Santa Rita mártir

Repetiré una vez más mi máxima: la muerte no nos convierte en buenas personas. Así que no verán que me brote ni media lágrima por Rita Barberá. De igual modo, se lo puedo asegurar, ninguna sonrisa. ¿Y guardar un minuto de silencio por ella? No sería especialmente sentido, pero tampoco me tendría por reo de hipocresía por hacerlo. Lo cortés no quita lo valiente y viceversa. Otra cosa es que me diera por aprovechar el viaje fúnebre para vender mi moto o espolvorear mis demagogias a sabiendas, esa es otra, de que al olor de los crisantemos no es difícil tocar la fibra de cierto público y hacer caja. Que si los bolsos de Louis Vuitton frente a la pobreza energética, bla, bla, bla, requeteblá.

Pasado el estupor por el inesperado óbito de la doña (bueno, ya hay quien dice que estaba cantado), lo primero que me asalta es una reflexión baratuja sobre la insoportable levedad del ser. Tanto para tan poco. Quién le iba a decir a la en tiempo remoto reina de la belleza y hasta anteayer sultana del Mediterráneo que palmaría de un vulgar patatazo hecha un adefesio físico y, lo más doloroso, repudiada en sus últimos días entre los vivos por los que le fueron más próximos. Y ahí viene la segunda parte de la cavilación: cómo en cuanto ha adquirido la condición de cadáver, toda esa fulanada que le había puesto popa regresa al elogio desmedido, baboso… y falaz.

Esa es la tristísima moraleja. Por mucho que esa caterva de fieles de ida y vuelta se empeñe en el blanqueo de la (oportunamente) finada a base de excesivas adulaciones postmortem, no colará. Rita Barberá quedará en la Historia exactamente como lo que ha sido.

Cebrián, errejonista

Del folletón de Espinar Junior, la parte que más me divierte es la insinuación de que Juan Luis Cebrián es errejonista. ¿Que nadie lo ha dicho así? Nos ha jodido, pero a ver cómo se interpreta la insistencia pabluna en señalar que si la Ser y El País han salido con todo en este asuntejo es porque el joven aprendiz de especulador es su hombre de paja —el de Iglesias, se entiende— en la carrera por hacerse con el esencial aparato de Podemos en la Comunidad de Madrid. Dado que la candidatura rival con más posibilidades es la avalada por Iñigo Errejón, no hace falta ser Einstein para concluir que lo que se deja caer es que el mentado resultaría beneficiado por el escándalo de andar por casa que se ha montado.

Yendo un poco más lejos pero no mucho, la sugerencia final que planea en el éter es que los pormenores de la trama y la documentación correspondiente han salido del bando adversario. Y una vez más, a Iñigo no le queda otra que callar y tragar quina ante la envolvente perfecta. Por feo que le parezca el comportamiento del siempre turbio Espinar Hijo en este y en otros mil asuntos, está obligado no solo a morderse la lengua sino a salir en su defensa. Eso, mientras ve cómo el efecto piña tan fácil de instilar en la masa acrítica morada hace subir las posibilidades de victoria de la plancha pablista.

Tampoco es que me vaya gran cosa en ello, pero me pregunto cuántos pescozones más va a aguantar Errejón, versión vallecana del santo Job, antes de revolverse y cantarle La Traviata a su perenne abusador. Jordi Évole, gran confesor de políticos con las pelotas hinchadas, tiene ahí un estimulante reto.

Tantas veces Pedro

Elijamos. Más vale tarde que nunca o a buenas horas mangas verdes. Pedro el intrépido o Pedro el despechado. La verdad ante todo o la verdad a medias y como autojustificación. Heroísmo o de perdidos al río. Un altruista sacrificándose por los demás o un yonki desesperado por pillar de esa farlopa tan rica que le dejaron probar.

