Karmele, Iñaki, Unai, Jone, Joseba Andoni… nombres vascos acuñados por Sabino de Arana y Goiri

El fundador del nacionalismo vasco inició el camino para que los vascos y las vascas pudieran ser bautizados y registrados con sus nombres en euskera, empeño que encontró la resistencia de autoridades eclesiásticas y políticas

Un reportaje de Román Berriozabal. Fotos Sabino Arana Fundazioa

A efectos legales, todas las personas somos designadas por nuestro nombre y apellidos: el nombre nos individualiza en relación con los demás miembros de la familia; los apellidos indican nuestra filiación familiar. El nombre se rige en el ordenamiento jurídico actual por el principio de libertad de imposición, matizado con determinados límites. La imposición libre y voluntaria de nombres no siempre ha sido posible en el pasado, ya que se ha visto cercenada por la negativa rotunda de la jerarquía civil y/o eclesiástica.

HISTORIAS DE LOS VASCOS

Los usos en materia de nombres han ido variando con el tiempo. Históricamente, la primera inscripción se realizaba, por regla general, en el libro parroquial una vez que, a petición de la familia, el sacerdote administraba el bautismo y ponía un nombre al recién nacido. Las normas que la propia Iglesia se había dado en materia de nombres así como el criterio generalizado de imponer, salvo excepciones, el nombre de la santidad del día, condicionaba inexorablemente la inscripción posterior de dicho nombre en el Registro Civil. A falta de una tradición onomástica enraizada en las potencialidades del euskera y una jerarquía eclesiástica propia identificada con el hecho diferencial vasco, los vascos han tomado históricamente el nombre de sus vástagos del Santoral escrito en lengua castellana. El punto de inflexión, luego vinieron otros, lo encontramos en Sabino de Arana y Goiri. Tras tomar conciencia de su vasquidad, Sabin se inició, entre otras actividades, en el aprendizaje y el cultivo del euskera, formulando propuestas innovadoras (onomástica, ortografía, neología…), algunas de las cuales han llegado hasta la actualidad.

Respecto a la onomástica, o ciencia que estudia los nombres propios, Sabin entendía que Euzkadi no tenía que inspirarse necesariamente en el Santoral Romano, redactado exclusivamente en lengua castellana, a la hora de elegir el nombre de una persona recién nacida. Es más, pensaba que el propio euskera era capaz de generar, en base a sus reglas, tantos nombres como fueran necesarios. Así, en 1898, redactó, imprimió y difundió un calendario titulado Lenengo Egutegi bizka(i)tar(r)a. Sin menoscabo de las informaciones convencionales de ese tipo de calendarios (santo del día, fases lunares…), Arana se propuso hacer un calendario instructivo donde, entre otros aspectos, incluyó textos relativos a la historia vasca; propuestas lexicales de nuevo cuño así como un amplio repertorio de nombres de persona vascos. Dichos nombres fueron acuñados y/o establecidos por Sabino de Arana y Goiri siguiendo unos procedimientos lingüísticos para cada caso, destacando entre ellos la aplicación de determinadas normas fonéticas vascas así como la diferenciación de género.

Más allá de realizar un mero ejercicio teórico, el propio Sabin así como algunos seguidores suyos (por ejemplo, Engracio Aranzadi, Federico Belaustegigoitia…) adoptaron la versión sabiniana del nombre que les fue impuesto en el nacimiento y comenzaron a usarlo en sus comunicaciones privadas (Sabin, Ingartzi, Perderika…).

La promoción y uso de dichos nombres vascos se enmarca dentro de lo que se ha venido a denominar nacionalismo práctico, como una forma en la que los jeltzales demostraban en la práctica su vasquismo y su amor a la lengua nacional.

Debate público A escasos 10 años, Koldobika (Luis) Eleizalde recopiló los nombres sabinianos y los incluyó en una publicación bilingüe costeada por EAJ-PNV: Deun-ixendegi euzkotar(r)a edo deunen ixenak euzkeratuta / Santoral vasco ó sea lista de los nombres euzkerizados de los Santos. La propuesta dio origen a un intenso debate público. En el origen del mismo se encuentra una colaboración del vascófilo Julio de Urquijo, empeñado en demostrar que los nombres propuestos no eran genuinamente vascos sino una mera invención de Sabino de Arana y Goiri. Partidarios y detractores se enzarzaron en una espiral de réplicas y contrarréplicas que, en más de una ocasión, sobrepasó el tema debatido, llegando a zaherirse mutuamente. Según entendía Urquijo, el afán jeltzale por desterrar del léxico en general y del nomenclátor en particular los elementos latinos obedecía a razones totalmente ajenas a la lingüística. La formación de nombres vascos de nuevo cuño propuestos por los jeltzales formaba parte de ese afán. Sin negar lo anterior, Eleizalde manifestó abiertamente que para los jeltzales todo estudio relacionado con el euskera no era más que un medio de trabajar por su renacimiento y, consiguientemente, por el patriotismo vasco.

La aparición de Deun-ixendegi euzkotar(r)a no es fortuita. No sabemos si es causa o efecto, pero la misma coincide en el tiempo con dos hechos abiertamente enfrentados: por una parte, el salto cualitativo realizado por algunos jeltzales, al pedir para sus hijos e hijas un nombre vasco en el momento de su bautismo; por otra, la negativa rotunda de la Iglesia católica a admitir dichos nombres, a diferencia de la actitud tolerante del Registro Civil.

