Menos mal que morirse todavía es gratis porque lo que son los prolegómenos se están poniendo por las nubes. Entre el copago y la lista de medicamentos que el Estado quiere dejar de financiar, ponerse malo según dónde va a resultar más caro que irse de crucero. De hecho, en algunas farmacias están pensando en tapizar el suelo con una alfombra roja, como la de los Oscar, para recibir como se merecen a los enfermos deluxe.
El resto estará escupiendo esputos en el envase del Cola-Cao o sufriendo las hemorroides en silencio. En silencio y a oscuras, porque también se dispara el recibo de la luz. A los que tengan diarrea al menos les quedará el consuelo de soltar un mecagüen seguido del presidente o ministro correspondiente, lo que, quieran que no, debe aliviar mucho la tensión emocional.
Mientras los de las franquicias de Compro oro se frotan las manos pensando en la de viudas que tendrán que empeñar la alianza para pagarse los comprimidos para las varices, las empresas contratan a cerrajeros para blindar sus botiquines. Porque, con este panorama, una caja metálica llena de paracetamoles, protectores gástricos e ibuprofenos, más que un botiquín, es un botín.
Como la cosa siga así, no nos va a quedar otra que recurrir a los consejos de Txumari Alfaro, así que ya saben, vayan preparando el orinal. Otra posibilidad es pedir que nos borren las orejas con el photoshop, como a Belén Esteban, y gritarle a Rajoy: No te escucho, cucurucho.
