Lumo en barco. El cuerpo apareció sin vida en Laga. Juan sumaba doce años. Lo recuerda con hondo penar.

Se hizo gudari, de los más jóvenes. Tenía solo 14 años (se lo permitieron tras afiliarse al PNV y a SOV/STV) y una cara de retaco impresa en su ficha de la jefatura de guerra. Su padre, mientras tanto, también se sumó a construir trincheras.

Juan conoció y sufrió el mar, tierra y aire. “Las tres”, sonríe. Tres también fueron las veces que acudió y fue recibido por el lehendakari José Antonio Aguirre. Sufrió campos de concentración de Sur de Argeles e Irun. Cárcel en Larrinaga. Fue testigo de altos mandos que, de algún modo, les traicionaron. Lamenta que a políticos y otras personalidades “ricachuelas” se les facilitara el exilio. Lo reprocha aún.

Fue gudari del Bou Araba y del José Luis Díez. Fue camarero segundo y también ayudante de ametralladora en el bacaladero camuflado de guerra. Navegó en el Euskal Herria. Pasó hambre en la España republicana. Perdió todo contacto estando en Francia y pensó, desarraigado, hacer su vida lejos. Le sonaba bien ir a Venezuela, adonde no llegaría. Coincidió con Olaizola, con el tío del famoso artista fallecido Nestor Basterretxea (exalcalde de Bermeo), con el pintor Barrueta. Salió vivo de bombardeos como el de Barcelona o Granollers.

Se vio obligado a andar un día y una noche entera para ir al campo de concentración de Sur de Argeles, al grito de “alez, alez, y con golpes de culatas de rifle si se paraban”, propinados por los senegaleses encargados de su envío a este enclave perteneciente a Perpignan.

TRAS LA GUERRA La vida, curiosa ella, acabada la guerra le llevaría con su empresa de atúnidos a Senegal. Fue presidente de la Sociedad Azkarate Hermanos y sufrió en el país subsahariano la explosión de un compresor que le dejó ciego por un mes. Incluso mantenía la ceguera cuando regresó al pueblo natural de quienes entre sí se llaman txo.

Sin embargo (agárrense a los mecanismos de defensa de sus emociones), decía, “la guerra, lo sufrido en mi vida, no fue dolor en comparación cuando murió mi mujer el 8 de marzo de 2011. Yo era el primero que hubiera ayudado a que falleciera. Padecía Alzheimer y no hubo un día que no estuve con ella. Cada día le ponían un tubo. Aquello sí fue horrible”, compara con todos sus desastres vividos en la guerra civil y se emociona, la única vez en todo el encuentro.

Sus dos brazos aún portan las iniciales tatuadas de su Rosario Etxebarria Zulueta, aquella redera que conoció al día siguiente de salir de la cárcel bilbaina de Larrinaga, con la que compartió siete décadas. “Si me decían los franquistas qué era E. R., yo les decía que El Rey”, sonríe.

Juan Azkarate (Bermeo, 18 de junio de 1922) comienza a relatar en primera persona sus avatares con un llamativo “nació la guerra el 18 de julio de 1936, yo tenía recién cumplidos 14 años”. Él era un niño “espabilado” hijo de Felipe y Anastasia. El matrimonio tuvo once hijos pero, al morir la madre ahogada, ya solo quedaban, por diferentes circunstancias, cinco vivos. “Me llevaron a verla al cementerio. Dolor, sentí mucho dolor. Recuerdo de noche que los coches del pueblo se acercaron a Mundaka a alumbrar con sus luces la mar para ver si se podía rescatar a alguien. Mi madre sabía nadar, pero las corrientes…”, silencia ante la cámara de vídeo que le graba conmovido.

Un año antes, con once años, ya él mismo decidió dejar el colegio y ayudar a su padre en el puerto. “Era mal estudiante y buen dibujante”. Con el golpe de Estado ni se lo pensó: “Yo voy a la guerra”, dijo aquel que había sido alumno de un profesor republicano. “Esa suerte tuvimos con Don Gerardo Jiménez”, alza la voz y el dedo índice. Al crío le dieron un “jersey de invierno” como uniforme de la Marina Auxiliar de Guerra del Gobierno vasco y le alistaron en el bou Araba. En el Ejército del lehendakari Aguirre le pagaban 400 pesetas al mes. Sin cumplir 15 primaveras ya era gudari. El bou Araba fue a dique seco y en un principio le derivaron a un submarino, pero acabaría en el José Luis Díez y en Burdeos. “Los mandos del barco se pasaron como Goikoetxea al bando de Franco y nos devolvieron a España, a Santander. El viaje fue entre cortinas de humo, una hora de combate a oscuras. Ganábamos por velocidad”, recuerda.

periplo Allí le enviaron al Estado Mayor de Fuerzas Navales del Cantábrico. De ordenanza en tierra. “No conforme, me fui adonde el lehendakari Aguirre. En euskera le dije que quería volver a los bous. Pero me mandó a El Sardinero”. Sin embargo, con los franquistas allí, en el Euskal Herria fue a Asturias. Y en un mercante volvió a Francia. De allí, a Barcelona. Y volvió a visitar a Aguirre. Este le recordaba y le mandó a estudiar al mejor colegio, pero “no me aseguraban la comida”.