En ese estado de cosas, a mediados de enero de 1910 la ejecutiva nacional de EAJ-PNV, tras hacer suya la demanda que venían realizando numerosos jeltzales, elevó una comunicación a José Cadena Eleta, obispo de la diócesis de Vitoria. El prelado navarro estaba al frente de una diócesis que abarcaba a Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Los jeltzales manifestaron haber llegado a su conocimiento que en muchos casos no se ponían de acuerdo los párrocos y los padres respecto del nombre que había que imponérseles en el bautismo a sus hijos, hasta tal punto que hubo niños y niñas que estuvieron hasta tres meses sin ser bautizadas. Sin ánimo de justificar la conducta de los progenitores ni recriminar el proceder de aquellos párrocos, EAJ-PNV sólo pretendía obtener una resolución que pusiese fin a esas situaciones y que al mismo tiempo, sin perjuicio alguno del derecho eclesiástico, quedasen a salvo los prestigios y derechos del euskera, que, ciertamente, no debía ser tratado con desigualdad humillante. Es por ello que solicitaron al obispo declarara los nombres vascos contenidos en el Egutegi Bizkaitarra como válidos y, en consecuencia, fuera lícito imponerlos en la pila bautismal sin que ningún párroco lo impidiese.

El obispo no ocultó su enfado. Dicho enojo no extrañó a los jeltzales ya que estaban convencidos de que el obispo estaba al frente de la agresión más cruel e inesperada de cuantas venía sufriendo el nacionalismo vasco. La ofensiva estaba inspirada en dos fuentes: por una parte, en la hostilidad histórica de los españoles hacia los vascos y la voluntad constante de valerse de cualquier coyuntura para atacar a los vascos; por otra, en la indignación que les provocaba la actitud de los jeltzales al rechazar de lleno las sucesivas llamadas a la colaboración recibidas desde los partidos católicos españoles.

El obispo publicó una exhortación pastoral (3 de febrero de 1910), exigiendo al clero y feligresía a que huyeran de las ideas nuevas que venían perturbando el país en detrimento de la legislación eclesiástica. Tras recordar que la lengua oficial de la Iglesia era el latín así como el castellano lo era para la redacción de sus documentos y archivos parroquiales en el ámbito del Estado español, el obispo negó a EAJ-PNV todo tipo de innovación que, en todo caso, vendría siempre y cuando quien tuviera competencias en la materia así lo dispusiera. Tampoco los sacerdotes de la diócesis quedaron fuera del ámbito de aplicación del exhorto episcopal, ya que fueron llamados, bajo amenaza, a observar fielmente las normas de la Iglesia, especialmente aquellos que, tal vez por su juventud así como por sus simpatías hacia el nacionalismo, caminaban, según el obispo, por peligrosos senderos, favoreciendo la desunión y discordia entre los vascos.

Vía diplomática Los efectos de la ofensiva episcopal fueron inmediatos. Al poco tiempo, numerosas instancias (Seminario, Cabildo catedralicio, clero parroquial, órdenes e institutos religiosos…) mostraron su adhesión al obispo y, simultáneamente, ofendieron con violencia e injusticia a los jeltzales. Éstos, sin perder tiempo, acordaron la estrategia a seguir para detener el efecto nocivo de la campaña antinacionalista y, simultáneamente, reafirmar su identidad católica (mitin multitudinario en el Frontón Euskalduna, de Bilbao, para protestar contra la reapertura de las escuelas laicas; organización de peregrinaciones nacionales al santuario de Lourdes). Sin menoscabo de lo anterior, no desdeñaron la vía diplomática. Con fecha 21 de marzo de 1910 Luis de Arana visitó al Nuncio apostólico en Madrid. Aquél aconsejó a Arana que esperara a conocer la sentencia que en breve dictaría la Sagrada Congregación de Sacramentos en respuesta a una consulta realizada por el obispo Cadena sobre el uso de los nombres vascos en la administración del bautismo y su inscripción en la correspondiente partida bautismal.

La sentencia vaticana no se hizo esperar. Dicha Congregación hizo saber al obispo que el bautismo debía administrarse en latín, dado que era la lengua oficial y litúrgica de la Iglesia, y que la inscripción de la partida correspondiente debía de hacerse toda ella en castellano. No obstante, entendía que la petición nacionalista no era ninguna extravagancia. Por todo ello, y vistas las circunstancias, ordenó a los párrocos que en primer lugar exhortasen a los padres del bautizando a que admitieran que el bautismo fuera administrado sólo en latín. Añadió que, si a pesar de las exhortaciones del párroco, los padres persistiesen en su pretensión y de no acceder a ella hubiere peligro de que, o se retardase el bautismo o se rehusase, entonces y sólo entonces los párrocos bautizarían a la criatura, expresando el nombre en euskera primero y después en latín a modo de sinónimo, debiendo poner en este caso en el libro parroquial el nombre del bautizado, primero en castellano y a continuación en euskera. Tras la recepción de la sentencia, el obispo comunicó a párrocos y sacerdotes su contenido literal y exigió la observancia fiel de la misma. Asimismo, exhortó a sus diocesanos que procurasen evitar que los casos de excepción se convirtieran en regla general. Los jeltzales no ocultaron su satisfacción por lo dispuesto en la sentencia vaticana. A pesar de todo, numerosos sectores políticos y mediáticos pretendieron embrollar la cuestión atribuyendo indebidamente a EAJ-PNV unas peticiones que no había realizado. Una vez más, los jeltzales se vieron obligados a exponer públicamente su proceder, a denunciar las maniobras torticeras orquestadas en su contra y a desplegar una discreta campaña de relaciones al más alto nivel (reuniones con la Nunciatura en Madrid y el Secretario de Estado del Vaticano, y audiencia del pontífice Pío X). Encuentro tras encuentro, EAJ-PNV subrayó su condición de partido confesional, demandó el cese de la persecución contra las ideas nacionalistas así como contra los sacerdotes y religiosos nacionalistas por parte del obispo. Además, exigió el reconocimiento del euskera, su promoción, conocimiento y uso en el seno de la Iglesia católica.

