Filósofos y Ajedrecistas; por Nicola Lococo

Si el Ajedrez enseñara a pensar, la mayoría de los ajedrecistas serian filósofos; y si la Filosofía enseñara a razonar correctamente, la mayoría de filósofos serian buenos ajedrecistas; como quiera que no sucede ni lo uno ni lo otro, así nos explicamos el poco caso que mutuamente se hacen universos aparentemente afines, por cuanto siendo como son ambas disciplinas marcadamente cerebrales, choca sobremanera la paupérrima representación de la tropa filosófica en el ajedrez y no digamos de la panda ajedrecista en la Filosofía, observación esta mía que también cabe disculpar por el carácter celoso y absorbente que dichas materias demandan de las mentes por ellas atraidas. Sin embargo, en honor a la verdad, hemos de confesar que, aun pocos, los ejemplos son de categoria y este hecho, acaso, bien merece pongamos el foco en este nimio asunto, al objeto, no tanto de adornar nuestro amado juego, cuanto de amarlo con mayor motivo.
Así como las distintas artes cuentan con destacados ajedrecistas (Duchamp, Bogart, Yoko Ono…), las múltiples ciencias citan entre sus filas a magníficos aficionados (Ramón y Cajal, Einstein, Oppenheimer…) o las matemáticas alardean de sus más insignes figuras preocupadas por nuestro juego (Euler, Gauss, Hilbert…) la Filosofía también tiene a bien presentar sus credenciales a este respecto y sin abusar de la plasticidad que el concepto de “Filosofía” pudiera permitirnos, aquí sólo nos ceñiremos a reflejar los casos más renombrados, de los que no cabe duda alguna jugaron muy bien al ajedrez, o en su defecto, se mostraron públicamente apasionados por su práctica.
A falta de otras pruebas, desde los sabios musulmanes (As Suli, Firdusi, Al Mas Odi) se cuentan por cientos los pensadores que se han valido de la metáfora ajedrecista para canalizar sus ideas, apoyar sus reflexiones e ilustrar sus etéreas enseñanzas y es al atender su casuística que se evidencia la admiración con que sus autores se pronunciaban sobre el mundo de las sesenta y cuatro casillas, inclinación delatora, cuando menos, del disfrute de su práctica. A este grupo pertenecen filósofos de la talla de Schopenhauer, Kierkegaard, Bertrand Russell, Wittgenstein, Sartre o Simone de Beaurvoir, cuyos pasajes obviamos por no espesar esta lectura. A muchos de ellos les debemos frases célebres como “El ajedrez es el gimnasio de la mente” ( Pascal); “El ajedrez es prueba de inteligencia”. (Goethe) No existe un remordimiento, como el del ajedrez (H.G. Wells); “El ajedrez es demasiado juego para ser ciencia y demasiada ciencia para ser juego”. (Leibniz); y hasta un tirón de orjeas que supera al anterior “El ajedrez desarrolla la inteligencia solo para jugar al ajedrez”. (Unamuno).
Se cuentan también por decenas los pensadores e intelectuales de los que se tiene constancia de haber sido auténticos ajedrecistas además de por sus obras, como sucede con el filósofo sefardí Abraham ibn Ezra compositor de un poema de ajedrez, o el curioso caso de Da Vinci que ilustro con 114 diagramas el códice De ludo scacchorum overo la Schifanoia (1499) del matemático, Luca Pacioli, también por testimonio epistolar como ocurre con Erasmo de Rotterdam, pero más claramente con Diderot de quien se sabe frecuentaba el Café de la Regence y la amistad de Philidor, afición, lugar y compañía igualmente compartida por Voltaire quien fuera retratado pictoricamente por el maestro Jean Hubert con el inequívoco título Voltaire jugando al ajedrez con el padre Adam (1775).
Ciertamente, el siglo de las luces fue la época dorada de la relación entre Filosofía y Ajedrez, porque no fueron pocos los ilustrados entusiasmados con este noble juego, si bien, entre todos ellos hemos de destacar a Benjamín Franklin, quien además de frecuentar los círculos ajedrecísticos, portar consigo una mesa de ajedrez allá donde iba, ser retratado varias veces jugando al ajedrez, escribió un Ensayo sobre la moral de ajedrez (1779). Empero, de la afición de los pensadores ilustrados por el ajuego de ajedrez sólo nos ha llegado una partida, a saber, la disputada por Federico II de Prusia, quien además de Emperador mecenas y protector de la cultura en sus dominios, era autor de varias obras eruditas.
Federico II – Katte
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4 Ac5 4.0–0 Cf6 5.Cc3 0–0 6.d3 d6 7.Ag5 Ag4 8.Cd5 Cd4 9.Axf6 Axf3 10.Dd2 Dd7 11.Dg5 Dg4 12.Ce7+ Rh8 13.Axg7++ 1–0
Bastante menos son los filósofos de renombre cuyo juego haya quedado registrado para la posteridad, aunque no nos podemos quejar a este respecto porque nos ha llegado una partida entre dos gigantes de la Historia de la Filosofía, a saber, Hume y Rousseau, cuyo singular encuentro bien merece ser aqui traido con alguna que otra referencia a sus doctrinas filosóficas.
Rousseau – Hume
1766
1. e4 / d6 2. Cf3 / Cd7 Está visto que el amigo Hume no tenia una idea clara, simple y distinta de cómo desarrollar las piezas. Esto es un error por obstruir innecesariamente al alfil de casillas blancas.

