Tras sufrir a Primo de Rivera y conocer a Franco y Sanjurjo, el militar Casiano Guerrica-Echevarria se alineó junto al lehendakari Aguirre, que le quiso a su lado
Un reportaje de Iban Gorriti
Tenía 32 apellidos vascos. Nació en Cáceres, de familia bilbaina. De capitán de Miñones de Bizkaia llegaría a ser jefe de artillería del cuerpo del Ejército de Euzkadi. Dos de las personas que han estudiado su curiosa figura a rescatar del olvido son el abogado José Luis Aguinaga y el profesor de la UPV/EHU Aritz Ipiña.
Una reflexión de este último es muy aclaratoria: “Casiano Guerrica-Echevarria, a pesar de no ser un militar izquierdista ni nacionalista vasco, pagó su participación en la defensa de la legalidad republicana como militar al servicio del Estado que era, con nueve años de exilio en Francia y la expulsión del Ejército”.
A juicio de este historiador, transcurridos 83 años del golpe de Estado franquista, “es necesario desechar la idea que aún perdura en parte de la sociedad de que únicamente fueron los militares los que se sublevaron contra la República, ya que muchos de ellos pagaron con su vida, con la cárcel o el exilio el permanecer al lado de las fuerzas gubernamentales”.
El propio Casiano confirmaba estas impresiones. “No he sido nunca político. Como militar no tenía por qué estar en ninguna tendencia, ni leíamos prácticamente los periódicos políticos. Personalmente me podía encontrar, y me encuentro, como social-cristiano”, daba testimonio a Aguinaga.
En sus tiempos mozos, el extremeño conoció a quien a la postre fue lehendakari porque militaba con 16 años en el Athletic. Además, como en la actualidad el exrojiblanco Koikili Lertxundi, practicaba lucha grecorromana en el Deportivo. “En esas fechas conocí a José Antonio Aguirre, un hombre que no solo hablaba, sino que predicaba con el ejemplo”, valorizaba Casiano. Iba más allá al evocar que cuando le nombraron presidente, él estaba con gripe. “No pude asistir a la sesión de investidura. Aguirre preguntó por mí y cuando le dijeron que estaba enfermo me mandó una carta que me llegó por la noche, diciéndome que me recuperara pronto, ya que me quería a su lado, y encargándome de todos los servicios de municionamiento y armamento. Es más, me dijeron para ser general de División, pero yo solo quería ser miñón”.
Guerrica-Echevarria nació en el 13 de agosto de 1897. Quiso estudiar ingeniero, sin embargo se presentó a la Academia de Artillería de Segovia. Según su versión, se presentaron 1.800 para 40 plazas e ingresó como el número cinco en 1915. Fue destinado a Iruñea y Donostia.
En 1921 fue trasladado a África. Conoció a los militares Sanjurjo y Franco 15 años antes del golpe de Estado de julio de 1936. Le mandaron forzoso como profesor de la Academia de Artillería. El totalitarista Primo de Rivera le echó del cuerpo “sin ninguna explicación, y es que a mí las dictaduras no me han salido bien”, detallaba.
En 1930 fue admitido de nuevo y destinado a Catalunya y de nuevo a Donostia. Durante la República, Ramón Madariaga, diputado, le propuso ir a Miñones y así lo hizo. En 1932, aquel cuerpo estaba dividido en tres secciones: “Encartaciones, que es la zona que mandaba yo, Duranguesado y Gernika”.
Al estallar la guerra, fue integrado en la Comisión de Movilización e Industria, es decir, la reorganización de las industrias para convertirlas en fábricas de armamento. El Gobernador le nombró Jefe de Industria y Servicios de la Artillería, y aceptó con la condición de no separarse de los miñones. Sin embargo, el 13 de junio de 1937 se vio en la tesitura de huir en barco desde Santurtzi a Francia en un barco destinado a mujeres y niños, junto con el jefe de Sanidad Militar, Fernando Unceta, entre otros militares. “Vio la guerra perdida, su vida en peligro y huyó”, apostilla Ipiña.
“Conocí a Casiano -aporta el exsenador Iñaki Anasagasti- y me dijo en su día que él hubiera hecho la ofensiva de Villarreal de otra forma. Y yo estimo que con más posibilidades de actuación hubiera sido así. Le recuerdo en una foto con Aguirre y el consejero Santiago Aznar allí. Fue un fracaso porque Ciutat, enviado comunista, no estuvo a la altura”.
Cuando acabó la guerra, Casiano cruzó la muga a Francia, a Cambó-Le Bains, donde colaboró con la Resistencia. “Antes de eso hubo un hecho que levantó polémica: recibí la orden de destruir la industria, pero lo que hice fue desorganizar los servicios. Lo hice por una razón clara. Hay un dicho: si quieres herir de muerte a una nación, destrúyele las fábricas, y yo no quería eso para mi pueblo”, explicaba.