El 12 de marzo de 1911 fue bautizado e inscrito en la parroquia de San Miguel Arcángel el primer niño de Gasteiz con nombre sabiniano: Purdentzi Paken, hijo de Luis Etxebarria y Juliana Rica. Dicha inscripción no fue tan sencilla, ya que tras negarse a hacerlo, el sacerdote Emeterio Abetxuko accedió a lo solicitado no sin hacer constar que lo hacía por exigencia del padre. Cabe reseñar que éste estuvo acompañado de Luis Eleizalde, presente en el acto en calidad de padrino del bautizado. Afortunadamente, a pesar de la actitud de algunos sacerdotes, la polémica fue zanjada al poco tiempo. La práctica bautismal reconocida a instancias de los jeltzales duró lo que duró. En 1938 las autoridades franquistas, manu militari, prohibieron el uso de los nombres sabinianos y ordenaron la imposición de nuevos nombres a aquellos niños y niñas con nombres declarados ilegales. Karmele pasó a ser Mª del Carmen; Iñaki, Ignacio; Joseba Andoni, José Antonio… No obstante, pese a todo, aquellos padres y madres comprometidos siguieron denominando a sus hijos e hijas en euskera, con el nombre que ellos sí habían elegido.

Vidas cruzadas del 31 de marzo de 1937

Se cumplen 78 años del bombardeo de Durango, el primero planificado contra un eclave habitado en Europa

Los pilotos italianos fotografiaron el bombardeo, imágenes conservadas en Roma. Gerediaga Elkartea
Los pilotos italianos fotografiaron el bombardeo, imágenes conservadas en Roma. Gerediaga Elkartea

SALVADOS. Sus corazones mantuvieron el pulso vital tras los bombardeos que sufrió Durango el 31 de marzo y el 2 y 4 de abril de 1937. Fueron supervivientes y testigos.

Sobresaltados. Nunca antes una población europea había sido atacada tras una planificación para provocar terror, pese a que Hitler ya advirtió de sus intenciones precisamente el 31 de marzo de un año antes.

Sin miramientos. Ya en 1937, en plena Guerra Civil, los generales golpistas Mola, Franco y Vigón -según acreditó en Roma la asociación Gerediaga- ordenaron la masacre con las siguientes palabras: “Sin consideración hacia la población civil”.

Bombardeados. Llegó el día, y primero en Otxandio, luego en Elorrio y después en Durango, la aviación del fascista italiano Benito Mussolini salió con todo su metal pesado. Cumplieron la matización de los generales militares españoles y asesinaron con bombas o ametrallando a más de 336 niñas, madres, niños, aitites…

Vecinos indefensos, inocentes, inofensivos. Ese día, cinco de aquellas personas de las 8.000 que tenía el pueblo fueron algunos de los que sobrevivieron entre tanta muerte y devastación. Era miércoles de plaza, y el mundo se paró. El tiempo, incluso la Historia común, se hizo añicos.

Sin pestañear. Eran unos críos y conocieron lo irracional, el terrorismo golpista que acabó con la bandera tricolor y la convirtió en rojigualda: María Luisa Larringan, José Antonio Olea, Alberto Barreña, José Luis Ariznabarreta y Begoñe Andone Erdoiza -ya fallecida- fueron algunos de los muchos que no podían cerrar los ojos porque sobrevivir era el objetivo, negado el derecho fundamental a la vida. María Luisa, ayer, recordaba la peor imagen posible. Un padre llevando en brazos a su hijo muerto, desde el casco viejo de Durango hacia el camposanto. “Lo peor es que nos dijo que iba a dejar a su hijo en el cementerio y que volvía a casa a por un segundo también muerto”, se lleva esta octogenaria inconscientemente la mano a la boca.

Ese hombre era el padre de José Antonio Olea, superviviente que perdió, por lo tanto, a dos hermanos, Daniel y Balasi, pero “también a mi abuelo Antolín, por la bomba que nos calló la casa”, da testimonio. Rememora que “mi madre le mandó a mi hermana a la calle Ermodo, a Magdalena, donde mi tío Miguel. Al salir de casa, en el pórtico, vio los aviones. En vez de volver a casa, echó a correr hacia adelante y… -se emociona- acertó. Si llega a regresar, muere”.

El padre se reencontró con el infante José Antonio, por la tarde, en el cementerio: “Eso lo recuerdo bien. Como venían ametrallándonos y me mandaban tirarme al suelo”. Catorce días después, pudieron recuperar el cuerpo de su aitite.

Alberto Barreña también evoca cómo una hermana suya, mientras corría agarrada con pánico a la mano de su madre, gritaba: “Diles que no disparen, que no quiero morir”. Tenía 3 años. Doce julios sumaba Alberto. “Hemos pedido explicaciones y querer saber. Y sin embargo, nunca nos han dicho que sienten lo que pasó. No nos han pedido disculpas. ¿Y sabes quiénes son? Son los mismos que ahora piden que se condene toda violencia”, asevera, por lo que reivindica verdad, justicia y reparación. Tras el bombardeo fueron a Bilbao. Alberto estuvo acogido en Normandía. Con 15 años volvió a Durango y supo que solo uno de los once hermanos estaba allí. Otro, Esteban, había desaparecido: “siempre he pensado que le mataron, porque el resto aparecía”.