Caben, por qué no, las respuestas a medio camino de lo uno y de lo otro. Y las de cuarto y mitad, igual que las de ni tanto ni tan calvo, por supuesto. Hablamos de política, donde lo potencial, como señaló el profesor Iglesias Turrión en las Cortes, va de la actividad delictiva a la emocionante entrega a los demás sin condiciones. Por eso mismo, porque no soy capaz de discernir si el del hoyuelo mimosón es aquel canalla del manual que alguna vez he mentado aquí o el personaje de James Stewart en ¡Qué bello es vivir!, me abstendré de juzgar… hasta tener más datos.

Miren, me chivan uno por el pinganillo. Joan Tardá está que trina con el mengano; asegura que jamás estuvo ni a un milímetro de la negociación con ERC y que le dejó bien claro que no se podía reconocer a Catalunya como nación. Ahora que caigo, también le oí mil y una vez al audaz Sánchez culpar en público a Podemos de la imposibilidad de formar un gobierno alternativo y, según soltó en su rajada ante el confesor Évole, lo que ocurría era que los bancos, Alierta y Cebrián le tenían cogido por ya saben ustedes dónde. Con qué ímpetu negaba las presiones, por cierto, cuando se le preguntaba por tal eventualidad. ¿Por qué no largó entonces? Ah, ya, porque por esos días todavía era lo que quiere volver a ser. Vaya, vaya.

La madre de Garzón

Palabras de Baltasar Garzón Real en una entrevista-masaje para promocionar el enésimo libro en el que se casca una manola a mayor gloria de sí mismo: “No me voy a olvidar del dolor que han causado a mi madre con todo esto”. El otrora juez que veía amanecer se refería a su descabalgamiento de la judicatura después de haber defraudado a aquellos poderosos amiguitos para los que rindió tantos servicios.

Qué rostro. Reparen en la frase de nuevo, y piensen en cuántas y cuántas víctimas de las arbitrariedades de Garzón podrían repetir exactamente lo mismo. “Coño, Don Javier, es algo gratuita esa comparación, digo yo. Seguro que hay alguna diferencia con narcos y terroristas”, me replica un tuitero, perfecto representante de muchísima buena gente de fuera de Euskadi que tiene un gran concepto del dandy de las sienes plateadas. Tremenda tarea, y estoy viendo que también baldía, explicarle a mi interlocutor que en la lista de damnificados por este individuo se cuentan mayoritariamente hombres y mujeres que pasaban por allí. Eso, sin mencionar que incluso los culpables gozan de unos derechos que eran sistemáticamente ignorados cuando las operaciones político-policiales llevaban su firma.

No es la primera vez que escribo, y me temo que no será la última, aunque sirva para poco, que Garzón ha sido objeto de un tipo de faena jurídica que por algo recibe el nombre de garzonada. Manda muchas narices que él, que retorció la ley a discreción, vaya por ahí haciéndose el ofendido. Y aun resulta más increíble y desolador que, con la bibliografía que tiene presentada, haya quien le compre la moto averiada que vende.

Linchamiento en Alsasua

El pasado nos persigue. A punto de cumplirse cinco años de algo que ocurrió en 2011 (aquel comunicado largamente esperado), volvemos, como poco, a 1998. Alsasua, un solo hecho y dos versiones radicalmente opuestas. Ninguna creíble porque una y otra son de parte y arrojadizas. Juegan al viejo acción-reacción-acción, y a los hechos que les vayan dando morcilla. Cuádrese cada cual junto a su mástil y entone su cántico de guerra. Todo lo empezaron los de enfrente, faltaría más.

En triste y un tanto cobarde consonancia, dos declaraciones institucionales en el Parlamento de Navarra. La primera, en términos épicos entre el verdeoliva y el rojigualda; arriba España o así, todo por la patria. Votos a favor: UPN, PPN, PSN. La segunda, meliflua, de silbido a la vía, como al despiste, a ver si colaba y la esponjosa ambigüedad arrastraba también a EH Bildu. Ni por esas. Abstención y gracias. Votos a favor: Geroa Bai, Podemos e Izquierda Ezkerra. ¿El Gobierno del cambio? Bien, gracias. Los desacuerdos pactados, ya saben, no vayamos a darle pisto al Antiguo Régimen.