3. Ac4 / e5 4. d4 / c5 Demasiados movimientos de peón.
5. dxe5 / dxe5 6. Cc3 / Ae7 Tarde y mal. Ahora se permitirá la amenaza del Mate Pastor en f7.
7. Dd5 / Ch6 8. Axh6 / 0-0 El pobre Hume estará entendiendo ahora que del “buen salvaje rousseauniano”, sólo quedó lo de salvaje…
9. Ae3 / Db6 Hume busca desesperadamente contrariar la relación causa (Mal juego de apertura) efecto (Pérdida de partida)
10. Cxe5 / Dxb2 11. Cxf7 / Dxa1+
12. Rd2 / Dxh1 13. Ch6+ / Rh8 empieza el Mate de la coz.
14. Dg8+ / Txg8 15. Cf7++. Y Rousseau explica que el Pacto social es un supuesto teórico, como lo del Bien común.

Una mejor muestra de talento ajedrecístico por parte de los filósofos consagrados nos lo brinda el padre del Socialismo Científico, K. Marx, quien a decir de los expertos hubiera sido un ajedrecista de primera fila de haberse dedicado un poco más a la lucha de piezas sobre el tablero, afirmación esta que se apoya en partidas como la que sigue:
Karl Marx – Meyer
Londres 1850
1. e4 / e5 2. f4 / exf4 3. Cf3 / g5 4. Ac4 / g4 5. 0-0 / gxf3 6. Dxf3 / Df6 7. e5 / Dxe5 8. d3 / Ah6 9. Cc3 / Ce7 10. Ad2 / Cbc6 11. Tae1 / Df5 12. Cd5 / Rd8 13. Ac3 / Tg8 14. Af6 / Ag5 15. Axg5 / Dxg5 16. Cxf4 / Ce5 17. De4 / d6 18. h4 / Dg4 19. Axf7 / Tf8 20. Ah5 / Dg7 21. d4 / C5c6 22. c3 / a5 23. Ce6+ / Axe6 24. Txf8+ / Dxf8 25. Dxe6 / Ta6 26. Tf1 / Dg7 27. Ag4 / Cb8 28. Tf7 / 1 – 0

Con todo, quien mejor encarna el trabajo filosófico sobre la materia ajedrecística, es sin duda, Franz Brentano, de quien el también ajedrecista S. Freud llegó a afirmar «Un hombre condenado a ser inteligente, un verdadero genio». Más teórico que jugador al que disgustaba bajar a los bajos fondos de la práctica pese a ser un asiduo del bullicioso ambiente ajedrecístico vienés de finales del siglo XIX, como observara su discípulo el también filósofo ajedrecista Edmund Husserl, se dedicó en cuerpo y alma al estudio de aperturas contándose entre sus logros varias publicaciones especializadas, la coautoria con el prestigioso E. Falkbeer de una respuesta a la variante Kieseritzky del Gambito Rey: 1. e4 e5 2. f4 exf4 3. Cf3 g5 4. h4 g4 5. Ce5 d5, y la no menos intrépida Defensa Bentrano contra la Apertura Española: 1 e4 e5; 2 Cf3 Cc6; 3 Ab5 g5.