José Luis Ariznabarreta no vivió exilio. “Los que nos quedamos aquí fuimos tan niños de la guerra, o más, que los que se exiliaron a otros países”, denuncia, “cansado” de que a los que enviaron a otros países se les siga diferenciando de tal modo. “Aquí no tuvimos nada que comer. A nosotros nadie nos homenajea, cuando fuimos quienes levantamos nuestra nación, Euskadi”, amplifica. El de Artekalea sobrevivió junto a su madre y una hermana recién nacida el 31 de marzo a una bomba que aterrizó en su casa, “pero por suerte no explotó”.

El número 31 ha marcado su vida. Su casa, en el portal 31 de Artekalea, fue bombardeada el 31 de marzo de 1937, día en que también desapareció temporalmente su padre, Juan Domingo. Su hermano Javier nació el 31 de octubre de 1944. El mismo día que este cumplía un año, el 31 de octubre de 1945, falleció su padre. Aquella mañana del 31 de marzo, Carmen Pujana salía despavorida de su casa con su hijo José Luis, de cuatro años, y con Esperanza, de uno: “Oímos la sirena y yo gritaba ¡vamos, vamos! Ella buscaba un abrigo para mi hermana. Escuchamos el ruido que hizo al impactar en la casa. No explotó”.

Murió en misa La madre de Begoñe Andone Erdoiza se libró de la muerte en una iglesia. Probó el café del desayuno de su marido para saber si ya le había echado azúcar o no. Por esta razón, al no ir en ayunas a comulgar, esta modista se quedó en su caserío Matxiñena. Una amiga suya de Oromiño que se acercó a la casa de Mónica a cambiarse de zapatos antes de ir a misa a Durango, por el contrario, murió mientras oía misa.

María Luisa Larringan acababa de cumplir 11 años. Estaba esa mañana en la cama. Sola en casa. Un tabique fue a parar a su cama. Subió al cementerio y se encontró con el padre de Olea. Por la tarde, se reunió con su madre: “Nos venían ametrallando y nos escondimos en un agujero que hizo una bomba”.

Un reportaje de Iban Gorriti

Memoria, denbora berrietarako iragana

Gerra zibilean eta ondoren etorri zen diktadura luzean zehar gertatutakoak egia, justizia eta erreparazioa eskatzen du, eta horretan dabiltza sendo memoriaren aldeko mugimenduak.

Berrogei urtez luzatu zen jazarpenaren hasierako argazkian, Gipuzkoatik kanporaturiko ume eta emakumeak Lekeition 1936ko urrian.
Berrogei urtez luzatu zen jazarpenaren hasierako argazkian, Gipuzkoatik kanporaturiko ume eta emakumeak Lekeition 1936ko urrian. Sabino Arana Fundazioa

Paul Preston historialari britainiar handiak bere El holocausto español liburua hasten du pertsonengan izandako kalteen laburpen bat eginez, eta dio 1936ko gerra zibilean frentetik urrun 200.000 gizon eta emakume hil zituztela sasi-epaiketetan kondenatuz edo atxilo hartu eta holakorik ere gabe; 300.000 gizonezko hil zirela frenteetan; zehazterik ez dagoen beste ume zein atso-agure edo gizon-emakume herri eta hirien kontrako bonbardaketetan; 20.000 lagun gutxienez gerraosteko fusilamenduetan; hortik gorako kopuruan zenbatzeko pertsona multzoak ezin izan zuen gainditu kartzela eta kontzentrazio esparruetan nagusi ziren gosea eta gaixotasunak; milaka preso behartu zituzten esklabo lanak egitera eta 500.000rainoko jendetzak erbesterako bidea hartu behar izan zuen asko edo gutxi bizia arriskuan ikusten zutelako. Guzti hau ikusteak darama historialari britainiarra orduan gertatua espainiar holokausto izendatzera.

1936ko uztailaren erdialdera abiatu zenak badu zerikusirik industriaren garapenarekin. XIX. eta XX. mendeetan hiltzeko teknikak asko ondu ziren, baina iskiluek berez ez dute inor akabatzen. Horretarako eta bestetarako, borondatea tresna bestean da garrantzitsua, gehiago ezpada. Horrela, XX. mendea historian zehar odoltsuena bilakatu duena elementu bi horiek uztartzeak ekarri du, nahiak eta ahalak. XIX. mendeak ere bai, baina, batez ere, XX. gizaldian gerra guztiak orokorrean baina, batez ere, hilkorrenak guda ideologikoak izan ziren. Ez lurraldeak edo aberastasunak irabazteko gizarte osoa eraldatzeko baino. Borroka horietan aurkaria, bestea, kalte guztien iturri eta sortzaile izateaz gain, ezer eztzat hartuko da, pertsona ez izateraino bihurtuz, ondorioz, bere akabua bilatuko da. 36ko gerran altxatuek arerioa anti-Espainiatzat joko dute eta hor daude gordeta gorago aipatutako sarraskiaren sustraietako batzuk, sakonenak behintzat. 40 urtez, aldian aldiko haizeen arabera diskurtsoa egokituz, gerrako garaileek tinko eutsiko diote beraien jardunari eta, honekin batera, etsaiaren minari, arrazoiari edo errekonozimendurik txikienari bizkar ematen. Nonbait, Espainia eternoa galbidera eraman nahi zuten haiek ez zuten besterik merezi.