Consejo de guerra Durante la II Guerra Mundial, Guerrica-Echevarria trabajó, dados sus conocimientos, como ingeniero en el arsenal de Tarbes. Al terminar la guerra, y como la División Azul había sido beligerante, Franco, como diría Casiano, promulgó una amnistía en la que se conmutaba la pena principal, pero no las accesorias. “Después de pensarlo y de establecer algunos contactos, me acogí a esta amnistía, en la que pasábamos a ser paisanos. Pero antes me hicieron consejo de guerra en Burgos, y el general Martínez Campos firmó una declaración de oficio en la que destacaba mi honorabilidad y dignidad en el campo contrario, sirviendo al juramento que yo había hecho a la República. Y que a pesar del daño que les había hecho en batallas donde la Artillería tenía algo que ver como Villarreal, tenía una historia muy limpia como persona”. Posteriormente trabajó en Luzuriaga, en la Comisión de Productividad.
De origen navarro, Jesús Irurre gritó “¡Franco, hijo de puta, asesino!” al acabar la ejecución de su amigo anticapitalista en la cárcel Modelo de Barcelona
Un reportaje de Iban Gorriti
El 2 de marzo se cumplirán 46 años de la ejecución de Salvador Puig Antich, miembro del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), en la cárcel Modelo de Barcelona. Fue la última persona muerta por medio del garrote vil en el Estado. El día de la consumación, Jesús Irurre fue una de las “casi quince personas” que estuvieron a su lado. Ante el cuerpo sin vida, gritó: “¡Franco, hijo de puta, asesino!”. En la famosa película Salvador, que cumple quince años, le dio vida el actor Leonardo Sbaraglia.
Aquel carcelero, que tenía entonces 23 años y hoy 69, tiene ascendencia navarra. Su padre, también funcionario de prisiones, era natural de Iruñea. En el caso de Jesús, nació en Tetuán, entonces protectorado español. “Mi apellido es el nombre de un pueblo de Navarra en el que he estado dos veces y conocido su historia. De hecho, allí me dijeron que no queda nadie que se apellide así”, relata a DEIA desde Valencia, donde reside este sindicalista de CC.OO.
Casi medio siglo después, aún se emociona al hablar de Puig Antich, quien fue detenido el 25 de septiembre de 1973 y condenado a muerte por el (supuesto) homicidio del subinspector del Cuerpo General de Policía en Barcelona, brigada anti-atracos, Francisco Anguas, de 24 años, durante un tiroteo que se produjo en el operativo de su detención junto a otros miembros del MIL. Se acabaría demostrando que la bala que mató a Anguas no era de las dos pistolas que portaba el anticapitalista. “Salvador era muy humano, de ideología anarquista. Un luchador que quería hacer el bien a los demás”, valora el funcionario de prisiones jubilado.
La vida de Irurre, como él mismo confirma, cambió al conocer al ideólogo catalán: “Yo era el típico carcelero duro, y con él me fui haciendo de izquierdas”. Se hicieron amigos gracias a un balón que cayó a su lado y que Puig Antich había tirado a canasta. “Allí solo había una cesta y me puse a lanzar unos tiros con él, y poco a poco entablamos amistad. Me abrió los ojos en un sistema represivo cuando él iba a morir” por dos penas de cárcel.
Irurre pasó de jugar al baloncesto con el preso a entrar en su chabolo, prohibido. “No era muy abierto, no contaba mucho, pero me hablaba de ideologías. Era un tipo culto. De hecho, me recomendó un libro de psicología infantil debido a que mi hijo escribía la e al revés. Su hermano era psiquiatra”, aporta.
Y una ayuda más: Le metía un transistor pequeño para que oyera su música favorita. “¡Me la jugaba! Le gustaba oír a Patxi Andión, a quien llegué a conocer allí mismo porque vino a rodar una película con Concha Velasco y yo hice el papel que nadie quería, el de carcelero. Con él también hablé de Salvador. Es una pena que haya muerto hace poco”.
Día a día, llevaba a casa los libros del libertario e iba tomando conciencia contra el Estado antidemócrata que agonizaba como el mismo Franco, que moriría ocho meses después. Se convirtió en el primer presidente del Sindicato Demócrata de Prisiones. “Era clandestino y, al disolverse, pasé a CC.OO. Quería luchar desde dentro”, apostilla quien se quedó con uno de los libros de Salvador. “Lo robé tras su ejecución. Lo guardo en mi casa: La función del orgasmo de Wilhem Reich”. De hecho, asegura que, el día que mataron a su amigo mediante aquel procedimiento que rompe la garganta del condenado, solo dos de los presentes “gozaron con su muerte”. “Solo dos eran franquistas como tal, uno un tal Pepe. Yo lo pasé de pena y grité”.
Un exmiembro del MIL no creyó que en aquel momento Irurre gritara “¡Franco, hijo de puta, asesino!”. Jesús le responde: “Sí lo hice. Y un compañero a todo correr me metió en un departamento y me dijo: ¡Gilipollas, qué estás haciendo!”. Comprendo que le sorprendiera que no pasara nada, pero vivimos un capítulo terrorífico. Yo tenía luego pesadillas. Lo curioso es que él pensaba que lo iban a fusilar, y al ver el garrote…”.
