
Libro criminal donde los haya para regalárselo a un niño y aún a un adulto cuyos autores no debieron hacer caso al editor que les advirtiera que por cada fórmula, ecuación o secuencia numérica que insertaran entre sus páginas, perderían 100 potenciales compradores en cada edición y de cada 100 compradores perderían a su vez 99 lectores, fue el que me regalara por mi undécimo cumpleaños mi profesora de matemáticas para ver si por medio del Ajedrez me interesaba un poco en aprobar. Con unos añitos más no habría hecho falta…Aunque no sé. La de inglés estaba de rechupete, y tampoco hubo manera.
Bueno, el caso es que este libro lo conservé como oro en paño sin apenas entender nada de él, salvo algunos datos de interés cuyo conocimiento excepcional me sirvió para ganar apuestas en un momento en que el conocimiento no estaba al alcance de cualquier teclado, verbigracia, sobre la cantidad final de granos de trigo en la casilla 64, el número de partidas posibles, sobre cuantas posiciones distintas hay para el problema de las ocho damas, el recorrido del caballo por todo el tablero sin pisar dos veces el mismo suelo, la existencia de un Mate tan corto como el de “El Loco”, etc.
El libro no se lo recomiendo ni al monitor, ni al alumno. Casi me atrevería a decir que ni al club de Ajedrez. Pero creo que a estas alturas es una joya bibliográfica y testimonio del esfuerzo humano por comprender la profundidad de nuestro juego. Yo le tengo mucho cariño.