Una nueva primavera, 40 aniversario del primer Gobierno vasco tras la dictadura

Hace cuarenta años, apenas cinco después de la muerte de Franco, los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa recuperaban un gobierno propio que la dictadura les había arrebatado

Koldo San Sebastián

EL 9 de abril de 1980, Carlos Garaikoetxea Urriza juraba su cargo como tercer lehendakari de un Gobierno vasco bajo el Árbol de Gernika. Utilizó la misma fórmula que José Antonio Aguirre en 1936: ”Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados…” Se iniciaba así una nueva etapa intensa, llena de dificultades, con un terrorismo desbocado, e intentos permanentes de boicotear la construcción de las instituciones (proceso que aún no ha concluido) que caracterizan un país diferente que sigue en marcha. Pero, para llegar a aquel momento, el de la jura, hubo que recorrer un camino sinuoso y lleno de trampas.

Muere Franco, la dictadura sigue

El 20 de noviembre de 1975 falleció en la cama el general-dictador Francisco Franco. Las Cortes franquistas proclamaban a Juan Carlos de Borbón como sucesor “a título de rey”. La dictadura mantenía intactas todas sus estructuras (incluida la policía política que no se disolvió hasta marzo de 1977) y la represión, lejos de remitir, se intensificó. Entre noviembre de 1975 y junio de 1977, las víctimas de la dictadura, tanto de las fuerzas de orden público como de grupos parapoliciales o de extrema derecha, superaron con mucho a las de organizaciones con ETA, Grapo y otras situadas todavía en la resistencia. DEIA publicó en su primer número un listado exhaustivo de víctimas.

A pesar de la situación, la oposición a la dictadura estaba agrupada en diferentes organismos: Junta Democrática-Asamblea Democrática de Euskadi, Plataforma Democrática y, por supuesto, el Gobierno vasco. La reivindicación básica de aquellas fuerzas fue: Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía y, más tarde, se sumó la disolución de los cuerpos represivos.


Concentración en Bergara en apoyo del movimiento de alcaldes a favor de la reintegración foral en 1976. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

1976 fue el año clave en el proceso del cambio. Partidos y sindicatos comienzan a reorganizarse. ETA-pm, por ejemplo, celebró su VII Asamblea de la que había de surgir un partido político, EIA. En ese año, por ejemplo, celebraron congresos (o comenzaron sus procesos congresuales) ELA-STV, UGT, el PSOE o el PNV entre las organizaciones históricas.

Aquel año, asimismo, se conmemoraba el centenario de la abolición foral (Ley de 21 de julio de 1876). Se inicia entonces un movimiento en favor de la reintegración foral plena impulsado, al principio, por un grupo de alcaldes guipuzcoanos (al que se sumarán los de otros territorios). La reivindicación de los alcaldes fue apoyada fundamentalmente por el PNV y otros pequeños partidos que acababan de surgir. El PNV tenía en su programa la reintegración foral plena (vuelta a la situación anterior a 1839) desde 1906. A la cuestión foral se sumaron otras demandas como la amnistía, la legalización de los partidos, de la ikurriña y un estatuto de autonomía.

Partidos, Constitución, Estatuto

Con el comienzo del año 1977, se legalizó la ikurriña y algunos partidos. El último partido legalizado –que, además, constituía una especie de prueba de sinceridad democrática– fue el Partido Comunista de España (el Sábado de Gloria de aquel año). No fueron legalizados, como tales, ninguna organización a la izquierda del PCE, ni los partidos republicanos o independentistas. Se abría así el camino hacia la celebración de unas elecciones.

Uno de los partidos legalizados fue el Partido Nacionalista Vasco que, en la Asamblea Nacional celebrada en Iruñea, elegía como presidente del Euzkadi Buru Batzar a un joven empresario navarro, Carlos Garaikoetxea Urriza, que debía encabezar el partido en la nueva etapa.

Mientras tanto, las organizaciones políticas y sindicales de signo abertzale (más el Partido Carlista de Euskadi- EKA) fueron convocadas a Txiberta para estudiar una serie de propuestas cara a la nueva etapa. En aquellos momentos, las elecciones ya estaban convocadas y las candidaturas cerradas. ETA-m y los grupos cercanos, fundamentalmente EHAS (luego, HASI), propusieron mantenerse al margen, no participar en las elecciones –si no se concedía la amnistía, aprobaba el estatuto y se disolvían los cuerpos de represión– y se planteó crear un gobierno provisional, que algunos pensaban que debía estar presidido por Telesforo Monzón.

La inmensa mayoría de los presentes, incluidas organizaciones como ANV o ESB, que después se integraron en HB, no tomaron en cuenta la propuesta y participaron en los comicios. Los milis quedaron colgados de la brocha y sin escalera enfrentados a todos (en guerra sangrienta) durante casi cuatro décadas.

Se celebraron elecciones generales y el PNV resultó la fuerza más votada en los territorios que hoy constituyen la CAV. De forma inmediata, se constituyó en Gernika una Asamblea de Parlamentarios que debía elaborar un Estatuto de Autonomía. Asimismo, para organizar la transición hacia un régimen de autonomía de constituyó un Consejo General que fue presidido, sucesivamente, por Ramón Rubial y Carlos Garaikoetxea.

Mientras tanto, en Madrid, las flamantes Cortes Generales comenzaban la discusión de una nueva Constitución, y, en noviembre de aquel año, aprobó una ley de amnistía que vació las cárceles de presos políticos.