Y volvió por tercera vez adonde “José Antonio”, exclama. El lehendakari le destina al consulado de Cuba. “Pedí que me pagaran y me dijeron que 250 pesetas. Yo ni quería acabar en Cuba ni ese dinero, por lo que me fui”, enfatiza. Acabó en Aviación como “único vasco en Gerona”, matiza. Más adelante llegó el horror de los campos de concentración tras no aparecer un mugalari en una misión especial. “Éramos 50.000 en la playa de Argeles”. Y de Irun, los franquistas le llevaron a Larrinaga. Al salir libre, conoció al amor de su vida.

Tres prismas para Aguirre

El próximo viernes se conmemoran 80 años de la investidura en Gernika del lehendakari del Gobierno Provisional de Euzkadi. Tres investigadores de la Europa de Aguirre evocan su figura

Un reportaje de Iban Gorriti

ANTE Dios humillado, en pie sobre la Tierra Vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el Árbol de Gernika, ante los representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo”. Estas palabras resonaron el 7 de octubre de 1936 pronunciadas por José Antonio Aguirre y Lecube, vizcaino de 32 años, a quien instituían como primer lehendakari del autogobierno vasco junto a miembros del PNV, ANV, Izquierda Republicana, PSOE, Unión Republicana y PCE.

Bien conocen los detalles de aquella jornada investigadores de la biografía de Aguirre como son Nick Rankin (Yorkshire, Reino Unido, 1950), Ludger Mees (Essen, Alemania, 1957) y Leyre Arrieta (Mutriku, 1971). Aportan a DEIA tres horizontes sobre los que se sostienen los atributos humanos y políticos del presidente vasco fallecido en 1960, así como la trascendencia de su mensaje, legado con “más aciertos que errores”.

Optimista, pragmático y con gran carisma

José Antonio Aguirre (Bilbao, 1904) era jugador del Athletic, abogado preparado en Deusto, alcalde de Getxo y miembro de la fábrica familiar de chocolates Cho-Bill. La guerra invistió lehendakari a un hombre “directo, abierto, sincero y con grandes dotes de gentes”, subraya Ludger Mees, catedrático que considera que el tribuno transmitía optimismo innato. “Conseguía crear un clima de confianza con sus interlocutores. Pocos políticos lo lograron”, enfatiza.

La mutrikuarra Arrieta presenta al orador como hombre de fe. “Creía en Dios y en la humanidad. A pesar de desilusiones y amarguras, era optimista”, señala. Le dibuja con carácter abierto, simpático y con carisma, un atractivo innato que hacía que cayera bien: “Y sabía escuchar. Buscaba el consenso, el acercamiento y la colaboración”.

El británico Nick Rankin presenta por su parte a un “caballero cristiano”, cosa que “Franco no lo era en absoluto”. El autor de Telegram from Guernica considera que era simpático, sociable y ético. “Su sentido moral importaba mucho. Fue un buen marido, padre y amigo, de gran corazón”, explica.

Los investigadores subrayan el perfil humano de Aguirre. Ludger parafrasea a Max Weber y asevera que “un buen político se caracteriza por el equilibrio que establece entre la ética de la responsabilidad, por una parte, y la ética de la conciencia o convicción por otra”. Aguirre, según Ludger, tenía unos ideales bien claros, sabía lo que quería, la conciencia de qué conseguir y “lo contrastaba con la ética de la responsabilidad, preguntándose qué consecuencias tiene esta responsabilidad política. En concreto qué es lo que se puede conseguir. Contrastaba sus pensamientos y deseos a más largo plazo con un sentimiento de pragmatismo, más bien, a corto plazo”.

Leyre Arrieta estima que los rasgos políticos de Aguirre no se pueden separar de los humanos. Creyente, estaba convencido de que su misión era guiar a su pueblo en unos momentos difíciles. Bebió de filósofos y pensadores católicos moderados como Maritain y Mauriac, y compartió sus planteamientos sobre el progreso del hombre y la justicia social. Fue líder de una generación, apunta la guipuzcoana, que llevó al PNV hacia la democracia cristiana. Y, por tanto, un profundo demócrata. “Cristiano y demócrata son los dos rasgos claves en la personalidad política de Aguirre”, acentúa.

A su juicio, tal era el optimismo del vizcaino que no estaba reñido con un enorme pragmatismo aplicado en la política. Por ello, se le puede considerar excesivamente optimista o poco realista, pero “aunque pueda parecer contradictorio, creo que ese optimismo era consecuencia de su propio pragmatismo. Era de los que pensaba en estas circunstancias, hacemos lo mejor que se puede hacer, lo que más le conviene a Euskadi, aunque no sea lo óptimo o lo que nos gustaría. Y es más rentable afrontar la situación con optimismo que tirar la toalla”, aporta.