Diktadura, baina, ez zen betikoa suertatu eta Franco hil eta urte bira demokraziak erroak zabaldu zituen Espainian. Oraindino ideologien arteko borrokak bazirauen ere, europar mendebaldean ez zen onargarria eskuineko diktadura bat eta frankismoari sostengua ematen zioten indarrek demokraziara bidea erraztu zuten, baina ez dohainik. Egokitzapena ez zen bakarrik egin, garai hartan hain ezagunak ziren, txaketeroak betidaniko demokratatzat hartuz bakarrik. Horrez gain, halako ordura artekoa kito eta ordutik aurrerakoa bale esate edo sinatze antzeko bat ere izan zen. Horren seinale amnistia legea, itxura baten diktadurak zigortuak kartzelatik ateratzeko hartu zena, baina, bide batez, frankistek egindako triskantza guztiak zuritzeko ere balio zuena. Horren adierazle da ere, diktadura komunistak jausi zirenean lurralde haietan sortu ziren alderdiak izendatzeko erabiltzen zen komunista ohia adiera. Espainian ez zen izan, eta ez motiborik falta zelako, horren pareko partidu frankista edo sasi-Francozale ohirik, apenas inor ordezkatzen zuten muturreko batzuk izan ezik. Espainian, diktadura pairatu zuten Hegoamerikako hainbat errepublikatan bezala, iragan denborei bizkar eman zitzaien.

Arrazoi politikook gutxietsi barik, izan ziren beste motibo soziologiko batzuk ere XX. mendearen azken laurdenean pisua izan zutenak gerrara eta gerraostera begiratzekoan. Orokorrean hartuta, urte horietan nagusia zen belaunaldia gudua burutu zutenen seme-alabek osatzen zutena zen. Sarritan gurasoengandik, askotan borrokaren eta errepresioaren gorria eta goria sufritu zutenengandik, beldurra eta bizimodu berri bat eraikitzeko gogoa tarteko, beraien esperientziaren berri handirik jaso ez zutenak osatzen zuten belaunaldi horren zati esanguratsu bat, denbora berrietara egokitu nahiak zituena. Gizartearen zati honek ez zuen adierazi 40 urtez luzatu zen diktaduraren gertaeretara begiratzeko asmo handirik. Espainia, ordura arte ez legez, modernoa zen edo, behintzat, horra bidean, Europa mendebaldeko herrialde garatuenekin parekatzeko modukoa, zer premia zegoen geroz eta urrunago eta lausotuago geldi-tzen ari ziren denbora haietara begirada bueltatzeko? Ur nahasietan igerian ibiltzeko?

Irabazleak bakarrik ez Diodan legez, multzo honetan ez dira sartu behar bakarrik gerra irabazi zutenen seme-alabak edo diktadura lau hamarkadaz sostengatu zutenak. Honetara lerrokatu zirenen artean hainbat eta hainbat sustrai sozialistak, komunistak edo errepublikazaleak zituztenak zeuden, edo, gutxienez, garaiko ideologia hauen lekuko-tza hartu edo ordezkatzen zutenak.

Hala eta guztiz ere, honek ez du esan nahi memoriaren beharra sentitzen ez zenik eta inork ezer egin ez zuenik gaur egun ezagutzen dugun memoriaren mugimenduaren antzera lan eginez, alderantziz. Franco hil eta ia batera, kasu batzuetan lehenago ere bai, banaka edo taldean, izan zen jenderik galdezka eta bila hasi zenik jakin nahirik hurbilenekoei zer gertatu zitzaien urte ilun eta hits haietan. Baina, esanda legez, izanda ere mugitu zen lagunik, nekez hartu zuten hedabideetan protagonismorik eta hartzen zutenean ez zen inondik inora zentrala. Aitzindarietakoak izan ziren nafarrak bertan fusilatu zituzten milaka (3.000 gora) gizon-emakumeen izen-deiturak eta gainerako datu biografikoak biltzen eta ezagutzera ematen, baina aurrenetakoak izan ziren baita ere gezurrez beteriko liburuak pairatzen eta azkenetarikoak erakunde ofizialengandik argitaratu duten egia onartzen, eta hau ere, sarritan, ahopean emana.

Denborak esango du, baina nago, gutxi gorabehera  mendearekin hasi zen memoriaren mugimendua gure gizarteak urteotan erakusten duen krisiren beste ezaugarri bat da, bere sustrai propioekin eta bere logikarekin, baina gainerako elementuekin uztartuta dagoena. 70eko hamarkadan agintera etorri zen belaunaldiak berri bati eman dio bidea. Orduan sorturiko erakundeak ditugu oraindino gure egituraketa politikoan, baina ezin uka zalantzan edo gutxienez kritikapena daudela. Eztabaidan dauden bezala orduko modu politikoak, eta ez bakarrik ustelkeriagatik. Gizartearen zati batek, akaso orain arte ez lez, antolatuta, oso egitura arinetan bada ere, Estatuari, edo honen egia batzuei artean gerra eta gerraosteari buruzko egia ofizialei, aurre edo kritika egin die. Oraingoan ez da eskatzen bakarrik historia edo iraganaren kontakizun zintzoa egitea, exijitzen dena egia da.

Behetik gora Denbora berriek eska-tzen dutenaren antzera, gizartea moldatzen zuten ideologia orohartzaileak indarra galdu eta beraien lekua betetzen dute aburu erlatiboak eta ahulak garatu diren heinean, memoriaren mugimenduak dena eskatuko du, baina behetik gora, ez alderan-tziz. Kasu bakoitza, bere txikiaren txikian, garrantzitsua da. Denak dira inportanteak, bat bera ere baztertu gabe. Horregatik eta ondorioz, hasieran aipaturiko hildako, kartzelaratu, erbesteratu, errepresaliatu guztiak agertzeko nahia. Horregatik bide bazterretan fusilatu guztiak errekupera-tzeko nahia. Horixe da arrazoia horrenbeste historia txiki eta singularrean kontatuak argitaratzeko grina eta horrexegatik horrenbeste amateurren eskutik sorturiko iragana errekuperatzeko ahalegin.