El PNV fue marginado de la Ponencia constitucional. Xabier Arzalluz contaba que esto se debió a que los socialistas no querían que participase en la misma Enrique Tierno Galván, a la sazón presidente del Partido Socialista Popular (que, finalmente, se integró en el PSOE). Arzalluz tuvo que emplearse a fondo en aquellos días, tanto en comisión como en el pleno. Había una serie de cuestiones que hacían inasumible la Constitución. A él se debe la famosa Enmienda 689: Dos elementos estaban presentes en la misma: el autogobierno como derecho originario y no como concesión de la Constitución y la incorporación al Estado pero como proceso especial fruto del “hecho diferencial” existente, esto es, fruto de la foralidad, lo que le hace único y diferenciado al estar basado en los derechos históricos de sus territorios forales. No se aceptó en su plenitud, aunque en gran parte se encuentra en la Disposición Adicional Primera. Así el PNV pidió la abstención en el referéndum constitucional.

Quedaba el Estatuto de Autonomía que, finalmente, fue aprobado el 25 de octubre de 1979. Tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado, quedó disuelto el Gobierno vasco nacido del estatuto de 1936 y, su lehendakari, Jesús María de Leizaola, regresaba a la Euskadi peninsular tras 42 años de exilio. Meses más tarde, asistió en Gernika al juramento de Garaikoetxea como tercer lehendakari. Se habían conseguido la amnistía y la autonomía, aunque, desgraciadamente, ETA había vuelto a matar.

El autor

koldo san sebastián

Periodista e historiador. Ha trabajado en diferentes medios desde 1971: La Voz de Avilés, Punto y Hora de Euskal Herria, La Voz de Asturias, DEIA, Muga y Euzkadi, entre otros. Ha dirigido y escrito series documentales para televisión como Del País de los vascos, Espías vascos o La Guerra Civil en Euskadi. Entre su bibliografía: Historia del Partido Nacionalista Vasco (1985) o Los años difíciles con Iñaki Anasagasti (1986).

El PNV fue marginado de la Ponencia constitucional, pero Xabier Arzalluz se empleó a fondo para incluir la Enmienda 689

Dos elementos estaban presentes en ella: el autogobierno como derecho originario y la incorporación desde el ‘hecho diferencial’

Doroteo Ciaurriz y la Biblia del padre jesuita Olabide

LA ACTUACIÓN DE DOROTEO CIAURRIZ DURANTE EL BOMBARDEO DE GERNIKA ES PRÁCTICAMENTE DESCONOCIDA. SIN EMBARGO, ESTE TOLOSARRA PUSO EN PELIGRO SU VIDA POR SALVAR DE LAS LLAMAS UNA OBRA QUE CREÍA QUE ENRIQUECERÍA EL ACERVO DEL EUSKERA

GOTZON LOBERA REVILLA (SABINO ARANA FUNDAZIOA) 

ES de considerar también que esta Biblia inédita y estos libros eran ya res derelicta y destruida, a no ser por lo que le diré: estando el padre Olabide en Bilbao, tuvo noticia del bombardeo de Gernika, y ¡Ay, mi Biblia!, exclamó. Don Doroteo Ciaurriz tomó inmediatamente su automóvil y pudo rescatar ese precioso material de entre las llamas, pues la casa estaba ardiendo por los cuatro costados».

Esta actuación de don Doroteo Ciaurriz es prácticamente desconocida. Creo que merece ser destacada en la 83ª conmemoración del bombardeo de la villa foral, porque se trata de una de esas acciones de arrojo de personas que, más allá de su seguridad personal, están dispuestas a poner en riesgo su vida por algo que creen que debe ser rescatado o salvado o, en su caso, defendido. Este era el carácter de don Doroteo Ciaurriz y así puso en peligro su vida por salvar una obra que creía que enriquecería el acervo del euskera.


Entierro en Bilbao del jefe del Cuerpo de Capellanes del Ejército de Euzkadi, José María de Korta, muerto en el frente de Asturias. En la imagen de la manifestación de duelo figuran, de izquierda a derecha, Eliodoro de la Torre, Doroteo Ciaurriz, el lehendakari José Antonio Aguirre, Jesús María de Leizaola y Pedro Basaldua.

LOS PROTAGONISTAS La figura de don Doroteo Ciaurriz y Aguinaga es conocida en otros aspectos. Este tolosarra nació el 6 de febrero de 1883 y falleció en Donibane Loizune, en el exilio, el 2 de septiembre de 1951. Médico de profesión, patriota hasta la médula, fue alcalde de su villa natal durante el bienio 1931-1932 y miembro de la mesa electoral celebrada en Gernika el 7 de octubre de 1936 para elegir al lehendakari. Además, fue también presidente del Euzkadi Buru Batzar durante el periodo 1936-1951.

Raimundo Germán Olabide y Carrera (conocido como Raimundo Olabide), por su parte, nació en Gasteiz el 15 de marzo de 1869 y falleció en Toulouse (Occitania) el 9 de septiembre, día de la Virgen de Arantzazu, de 1942, también en el exilio. De raíces guipuzcoanas, incluida una rama de Tolosa, no habló euskera ni en su niñez ni en su mocedad, hasta que a los 27 años, después de leer a Arturo Campión, se decidió a aprenderlo. Fue miembro de número (Euskaltzain oso) de la Real Academia de la Lengua Vasca y es conocido, sobre todo, por su monumental obra Itun zâr? eta ber?ia (Idazteuna), es decir, la traducción al euskera de la Biblia.

