El gobierno español, junto con el resto de los de la Unión Europea, va a impedir la difusión en su territorio de los presuntos canales de noticias Russia Today y Sputnik. Y aquí es donde imagino a buena parte de los lectores diciendo para sus adentros que no tenían ni idea de la existencia de tales medios. Como mucho, les podían sonar remotamente, pero apuesto y sé que gano a que solo una ínfima minoría ha gastado un minuto de su tiempo con cualquiera de los potitos informativos que suministran las citadas cabeceras. Y serán menos todavía, si es que hay alguno, los que hayan conformado su opinión en función esas piezas.
Lo anoto para que quede constancia de la más que probable nula eficacia de la medida. De hecho, lo único que se ha conseguido, además de dar a conocer a estos contumaces difusores de trolas putinescas, es que la retroprogresía fetén se haya lanzado a clamar contra el intolerable ataque a la libertad de expresión que supone silenciar este par de pasquines. Quizá no les faltara razón a nuestros aguerridos campeones siderales de la dignidad, si no fuera porque se pasan la vida pidiendo la clausura del cagarro digital de Eduardo Inda o porque aplaudieron con las orejas que Twitter chapara la cuenta del nauseabundo Donald Trump.
Por mi parte, me declaro dispuesto a acatar lo que se determine como más correcto… pero en todos los casos. Si censurar está mal, lo está mal siempre. Si es admisible porque se persigue un bien superior, será admisible siempre. Por lo demás, y como norma general, prefiero pensar que la gente es mayorcita para saber qué se cree y qué no.