Masa ideologiekin batera masak txikitu direnean, agerian norbanakoak gelditu dira eta hauek bere eskubideak eskatu dituzte. Pertsona singular hauen eskariak denbora berri batean etorri dira, Trantsizioko belaunaldiak ondorengoari bidea eman dionean, hau da, orokorrean hartuta, gerra egin zutenen iloben adinekoei. Ilobok ez dute inongo bide-ordainik sor, ez frankistei ez hauen oinordekoei, eta, zelanbait esateko, galdezka hasi dira: “Non ziren gureak orduan? Zer egin zuten? Zer egin zieten?”

Guzti hau ez da gurean bakarrik gertatzen den fenomeno bat. Mundu osoan zabaldu da gorago aipaturiko ideologia handiak indarra galdu dutenean irentsi eta zapaldu zituzten biktima guztienganako errekonozimendu baten premia. Ez dugu espero behar halako zerurik munduan eraikitzerik. Ez dugu jadesmenik izango, gurea mundu inperfektua izango da, ez da ideia orohartzailerik espero behar, beraz adostu ditzagun gutxiengo arau batzuk. Lege minimo hauek beste ezer baino lehen denon, guztion, errespetua bermatu behar dute, batez ere txiki eta ahulenak. Hortik memoriaren mugimenduaren indarra. Ez du eska-tzen nabarmenen errekonozimendua, guztiena baizik. Ez du batzuentzat bakarrik eskatzen egia, justizia eta erreparazioa, ez. Eskaera horiek denentzat dira. Horregatik horrenbeste deshobiratze eta, beste adibide bat jartzeko, horrenbeste zerrenda errepresioa, umeen erbesteratzea edo hainbat alor lantzen dituzten gerrako eta frankismoko historia liburuetan.

Memoriaren mugimenduak ez ditu hiru eskakizun horiek -egia, justizia eta erreparazioa- biktimentzat bakarrik eskatzen. Biktimei hori guztia sor zaie eta eskubidea dute horretara, baina eskatzen bada ez da bakarrik zorra kitatzeko, aurrerantzean berriz ere antzeko arazoak ekiditeko ezinbesteko bidea delako ere eskatzen da hiru mailako eskailera horretan gora egitea.

Ustez jadesmena zekarkiguten ideologiak iragana diren honetan, beraien izenean egindako sarraskiek sorturiko kaltea zuzentzeko bidea eta honekin batera antzerako gertakaririk ez izateko bide bakarra ibili nahi luke memoriaren mugimenduak. Horretan dabil, ahul akaso, baina halaber sendo.

Iñaki Goioganaren erreportajea

Fábrica de San Mamés de Busturia: lujo y arte en la mesa

Busturia acogió a partir de 1842 y por espacio de veinte años la primera fábrica vasca de vajillas, que surtió al mercado local de estos productos siguiendo una moda importada de Inglaterra

Un reportaje de Marian Álvarez
Imágenes Colección Euskal Museoa-Museo Vasco

LA comida ha sido una necesidad y una constante para la humanidad desde el principio de los tiempos. La manera de comer, sin embargo, y al menos en lo que a las sociedades occidentales respecta, ha ido variando a lo largo de la historia, al compás de los gustos y las modas de cada época, y alcanzando cada vez mayores niveles de refinamiento y exquisitez.

Comer se fue convirtiendo en un acto social, en un elemento de ostentación, que llevó incluso a la creación de una estancia dedicada en exclusiva a ello, el comedor; porque hasta fines del siglo XVIII las comidas se hacían sobre mesas pequeñas desmontables o plegables que se colocaban en las salas o salones. De ahí la expresión poner la mesa. Estos nuevos comedores se revisten de sedas, papeles pintados, espejos, pinturas, esculturas… y armarios. Armarios para contener todos los elementos necesarios para el servicio y adorno de las mesas: manteles, cuberterías, cristalerías, vajillas… Unas vajillas compuestas por cientos de piezas, que más allá de los inexcusables platos y fuentes, ofrecían salseras, esparragueras, hueveras, soperas, legumbreras, ensaladeras, juegos de té, café y chocolate, enfriaderas, fruteros, centros de mesa y adornos…

 

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Fabricadas en plata y porcelana, eran patrimonio exclusivo de la realeza y la nobleza, un signo de distinción social, muestra y reflejo de un estatus de poder y, en tanto tal, un lujo codiciado por una clase burguesa cada vez más potente y con mayor poder adquisitivo que ansiaba recrear y copiar los usos y maneras aristocráticas en todas las facetas de la vida.

La dificultad de hacer frente a los elevados costes de estas vajillas llevó a la búsqueda y creación de sucedáneos que recordaran e imitaran su aspecto, sus formas y decoraciones. Nacieron así, en un primer momento, las vajillas de loza común, las talaveras, conformadas por piezas de barro a las que se les aplicaba una cubierta de esmalte blanco que después se pintaba a mano con pinceles de colores. Esta propuesta hubo de competir, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con la denominada loza fina, para la que se emplearon arcillas cada vez más blancas que eran cubiertas con barnices transparentes y a las que a las tradicionales decoraciones pintadas, se añadieron las mecánicas, a base de estampaciones o impresiones.