LA FUENTE Quien esto esté leyendo puede preguntarse si el suceso citado al principio del artículo es de fiar. Esté tranquilo, la fuente es ni más ni menos que Nicolás Ormaechea Pellejero, Orixe. Este la recoge directamente del padre Olabide, con quien mantuvo una larga amistad. Se desprende del relato que en el momento en que el padre jesuita Raimundo Olabide recibe la noticia del bombardeo estaba con don Doroteo Ciaurriz.

¿Cómo ha llegado esta información hasta nosotros? Gracias a la tarea inefable de investigación del carmelita Lino Akesolo Olivares. Este religioso publica en la revista carmelitana Karmel, durante 1979 y 1980 cinco artículos con las cartas que Orixe envió al padre Martín Oyarzábal, quien, poco antes de morir en la residencia para sacerdotes de Begoña, se las hace llegar a un conocido, que es quien se las facilita al padre Lino Akesolo. En el número segundo de 1980 de dicha revista aparece la carta en la que se da cuenta de lo sucedido aquel 26 de abril de 1937, de luctuoso recuerdo. Se podría afirmar que tenemos noticia de la acción de don Doroteo Ciaurriz por mero azar.

LOS ORÍGENES DE LA FUENTE En una carta que envía Orixe desde la finca Miramar en la guatemalteca Zaragoza al padre Martín Oyarzábal, el 3 de septiembre de 1954, incluye la copia de la misiva que previamente había enviado al padre jesuita Perico Echeverría, haciéndole saber que, desde 1938 y hasta 1940, tanto el padre Oyarzábal como el propio Orixe estuvieron anotando la traducción del Viejo Testamento que realizaba a la sazón el padre Olabide. El Nuevo Testamento ya lo había publicado Olabide en Bilbao en 1931 (Itun Beia). Otra copia de dicha carta fue enviada al reverendo padre jesuita Leturia, que se hallaba en Roma.

La relación de Orixe y Martín Oyarzábal con el padre Olabide iba más allá de aquellas estadías que mantuvieron juntos en Toulouse. No hay que olvidar que los tres tuvieron que marchar al exilio. Además, la confianza que tenía Olabide en Orixe respecto del euskera era de absoluta confianza. Orixe y Martín Oyarzábal recibían los textos traducidos enviados por el padre Olabide, y ellos le remitían sus notas. Olabide aceptó todas las sugerencias que le hicieron Orixe y Martín Oyarzábal. Esta confianza la describe así Orixe en la misiva enviada al padre jesuita Perico Echeverría: «Últimamente, a cualquiera indicación lingüística que le hacíamos: Ale, ale respondía–, póngalo así«.

LA RAZÓN DE UNA DISCORDIA La cuestión se suscita porque Orixe se había ofrecido, junto con el padre Martín Oyarzábal, a la Compañía de Jesús para dar término al trabajo y proceder a la publicación del Antiguo Testamento. La Compañía de Jesús, sin embargo, no respondió a dichas misivas y encargó al sacerdote jesuita Perico Echeverría, que se hallaba a la sazón en Formosa –la actual Taiwán–, para que llevara a cabo la publicación de la Biblia traducida por Olabide.

Orixe lo expone así en su carta enviada al padre jesuita Perico Echeverría, copiada en su misiva del 3 de septiembre de 1954: «Entretanto otra cosa me ha ocurrido de interés para los jesuitas, para nuestro pueblo y para nosotros, sus dos amigos don Martín Oyarzábal y yo. Nosotros dos somos, por decirlo así, los herederos o colaboradores en el Antiguo Testamento del padre Olabide, ya terminado de traducir, pero que necesita algunas correcciones, notas y prólogo, para lo cual suministraríamos nosotros material, de modo que entregaríamos la obra ya ultimada para la imprenta, salvo las notas que exige el Canon, de las cuales y del prólogo se pudieran encargar ustedes».

Recordemos que el padre Olabide había fallecido doce años antes a escasos días y tanto Orixe como Martín Oyarzábal tenían desde entonces el ánimo de dar los últimos retoques a la traducción, proponiendo que las cuestiones canónicas y de presentación de la edición corriera de cargo de la Compañía de Jesús.

EL DESENLACE DE LA DISPUTA Orixe no se da por vencido y da cuenta a su «carísimo en Cristo padre Perico» de las relaciones mantenidas con el finado padre Olabide sobre las correcciones que habría que realizar a su traducción y manifiesta su disposición y la de Martín Oyarzábal para llevar a cabo la tarea. La respuesta de Perico Echeverría deja helado a Orixe cuando le transmite que en Toulouse no queda ni rastro de las anotaciones, comentarios y correcciones que ellos habían realizado.

Así, el 9 de agosto de 1957, Orixe ya había perdido toda esperanza de que pudiera realizar alguna aportación, tal y como escribe al padre Martín Oyarzábal: «€ No tengo grandes esperanzas. Nuestros amigos quieren para sí totum honorem«.

‘ITUN ZÂR ETA BE?IA’ El 3 de julio de 1958, Orixe se lamenta ante el padre Martín Oyarzábal porque la publicación de la Biblia, prevista para Andramaris de aquel año, se retrasará hasta Navidades; sin embargo, su alegría es sincera y rotunda por la próxima publicación («Ze atsegina!»).