Comprensiblemente, por cuanto es más facil jugar que estudiar, pero también debido al muy inferior número de ajedrecistas profesionales comparado con la tuna de licenciados, doctores y catedráticos de las distintas ramas del saber, entre los ajedrecistas consagrados hay dificultad en hallar dignos representantes del tablero que hayan trabajado en áreas filosóficas y así hemos de esfirzarnos en encontrar especímenes como C.T. Göring el jugador austriaco impulsor del famoso gambito bautizado con su apellido que era profesor de Filosofía y contentarnos con que Anderssen el ganador de la partida Inmortal estudiara filosofía, con el campeón estadounidense Robert Byrne Licenciado en Yale y Profesor de Filosofía en la Universidad de Indiana, o incluso con Nimzovitch quien abandonara los estudios de Filosofía por el ajedrez.
Menos mal, que el ajedrez puede esgrimir la figura de Lasker, todo un Campeón del Mundo quien además era Doctor en Filosofía y con prestigio suficiente en la disciplina como para ver publicados varios de sus artículos en las más prestigiosas revistas científicas de la época y aún de la nuestra, como son Nature y la edición oficial de la Royal Society, además de alumbrar el hoy conocido como Teorema Lasker-Noether. Pero, atendiendo a su trayectoria vital, sospecho que Lasker era más Filósofo que ajedrecista…
Artículo aparecido en la revista Capakhine Nº 16

Fantomas contra la caja fuerte

A comienzos del siglo XX varias novelas se inspiraron en ladrones de guante blanco que traían de cabeza a la policía y aristocracia de medio mundo con sus fechorias. Entre los muchos personajes que con el tiempo se convirtieron en auténtica leyenda cinematográfica merece destacarse a Fantomas.

Pues bien, la presente partida – Premio de Belleza de la Olimpiada de Londres (1927) – me ha recordado el laborioso ingenio que esta clase de cacos debían desplegar para salvar todas las medidas de seguridad y hacerse con el preciado botín que se halla en la mejor y más vigilada caja fuerte. En el caso que nos ocupa, la caja fuerte está representada por la posición de las negras y Fantomas es quien conduce las pizas blancas.
Rara vez en TX se proponen partidas que rebasen los treinta movimientos, por cuanto no suelen ser muy didácticas de cara a mantener la atención del alumnado. Pero, con este encuentro podemos hacer una excepción si la presentamos del siguiente modo:
-Como el esfuerzo de un ladrón llamado Fantomas que desea abrir una caja fuerte.
-Prestando especial atención a las maniobras blancas para atacar el enroque y las artimañas negras para su defensa.
-Pasando por alto algunas jugadas.
-Mirando la partida a cámara rápida, sobre todo la apertura.