Si Arrieta cita a Maritain y a Mauriac, Rankin recuerda a George Lowther Steer, “leal amigo de los vascos”, quien veía a Aguirre como el capitán de un buen equipo de fútbol, regido por las normas de “no morder, no dar patadas, no poner zancadillas. Steer dijo que Aguirre era un idealista, pero admiraba su pragmatismo al hacer funcionar un amplio gobierno de coalición en aquella Euskadi sin estúpidas contiendas y riñas. Un líder auténtico, no un mero representante”.

Leyre concluye la ronda asegurando que buscaba los matices, escuchaba y actuaba como mediador: “El primer Gobierno vasco es un ejemplo claro de hasta qué punto él buscaba la participación de todos, los puntos en común a pesar de las diferencias ideológicas”.

Euskadi en una Europa unida y federal

Los tres analistas coinciden en que el mensaje de Aguirre es actual. Mees asiente porque demostró que con voluntad y respeto es posible lograr consensos. “Es decir, lo que necesita la política en todas partes. No solo pensar en su propio ideario”. El propio Ludger va más allá al apuntar que el lehendakari “no era un santo” ya que como persona que era también cometía errores, pero “era capaz de aprender y sacar conclusiones de sus propios errores y actuar en consecuencia. Hoy pocas veces se ve esto”.

Rankin también se muestra convencido de que el mensaje de Aguirre es aún relevante y hace una llamada “a remar juntos por el pueblo, con humanitarismo, justicia y libertad. Gora Euzkadi askatuta, como decían los gudaris y marineros valientes”, remacha.

Arrieta se suma a ratificar la actualidad del mensaje porque sus planteamientos sobre el encaje de Euskadi en Europa siguen vigentes en el PNV. “La Doctrina Aguirre reivindicaba una Euskadi en una Europa unida y federal, una Euskadi que contribuyera a la construcción de una Europa federal integrada por naciones, no por Estados. Fue un ferviente defensor de una Europa unida y creía en los valores humanistas de la cultura europea”, analiza. Agrega estar “convencida” de que, a pesar de la crisis multifactorial que el continente está atravesando, “él seguiría apostado por Europa y preferiría actuar desde dentro para mejorarla que desvincularse de ella”.

 

Invitado a presidir el Gobierno republicano

Figura clave en la Guerra civil y el franquismo, la vida de Aguirre cuenta con datos curiosos. El inglés consultado mantiene que el periodo más remarcable de la vida del lehendakari fue 1940-1941, tras la caída de Dunquerque, cuando “este demócrata vasco tuvo que disfrazarse de doctor panameño y vivir desapercibido en la Europa de dictaduras hasta que pudo tomar un barco hacia Sudamérica y la libertad. ¡Vaya cojones!”, sonríe.

Mees aporta dos curiosidades “muy poco conocidas”. La primera ubica a José Antonio Aguirre en 1947 en el exilio. Tras haber fomentado la creación del Gobierno español republicano en el exilio fue invitado hasta dos veces por el presidente de la República a presidir dicho Ejecutivo. Ello obedece a que “era el único que más o menos se llevaba bien con todas las facciones de los exiliados. Imaginar hoy que un nacionalista vasco reciba la invitación de presidir el Gobierno español se nos hace un poco raro. Era un dato no conocido y del que hemos sacado la documentación que lo demuestra”.

En otro ámbito, Aguirre era un hombre “bastante progresista” en su relación con las mujeres. Cuando vivía en Nueva York, fregaba los platos de la cena. Arrieta saca a colación una cita que lo pone de manifiesto: “En lo del fregado estoy a gran altura -ante el asombro de Mari, su mujer, que esperaba una catástrofe-. No se me ha ido ningún plato”. “Es decir -agrega la doctora y escritora-, estamos hablando del año 43 y de un hombre, un líder político, que ayudaba a fregar platos en casa, algo que no se veía a menudo”.

Leyre Arrieta apostilla que el dirigente vasco tuvo contactos “con altas instancias del Departamento de Estado norteamericano. Era un político muy bien valorado. ¡Ah! Y como mutrikuarra que soy, no puedo dejar de apuntar que muy pocas veces se dice que su madre era de Mutriku. No se conoce demasiado esa rama de la familia”, exclama Leyre, y concluye con una máxima: “Aguirre es el mejor líder que Euskadi ha tenido”.

Nick Rankin le considera el Winston Churchill de los vascos, que “nunca será olvidado”. En esta línea, concluye que “el PNV sobrevive; las mejores tradiciones perviven. El lehendakari Urkullu hará el viernes su juramento de nuevo bajo el roble de Gernika como hizo Aguirre hace 80 años”.

Euba, 60 años de calidad educativa y desarrollo cultural

Desde su inauguración el 14 de septiembre de 1956 con la llegada de 110 alumnos procedentes de Gabiria y Deusto, el Colegio Euba (actual Ikastola Lauaxeta) siempre ha trabajado en el desarrollo del euskera y la cultura vasca.