Además, da cuenta de que Jokin Zaitegui está preparando un número especial de la revista Euzko-Gogoa para el número doble 5-6 de aquel año. Cosa que se cumplió. Cabe mencionar que en este número publicaron sus artículos diversos jesuitas.

Así, en 1958 es publicada en Bilbao la Biblia traducida por el padre Raimundo Olabide, con el nihil obstat pertinente y la dedicatoria del entonces obispo de Bilbao. Perico Echeverría, como editor, incluyó aquel Itun Be?ria publicado en Bilbao en 1931. Deo gratias.

DOROTEO CIAURRIZ Y EL EUSKERA Todo esto que he relatado no hubiera sido posible si don Doroteo Ciaurriz no hubiera acudido en su automóvil a Gernika desde Bilbao para salvar el manuscrito del padre Raimundo Olabide. No solo acudió, sino que tuvo que entrar en un edificio en llamas para rescatar aquel valioso documento que posteriormente enriqueció el acervo lingüístico de nuestro pueblo.

Este es un atípico ejemplo de aquellas personas que sin haber escrito en euskera han contribuido de una manera importantísima a su enriquecimiento, sin reparar en su propia seguridad. He dicho «atípico», porque acciones de esta naturaleza no son habituales.

Se dice de don Doroteo Ciaurriz que era de temperamento ágrafo, lo cual es un rasgo típicamente vasco, pero también estoy convencido de que poseía el rasgo vasco de la modestia y de la discreción, ya que no proclamó a los cuatro vientos esta acción suya, de una importancia extraordinaria para el euskera.

De no haber relatado el padre Olabide a Orixe los sucesos de aquel día, el de Orexa no se la habría comunicado al padre Martín Oyarzábal, y este, a través de un amigo, no la hubiera podido hacer llegar al padre Lino Akesolo, no habríamos tenido conocimiento del carácter enérgico y decidido de aquel tolosarra, vascoparlante nativo ágrafo, médico y nombrado presidente de EAJ-PNV un año antes del suceso.

Coronas de laurel, hojas de roble

En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, los gudaris vascos tuvieron finalmente la ansiada oportunidad de luchar contra el ejército alemán. Esta es su historia

AITOR MIÑAMBRES 

EL 26 de abril de 1945 tenía lugar en Burdeos una gran parada militar para celebrar la expulsión definitiva de las tropas alemanas nazis de la comarca de la Gironde. El público, entusiasmando, aclamaba a las fuerzas libertadoras y arrojaba flores a su paso. Entre ellas, había una singular unidad extranjera, vestida de azul verdoso, que tomaba parte con su propia enseña: la ikurriña. Las tropas formaron marcialmente en la inmensa explanada de la plaza Quinconces, junto al monumento a los girondinos, donde su jefe, el general Larminat, les arengó y procedió a pasar revista para la entrega de condecoraciones. Sonaba la música triunfal y los aplausos de la multitud no cesaban. El general se detuvo largo rato frente a la bandera vasca, se cuadró y saludó militarmente. Tras ella, en columna de a dos, se encontraban los hombres que habían hecho posible la victoria: el batallón Gernika.


Memorial de la cota 40 (Montalivet). El batallón es homenajeado por las instituciones vascas y aquitanas. Foto: Joselure

Ocho años atrás, también un 26 de abril, había tenido lugar precisamente en Gernika, la agresión más brutal del nazismo contra el pueblo vasco: el bombardeo y la aniquilación de la villa foral. En aquellos momentos de 1937, Euzkadi soportaba la más fuerte ofensiva del ejército franquista ante la pasividad de las democracias occidentales, que entonces cerraban los ojos ante el auge del fascismo.

EUZKADI, BELIGERANTE A la larga vencidos, los vascos emprendieron el duro camino del destierro, y aunque los horizontes se les cerraban, algunas puertas se abrían. Francia toleró la presencia de los refugiados, en una atmósfera europea donde soplaban vientos de una guerra mundial que no tardó en llegar el 1 de septiembre de 1939. En esa tesitura, el lehendakari Agirre fue claro y conciso: «Dadas las causas invocadas y los métodos empleados por Alemania para desencadenar la guerra, se trata para nosotros de la guerra entre todo lo que es digno de ser apreciado y todo lo que merece nuestra condena. Los vascos jamás dejarán de cumplir su deber al servicio de la libertad y de la dignidad humanas». Euzkadi era beligerante y los vascos buscaban un lugar en las filas aliadas para luchar contra la Alemania nazi.

Sin embargo, la esperanza de la victoria se esfumó una vez más. Alemania derrotó a Francia que, tras el armisticio del 22 de junio de 1940, quedó dividida y ocupada en una parte por los alemanes y gobernada en la otra por un régimen filofascista francés, con capital en Vichy.

En esa situación, la población vasca exiliada hubo de sobrevivir, en la medida de lo posible, bajo la amenaza permanente de encarcelamiento, deportación o repatriación por su condición antifranquista. Ello no impidió que numerosos vascos y vascas colaboraran con la incipiente resistencia francesa en multitud de actividades tendentes a erosionar el esfuerzo de guerra alemán y facilitar la victoria aliada, ya que la guerra continuaba en otros frentes del planeta. Así, no cesaron las labores de espionaje, ayuda en las rutas de evasión de prisioneros y sabotajes en la producción o en las infraestructuras del enemigo. Finalmente, llegó el momento de participar en acciones armadas y muchos vascos pasaron a integrar el maquis o guerrilla, acabando encuadrados en la Unión Nacional de Guerrilleros Españoles. Uno de ellos fue Kepa Ordoki, gudari y antiguo comandante del ejército de Euzkadi, quien, tras recibir del consejero Eliodoro de la Torre el encargo del Gobierno vasco de agrupar a todos los combatientes vascos en una sola unidad, reunió a unos 200 hombres.