Salvador había confesado tanto a su abogado (que pidió al Papa su liberación) como a sus hermanas o a Irurre que “ETA me ha matado”. El preso hacía referencia a que el atentado de la organización contra Carrero Blanco motivó venganza y los franquistas lo condenador a dos penas de muerte y lo ejecutaron como también a un alemán en Girona.
el efecto de eta Consultada al respecto, Inma Puig Antich, hermana de Salvador, asiente. “Después del atentado a Carrero Blanco, en cuanto pudimos ver a Salvador, nos dijo esta frase: Esa bomba también me ha matado a mí. Él fue una cabeza de turco: lamentablemente estaba en el momento y en el lugar adecuado y el franquismo no tuvo piedad. De todas formas, Salvador nunca quiso sentirse mártir de nada”, subraya.
Irurre prevé editar un libro en el que narrar su bagaje en las prisiones en que ha trabajado, las fotos que sacó de forma clandestina -“por desgracia, ninguna con Salvador”-y detallar las veces que ha sido expulsado del cuerpo y “han tenido que readmitirme al ganar todos los recursos”, subraya quien trabajó en cárceles de Melilla, El Puerto de Santa María -“días después a que El Lute se fugara”-, Barcelona -“donde conocí a Albert Boadella de Els Joglars”-, Málaga, Eivissa y Valencia. “En el Puerto coincidí con dos de ETA muy conocidos entonces, uno de ellos José María Dorronsoro”, dice.
Irurre estima que sus antecesores “quizás sabían hablar euskara; no era el caso de mi padre”. Y recuerda un capítulo que vivió con nervios en Euskadi. “Me llamó Beristain para dar una charla en la Universidad de Donostia. Tuve esa suerte, pero fui asustadillo no sabiendo cómo me podrían recibir. La ponencia fue sobre la reforma penitenciaria. No pasó nada”.
Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre fueron dos protagonistas fundamentales en la larga lucha del pueblo vasco por avanzar en su autogobierno y en la no menos larga por conseguir la paz; ninguno de los dos se rindió nunca
Un reportaje de Iñigo Camino García
Decenas de veteranos ertzainas se reunieron el pasado 17 de noviembre en torno a una mesa para conmemorar, en la intimidad, el 25 aniversario del asesinato de Joseba Goikoetxea Asla, sargento mayor de la Ertzaintza. Joseba fue responsable de información, investigación y operativos de la Policía Vasca contra el terrorismo de ETA en los sangrientos años ochenta. Muchas vivencias de aquellas difíciles décadas habrán sido, con toda seguridad, recordadas estos días por aquellos pioneros y curtidos Ertzainas con motivo del aniversario de la muerte de uno de sus más carismáticos líderes.
Un fin de semana de otro noviembre del ya lejano 1986, la Ertzaintza recibió una llamada con una información que podía tener relación con el secuestro del antiguo ertzaña del 36, industrial y promotor de ikastolas, Lucio Aginagalde. Sin pensárselo dos veces se pusieron en marcha al mando del veterano Genaro García de Andoain, delegado general para asuntos de Ertzaintza. Genaro era un antiguo resistente antifranquista, vinculado desde siempre al consejero de Interior Luis Mari Retolaza. El equipo se acercó desde Altube y se encontraron ante la exigua entrada a una cueva. Detuvieron a un supuesto setero que deambulaba por la zona y Genaro trató de negociar con los miembros del comando secuestrador, pero estos salieron disparando de la cueva y García de Andoain cayó en aquel bosque de hayas. Junto a Genaro se encontraba Joseba Goikoetxea.
A partir de entonces, Goikoetxea asumió el liderazgo de los cada vez más profesionales y mejor formados equipos de información e investigación del Departamento de Interior, así como de los principales operativos de la Ertzaintza contra los comandos de ETA. En las tareas de información y análisis, Joseba contó con la colaboración imprescindible de un equipo de confianza. Recabar información del mundo de ETA era una constante de los primeros equipos del Departamento de Interior que lideraba el veterano Luis Mari Retolaza.
RED CON VETERANOS EXILIADOS Joseba Goikoetxea mantenía una estrecha relación con Gorka Agirre desde los tiempos en que todavía solteros pasaban fines de semana en el apartamento que Gorka alquiló en Donibane Lohitzune. Al final del franquismo, muy joven se había trasladado de Lovaina a Iparralde, donde fue encargado de volver a poner en marcha la imprenta Axular, desde la que el PNV editaba su propaganda clandestina y que había sido destruida por un atentado de la ultraderechista organización ATE. Gorka, sobrino del lehendakari Aguirre, había ayudado a legalizar su situación a numerosos refugiados vascos llegados a Bélgica en los años 60, por lo que se introdujo con facilidad en los ambientes del exilio de Baiona. Conoció a nuevos miembros de ETA e inició una fluida relación con dirigentes de aquellas primeras generaciones como Etxabe, Txomin o Azkoiti.
Al mismo tiempo, Gorka Agirre reconstruía con otros militantes del PNV las cadenas fronterizas para el paso por la muga de la propaganda clandestina antifranquista. En esa labor Gorka contó con la colaboración de veteranos como el bergarés Jokin Intza, el gordo Intza, que había regresado de Venezuela; los hermanos Durañona, con su agencia en Hendaia; Hilario Zubizarreta, gudari del Batallón Gernika, el Dr. Irurita, el irundarra Jose Martin Manterola, o los contactos generados desde Villa Izarra por los Barrutia y un grupo de jóvenes mugalaris navarros. Otro de sus contactos, el irundarra e histórico nacionalista Patxi Sagarzazu, era propietario de una agencia de exportación e importación en la frontera. De aquella época viene también la amistad de Gorka Agirre con el propietario del bar El Faisán, quien a su vez tenía fluidas relaciones con los aduaneros franceses y españoles.