Yates, Frederick – Asztalos, Lajos 1927
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.0–0 Ae7 6.Te1 b5 7.Ab3 d6 8.c3 0–0 9.h3 Ca5 10.Ac2 c5 11.d4 Dc7 12.Cbd2 Cc6 13.d5 Cd8 14.Cf1 Ce8 15.g4 g6 16.Cg3 Cg7 Tras plantearse una conocida línea de la Apertura Española, asistimos a la lucha por el control de la casilla f5 una de las entradas más custodiadas al banco.
17.Rh2 f6 Fantomas, ha estudiado la situación y se dispone a poner en marcha su plan.
18.Ae3 Cf7 19.Tg1 Ad7 20.Tg2 Rh8 21.De2 Tg8 22.Cd2 Dc8 23.Tag1 a5 Fantomas, antes de ponerse manos a la obra, de modo paciente realiza todos los preparativos para no tener sorpresas de última hora. Por su parte, el banco no escatima esfuerzos en seguridad y hasta pone en marcha detectives de contravigilancia al objeto de que el caco no esté del todo tranquilo.
24.f3 b4 25.c4 Db7 26.Rh1 Taf8 27.h4 Dc8 28.h5 g5 29.h6 Ce8 30.Cf5 Ad8 Despacio, pero sin pausa, Fantomas ha logrado su primer propósito: entrar en el banco. Pero todavía le queda abrir la caja fuerte, recordemos, una de las mejores y más seguras del mundo.
31.Th2 Tg6 32.Tg3 Axf5 33.exf5 Txh6 34.Txh6 Cxh6 35.Dh2 Cg8 36.Th3 Tf7 Fantomas, se ha visto obligado a sacrificar parte de su material para abrir brecha en las paredes que custodian la caja fuerte, pero el banco ya tenía prevista esta contingencia contra butroneros. Fantomas deberá emplearse más a fondo.
37.Aa4 Ae7 38.Ce4 Dd8 39.Rg1 Cc7 40.Df2 Ca8 41.Th1 Cb6 42.Ac6 Af8 43.b3 Tg7 44.Dh2 Ae7 Vistas las excesivas medidas de seguridad, Fantomas opta por otro camino: ha encontrado un modo lateral para penetrar en la cámara acorazada con un simple taladro en forma de alfil. También aprovecha el tiempo para disponer mejor sus herramientas antes de hacer saltar por los aires toda la infraestructura de la caja fuerte. Por otra parte, asegura la retaguardia avisado de que la policía está sobre sus pasos.
45.Dh5 a4 46.Rg2 Db8 47.Ae8 Dd8 48.Ag6 h6 Parece que el trabajo del taladro alfil empieza a dar sus frutos.
49.Af7 Af8 50.Axg8 Txg8 Pero, parece también que las medidas de seguridad están funcionando. ¿Habrá calculado mal su golpe maestro Fantomas?
51.Df7 Ag7 52.Dg6 Tf8 53.Axg5 Tras esta carga explosiva, Fantomas consigue su propósito y escapa con más de ¡¡¡UN MILLÓN DE DÓLARES!!!

Cómo acabar con el Ajedrez, de Woody Allen

El ajedrez es un juego muy sexy, con todo eso de las aperturas, el beso de la muerte, los peones que se convierten en Dama...por no citar la imagen fálica de los alfiles. Creo que es un buen juego para ligar.

Todavía recuerdo las carcajadas que me eché leyendo este divertidísimo capítulo que se halla inserto en una genial obra toda ella, de Woody Allen, titulada “Cómo acabar de una vez por todas con la cultura” Ni me molesto en comentarla, porque dada su brevedad y destornillante lectura, sin que sirva de precedente paso a reproducirla por entero valiéndome para ello de la traducción de Marcelo Covian hecha para la editorial Tusquets Barcelona q974 y ediciones siguientes, cuyo ejemplar, paradójicamente, no puede faltar en su biblioteca.
Sólo diré que, quienes alguna vez intentamos introducirnos en el paciente mundo del Ajedrez por correspondencia, disfrutamos la obra más que aquellos que hayan nacido cuando ya dejó de tener sentido tan curiosa modalidad por entrar en liza las computadoras y sobre todo el internet.

Correspondencia
Mi querido Vardebedian:

Hoy tuve el gran disgusto, al revisar mi correspondencia de esta mañana, de comprobar que mi carta del 16 de septiembre, que contenía mi vigésimo segundo movimiento (caballo cuatro rey), me había sido devuelta debido a un pequeño error en el sobre —precisamente, la omisión de su nombre y residencia (¿cuán freudiano puede uno llegar a ser?), amén de olvidar el sello. Nadie ignora que últimamente he estado un tanto desconcertado debido a una irregularidad en la Bolsa y, pese a que ese día, el 16 de septiembre, la culminación de una prolongada caída en espiral hizo volar las acciones de Antimateria Amalgamada de la tabla de cotizaciones y redujo de un solo golpe a mi agente de seguros a una auténtica piltrafa, no tengo excusas para mi negligencia y monumental ineptitud. Metí la pata. Perdóneme. El hecho que usted no se percatara de que faltaba una carta indica igualmente cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atribuyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez.
Pues bien, aclarado el error, debo hacer una pequeña rectifica¬ción. Si usted tuviera la amabilidad de transferir mi caballo al cuarto escaque de su rey, pienso que podremos seguir adelante con nuestro pequeño juego de modo más exacto. El anuncio de jaque mate que usted me hiciera en su carta de hoy, creo que es, con toda honestidad, una falsa alarma, y, si usted vuelve a examinar las posiciones a la luz del descubrimiento de esta mañana, se dará cuenta de que su rey es el que está próximo al mate, expuesto y sin defensas, un blanco inmóvil para mis alfiles depredadores. ¡Irónicas son las vicisitudes de esta pequeña guerra! El destino, oculto en alguna oficina de correos extraviada, crece omnipotente y —voilà— la suerte ha dado una voltereta. Una vez más, le ruego que acepte mis más sinceras excusas por este infortunado descuido y quedo, ansioso, a la espera de su próximo movimiento.
Le adjunto mi cuadragésimo quinto movimiento: mi caballo se come a su reina.

Atentamente,
Gossage

Gossage:

He recibido esta mañana su carta relativa al movimiento cua¬renta y cinco (¿su caballo se come a mi reina?) y asimismo su prolongada explicación acerca de la elipsis de mediados de septiem¬bre que sufriera su correspondencia. Veamos si le comprendo correctamente: su caballo, al que yo retiré del tablero hace ya unas semanas, debiera estar, según ahora afirma usted, en el cuarto escaque del rey a consecuencia de una carta perdida en correos hace veintitrés movimientos. No estaba al tanto de que hubiera ocurrido semejante percance y recuerdo perfectamente, cuando usted llevó a cabo el vigésimo segundo movimiento, que fue su torre seis reina la que luego quedó fuera de combate durante un gambito suyo que fracasó trágicamente.
En este momento, el cuarto escaque del rey está ocupado por mi torre y, como usted no tiene alfiles, pese a la carta perdida en correos, no alcanzo a comprender qué pieza piensa utilizar para comerse a mi reina. A lo que, creo, usted se refiere, dado que la mayoría de sus piezas están bloqueadas, es a solicitar que mueva su rey cuatro alfil (su única posibilidad), arreglo que me he tomado la libertad de hacer, por lo que contraataco en el movimiento de hoy, mi cuadragésimo sexto. Me como a su reina y dejo a su rey en jaque. Ahora su carta queda aclarada.
Pienso que los últimos movimientos del juego podrán llevarse a cabo con sobriedad y presteza.

Suyo,
Vardebedian

Vardebedian:

Acabo de leer su última nota, en la que me comunica un estrambótico movimiento cuarenta y seis por el cual usted saca a mi reina de un escaque por el que desde hace once días no ha pasado. Por medio de un cálculo paciente, pienso que he encontrado la causa de su confusión y falta de comprensión de los hechos, sin embargo, evidentes. Que su torre esté en el cuarto escaque del rey es algo tan imposible como dos copos de nieve idénticos; si usted se remite al movimiento noveno del juego, comprobará que hace ya mucho tiempo que perdió la torre. Fue evidentemente aquella arriesgada operación suicida la que deshizo su frente de ataque y le costó ambas torres. ¿Qué hacen, pues, en el tablero en este mo¬mento?
Para su consideración, le ofrezco mi versión de lo sucedido: la intensidad de los intercambios salvajes y precipitados del vigésimo segundo movimiento le dejaron en un estado de leve distracción, y, en la ansiedad que sintió por mantenerse en sus cabales en ese momento, no se percató de que llegaba mi carta y, en cambio, movió sus piezas dos veces otorgándose de ese modo una ventaja injusta, ¿no le parece? Este incidente ya pertenece al pasado, y deshacer nuestros pasos sería tediosamente dificultoso, por no decir impo¬sible. En consecuencia, considero que la mejor manera de rectificar todo este asunto es permitirme la oportunidad de hacer ahora dos movimientos consecutivos. Lo justo es lo justo.
Por tanto, en primer lugar, como su alfil con mi peón. Luego, como este movimiento deja a su reina sin protección, también se la como. Pienso que ahora podemos proceder con los últimos movimientos sin dificultades.