Tras el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, el territorio francés comenzó a ser liberado, entrando los aliados en París el 25 de agosto. En esa coyuntura, los republicanos españoles, secundando a los dirigentes del Partido Comunista, decidieron concentrarse en el Pirineo navarro con la intención de atacar a la España de Franco. Ordoki, siguiendo las instrucciones recibidas del Gobierno vasco, conocedor de las fuertes defensas construidas por el dictador en la muga, informó a sus hombres de lo dificultoso de esa operación, proponiéndoles segregarse de la Unión Nacional y pasar a formar parte de las Fuerzas Francesas del Interior como unidad vasca propia, lo cual la gran mayoría aceptó. El mismo camino siguió un grupo similar de anarquistas españoles que más adelante formarían el batallón Libertad.

NACE EL BATALLÓN GERNIKA De esta manera, la unidad vasca comandada por Kepa Ordoki, se separó de la agrupación guerrillera y fue trasladada desde el Bearn hasta Burdeos por la autoridad militar francesa en diciembre de 1944, para finalmente llegar a su campamento en la localidad de Le Bouscat. Mientras tanto, comenzaban en París las conversaciones entre los gobiernos francés y vasco sobre las bases para la organización de una unidad militar vasca, integrada en el ejército francés, durante el tiempo que durase la guerra contra Alemania. En palabras del consejero Leizaola, «Euzkadi, la primera agredida, debe estar presente en la última batalla». La unidad recibiría el nombre de Batallón Gernika, en recuerdo de la villa bombardeada que acoge el roble símbolo de las libertades vascas.

Así, comenzó la recluta de nuevos jóvenes entusiastas con los que engrosar las filas del batallón, gente de todas las ideologías, principalmente nacionalistas vascos seguidos de socialistas, hombres dispuestos a luchar por la victoria aliada y el retorno de la democracia a su país. Pronto recibieron equipamiento militar y armas, a veces escasas y muchas de ellas capturadas a los alemanes, así como los nuevos uniformes en los que destacaba la ikurriña sobre la manga izquierda de la chaqueta. De esta manera, durante varias semanas se entregaron a fondo a la organización y al entrenamiento para el combate.

POINTE DE GRAVE Aunque la mayoría de las fuerzas alemanas se habían retirado de Francia, en algunos puntos del Atlántico se mantenían las fortalezas nazis abastecidas desde el Estado español. Tal era el caso de la Festung Gironde Süd, en la península del Medoc, amenazando Burdeos, con 4.000 efectivos en torno a las baterías de artillería de marina del Muro Atlántico, fuertemente protegidas por nidos de ametralladora, alambradas, fosos anticarro y campos de minas. Se acercaba la derrota alemana y el final de la guerra, y el líder francés, general De Gaulle, por razones políticas quería liberar la totalidad de su territorio. En estas circunstancias, el batallón Gernika fue enviado al frente de combate, integrado en el Regimiento Mixto de Marroquíes y Extranjeros dirigido por el comandante Chodzko, militar legionario polaco, a su vez integrado en la Brigada Carnot mandada por el coronel Jean de Milleret.

Desplegada la unidad desde el 22 de marzo de 1945 en el frente del Medoc, en Lesparre, los gudaris se habituaron al entorno, salpicado de pinares aunque en su mayoría cenagoso e intransitable. Así, el día 14 de abril comenzaban las operaciones desde Vendays. La aviación aliada y la artillería francesa batieron duramente las posiciones alemanas como preparación al ataque. Los gudaris escucharon misa esa mañana y tomaron posiciones frente a la Cota 40. Antes de la acometida, entre las dunas, su comandante Ordoki les arengó: «Ha llegado la hora de combatir, de vencer al enemigo y de hacer saber al pueblo de Francia que los vascos sabemos luchar y morir por la libertad». Eran las 15:30 horas y los hombres comenzaron a avanzar por secciones, con la ikurriña desplegada, cantando el Euzko Gudariak, por un cortafuego estrecho, tras una avanzadilla que iba localizando las minas y balizando el camino. Su marcha era contenida por los alemanes que luchaban con gran tesón desde los nidos de ametralladora. El asalto a la cota 40, loma muy fortificada, fue durísimo, pues el camino era batido sin cesar por los morteros enemigos. Las bajas fueron numerosas y se hicieron los primeros prisioneros alemanes. Finalmente, el batallón fue relevado para su descanso con cuatro muertos a los que habría que sumar otro de fecha anterior: Antonio Mugica, Félix Iglesias, Juan José Jausoro, Antonio Lizarralde y Prudencio Orbiz, así como 18 heridos.

En los días posteriores, los gudaris fueron ocupando distintos pueblos de la costa, entre bosques ardiendo, cadáveres y dunas a la orilla del mar: Montalivet, Grayan y Soulac, pueblo éste que terminaron de limpiar de resistencia alemana durante la jornada del 18. Llegó así su combate final, en Pointe de Grave, el 19 de abril. El batallón Gernika, junto con el Libertad, atacó la batería de Arros, apoderándose del complejo de bunkers de la playa, mientras los alemanes se rendían en masa tras conocer la noticia de la muerte de su jefe, el capitán de corbeta Schillinger. Los gudaris habían capturado tres banderas nazis ese día y, por fin, se entregaban a un merecido descanso. Las operaciones en la zona terminaron con la toma de Le Verdon y la capitulación del mando alemán al día siguiente.