Durante el secuestro de Aingeru Berazadi por ETA político-militar en abril de 1976, el PNV intentó mediar sin éxito para evitar su ejecución. El asesinato de aquel empresario euskaltzale supuso un antes y un después, tras uno de aquellos inesperados saltos cualitativos que se seguirían repitiendo una y otra vez en la permanente huida hacia adelante de ETA.
A pesar de las elecciones democráticas y de la aprobación del Estatuto de Gernika, la violencia de ETA entró en una imparable espiral que causó centenares de muertos. La búsqueda de la Paz, a través del diálogo y de la lucha contra ETA de la Ertzaintza, sería una constante de los equipos del PNV, liderados por Arzalluz y Retolaza en los ámbitos político e institucional, con la colaboración, entre otros, de Gorka Agirre y Joseba Goikoetxea.
NO DEL PNV al sufrimiento Desde el inicio de la violencia de ETA, el liderazgo de Juan Ajuriaguerra había llevado al PNV a una rotunda oposición a los medios violentos. Cuentan que don Juan decía que “con la violencia se sabe cuándo y cómo se empieza, pero nunca se sabe cuándo y cómo se termina”. El PNV no quería volver a iniciar una nueva guerra contra un enemigo superior, no quería generar más sufrimiento. Había aprendido en carne propia. Durante años, jóvenes de EGI habían ido integrándose en sucesivas generaciones de la primera ETA. Uno de ellos primo del propio Joseba Goikoetxea, Ritxi González Goikoetxea, muerto años después, en 1978, en un tiroteo policial en Bilbao. En la frontera de Urdax habían matado en 1972 a Juan Antonio Aranguren Mugika, hijo del jeltzale deustoarra Juanito Aranguren, muy cercano a los burukides Juan Ajuriaguerra y Lucio Artetxe. Antes, en 1969, dos militantes de EGI, Joaquín Artajo y Alberto Azurmendi, murieron en Ulzama, cuando les explotaron en su vehículo las bombas con las que pretendían volar una carretera para boicotear la Vuelta Ciclista a España.
Volviendo más atrás en el tiempo, humanizar la Guerra había sido una constante en la acción de la generación del lehendakari Aguirre. Irujo lo supo expresar al afirmar que “cada atentado contra la vida ajena es más pernicioso que una derrota: más se pierde con un crimen que con una batalla”. Algunas frases de Aguirre ejemplifican bien aquella forma de entender la militancia antifranquista: “La violencia nunca ha sido solución permanente, aunque parezca momentáneamente triunfante” o “El rencor y el odio son mezquindades propias de hombres débiles y cobardes. La generosidad y el perdón son patrimonio de los espíritus fuertes”. Estas ideas fueron cincelando la forma de afrontar la política de los Ajuriaguerra, Arzalluz o Retolaza, y de la siguiente generación en la que se integraban Joseba Goikoetxea o Gorka Agirre.
Cuando murió Franco, Joseba Goikoetxea compartía celda en Carabanchel con dos presos del PNV y otros reclusos de ETA. Aquella mañana de noviembre del 75 los presos políticos de Carabanchel salieron de las celdas fumando unos ostentosos habanos. Ni Joseba ni sus compañeros imaginaron entonces que tendrían que transcurrir cuatro décadas de terror hasta la disolución de ETA.
NÚCLEO DURO DE lA FUTURA POLICÍA La primera ruptura pública del PNV con ETA llegó en noviembre de 1978, con una manifestación de masas que abarrotó las calles de Bilbao, reclamando Paz y Libertad frente al terrorismo de las dos ramas de ETA. Aquella manifestación provocó debate en el seno del PNV, con una tormentosa asamblea regional de Bizkaia en Galdakao. Joseba Goikoetxea fue uno de los organizadores de aquella marcha por la Paz, un paso decisivo para asentar el liderazgo de Arzalluz al frente del PNV.
Tras la abstención en el referéndum constitucional, el PNV se volcó en la negociación y el refrendo del Estatuto de Gernika como instrumento para avanzar en el Autogobierno. Fue entonces cuando Joseba fue llamado por el consejero Retolaza para poner en marcha la parte administrativa del que luego sería cuerpo de escoltas de Berrozi, germen de la futura Ertzaintza. Aquel grupo escogido fue preparado por asesores británicos. Los esfuerzos de Retolaza enlazaban con los sucesivos intentos del PNV y del Gobierno vasco en el exilio para dotarse de un cuerpo de élite que, tras el final de la dictadura de Franco, pudiera preservar en Euskadi el orden público. El mismo objetivo de los grupos de gudaris del Batallón Gernika y de jóvenes huidos de Euskadi Sur instruidos en París por militares americanos en 1945 , entre los que se encontraba el propio Retolaza.