Reportaje y fotografías de Gregorio Arrien

LO primero que llama la atención del centro educativo de Euba es la solidez de la construcción y la amplitud de los espacios interiores y exteriores, así como el envidiable paisaje del entorno, preparado para el recreo de la vista y el desarrollo de toda clase de juegos y deportes. Una vez realizados los trámites iniciales y elegido su definitivo emplazamiento en la pequeña cota de Orue -a cargo de los padres fundadores Martín Elorza, Ignacio Iguarán y Lucio Apraiz-, el arquitecto Damián Lizaur se encargó de levantar, por fases, la mole firme y sólida hecha de piedra que todos conocemos, imprimiendo al edificio escolar y a la casa adyacente unas características arquitectónicas muy en armonía con el paisaje y teniendo en cuenta la necesaria comodidad e iluminación de un centro destinado al estudio.

La inauguración tuvo lugar el 14 de septiembre de 1956, con la llegada de unos 110 alumnos procedentes de los colegios de Gabiria (Gipuzkoa) y Deusto. Durante la realización de las obras, entre los moradores pasionistas que permanecieron en Euba, estaban Valentín Mendibe, Julián Gerrikagoitia, Teodoro Orue y otros. Al iniciarse las clases, se incorporó a la nueva casa una nutrida comunidad educativa, entre directores, profesores y hermanos colaboradores. La historia de Euba se divide en tres grandes etapas sucesivas: la etapa del Seminario (1956-1969); la etapa del Colegio San Gabriel (1969-1981) y, por último, la etapa de la Ikastola Lauaxeta (de 1977-81 a la actualidad).

En los inicios, la organización y la programación de los estudios no eran muy diferentes de las formas que se estilaban en muchos de los seminarios menores existentes en el país. Como en otras instituciones de este tipo, había una fuerte disciplina y un programa de estudios basado mayormente en materias propias de la rama de Letras: se daba una relevancia especial a la redacción literaria, tanto en castellano como en euskera, así como al canto coral y a las representaciones teatrales.

El seminario y el euskera Con el objeto de mejorar la vida y los servicios del Seminario, en mayo de 1959 llegaron a Euba las religiosas pasionistas-hermanas de San Pablo de la Cruz, que se hicieron cargo de la cocina, sastrería, lavandería y demás. La actuación de las religiosas se vio complementada con los oficios y trabajos que habitualmente realizaban los hermanos pasionistas, en aspectos como la conservación del edificio, las labores de la huerta, el cuidado del caserío-granja etc., que se consideraban entonces como totalmente necesarios para el mantenimiento de la casa y sus moradores.

De otra parte, los cambios iniciados en los planes de estudio en los años anteriores, se completaron después dentro del renovado ambiente del inmediato posconcilio, entre 1966 y 1969: en este tiempo se produjo la implantación de la reválida del 4º y 6º curso; y en 1968 se logró establecer el PREU. Fue el momento en que se procedió a complementar el cuadro de docentes, con la contratación de profesores seglares que se harían cargo de materias como ciencias, matemáticas e idiomas. En la etapa del Seminario, pasaron por Euba numerosos formadores y personal de servicios -entre superiores, directores, profesores y colaboradores-, muchos de ellos muy experimentados y de inolvidable recuerdo. En estos años, estudiaron en sus aulas unos 1.029 alumnos en total.

Puede parecer algo inverosímil, pero es la verdad: en aquellos años del franquismo se logró cultivar el euskera con una intensidad y resultados académicos, que se pueden calificar de admirables. Como recuerda Joxemari Iriondo, que entre 1953-1957 conoció ambas etapas, de Gabiria y Euba, el aprendizaje de la lengua vasca, con clases semanales bien aprovechadas, se realizó bajo la tutela de los profesores-padres Jose María Larrarte y Koldo Sarasola, militantes ambos del euskera como de la enseñanza en general.

Prosiguiendo con los trabajos iniciados antes por el padre Martín Elorza, en este tiempo era obligatoria la redacción semanal de un artículo sobre un tema predeterminado, aparte de una serie de lecturas de autores de reconocido prestigio. De aquel intento por apoyar el terreno (prohibido) del euskera, han destacado después algunos nombres como el de Joxe Agustín Orbegozo, Xabier Mendiguren, Joxe Lizarralde, León Arrieta, José L. Idioeta (q.e.p.d.), Joxemari Iriondo, etc.

Publicaciones y Euskal Jaiak Siguiendo en la línea del desarrollo del euskera y la cultura vasca, empezó a publicarse en 1963 la revista escolar Bidez, elaborada totalmente en euskera. Dos años antes salió al público la revista Amistad, escrita en castellano: ambas publicaciones fueron elaboradas por los propios alumnos con el apoyo de algunos directores y profesores, convirtiéndose así en una especie de escuela de escritores.

