Los bufones de Llanes, el grito desgarrado del «cuélebre» enamorado

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Cuentan que en el Camino del Norte, en las etapas asturianas entre Colombres a Llanes y la siguiente hasta Ribadesella, la senda costera atraviesa los bufones de Santiuste, Arenillas, Antilles y Pria, un fenómeno natural creado, en este caso concreto, por el mar Cantábrico en las aberturas de los acantilados de roca caliza, cuando la energía de las mareas vivas atraviesa, desde la base del bufón mediante un chorro de agua, que asciende a través de la chimenea, liberando un bramido desmesurado. La leyenda identifica el tremendo sonido como el grito desgarrado de un demonio convertido en serpiente alada (muy parecida a un dragón); es el llamado 
«cuélebre», enamorado de una joven asturiana, a la que no pudo desposar al ser derrotado por el apóstol Santiago y, luego, arrojado al mar, desde donde resurge a través de los bufones gimiendo y lamentando su desdicha.

El mito del «cuélebre» no es exclusivo de la mitología asturiana, sino que también pertenece a la mitología leonesa y cántabra, aunque con denominaciones parecidas como: culebre, culebro o sierpe; siempre descrito con unos ojos ígneos, cuerpo tapizado de escamas, grandes alas de murciélago y larga cola. Las leyendas de los «cuélebres» se pueden encontrar en abundantes pueblos de los territorios por todo el planeta Tierra, con características distintas, según las creencias específicas de cada comarca, si bien su ocupación más extendida es la de guardián de tesoros con la salvedad de que los aldeanos del lugar tienen que gratificarle y/o alimentarle mediante diferentes procedimientos.

En el caso concreto de la leyenda de los bufones de Llanes, cuentan que el «cuélebre» exigía a los aldeanos la entrega de una doncella para devorarla, de forma que, en una ocasión una joven asturiana fue ofrecida a la bestia, la cual al verla quedó prendado de su belleza. El animal se transformó en un atractivo mozo que intentó seducir a la muchacha, pero la chica, aterrorizada, se encomendó al apóstol Santiago, que se enfrentó al «cuélebre» al que venció y arrojó al mar. Desde entonces, a través de los bufones de Llanes, cuando el mar se enfurece, pueden escucharse los aullidos del «cuélebre».

Otra versión de esta misma leyenda narra que el padre de la chica, al conocer el asunto, empujó al «cuélebre» a las aguas del Cantábrico; incluso una tercera interpretación detalla como los campesinos prepararon una sabrosa torta de pan que llenaron de clavos, tijeras y cuchillos y, mediante engaños, se la dieron a probar a la bestia, que se la tragó de un bocado, retorciéndose de dolor. El «cuélebre» herido y humillado se metió en su cueva gritando por siempre.

El «cuélebre» de Santa Maria de Celón que devoraba los cuerpos y las almas de los peregrinos

Cuentan que en el Camino Primitivo, en el concejo de Allande, se encuentra la parroquia románica de Santa Maria de Celón, donde subsiste el mito del «cuélebre», un demonio convertido en serpiente alada por la mitología asturiana, que devoraba los cuerpos sepultados en el convento y se apoderaba de las almas de los peregrinos y peregrinas que  pernoctaban en aquella capilla. Ni siquiera los monjes benedictinos, que habitaban atemorizados e impotentes aquel monasterio del siglo IX, se atrevieron a combatir al reptil en aquellos años de la Edad Media, pues consideraban que un enfrentamiento directo sería una imprudencia tal que conduciría al valiente a una muerte segura. Hoy en día, los habitantes de la comarca de Allande todavía recuerdan la leyenda, la cual se vincula con el arcángel San Miguel derrotando a Satanás y conduciendo las almas de los elegidos al paraíso.


Pola de Allande es un lugar de paso del Camino Primitivo, que Alfonso II «El Casto» inició desde Oviedo por las tierras asturianas de Salas, Peñaseita, Tineo, Berducedo, Fonsagrada y Allande, atravesando una tierra montañosa y hostil, aislados valles de verdes prados y bosques espesos, camino del Puerto del Palo en dirección a  Santiago de Compostela; en estos inhóspitos lugares es donde la  leyenda de Santa Maria de Celón cobró «vida propia».

Los monjes benedictinos alojaban a los peregrinos y peregrinas en su monasterio, avisándoles de la presencia del «cuélebre» que por las noches entraba por un orificio de la pared para reclamar los exhaustos cuerpos y las atemorizadas almas de los que allí descansaban. Pero, una noche, un peregrino hizo frente a serpiente asestando con su cayado un terrible golpe en la cabeza del reptil hasta matarla.

Este mito del «cuélebre» se extiende con diferentes acepciones a lo largo y ancho de muchas culturas: Egipto, países escandinavos, celtas y germánicos, así como en China, India, Japón y el lejano Oriente. En Asturias se producen tradiciones de serpientes que asedian a los habitantes de los pueblos cercanos desde cuevas, como por ejemplo, en Ribadesella, Cudillero, Salas, Somiedo y Cangas de Onís, aunque la más conocida, probablemente, es la del Convento de Santo Domingo en Oviedo, donde existía un «cuélebre» que devoraba los frailes del monasterio hasta que el cocinero le dio a comer una hogaza de pan rellena con alfileres que le ocasionó la muerte.