El PNV mantuvo esta misma constante durante la transición con la puesta en marcha de un potente servicio de seguridad para sus actos y manifestaciones, la Ertzaña del PNV con sus característicos kaikus azules. Esta organización se vio fracturada por la crisis interna sabiniana a partir de 1978. Otro jeltzale, José Martin Gardeazabal, fue encargado de organizar con militantes más jóvenes un grupo preparado para cualquier eventualidad y buena parte de ellos terminarían formando parte de la Ertzaintza.
Desde París hasta Berrozi, todas estas iniciativas tenían en común la necesidad de tener activo un núcleo que pudiera ser el germen de una futura Policía vasca democrática. Con Carlos Garaikoetxea como lehendakari, Luis Mari Retolaza se puso manos a la obra con un equipo formado, entre otros, por Eli Galdos, Genaro García de Andoain o Ramón Villalonga Sota. Entre inevitables improvisaciones, el equipo de Retolaza puso en marcha la Ertzain-tza primero con el grupo de berrozis y luego en la Academia de Arkaute.
INFORMACIÓN e INVESTIGACIÓNA La información era imprescindible, entre otros objetivos, para evitar la entrada en la Academia de Arkaute de aspirantes cercanos a ETA e impedir otras infiltraciones interesadas. No siempre se lograron evitar y la más sonora fue la de De Juana Chaos. Retolaza, con personas de su absoluta confianza, puso en marcha un grupo para generar análisis e información sobre el mundo de ETA. Para entonces Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre eran más que uña y carne en el campo político, profesional y personal.
En un reciente documental, Arzalluz desvelaba que trataron de enviar a Gorka Agirre a Argel para recabar información directa de las negociaciones entre la ETA de Txomin Iturbe y los representantes socialistas el año 1989. Ni unos ni otros aceptaron la intervención de Gorka, pero Agirre y Goikoetxea lograron activar a informantes alternativos argelinos. Antes habían trabajado para potenciar las vías de reinserción, lideradas por el senador del PNV Joseba Azkarraga con el ministro Rosón, dirigidas a miembros de la antigua ETA política militar. Propiciar la reinserción y la búsqueda de la Paz seguirían siendo constantes de su actividad, mientras la espiral de violencia terrorista de ETA seguía creciendo.
Tras la muerte de García de Andoain, Joseba Goikoetxea asumió nuevas responsabilidades en la Er-tzaintza, centradas en la lucha contra ETA. Al mismo tiempo Gorka Agirre se convertía en uno de los burukides de máxima confianza de Xabier Arzalluz, tanto en las relaciones internacionales como en el conocimiento de ETA y la interlocución con la izquierda abertzale. Gorka cuidó siempre sus fuentes y relaciones en Iparralde. Al equipo de Goikoetxea se había incorporado un joven y preparado ertzaina, el suboficial de información Montxo Doral, yerno del histórico Patxi Sagarzazu, asesinado después por una bomba de ETA en 1996.
Años atrás, acompañados por el gudari Hilario Zubizareta, Goikoetxea y Doral viajaban a menudo a Iparralde para tomar el pulso a los círculos de refugiados.
La Ertzaintza siguió pagando con sangre su lucha contra ETA, una organización que -como vaticinó Ajuriaguerra- no había sabido abandonar su estrategia armada. Díaz Arcocha, García de Andoain, Pacheco, Hortelano, Menchaca, Goikoetxea, Mendiluce, Gonzalez Villanueva, Doral, Agirre, Diez Elorza, Totorika, Uribe, Arostegi y Mijangos fueron asesinados entre 1985 y 2001. El consejero de Interior Juan Mari Atutxa fue, durante años, objetivo prioritario para sucesivos comandos de ETA.
GORKA NUNCA SE RINDIÓ Tras el asesinato en 1993 de Joseba, Gorka Agirre siguió empeñado en la búsqueda de la Paz desde un profundo conocimiento de ETA y de la izquierda abertzale. Este empeño quedó plasmado en los artículos firmados bajo el seudónimo colectivo de J. Txindoki. Gorka siguió participando en los sucesivos y frustrados intentos de diálogo con ETA, se volcó en la negociación del Acuerdo Lizarra-Garazi y en su socialización, llevándose un tremendo disgusto cuando en el verano de 1999 comenzó a observar síntomas en ETA que vaticinaban el fracaso de aquel intento de Paz. A pesar de los reveses, nunca se rindió.
El 22 de noviembre de 2013, veinte aniversario del atentado contra Joseba, su familia y amigos organizamos el homenaje Josebaren bizipoza. El objetivo era celebrar los dos primeros años sin violencia de ETA en Euskadi, tal y como a Joseba le hubiera gustado, con bertsos y música en euskera. En aquel reconocimiento no pudo participar su mejor amigo, Gorka Agirre, fallecido el 20 de marzo de 2009 tras padecer un cáncer y sufrir una injusta persecución.
Al acto en recuerdo de Joseba asistió una representación plural de los partidos políticos vascos, así como familiares de víctimas de ETA y del GAL. Al día siguiente las primeras páginas coincidieron en destacar una fotografía en la que Rosa Rodero, su viuda, era abrazada por Carmen Guisasola, antigua integrante del Comando Bizkaia de ETA. Los hombres de Joseba habían tratado de detener a Guisasola años atrás.