Atentamente,
Gossage

P.D.: Le adjunto un diagrama que muestra de forma exacta cómo está el tablero en este momento después de la última jugada. Como puede ver, su rey está atrapado, sin protección y solitario en el centro. Saludos.
G.

Gossage:

Ayer recibí su última carta y, pese a que era levemente inco¬herente, creo comprender el motivo de su devaneo. Después de haber estudiado el diagrama que adjunta, me resultó obvio que, en las últimas seis semanas, hemos estado jugando dos partidas de ajedrez absolutamente distintas (yo, de acuerdo con nuestra corres¬pondencia; usted, según unas normas muy sui generis en lugar de hacerlo según el sistema racional adoptado por todos). El movi¬miento del rey, que supuestamente se extravió en correos, hubiera sido imposible en el vigésimo segundo movimiento, porque, en aquel momento, la pieza estaba en la esquina de la última fila, y el movimiento que usted describe lo hubiera enviado sobre la mesa del café, al lado del tablero.
En cuanto a permitirle llevar a cabo dos movimientos conse¬cutivos para recuperar el que supuestamente se extravió en correos, sin duda es una broma por su parte, amigo mío. Aceptaré el primer movimiento (usted come mi alfil), pero no puedo permitir el segundo y, como es mi turno, contraataco comiéndome su reina con mi torre. El hecho de que usted me comunique que no tengo torres significa muy poco en la realidad, porque sólo necesito echar un vistazo al tablero para verlas vivas en plena batalla, rebosantes de astucia y vigor.
Por último, el diagrama que usted fantasea que es igual al tablero pone en evidencia que ha recibido mayor influencia de los Her-manos Marx que de Bobby Fisher y que, si bien es astuto, poco dice en su favor después de la lectura de El ajedrez según Nin¬zowitsch que usted se llevó de mi biblioteca el invierno pasado oculto debajo de su abrigo de alpaca. Le sugiero que estudie el diagrama que le adjunto y que reajuste su tablero según esas indicaciones; así, quizá, podamos terminar el juego con cierto grado de precisión.

Confío en usted,
Vardebedian

Vardebedian:

Sin intención de prolongar un asunto, ya de por sí confuso (sé que su reciente enfermedad ha dejado su estado de salud, por lo general robusto, un tanto debilitado provocando a veces la pérdida de todo contacto con la realidad), debo aprovechar esta oportunidad para deshacer el sórdido laberinto de circunstancias antes de que progrese de forma irrevocable hacia una conclusión kafkiana.
De haber sabido que usted no era lo suficientemente caballero como para permitirme recuperar el segundo movimiento, no ha¬bría, en mi movimiento cuarenta y seis, permitido que mi peón se apoderara de su alfil. De hecho, según su propio diagrama, estas dos piezas están ubicadas de tal forma que lo hace imposible, obligados como estamos a las normas establecidas por la Federación Mundial de Ajedrez y no por la Comisión de Boxeo del Estado de Nueva York. Sin poner en duda que su intención fue constructiva al tomar a mi reina, ahora afirmo que sólo se puede llegar al desastre cuando usted se arroga el poder arbitrario de la decisión y empieza a actuar como un dictador, enmascarando los errores tácticos con equívocos y agresiones (una costumbre que usted mismo condenó en nuestros líderes mundiales en su monografía “De Sade y la no-violencia”).
Por desgracia, ya que el juego se ha detenido, no me ha sido posible calcular con exactitud dónde debería colocar el alfil tomado por error; sugiero que lo dejemos en manos de los dioses: cierro los ojos y lo coloco sobre el tablero, si ambos aceptamos el lugar fortuito en que pueda aterrizar. Debo agregar un elemento vital a nuestro encuentro. Mi movimiento cuarenta y siete; mi caballo se come a su alfil.