Bidez, cuya aparición se extendió hasta 1968, tenía como finalidad el desarrollo de la cultura vasca, integrando el euskera como una parte importante de la formación y la comunicación escrita. Salieron en total unos 27 números. Si en los orígenes y desarrollo de Amistad tomaron parte jóvenes autores que después destacarían en el campo de las letras (Jesús Ceberio, Xabier Mendiguren, Eugenio Landa y otros), otro tanto cabe decir, en cierta medida, del caso de Bidez.

Pasando ahora a las llamadas Euskal Jaiak, se celebraron anualmente en Euba entre los años 1959 y 1979, siempre hacia finales del mes de abril. Imposible describir todo el interés que pusieron en su desarrollo Martzel Andrinua, Eleuterio Larruskain y otros. Como es natural, los medios de comunicación del momento se hicieron eco de los actos programados.

En esta celebración anual, totalmente en euskera, se juntaban tanto los actos estrictamente religiosos como los relativos al desarrollo de la cultura vasca y las manifestaciones propias de las fiestas vascas, tales como la actuación de los cantantes y los bertsolaris, las danzas y otras manifestaciones de carácter folklórico. Este conjunto de actuaciones despertó un enorme interés, tanto en la comunidad educativa de Euba y las gentes del entorno como de las personas llegadas de zonas más alejadas. En los años 60, por ejemplo, la afluencia de gente aumentó de forma considerable, llenando los contornos de Euba de autocares, turismos, motos y bicis, que hacían que la jornada resultara masiva y memorable.

En abril de 1964, por ejemplo, con un día primaveral de por medio, lleno de luz y calor, la fiesta fue muy concurrida y magnífica la actuación de bertsolaris como Basarri, Lazkao-Txiki, Azpillaga y Mugartegi. El programa matutino se cerró con la exhibición de los ezpatadantzaris e hilanderas del grupo Andra Mari de Galdakao.

El Colegio y Lauaxeta Ikastola El Seminario de Euba se transformó en el Colegio San Gabriel en el curso 1969-70. Había muchas razones para dar este paso, mayormente de tipo vocacional, religioso y sociocultural. Dadas las buenas instalaciones y dependencias existentes en el centro, el reconocimiento oficial no se hizo esperar: llegó en marzo de 1972, quedando clasificado el colegio para impartir el grado elemental.

Desde los inicios, el curso escolar se abrió con la presencia de alumnos internos y externos, y la presencia también de varios profesores seglares, entre los que, aparte de docentes varones (religiosos y laicos), había profesoras. Las primeras fueron Miren Ocerin y María Luisa Bollain; en los cursos siguientes aumentó la plantilla de docentes seglares con la llegada de las jóvenes María Jesús Múgica, María Paz Alcodori, Concha Contreras, Begoña Arregui y otras.

Una vez implantada la EGB y el BUP, en 1978 llegó la esperada autorización para impartir el COU, último curso de la Enseñanza Media, necesario para acceder a la universidad. Entre las demás transformaciones más significativas de esta etapa, se pueden mencionar la práctica de los deportes de fútbol, pelota y otros, cuya aceptación adquirió unas dimensiones especiales desde mediados de los años 60: se lograron grandes éxitos bajo la guía y animación de Calixto Uriarte. En los años 70, además de efectuar unas importantes mejoras en los campos de fútbol, se construyó un hermoso frontón y un polideportivo adosado al mismo.

Desde otra perspectiva, en mayo de 1975 un decreto de la DPEC autorizó la incorporación oficial de las lenguas nativas en los programas de Preescolar y EGB, momento que se aprovechó para integrar la enseñanza del euskera en los primeros niveles educativos. De todas formas, durante estos años el cultivo del euskera siguió manteniéndose vivo también en los cursos superiores, a cargo de profesores como Félix Zubiaga y Sabin Barruetabeña, entre otros; en los años 80, el área de la lengua vasca quedaría reforzada con la incorporación de nuevos docentes, caso de Carmelo Arrizabalaga, Jon Urutxurtu y Alasne Artetxe.

En el curso 1977-78 el colegio se abrió por primera vez al alumnado mixto, inscribiéndose en esa fecha unas 23 chicas en total; el número de alumnas matriculadas se igualaría muy pronto con el de los chicos. En cuanto a la Ikastola Lauaxeta, comenzó a funcionar con la titularidad de las familias cooperativistas y como cooperativa de enseñanza en ese mismo 1977-78, y en régimen de arrendamiento de las instalaciones de los Pasionistas. Se inició con cinco cursos de la primera etapa de EGB, en locales pertenecientes al Colegio San Gabriel.

En poco tiempo amplió sus actividades al Preescolar y la segunda etapa de EGB. Siguiendo con el proceso de ampliación, en 1981-82 se produjo la integración total del colegio en la Ikastola Lauaxeta, incorporándose a la misma los once grupos de BUP y COU que funcionaban en la primera institución, lo que conllevó el cese de actividades en el Colegio San Gabriel. Entre los primeros impulsores de la ikastola estaban Fermín Iraolagoitia, Julita Berrojalbiz y José M. Uribarri.