Aquel día realizó su primera intervención pública la joven Leire Goikoetxea, la hija que tenía 18 meses cuando su aita Joseba fue asesinado. Leire aseguró que le hubiera gustado conocer a su aita, quien “estaría muy feliz en una Euskadi sin violencia, en la que no vuelva a haber niños huérfanos que no conozcan a su padre”.
Quienes conocimos y quisimos a Joseba Goikoetxea y Gorka Agirre, a Gorka y Joseba, con sus aciertos y errores, con sus virtudes y defectos, nos los imaginamos entonces y ahora brindando con dos espumosas jarras de cerveza por el logro de la ansiada Euskadi en Paz. Felices al comprobar que, por fin, el terrorismo de ETA es solo parte de una sangrienta historia que nunca debió haber comenzado.
El debate entre el canónigo antiforalista Juan Antonio Llorente y el consultor foral Francisco de Aranguren llega a nuestros días con la obra ‘Bizkaia en la Edad Media
Un reportaje de José María Gorordo
Bizkaia en la Edad Media es una obra dividida en dos tomos. Contiene un debate inédito entre las tesis antiforalistas del canónigo Juan Antonio Llorente (Rincón de Soto, 1756, Madrid, 1823) quien escribió por encargo de Godoy las Noticias históricas de las tres provincias vascongadas, y las respuestas del consultor perpetuo de la Diputación Foral de Bizkaia, Francisco de Aranguren y Sobrado (Barakaldo, 1754, Madrid, 1808) y del benedictino fray Domingo de Lerín y Clavijo (Cádiz, 1748, San Millán de la Cogolla, 1808), en relación con la historia de Bizkaia y el origen y naturaleza de sus derechos históricos e instituciones forales.
Hace años que investigo el origen y naturaleza jurídica de los derechos históricos vascos. Enfrascado en tan apasionante tarea, leía la Discusión sobre los fueros de las Provincias Vascongadas, obra editada por la Diputación de Araba, que recoge lo tratado en una larga sesión del Senado español de junio de 1864.
En ella, en respuesta al discurso antiforal del senador Sánchez- Silva, intervinieron los senadores vascos Egaña y Barroeta Aldamar. Egaña, tras diversas manifestaciones de réplica, no se anduvo por las ramas y denunció la utilización de los trabajos de Llorente como fuente de los argumentos antiforales y añadió: “Todo el mundo sabe que a poco fue reducido a la emigración por haber seguido el partido francés, y todo el mundo conoce un librito del mismo señor, impreso en Burdeos, deshaciendo la mayor parte de su trabajo antiforal”.
Por su parte, Barroeta Aldamar dijo: “Más tarde el mismo Llorente, estando emigrado, ofreció a las Provincias Vascongadas reunir los documentos necesarios para producir una obra que combatiese la que antes había escrito, y no se aceptó la oferta”.
Si se probase que esta información relatada por Barroeta Aldamar ante el pleno del Senado fuese cierta, o si apareciese el libro anunciado por Egaña, la credibilidad de Llorente quedaría muy deteriorada y, en consecuencia, su obra descalificada. Pero las versiones de los senadores vascos, cincuenta años después de que hipotéticamente ocurrieran los hechos a los que se referían, no estaban acreditadas: ni la edición en Burdeos del libro de retractación ni la presunta oferta de Llorente de escribir un nuevo libro “que combatiese lo que antes había escrito”. Aunque no fueron rebatidos por nadie, los senadores vascos tampoco aportaron pruebas ni dieron más detalles.
“Traición a sí mismo” Novia de Salcedo aseguraba en 1829 que “el hombre dirigido por innoble fin, con el cambio de circunstancias, se hace traición a sí mismo y mudada la faz de España con los sucesos que tuvieron principio en 1808, sentía ya Llorente pesar de haber aseverado contra las Provincias Vascongadas lo contrario de lo que percibía su mente. Revolvía en sí mismo el medio de contradecirse menos indecorosamente y pudiéramos citar testigos respetables de esta disposición de su ánimo explayada en comunicaciones confidenciales; mas no llegó a tener efecto”.
Antonio Trueba también intervino en la polémica. En un librito publicado en 1865 da por cierta la oferta para escribir la retractación, que, según manifiesta, “no se aceptó por un sentimiento de dignidad e hidalguía”. Y, para aclararlo, cuenta que en 1859 tuvo un contacto con el entonces “anciano” Eulogio de la Torre, que había sido diputado general y a cortes, quien le aseguró que “tenía pruebas” de que en los últimos años de su vida, el canónigo Llorente “nos ofreció refutar su propia obra”. Tres años más tarde, en 1862, con motivo de que se le nombra archivero, Trueba vuelve a Bilbao y es cuando pretende reunirse de nuevo con Eulogio de la Torre para pedirle las pruebas que tenía, tal y como le había manifestado en 1859, lo que no pudo ser por el fallecimiento del político De la Torre.
Con esta información de partida, inicié la búsqueda del hipotético libro de retractación de Llorente, trabajo al que dediqué muchos meses visitando monasterios, archivos y bibliotecas, así como consultando a expertos en Llorente, como es el caso del hispanista francés Gérard Dufour y otros.