EL BRINDIS DE DE GAULLE El día 22 de abril el general De Gaulle llegaba al aeródromo de Grayan y felicitaba a sus mandos y tropas. En medio de la euforia por la victoria, requirió la presencia del comandante vasco, Ordoki. Abriendo una botella de champán, alzó la copa diciendo: «Mi comandante, Francia no olvidará el gesto de coraje y sacrificio hecho por los vascos para la liberación de su tierra».

Así, tras el imponente desfile del 26 de abril, llegó el 1 de mayo y los gudaris recibieron la sorpresiva visita del lehendakari Agirre, recientemente llegado de Nueva York. La alegría fue inmensa. El lehendakari confiaba en la próxima caída del régimen franquista, pero la historia pronto seguiría otros derroteros.

TODA GLORIA NO ES EFÍMERA Transcurridas unas semanas, llegaría el final de la guerra en Europa y la desmovilización del batallón Gernika. Sus combatientes lograron algunos derechos en la nueva República Francesa, aunque jamás pudieron contemplar la anhelada derrota del franquismo que les permitiera volver a casa. Nuevamente las democracias occidentales miraban para otro lado.

En la posguerra honraron a sus muertos, enterrados en el cementerio de Rétaud, y participaron en homenajes con la presencia de antiguos combatientes. Después, con la llegada de la democracia a Euskadi, fueron reconocidos con un monumento a su lucha, allí en Gernika, la villa tan querida por ellos y que había dado nombre a su batallón. Tal vez no fue hasta abril de 2015 cuando recibieron un homenaje de gran repercusión, con la presencia de uno de los últimos gudaris, Francisco Pérez, en el Memorial de la Cota 40, acompañado del lehendakari Iñigo Urkullu y del presidente de Aquitania.

Ahora que se cumplen 75 años de su gesta, es un buen momento para recordarla y que su gloria no sea efímera. En palabras de Francisco, ya fallecido y cuyas cenizas descansan en la playa de Arros: «El mayor enemigo de la memoria no es el tiempo, sino el silencio».

La modificación del Concierto Económico de 1920, una ‘antigualla’ que se actualiza hoy como ayer

EL CONCIERTO ECONÓMICO ES UN INSTRUMENTO VIVO QUE HA SABIDO AMOLDARSE, DE LA MANO DE LAS INSTITUCIONES VASCAS, A LAS CIRCUNSTANCIAS CAMBIANTES, PARA SEGUIR SIRVIENDO DE FORMA EFECTIVA A LOS INTERESES DE LOS CIUDADANOS DE EUSKADI

EDUARDO J. ALONSO OLEA 

UNA de las críticas que se ha hecho al Concierto Económico con más frecuencia, y no solo en los últimos años, ha sido la de ser una antigualla en los tiempos que corren, en pleno siglo XXI. Pues bien, no hace muchos días el Concierto se puso en disposición de ajustarse a los nuevos tiempos, al comercio por Internet o a la recaudación del IVA transfronterizo, en el acuerdo del pasado 11 de marzo, que todavía se tiene que materializar en algunos aspectos.

Pero no es la primera vez que se hace. Es decir, si bien en 1878 Cánovas del Castillo y Manuel María de Gortázar, presidentes del Gobierno y de la Diputación Provincial de Vizcaya, respectivamente, no tenían ni idea de lo que iba a ser Internet o el IVA transfronterizo, el sistema ha sido lo suficientemente flexible como para que, tras 142 años, continúe funcionando.

La minería, a la izquierda, fue un sector de interés para la Diputación y el Concierto S.A.F.

Vamos a ver, entonces, otro momento de crisis en 1920, otro momento en el que se producían todavía muertos por la gripe española, cuando el Concierto Económico fue modificado, con su correspondiente elevación del cupo y el aumento de los tributos sujetos a acuerdo.

El origen de esta modificación parcial, materializada en el Real Decreto de 28 de julio de 1920, fue el problema que se estaba planteando desde 1917 al respecto del cobro del Impuesto de Utilidades sobre empresas extranjeras radicadas en el País Vasco. El Impuesto de Utilidades, dividido en tres tarifas, para entendernos, fue un impuesto creado en 1900, antecesor de los actuales Impuestos sobre la Renta, sobre Actividades Económicas y sobre los Beneficios de las Sociedades. Realmente, la pretensión del Ministerio de Hacienda era recaudarlo a empresas vascas o extranjeras que operaban en territorio común a lo que, lógicamente, se negaban las Diputaciones. Ciertamente, el debate era más de fondo en el sentido de que el Decreto que regulaba el Concierto, a la altura de 1917 era el de 13 de diciembre de 1906, que había fijado las cifras del cupo inalterables hasta 1 de enero de 1927. Pero la Primera Guerra Mundial había provocado una intensa elevación de precios en España, por lo que la cuantía de los cupos, fijada en pesetas de 1906 para veinte años, alcanzaba cantidades menguantes en pesetas de 1917. Así que era normal que la Hacienda del Estado, especialmente necesitada de recursos, mirase con fruición las bases imponibles de sociedades extranjeras o vascas con actividad en territorio común.