A lo largo de diferentes etapas de desarrollo del proyecto educativo de Lauaxeta Ikastola, desde su inicio con la dirección de Fermín Iraolagoitia como director general (1977-88), como de Ramón Madariaga (1988-2010) y María Teresa Ojanguren (2010-16) ha quedado claramente demostrado, con numerosos reconocimientos y premios, su compromiso con la excelencia educativa y de gestión.

Premio Lauxeta Como es sabido, en los últimos años el paisaje y el entorno de Orue-Euba han experimentado un notable cambio debido a distintas obras e infraestructuras, con la creación de la Residencia Orue, las etxolas y la nueva iglesia parroquial; pero eso no ha mermado en nada el desarrollo de las actividades culturales y el euskera: en diciembre de 2006, la Diputación de Foral de Bizkaia entregó el Premio Lauaxeta a la comunidad de Euba, por su contribución al servicio del euskera y la cultura vasca. Entre los elementos tenidos en cuenta al otorgar el galardón están:

-La tradición euskerista de la comunidad de Euba.

-La actuación de la Ikastola Lauaxeta.

-La predicación y servicios litúrgicos en euskera.

-Libros y publicaciones de los religiosos.

-Trabajos en diferentes radios.

-Bidean.net web gunea.

-Otras organizaciones y actividades: Ibaizabal argitaletxea, Orue, Karramarro…

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Otxandio, ochenta años del ‘primer Gernika’

Dos pilotos fascistas bombardearon la villa ferrona el 22 de julio de 1936 acabando con la vida de al menos 61 personas

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 22 de julio de 1936, dos bombarderos ligeros masacran la plaza de Andikona con un resultado de, al menos, 61 muertos ya registrados. Un año antes, durante la invasión italiana de Etiopía, también llamada Segunda Guerra Italo-Etíope que duró siete meses, entre 1935 y 1936 ya se dieron diferentes bombardeos aéreos. Así como, España en 1913 también los llevó a cabo en el Rif marroquí. Por todo ello, hay quien afirma que el bombardeo de Otxandio del que el pasado viernes se cumplieron 80 años fue el primero europeo desde aviones -ya que se dio alguno desde un globo con anterioridad sobre Venecia- o incluso, matizan, sobre población blanca. Esta misma semana, con motivo del trágico aniversario, el Ayuntamiento de la localidad ha decidido interponer una querella ante la Justicia argentina dentro de la causa que investiga desde ese país los crímenes del franquismo.

Era miércoles en la villa ferrona, muga con Araba. La céntrica y coqueta plaza de Andikona era uno de los lugares habituales de recreo de niños, por la fuente toscana, rematada en cruz moderna de 1899 y un canal de molino que la surcaba y, tras cuatro días del golpe de Estado de algunos militares españoles contra la legítima Segunda República, lugar donde se concentraban milicianos, soldados del cuartel bilbaino de Garellano y civiles. El municipio celebraba con incertidumbre de las noticias las fiestas patronales de Santa Maña. Mujeres lavaban la ropa. Los veraneantes “de pantalón blanco” -les distinguían los locales- ya disfrutaban del periodo estival.

En ese marco, dos Breguet Br. 19, es decir, un bombardero ligero y avión de reconocimiento, construido por la compañía francesa Breguet Aviation a comienzos de los años 1920 procedente del aeródromo de Recajo (Agoncillo, La Rioja), irrumpieron en Otxandio. Un testigo que escribió en el periódico Euzkadi como R. de G., los calificó en 1978 como “aeroplanos pequeños de sport”.

Nada hizo temer a los presentes por diferentes razones: una, porque según los testigos, muchos aún vivos, en una primera vuelta saludaban a los presentes e, incluso, “nos sonreían”, coinciden testigos. También les saludaban, a lo que correspondían.

Otra, porque portaban, según estudios de Xabier Irujo, codirector del Centro de Estudios Vacos de la Universidad de Nevada, “insignias republicanas”. El relato de Gabriel Otalora, testigo, afirma que “dieron varias vueltas” a una altura baja, “ya que casi rozaban la torre de la iglesia”. Eran alrededor de las nueve de la mañana.

Los soldados del cuartel bilbaino de Garellano habían instalado en la plaza de Andikona su intendencia, “debido a que la otra fuente de la localidad, la de Vulcano, sita en la plaza mayor, es de agua ferruginosa, no válida para cocinar”, aporta el historiador Jon Irazabal Agirre, de Gerediaga Elkartea.

La simpatía por los pilotos se tiñó en sangrienta tragedia cuando comenzaron a caer “papeles” minutos después: “pensábamos que eran papeles, octavillas de propaganda o caramelos, algo que brillaba. Piensa que nosotros entonces no sabíamos lo que era un bombardeo”, coinciden testigos de la masacre.