A lo largo de estos años no he localizado el supuesto libro de retractación ni he podido acreditar que Llorente hiciera un ofrecimiento expreso para escribir un nuevo libro y desautorizarse a sí mismo. Sin embargo, fruto de las innumerables pesquisas y averiguaciones tras las pistas de las dos líneas de investigación citadas en torno a la obra de Llorente, tuve conocimiento casual de la existencia de unos manuscritos del benedictino fray Domingo de Lerín y Clavijo, depositados en el monasterio de San Millán, tras no haberse podido encontrar los originales de los archivos de la Diputación de Bizkaia. Con el material se editó el libro, Obras de fray Domingo de Lerín y Clavijo (2015), en el que se incluye un Estudio introductorio del autor de este artículo en el que se muestran aspectos desconocidos de la vida y obra del benedictino. A partir de dicha publicación, ya se puede estudiar el contenido de los conocidos como papeles de Lerín, tantas veces echados en falta por la generalidad de los historiadores especializados. Por otra parte, el año 1994, el servicio editorial de la UPV/EHU publicó el libro Francisco de Aranguren y Sobrado, Demostración de las autoridades de que se vale el doctor don Juan Antonio Llorente, edición de los profesores Portillo y Viejo, que incluye la obra completa de Aranguren.
Los trances centrales de la polémica tuvieron lugar entre los años 1806 y 1808, aunque Llorente había dedicado varios años antes al desarrollo de sus Noticias históricas. Desde las fechas en las que tanto Aranguren como Lerín conocieron los textos de Llorente (1806-1807) hasta que redactaron sus trabajos (1807-1808) transcurrió poco más de un año y, además, ambos fallecieron el año 1808 (Aranguren en julio, Lerín en noviembre). Ello les impidió estudiar y replicar con suficiente tiempo y sosiego a Llorente y tampoco pudieron conocer las últimas aportaciones de este. Bizkaia en la Edad Media pone en comparación, de modo crítico, las versiones de los tres escritores coetáneos. No es una historia general de Bizkaia ni se pretende ejercer de árbitro en las posiciones divergentes. Además de analizar la disputa mencionada, también se pretende aclarar si se dio o no un supuesto plagio de Aranguren a Lerín, sospecha esbozada por varios escritores como Arguinzoniz y Delmas; también Mañaricua, quien dejó escrito que “cuando se hallen los papeles de Lerín podremos ver si dependen de ellos los escritos de Aranguren”.
En el tomo I de Bizkaia en la Edad Media hago un análisis pormenorizado de los apéndices documentales aportados por Llorente, y se detecta, y acredita, la existencia de interpolaciones y manipulaciones arbitrarias del canónigo en documentos sustanciales de su tesis, como es el caso de la copia del diploma de ingenuidad del rey don García de Navarra de 30 de enero de 1051 que se encuentra en el archivo catedralicio de Calahorra (sobre el que muchos cuestionan la autenticidad), y los documentos del arbitraje del rey de Inglaterra entre Castilla y Navarra (1176-1179), entre otros muchos.
Irreconciliables Las posiciones son irreconciliables. Llorente defiende que las Vascongadas siempre estuvieron sujetas a los reyes de Asturias, León, Castilla o Navarra y, por tanto, sus fueros y cuantas prerrogativas gozaron los vascongados eran consecuencia de gracias y mercedes hechas por los reyes, mientras que Aranguren y Lerín sostienen todo lo contrario. Para ellos, los señores tenían un doble rol: mediante pacto con los vizcainos, eran soberanos de Bizkaia, “territorio aparte”, y también desempeñaban el papel de vasallos de los reyes, pero solo de los territorios de fuera de Bizkaia sobre los que ejercían encomendaciones, mandaciones o tenencias, en los que mandaban “por mano de rey”.
Por lo que respeta al ordenamiento jurídico-constitucional, en el tomo II de Bizkaia en la Edad Media se aprecia igualmente que las posiciones ideológicas son absolutamente incompatibles. Llorente niega la singularidad de Bizkaia y la existencia de pactos entre los vizcainos y los señores. A su juicio, Bizkaia nunca tuvo leyes propias; los vizcainos se gobernaron por las leyes de los romanos, godos, asturianos, leoneses, castellanos y navarros, sucesivamente, y se pagaban pechos y tributos como en Castilla. Por el contrario, para Aranguren, los vizcainos siempre tuvieron leyes propias, bien un ordenamiento jurídico no formulado, basado en usos y costumbres, es decir, derecho consuetudinario, bien ordenamientos escritos (cartas de fundación de las villas otorgadas por los señores, no por los reyes, el cuaderno de Juan Núñez de 1342, la Hermandad de Gonzalo Moro de 1394, el Fuero Viejo de 1452 y el Fuero Nuevo de 1526). Los vizcainos eran todos hijosdalgo y dispusieron de tribunal propio y exclusivo para resolver las cuestiones de vizcainías (Sala de Vizcaya de la Chancillería de Valladolid); eran libres y exentos, quitos y franqueados de todo pedido, servicio, moneda y alcabala. Lerín defiende que el señorío de Bizkaia fue estado soberano e independiente y su jefe o señor ejercía todas las facultades, preeminencias y jurisdicciones en calidad de soberano. Se debe considerar que los acontecimientos a los que se refiere la investigación tienen lugar en una época feudal, por lo que resulta de imposible o muy difícil encaje tratar de explicarlos con los valores actuales; de ahí que se planteen dudas interpretativas en cuanto a la legitimidad de las confiscaciones o tomas del poder del territorio en diversos momentos: unos, como Llorente, lo justifican por la soberanía de los reyes; otros, como Aranguren y Lerín lo achacan a situaciones de fuerza que no generan ningún derecho.