Lástima que esta vez no se haya conseguido tal objetivo. Por casualidad, puse ayer la tele en el canal progre por excelencia, y me encontré a Eduardo Inda con una apreciable erección neuronal mientras lanzaba los sapos y culebras de rigor. El resto de contertulios presentes, los mismos que habitualmente se le echan a la yugular, le hacían palmas. Digo yo que alguna conclusión deberíamos sacar de esa unanimidad. Bien es verdad que resulta más cómodo hacer como si no supiéramos que, ocurriese como ocurriese, el linchamiento del sábado no tiene un pase.

Vídeos de tercera

Cuánto moralista, y yo qué viejo. Panda de hipócritas, en realidad, que disfrutan como gorrinos en el fango mientras riñen al personal con gesto de vinagre. Ya les presento yo a media docena que fuera de foco hablan, como cualquier mortal, del mango que gasta el de la parte delantera, de la concentración extrema del que está en retaguardia y, claro que sí, de la actuación de la tercera en concordia. Luego, cuando hay que dirigirse a la parroquia, se lían a hacer ascos, a preguntarse hasta dónde vamos llegar y qué va a ser esto y, cómo no, a sacar conclusiones irrefutables a partir de un puñado de datos y tres quintales de prejuicios.

Por si no lo habían pillado, que es posible porque me he puesto deliberadamente oscuro, les hablo del vídeo. Sí, de ese que es una vergüenza intolerable que haya trascendido, pero del que todo quisque está al cabo de la calle. En su cerrilidad, los y las apóstoles que claman sobre la ignominia delictiva de su difusión no se dan cuenta de que están contribuyendo a hacer lo que tan oprobioso les parece, es decir, a darle más bola al asunto. Pero claro, a ver quién se resiste a ganar el concurso del repudio más gordo, cuando se combinan elementos tan suculentos como el sexo que se sale del nada emocionante misionero y el fútbol, aunque sea con la intervención de un par de jornaleros del balón casi ignotos.

Seré lo peor de lo peor, pero, aparte del lucimiento de los escandalizados de carril, no veo motivo para tanta bronca. Por lo demás, estoy por afirmar que a la mayor parte de la gente que conozco y seguramente a casi toda la que desconozco no le pasaría nunca algo así.

Maldita gente

Sí, ya me lo sé. Luego han llegado los matices, las apostillas, los portantoencuantos, los mohínes porque jolín, me lo sacan todo de contexto, y hasta los borrados avergonzados/arrepentidos de tuits. Pero no cuela. En cuanto rascas con una moneda de cinco céntimos, bajo la piel de todos los apóstoles del viva la gente y demás lemas de catequesis aparece un señorito que desprecia visceralmente al populacho. En menos de 24 horas, dos hediondos ejemplos del neodespotismo morado.

El primero, un tal Miguel Anxo Fernán-Vello, diputado de En Marea, que tras el varapalo —mucho sorpaso al PSOE, pero ¡27! escaños menos que el PP— a manos de Núñez Feijoó, corrió a piar: “Extraño pueblo el nuestro. Esclavos que votan al amo, al cacique, al que manda, a los de siempre. Pueblo alienado e ignorante. Triste”. Como Jack Nicholson en Algunos hombres buenos (cito de memoria): Maldita gente, no se merecen que nos deslomemos por ellos. Y sí, que fue un calentón, que 140 caracteres tal y cual. Pero una parte amplísima de los supremacistas de aluvión, proclamando a coro: “Tiene toda la puta razón”.

De propina, Carolina Bescansa, en el ejercicio de su magisterio sociológico: “Si en este país solo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias sería presidente del Gobierno desde el año pasado”. En otro párrafo, una alusión al reaccionario voto rural. ¿A nadie le suena a aquellos progrefachas que allá por 1931 le espetaban a Clara Campoamor que no se debía permitir el sufragio femenino porque acabarían decidiendo los confesores de las mujeres? Pero no me hagan caso. Ya saben que estas líneas son producto de mi obsesión.