Serán estas últimas las que terminarán por imponerse y hacer fortuna, extendiéndose su uso, ya en el siglo XX, a todos los estratos sociales. Con origen en Inglaterra, en la factoría de Wedgwood, los servicios de mesa de loza fina, conocidos como china opaca, porcelana opaca o media porcelana por su parecido cada vez mayor con los de porcelana, pronto saltaron al continente, donde se multiplicaron las manufacturas destinadas a su fabricación, en una moda que, hacia la mitad de la centuria del XIX, alcanzó también a nuestras tierras vascas. En efecto, la Fábrica de San Mamés en Busturia (Bizkaia) y la Fábrica de Belarra y Cia. en Igantzi-Yanci (Navarra) se constituyeron como la muy digna representación vasca de una producción cerámica que tuvo en las manufacturas de Sargadelos y La Cartuja (Pickman) a sus protagonistas más sobresalientes dentro del territorio peninsular. Dedicaremos hoy nuestra atención a la primera de ellas, porque primera fue en el tiempo su creación, y dejaremos para una futura ocasión el análisis de la segunda.

Antigua tejera La Fábrica de Loza de San Mamés se crea en 1842 en el extremo noreste de la anteiglesia de Busturia, junto a la ría de Gernika, con base en las instalaciones de una antigua tejera. En la constitución de la empresa intervienen algunas de las familias más pudientes de la zona, entre las que destacan los Chirapozu y los Bulucua, emparentados por matrimonio, propietarios de molinos y ferrerías y con capitales acumulados producto de explotaciones mineras en la América colonial. A ellos se sumaron algunos inversores bilbainos, como Ambrosio Orbegozo, miembro de una saga comercial de gran solvencia que, con preclara visión, invirtió sus riquezas en los nacientes proyectos industriales y en los instrumentos financieros de gestión, convirtiéndose en socio fundador y primer director-gerente del Banco de Bilbao.

Si autóctonos fueron los capitales, autóctonas fueron también, en su mayoría, las materias primas empleadas para su puesta en marcha, obtenidas a través de la explotación de los ricos y excelentes yacimientos de arcillas blancas del entorno próximo (Kanala, Kortezubi, Murueta, Forua, Lumo…), aunque no faltaron las importaciones de tierras, entre otras de la zona de Ezpeleta, en Iparralde. Hombres y mujeres de la zona, junto con aprendices procedentes de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao, donde desde antiguo funcionaba una fábrica de loza destinada a dar formación y oficio a los jóvenes acogidos, constituyeron el grueso de la mano de obra no cualificada. La responsabilidad técnica, sin embargo, recayó en manos foráneas, contratándose a expertos franceses con probada experiencia en la fabricación y decoración de la media porcelana, a quienes se encomendó la dirección y el control de la producción durante los primeros años de vida de la empresa.

Con todos estos mimbres y con una dedicación fundamentalmente orientada hacia el mercado local y territorial más próximo, la producción de la Fábrica de San Mamés se centró básicamente en piezas de carácter utilitario, vajillas y servicios de lavabo y tocador, cuyas formas, muy similares a las de las fábricas peninsulares contemporáneas, respondían fielmente a los modelos de origen inglés de moda en la época.

En cuanto a los decorados, Busturia produjo piezas en blanco, sin decorar, y piezas pintadas a mano, con especial predilección en este caso por las combinaciones de colores azul cobalto y oro. Pero serán las piezas decoradas con estampaciones, la auténtica moda del momento, las que le proporcionarán su marchamo distintivo. Al contrario de los minimalistas gustos actuales, las tendencias decimonónicas venían definidas por una suerte de horror vacui que llevaba a cubrir toda la superficie de las piezas con escenas y cenefas de corte clasicista, romántico, exótico o realista, fruto unas de la imaginación de los artistas, inspiradas otras en ilustraciones de libros y periódicos de la época. El procedimiento de la estampación (aplicación sobre la pieza en bizcocho de un papel especial con el motivo estampado y entintado con pigmento cerámico) permitía, además de múltiples combinaciones entre escenas y cenefas, una producción seriada y uniformizada que redujo los tiempos y los costes y propició, en consecuencia, un aumento de la producción y una merma en los precios de comercialización.

En consonancia con los gustos de la época, Busturia aplicará a sus vajillas variadas escenas figurativas de carácter romántico y pintoresco y distintas decoraciones de tipo floral, aunque serán fundamentalmente dos los que podríamos denominar sus decorados estrella, aquellos que permiten identificar sin género de dudas la producción de esta manufactura: un alfombrado de pequeñas florecillas silvestres (usualmente conocido como hojas de perejil) y una escena de paisaje y edificaciones con ciertas reminiscencias chinescas que presenta en primer término a un grupo de personajes con dos mulas (comúnmente denominado Muleros). Estampado siempre en color azul el primero, la aplicación del segundo ofrece sin embargo una mayor variedad cromática, desde el negro (en número mayoritario), hasta el azul, pasando por marrones y verdes, y combinados todos ellos con una buena variedad de cenefas.