Con el apasionante debate historiográfico que estudio en Bizkaia en la Edad Media pretendo suscitar el interés de otros investigadores en la búsqueda de nuevas aportaciones o nuevos enfoques.
El viernes se cumplieron 80 años del primer amago de huida que el Comité de Defensa de la República de Gernika-Lumo imposibilitó
Un reportaje de Iban Gorriti
Gernika-Lumo contó en tiempos de la Guerra Civil con una cárcel o de forma más detallada una Comisaría de zona, primigenio Comité de Defensa de la República formado por miembros del Frente Popular. Se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza Media local sito en la calle Don Tello. En sus dependencias funcionó el Cuerpo de Policía, Investigación y Vigilancia. Su funcionamiento sirvió en la reciente película Gernika, de Koldo Serra, como inspiración a la hora de presentar en el film una checa, es decir, una instalación que utilizaba el bando republicano como prisión. La checa cinematográfica nunca existió en la historia real de la villa.
Por aquella comisaría, pasaron personas de derechas que fueron apresadas en dos intentos de fuga acontecidos en Lapatza y Bermeo. De la primera -que acabó con un tenso fusilamiento farsa- se cumplieron 80 años el pasado viernes. Una investigación del historiador gernikarra José Ángel Etxaniz detalla que algunos derechistas prepararon una huida de Euskadi aprovechando sus recursos económicos y la cercanía de la costa.
La fuga a realizar desde Lapatza fue ideada por el telegrafista de Elantxobe Jesús Sáenz Mendia, el mecánico Francisco Lorenzo y el durangués Alberto Urigüen, conductor de autobús. A este último le encargaron la adquisición de una motora con destino a Donibane Lohizune. Se sumaron al plan gernikarras del entorno del rico potentado, Juan Tomás Gandarias. “Para ello sobornaron a un marinero con treinta mil pesetas. La aventura pudo costar diez mil más”, añade Etxaniz.
Quince personas integraron la fuga, como queda impreso en el libro Gernika y la Guerra Civil, publicado por Gernikazarra y del que Etxaniz es coautor: el durangués Alberto Urigüen y su mujer María de Ulacia con su hija María Guadalupe; los cántabros Manuel y Enrique Herrera Oria, hermanos del cardenal Oria; el alférez de Irun José Manuel Berástegui y el comandante de Iruñea Manuel Jaén. Además se sumarían seis bilbainos: Carmelo Basabe, el odontólogo Carlos Careaga, el mecánico José María Garteiz, el facultativo de minas Felipe Lumbreras, el industrial José Agustín Munitis y el arquitecto Luis Vallejo. Y por último dos vecinos de Arratzu: el comerciante Manuel Leguineche (”padre del famoso periodista”) y el ajustador Félix Magunagoicoechea. Todos ellos fueron trasladados en tres coches a Lapatza, lugar ubicado entre Elantxobe y Ea.
Los agentes de la Comisaría de zona, con un miembro del PNV y otro de ANV en la dirección, tuvieron noticia del plan de fuga. Coordinados por el comunista Luis Ibáñez montaron un dispositivo de urgencia para detenerles a los monárquicos conservadores y carlistas antes de su partida.
Una patrulla marítima sorprendió a un primer grupo que ya había descendido a las coordenadas de embarque. La Policía de Investigación y Vigilancia dio el alto al resto en la carretera. Fueron enviados a la cárcel de Gernika y allí los comunistas del comité llevaron a los fuguistas al cementerio de Zallo y les hicieron un fusilamiento farsa. “Testigos contaban que a estos derechistas les entraron ataques de nervios y que se descomponían por el miedo a morir”, relata el historiador.
De allí, fueron trasladados a Bilbao. Tras ser interrogados, ingresaron en prisión. Fueron procesados por delitos de auxilio a la rebelión, complicidad en la frustrada evasión, deserción o en el caso de los militares abandono de destino. El tribunal dictó sentencias de entre 3 y 14 años. El fallido intento de fuga no desanimó a otros derechistas. En Bermeo, detuvieron al pesquero Danielín con los Mendizabal, Echeverría, Landecho, Zuazola y Olazabal. Todos ellos pasaron por la cárcel que entre 1890 y 1931 fue ‘Sociedad de Guernica’. A continuación, Instituto de enseñanza media y sede del comité y milicias comunistas. Allí también se gestó el intento de batallón Gernikako Arbola que acabó siendo una compañía que se unió a la unidad Karl Liebknecht. Con el bombardeo nazi de abril de 1937 el edificio quedó en ruinas.
This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish.AcceptRead More
Privacy & Cookies Policy
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.