Merkel no, manda amama

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LE dice un día el crío a su hermana, en plena reyerta por un plumero desmochado, que ella no manda, que quienes mandan son ama, aita, la cuidadora, la andereño y los bomberos. El padre de las criaturas me mira con un ojo -ha desarrollado la habilidad de dejar el otro pegado en el smartphone– y le juro y perjuro que, como no se refiera a los del calendario, no ha entrado ninguna otra manguera en casa. Al menos, digna de mención. Días después leo que Euskadi reconocerá a los bomberos como agentes de la autoridad y constato que mi hijo es un visionario, un adelantado a su tiempo, una especie de niño lama versión hardcore.

No obstante, ha sido pisar la casa de veraneo de los aitites y ser desbancados todos de nuestros puestos. En su lista Forbes de los más poderosos no hay rastro de Merkel, mucho menos de Rajoy. La ocupa toda, de cabo a rabo, amama, la madre de la madre, the master, para que me entiendan ellos. Esa que se pasa por el forro de la bata de boatiné la pirámide alimentaria y ve helados de chocolate donde hay puerros. Esa que interpreta a sus anchas el Tratado internacional de libre comercio, esto es, que mete al niño a un bazar chino y compran lo que les viene en gana. Esa que forma un lobby con los nietos que me río yo de las farmacéuticas. “Me tienes frito”, le dice el padre al niño desbocado. “Frito y los Fitipaldis”, contesta él. Carcajada de amama. Claudico.

arodriguez@deia.com

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