Hoy por mí, mañana por mí

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TODO el mundo sabe que cada equis vueltas de tambor la lavadora se zampa un calcetín y que del disgusto otro se lanza al vacío desde el colgadero y se desintegra, cual promesa electoral, antes de alcanzar el patio. Todo el mundo lo sabe, sí, pero solo conozco una empresa que los vende de tres en tres para paliar estas pérdidas y mitigar lo que en algunas familias se convierte en un auténtico drama matinal.

Otros fabricantes, en cambio, priman el beneficio propio a costa del consumidor, como esos que envasan las construcciones infantiles al vacío y luego no hay forma humana ni animal de volver a meter las piezas en su caja. Parece una bobada, pero en las decenas de horas invertidas en esa estúpida tarea algún padre o madre podría haber descubierto una vacuna o emparejado algún calcetín.

También al gobernar hay quienes piensan más en lo suyo que en el bien común -nunca volverán a las arcas los millones defraudados- e incluso a la hora de interrogar algunos se dejan llevar por su propio frenesí en vez de prestar servicio al ciudadano. A gran escala, lo hizo la CIA torturando a prisioneros, total para nada, según denuncia el Senado. A pequeñísima escala, el director del Canal 24 horas, Sergio Martín, con su pregunta-pulla al líder de Podemos. Quizás hartos de que nadie repare en ellos, dos hombres se han lanzado al foso de los leones y a la boca de una anaconda. “¿Para eso les hemos pagado unos estudios?”, pensarán sus padres.

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