Atentamente,
Gossage

Gossage:

¡Qué extraña su última carta! Bien intencionada, concisa, y, sin embargo, con todos esos elementos que podrían pasar, en ciertos cenáculos intelectuales, por lo que Jean-Paul Sartre describió tan brillantemente como la “nada”. A uno le embarga de inmediato una profunda sensación de desesperanza, algo así como los diarios de los exploradores moribundos y perdidos en el Polo, o las car¬tas de los soldados alemanes en Stalingrado. ¡Es fascinante com¬probar hasta qué punto puede desintegrarse la razón cuando se enfrenta a una siniestra verdad ocasional y huye en desordenada retirada para mejor materializar un espejismo y construir defensas precarias contra el asalto de una realidad demasiado terrible!
Tal como están las cosas, amigo mío, acabo de pasar casi toda la semana intentando aclarar el ovillo de pretextos lunáticos que conforman su correspondencia en un esfuerzo por ajustar el asunto y lograr que nuestra partida finalice simplemente de una vez por todas. Su reina no existe. Dígale adiós. Lo mismo sucede con sus torres. Olvídese por completo de uno de los alfiles porque yo ya me lo comí. El otro está situado en una posición tan desoladora, lejano y ajeno a la acción principal, que no cuente con él, o se llevará un disgusto que le partirá el corazón.
En cuanto al caballo, que usted perdió sin solución pero que se niega a ceder, lo he colocado otra vez en la única posición concebible, permitiéndole de ese modo la más increíble de las heterodoxias desde que, hace ya tanto tiempo, los persas se sacaran de la manga este pequeño pasatiempo. Está en el séptimo esca¬que de mi alfil y si usted, durante el tiempo suficiente, puede mantener en orden sus alteradas facultades, se percatará de que esta pieza codiciada bloquea ahora el único camino que tiene su rey para escapar a mi irresistible movimiento en forma de tenaza. ¡Qué ironía! ¡Su conspiración egoísta se ha resuelto en ventaja para mí! ¡El caballo, fascinado, regresa al campo de batalla y torpedea su final de partida!
Mi movimiento es alfil cinco caballo, y predigo jaque mate en un solo movimiento.

Cordialmente,
Vardebedian

Vardebedian:

Es obvio que la constante tensión nerviosa, además de su desgaste de energía en defender una serie de torpes y desesperan¬zadas posiciones de ajedrez, ha terminado por desbarajustar la delicada maquinaria de su aparato psíquico y ha hecho que su com-prensión de los fenómenos externos sea en este momento un tanto lamentable. No queda otra alternativa para remover la tensión antes de que usted termine con una lesión permanente:
Caballo —¡sí, caballo!— seis reina. Jaque.
Gossage

Gossage:

Alfil cinco reina. Jaque mate.
Lamento que la competición haya sido demasiado difícil para usted, pero, si puede servirle de consuelo, le diré que, después de haber observado mi técnica, varios maestros locales de ajedrez han desistido de presentarme batalla. Si usted quiere una revancha, le sugiero que hagamos un intento con el scrabble, un juego en el que me intereso desde hace poco y que, espero, no suscite tantas protestas.
Vardebedian

Vardebedian:

Torre ocho caballo. Jaque mate.
En vez de atormentarle con nuevos detalles acerca de mi jaque mate, como creo que es usted esencialmente un hombre honrado (algún día, alguna forma de terapia me dará la razón), acepto muy complacido su invitación para el scrabble. Tenga listo su tablero. Ya que usted jugó blancas en ajedrez, y por lo tanto tuvo la ventaja del primer movimiento (de haber conocido sus limitaciones, le hubiera dado más satisfacciones), creo tener derecho al primer movimiento. Las siete letras que acabo de descubrir son O, A, E, J, N, R y Z (una mezcla sin futuro que debe garantizar, hasta al más suspicaz, la integridad de mi elección). Sin embargo, afortu¬nadamente, un extenso vocabulario, unido a una cierta afición por lo esotérico, me han permitido poner un orden etimológico a lo que, a una persona menos culta, hubiera parecido un absurdo. Mi primera palabra es “ZANJERO”. Búsquela en el diccionario. Ahora colóquela, horizontalmente, con la E en el cuadro del centro. Cuente con cuidado, sin olvidar la doble puntuación por ser el primer movimiento y del bono de cincuenta puntos que me corresponde por el uso de las siete letras. El marcador ahora está 116 a 0.

Su turno.
Gossage