Un cuadro que Santi Capanaga culminó en 1964 sobre estos hechos ya es como el Guernica de Picasso en la localidad vizcaina. Los aviadores no eran republicanos, eran afectos a los sublevados contra la democracia. Para más inri uno de ellos era vizcaino, Ángel Salas Larrazabal, de Orduña, nombrado capitán general del Ejército del Aire, a título honorífico, en atención a “los méritos personales excepcionales” que concurrían en su persona, según el entonces rey de España, Juan Carlos I.

Salas Larrazabal también fue integrante de la Escuadrilla Azul española, integrada en el ejército alemán nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El otro terrorista que asesinó en Otxandio fue José Muñoz Jiménez.

Tras la suelta de bombas, el médico del pueblo José Maurolagoitia se acercó al lugar y presenció escenas dantescas de “personas despedazadas, niños mutilados, mujeres decapitadas”. Los heridos le suplicaban en euskera que les curara. El riachuelo de agua cristalina se convirtió en un reguero de sangre… y muerte.

Habla Jon Lasuen, niño entonces y referente de los testigos vivos, a sus 94 años. “Yo me salvé por unos minutos porque mi padre, que era secretario del Ayuntamiento, me mandó a comprar el periódico Euzkadi, en el que él escribía, y al regreso vi que lo habían matado, como a dos hermanos míos y tres primos. ¡Fue horrible!”, evoca.

El obispo emérito Bittor Garaigordobil fue testigo de la matanza tras haber acudido a Otxandio a oír misa: “Me estremecí al escuchar el ensordecedor estruendo de las bombas lanzadas y ver personas muertas y animales. Fue terrible y salí corriendo camino de Olaeta. Volví a mi casa de Amaitermin por el monte. No volví a misa a Otxandio; comencé a ir a Urkiola y, mira, tras estar en Ecuador aquí sigo”, evoca quien era seminarista y hoy tiene cien años.

VÍCTIMAS IMPRECISAS A ambos pilotos asesinos les felicitó por la “brava acción”, el general golpista Emilio Mola (Placetas, Cuba, 1887-Alcocero, Burgos, 1937). Ambos habían matado a al menos 61 personas registradas por el investigador otxandiarra Zigor Olabarria en Gerra Zibila Otxandion. Jon Irazabal con anterioridad había determinado la filiación de 57 personas. “Es posible que el número de víctimas fuera superior, ya que pudo haberse dado el caso de que personas trasladadas a Bilbao u otros lugares fallecieran y sus defunciones fueran anotadas en el registro civil de la localidad donde se produjo el óbito”, aporta Irazabal.

La evacuación de los heridos se produjo con ayuda de vecinos de la villa a Bilbao y Durango. Desde el Hospital Civil de Bilbao se envió un retén con los médicos Coper Abadía, Arenillas, Del Hoyo, Odriozola y Cortés. Desde Durango, acudió Legorburu. En Mañaria, atendieron Elorrioaga y Eskubi, de Bilbao, con la ayuda de practicantes de Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV) y de enfermeras de Emakume Aber-tzale Batza (EAB).

“Ni Gernika, ni Durango, ni Coventry, ni Nagasaki pueden compararse en asesinato con lo que ocurrió en Otxandio”, valoraba un redactor que firmó como R. en el diario Euzkadi.

Por la tarde del día 22, otro avión, según anota Irazabal, se aproximó a Otxandio y desató el terror de nuevo. Pero en esta ocasión el destino no fue esta villa sino la de Bilbao, donde el aeroplano arrojó proclamas firmadas por el general Mola invitando a la población y autoridades a rendirse. La zona del frente de Otxandio volvería a ser bombardeada el 31 de marzo de 1937.

La policía motorizada del lehendakari Aguirre

La entrada de los fascistas en Bilbao supuso la cuenta atrás de la tan corta como intensa actividad de Ertzain Igiletua, creada por el Gobierno Provisional de Euzkadi

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 19 de junio de 1937 arrancó la desaparición de la Er-tzain Igiletua, es decir, la Policía Motorizada del Gobierno Provisional de Euzkadi presidido por el lehendakari Aguirre. Hace 79 años, con la ocupación de Bilbao por parte de los leales al golpe de Estado de julio de 1936, y días después con la entrega de las unidades vascas en Santoña y localidades limítrofes el 26 de agosto de 1937, “concluía la corta pero intensa existencia” de este cuerpo policial histórico, explica Aitor Miñambres, quien cuenta con una publicación sobre el mismo.

El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.
El uniforme característico de los agentes, enteramente de color negro para no suponer un blanco fácil.

 

Miñambres relata que tras la caída de Bilbao, y con los restos del ejército vasco reorganizándose en Santander a pesar de la deserción o huida de algunos de sus mandos, el grueso de Ertzain Igiletua “permaneció en Bilbao cuidando del orden público hasta la entrada del ejército rebelde, al que se rindieron”. Otros miembros de este cuerpo se retiraron junto al Ejército vasco hacia tierras cántabras, donde continuaron su labor hasta el final.