El mismo día 14 de diciembre de 1917 en que los representantes de las Diputaciones entregaban el conocido Mensaje al Presidente del Gobierno, García Prieto, en petición de autonomía para la provincias, en un despacho del Ministerio de Hacienda tuvo lugar otra reunión, mucho más discreta, entre comisionados de las diputaciones y del Ministerio de Hacienda. El motivo: la aplicación del Impuesto de Utilidades a las Sociedades Extranjeras, como un primer paso para hacerlo a las vascas que actuasen en territorio común.

CRITERIO DE TERRITORIALIDAD

Para las diputaciones, como para la Hacienda central hasta entonces, nunca había sido importante el lugar de constitución de una sociedad. En su consecuencia estas sociedades pagaban las correspondientes Tarifas de Utilidades a las diputaciones, pero el criterio de territorialidad, de donde estaba domiciliada una empresa, tenía crecientes problemas porque muchas empresas vascas ampliaban mercados en España, Europa y América, debido a la oportunidad que les había dado la Gran Guerra. Así que el Ministerio de Hacienda insistió en que se habían producido abusos en forma de empresas, casi a punto de quiebra que, de repente, reaparecían con capital y negocios ampliados en territorio castellano en donde no tributaban amparadas por el Concierto Económico.

Las opciones para controlar este fraude fueron varias, pero las Diputaciones insistieron en que los cupos eran intocables hasta enero de 1927. Como solución de compromiso, las diputaciones comenzaron a madurar la idea de elevar el cupo al Estado, como compensación a esas bases imponibles que se negaban a transferirle, pero incluyendo también algún impuesto el Concierto. Además, también querían conseguir una declaración formal y ventajosa respecto a las sociedades formadas después de 27 de marzo de 1900, puesto que las formadas antes de esa fecha estaban exentas según el primer punto de conexión establecido en el Concierto en ese año.

El 29 de abril de 1920 se aprobaron diversas leyes, con la firma del ministro de Hacienda, Gabino Bugallal, que elevaban las tarifas de los más variados tributos: la Contribución Industrial, el Timbre, transmisiones hereditarias o la Contribución de Utilidades. Esta profunda reforma de tarifas hacía necesario que el Concierto se actualizase, para lo que había que llegar a un arreglo entre Gobierno y diputaciones. Arreglo que se aprovechó para tratar el asunto de la territorialidad y en el que las diputaciones vieron la oportunidad de clarificar este problema, con ventaja, a costa de pagar un cupo más crecido, al concertar diversas tarifas de los impuestos ahora incrementados. Arreglo que se materializó en el Real Decreto de 28 de julio y en la Real Orden de 30 de agosto de 1920.

Se acordó establecer el principio de territorialidad de la siguiente manera: La sociedad o compañía, lo mismo nacional que extranjera, que opere en territorio aforado, es natural que queda sometida, en cuanto a Utilidades de la riqueza mobiliaria e impuesto del Timbre, a la Ley económica concertada que allí rige, condición que pierde en cuanto extiende su radio de acción más allá de las Provincias Vascongadas.

Sin embargo, en este principio de territorialidad que las diputaciones habían defendido siempre, había un matiz. Ya en su parte dispositiva, se hacía la aplicación del principio, con la frontera temporal del 27 de marzo de 1900; es decir, que las sociedades anteriores a esta fecha estarían incluidas en el Concierto, fuera cual fuese su campo de actuación o fuentes de beneficios.

Para conservar la reciprocidad las actividades de las empresas domiciliadas o constituidas fuera de las provincias, pero que operasen en ellas, se consideraban incluidas en el Concierto. Y por último todas las compañías extranjeras, cualquiera que fuera su fecha de constitución, tributarían por sus actividades en territorio concertado con los impuestos establecidos por las diputaciones; y sus títulos y acciones, siempre que circulasen dentro de las tres provincias y perteneciesen a tenedores vascos, no estarían sujetos al pago del Timbre.

Un mes más tarde, y oídas las diputaciones, se fijaron los aumentos del cupo, al aplicar las leyes tributarias del 29 de abril de ese año. En esta ocasión se integraron dentro del Concierto la Contribución sobre las Utilidades de las Compañías Mineras, y también el impuesto del 3% sobre el producto bruto del mineral. También se incluía en el Concierto el Timbre de los productos envasados. Por todo ello se incrementaban los cupos, desde el 1 de octubre de 1920, en 25.000 pesetas para Araba, 185.000 para Gipuzkoa y 2.290.000 para Bizkaia. Por último, se establecía que las modificaciones que establecían en los impuestos ya concertados las leyes de 29 de abril de 1920 no eran exigibles y, por tanto, quedaban sus cupos invariables hasta el 1 de enero de 1927. Aunque la ley de 29 de abril había sido firmada por Bugallal, en mayo hubo un cambio de Gobierno, por lo que la negociación del detalle del asunto se hizo con otro ministro de Hacienda, el andaluz Lorenzo Domínguez Pascual. Pero no hay que olvidar que el presidente del Gobierno del momento fue Eduardo Dato, con evidentes conexiones con Araba.

Estas subidas se podrían considerar como abultadas. Por primera vez se llegaba a rebasar los 10 millones de pesetas como cupo líquido, de los cuales Bizkaia aportaba bastante más de la mitad. Era lógico este incremento, de hecho la mayoría del aumento del cupo recaía en ella, por ser la provincia en donde se encontraban registradas la mayoría de las sociedades afectadas y, además, de tener una importante actividad minera.