Medio millar catalogadas Han sido estas piezas estampadas las que en mayor número han llegado hasta nosotros, aunque no puede afirmarse que ellas constituyeran el grueso de las fabricadas. Lamentablemente poco sabemos sobre las cifras de la empresa, sus volúmenes de producción y ventas, y a ello tampoco ayuda que sólo una parte de las piezas allí fabricadas fuesen marcadas con sellos que certificaran su origen. La similitud de sus formas con las de otras manufacturas contemporáneas hace que resulte difícil adscribir a nuestra fábrica productos no definidos por las marcas o las series decorativas clásicas, encontrándonos así con que no llegan al medio millar las piezas catalogadas en la actualidad conservadas en colecciones públicas y privadas. La corta vida de la fábrica fue otro factor que hubo de contribuir a esta escasez de vestigios. Efectivamente, en 1863, veinte años después de su fundación, la Estadística Territorial informaba que la Fábrica de Loza de San Mamés propiedad de Orbegozo y socios estaba paralizada, manteniéndose sólo en funcionamiento en el que fuera su domicilio, una tejera. De aquella espléndida iniciativa, hoy historia para recordar, nos han quedado algunos de sus hermosos resultados… Platos, fuentes, jarras, jofainas… que nos hablan de una empresa pionera en el campo de las industrias artísticas en el País Vasco y, una vez más, de una sociedad y unos hombres de negocios atentos a las coyunturas y tendencias sociales y económicas del momento, a las que se sumaron y de las que participaron intensamente. Las salas del Museo Vasco de Bilbao y algunas de las pinturas de José María Ucelay, descendiente y último morador del palacio de la familia Chirapozu (primitiva sede administrativa de la empresa), nos brindan hoy el placer de recordarla y la oportunidad de disfrutar del arte y lujo con que se vestían las mesas burguesas de hace ciento cincuenta años.

Juana y Gregorio protagonistas de la ofrenda floral por las víctimas del bombardeo de durango

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz.

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Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Ella, Lejarreta, natural de Berriz, es tía del famoso ciclista, el Junco Marino. No fue gudari, no fue miliciana… pero ella estuvo presente un día que ha hecho historia en los libros. El 14 de abril de 1931 fue parte de la proclamación en la ciudad guipuzcoana de Eibar de la Segunda República Española, primera localidad del Estado que izó la bandera tricolor republicana, la legítima. “Yo iba a la vendeja, a diario, de Eibar a Berriz. Por la mañana viajaba en tren y por la tarde volvía andando a casa. El día de la República me dieron una pistola, repartían armas. Yo volví al caserío con la pistola y la tenía escondida, hasta que un día la eché al río. Si te descuidas todavía está allí”, sonríe Juana Lejarreta, Tal vez esta experiencia se diera no en 1931, sino en octubre de 1934, por la influencia que tuvo Eibar en la Revolución de octubre de 1934, con insurrección y huelga general.

Ambos sufrieron la guerra civil de 1936. Él , aprendiz de carpintero que acabaría especializándose como mecánico, se alistó gudari con ANV, en Eusko Indarra. Y ella, que años antes se había deshecho de aquella pistola revolucionaria que le dieron siendo una niña, vivió cómo los sublevados contra la Segunda República que avanzaban de Gipuzkoa a Bizkaia ocupaban su caserío. “Los fascistas llegaron a nuestra casa, nos mandaron a nosotras a dormir al pajar y nos mandaron que les mudáramos nuestras camas para que durmieran ellos plácidamente. ¡Así eran!”, sonríe 79 años después con una agilidad que sorprende.

Otro tanto el gudari Urionaguena, quien hasta los 89 años bailaba el aurresku en fiestas de San Salbador de Gerediaga, Abadiño. “Levantando el pie hasta arriba, ¡eh! E incluso daba volteretas”, y muestra unas fotos que lo confirman. Si con 98 ha perdido agilidad física, la mental continúa totalmente intacta.

batallón de trabajadores La familia se sorprende al oír las cuitas del padre en la guerra. “¡Lo que nos enteramos ahora!”, sonríen y agradecen. Este hombre que décadas atrás se encargó de poner en marcha el abandonado reloj de la torre de la basílica Santa María Uribarri de Durango, se alistó como gudari antifascista pocos meses después de haberse quemado todo el cuerpo en 1935. Lo resume: “Tenía 18 años. Trabajaba para Ángel Ochoa. Para soldar una caja de cambios de un coche vi que necesitaba más gasolina. Con el vapor que se creó en un momento se produjo una explosión y me eché la gasolina restante por la cabeza cogiendo fuego. A todo correr, recordé que teníamos un bidón de 200 litros de agua allí y apartando un poco la gasolina que había flotando sobre el agua, me metí dentro. Gracias a aquello estoy hoy vivo”, relata. Ya en la guerra, evoca que antes de hacerse gudari tuvo que salir de su caserío en Lebario por ser nacionalista vasco. En la línea del frente, recuerda que pasó por Sollube, Bizkargi, Urduliz, Santo Domingo (Bilbao)… “En una ocasión, hicimos un puente con barcas para poder pasar de una parte de la Ría a Portugalete, por si rompían el Puente Colgante”, rememora.

Fue hecho preso en Gallarta. Los fascistas le hicieron esclavo en el batallón de trabajadores número 18. Le mandaron a la cárcel de Guadalajara, y de allí a Segovia, Zaragoza… “En Zaragoza un mando franquista nos fue preguntando uno a uno a ver quién había bombardeado y quemado Gernika. No mentimos ninguno. Le plantamos cara: le dijimos que los fascistas. Que no era cierto que habían sido, como decían ellos, los rojos. Y, aunque nos extrañó, no sufrimos represalias, de hecho, había un mando que creo que era africano que decía a los suyos los vascos sí que trabajan, y no nosotros, por ellos”, se echa a reír Urionaguena, quien fue testigo desde un monte de Amorebieta -podría ser Bizkargi- del bombardeo de Gernika-Lumo. “Nos sacaron de allí al día siguiente del bombardeo a Basurto. A las doce. Llegamos a las tres y media a Gallarta, donde fuimos acogidos en la casa de unos milicianos de UGT. Allí me hicieron preso”. Volvió a casa 23 meses más tarde, cumplida, incluso, la mili. El 31 de marzo tienen una cita con la historia.

Un reportaje de Iban Gorriti