Trece meses antes, iniciada la guerra civil y tras la ratificación por las cortes republicanas del Estatuto de Autonomía del País Vasco, el nacionalista José Antonio de Aguirre juró su cargo en Gernika como presidente del nuevo gobierno autónomo el 7 de octubre de 1936. “Las fuerzas de orden público existentes hasta la fecha eran variadas y a la vez muy reducidas por las necesidades de la guerra, pues la mayoría de sus efectivos habían sido destinados a cubrir el esfuerzo bélico”, aporta Miñambres. Éstas se componían por una parte de los cuerpos policiales estatales: Guardia Nacional Republicana -antigua Guardia Civil-, Guardia de Asalto y Cuerpo de Carabineros de la República.

Por otro lado, coexistían las policías forales -miñones vizcainos y algunos miqueletes guipuzcoanos llegados a Bizkaia tras la caída de su provincia en manos de las fuerzas rebeldes- junto con las Guardias Municipales de los respectivos ayuntamientos del territorio leal. Por iniciativa personal del Doctor Junod, de la Cruz Roja Internacional, se creó en Las Arenas el 22 de septiembre de 1936 una Zona Internacional donde embajadas y consulados extranjeros pudieran realizar su labor libre de los bombardeos que comenzaban a sufrirse en la capital, Bilbao, y custodiada por un cuerpo de Policía Militar formado por milicianos adscritos al PNV.

Guardia del pueblo Creado el Gobierno de Euzkadi y, a raíz del bombardeo de la Zona Internacional, se planteó la ampliación de la Policía Militar, renombrándola con el título Ertzaña, es decir, “guardia del pueblo, neologismo creado por Juan Bautista Eguzkitza y popularizado por Esteban Urkiaga, Lauaxeta”, explica Aitor Miñambres. Además, se creó un Cuerpo de Orden Público, sin ningún cometido militar, formado por unos 800 hombres adscritos a todas las ideologías políticas leales a la República y cuya labor fue la de toda policía civil. El 3 de noviembre de 1936, Luis de Ortuzar, jefe de la Ertzaña, fue nombrado inspector general de Orden Público por el consejero Monzón.

Independientemente de los cuerpos anteriores y más tardíamente, Gobernación terminó creando un cuerpo más de policía, la Policía Motorizada o Ertzain Igiletua, “el más moderno y mejor dotado de todos”. “Se estima que fueron alrededor de 500”, señala Miñambres, director del Museo Memorial Cinturón de Hierro de Berango. Sus cometidos abarcaron, según describe, todas las facetas, dada una enorme movilidad conseguida gracias al eficaz empleo de vehículos y sistemas de comunicación.

Estos vehículos, al igual que todos los del cuerpo, llevaban en sus matrículas las iniciales EI, Ertzain Igiletua, seguida del número del aparato. La tipografía escogida sería la misma que la empleada para Ertzaña, es decir la E del diario nacionalista Euzkadi.

“Como arma de dotación principal los agentes portaron pistolas semiautomáticas Star de calibre 9mm, fabricadas en Eibar”, cita Miñambres. Además, y como parte de la formación dada a los números de todas las compañías, se les instruyó o perfeccionó en el manejo del fusil, fusil ametrallador y granadas de mano.

A la hora de dotarles de un uniforme, dada su condición de motoristas, se pensó en el cuero como material más apropiado para su confección, por su carácter antiabrasivo en el caso de caídas. Aunque se les intentó proporcionar el casco correspondiente, no fue posible por motivos de escasez de prendas. La factura de estos uniformes se realizó en los talleres del propio cuerpo, interviniendo en su confección afiliadas a Emakume Abertzale Batza, o bien casas contratadas como Saralegui o los almacenes El Búfalo de Bilbao. Industrias Movilizadas suministró parte del resto del material.

De este modo, el uniforme definitivo de los agentes quedó compuesto por gorra de plato blanda, guerrera de cuatro bolsillos y cuello abierto, pantalón de montar, correaje tipo Sam Browne, guantes-manopla y botas altas de cordones, todo ello en cuero de color negro, a fin de no representar un blanco fácil. Oficialmente, una camisa caqui claro con corbata marrón oscuro completaba el uniforme, junto con la funda de la pistola reglamentaria y gafas de pilotar.

Actuaciones señaladas Algunas de sus acciones recordadas fueron en fechas históricas. Tras los bombardeos en Elorrio y Otxandio, el mismo 31 de marzo de 1937 Durango sufrió el raid aéreo que dejó la villa en ruinas con un balance de más de 336 muertos. A esta población llegó de Bilbao una unidad de la Policía Motorizada acompañada de equipos especiales de rescate para recuperar los cadáveres, que posteriormente habría que identificar, lo que llevó un día entero.

También durante el bombardeo de Gernika-Lumo, el 26 de abril, la actuación de Ertzain Igiletua “fue muy considerada, estando presente en todo momento, tanto durante el raid como después, gracias a la presencia de un puesto fijo del cuerpo en la villa foral, y comunicando telefónicamente a las autoridades el final del bombardeo aéreo”.