CUPO COMPENSADO 

Sin embargo, estas subidas en términos absolutos no han de engañar. En realidad era un acuerdo ventajoso, ya que se transfería a las diputaciones el cobro de ciertas tarifas de las Utilidades y un impuesto más, el de mineral, por lo que la subida del cupo podría ser compensada.

El impuesto sobre el mineral fue rápidamente establecido por la Corporación provincial vizcaina. Pero lo más curioso fue que las tres diputaciones estudiaron la posibilidad de que la encargada de cobrarlo en las tres provincias fuera la Diputación vizcaina. El razonamiento era el siguiente: el grueso de la recaudación estaría en Bizkaia, que debería adaptar sus servicios a la recaudación del impuesto. Como en Gipuzkoa y en Araba se preveía que sería muy pequeña, no compensaría su recaudación con los gastos para ello. Por eso Bizkaia lo recaudaría y entregaría las cantidades cobradas, menos un 10% por gastos de cobranza.

Vemos por lo tanto cómo, hace un siglo, el Concierto se actualizó para establecer la forma, por lo menos primigenia, de incorporar el principio de territorialidad y qué hacer con las empresas vascas que actuaban en territorio común. Problema que continúa hoy, para lo que hay puntos de conexión, desde aquel original fijado en 1900, o la actividad de la Junta Arbitral del Concierto Económico, o como ha ocurrido en el último acuerdo del 11 de marzo, se ha acordado reconocer a las diputaciones forales como competentes para recaudar el IVA transfronterizo de determinados regímenes especiales, avanzando hacia el procedimiento de ventanilla única promovido por la Comisión Europea. Otra muestra, en definitiva, de que el Concierto Económico no es ninguna antigualla.


El capitán de miñones que no comulgaba con las dictaduras

Tras sufrir a Primo de Rivera y conocer a Franco y Sanjurjo, el militar Casiano Guerrica-Echevarria se alineó junto al lehendakari Aguirre, que le quiso a su lado

Un reportaje de Iban Gorriti

Tenía 32 apellidos vascos. Nació en Cáceres, de familia bilbaina. De capitán de Miñones de Bizkaia llegaría a ser jefe de artillería del cuerpo del Ejército de Euzkadi. Dos de las personas que han estudiado su curiosa figura a rescatar del olvido son el abogado José Luis Aguinaga y el profesor de la UPV/EHU Aritz Ipiña. 

Una reflexión de este último es muy aclaratoria: “Casiano Guerrica-Echevarria, a pesar de no ser un militar izquierdista ni nacionalista vasco, pagó su participación en la defensa de la legalidad republicana como militar al servicio del Estado que era, con nueve años de exilio en Francia y la expulsión del Ejército”.

A juicio de este historiador, transcurridos 83 años del golpe de Estado franquista, “es necesario desechar la idea que aún perdura en parte de la sociedad de que únicamente fueron los militares los que se sublevaron contra la República, ya que muchos de ellos pagaron con su vida, con la cárcel o el exilio el permanecer al lado de las fuerzas gubernamentales”.

El propio Casiano confirmaba estas impresiones. “No he sido nunca político. Como militar no tenía por qué estar en ninguna tendencia, ni leíamos prácticamente los periódicos políticos. Personalmente me podía encontrar, y me encuentro, como social-cristiano”, daba testimonio a Aguinaga.

En sus tiempos mozos, el extremeño conoció a quien a la postre fue lehendakari porque militaba con 16 años en el Athletic. Además, como en la actualidad el exrojiblanco Koikili Lertxundi, practicaba lucha grecorromana en el Deportivo. “En esas fechas conocí a José Antonio Aguirre, un hombre que no solo hablaba, sino que predicaba con el ejemplo”, valorizaba Casiano. Iba más allá al evocar que cuando le nombraron presidente, él estaba con gripe. “No pude asistir a la sesión de investidura. Aguirre preguntó por mí y cuando le dijeron que estaba enfermo me mandó una carta que me llegó por la noche, diciéndome que me recuperara pronto, ya que me quería a su lado, y encargándome de todos los servicios de municionamiento y armamento. Es más, me dijeron para ser general de División, pero yo solo quería ser miñón”.

Guerrica-Echevarria nació en el 13 de agosto de 1897. Quiso estudiar ingeniero, sin embargo se presentó a la Academia de Artillería de Segovia. Según su versión, se presentaron 1.800 para 40 plazas e ingresó como el número cinco en 1915. Fue destinado a Iruñea y Donostia.

En 1921 fue trasladado a África. Conoció a los militares Sanjurjo y Franco 15 años antes del golpe de Estado de julio de 1936. Le mandaron forzoso como profesor de la Academia de Artillería. El totalitarista Primo de Rivera le echó del cuerpo “sin ninguna explicación, y es que a mí las dictaduras no me han salido bien”, detallaba.

En 1930 fue admitido de nuevo y destinado a Catalunya y de nuevo a Donostia. Durante la República, Ramón Madariaga, diputado, le propuso ir a Miñones y así lo hizo. En 1932, aquel cuerpo estaba dividido en tres secciones: “Encartaciones, que es la zona que mandaba yo, Duranguesado y Gernika”.

Al estallar la guerra, fue integrado en la Comisión de Movilización e Industria, es decir, la reorganización de las industrias para convertirlas en fábricas de armamento. El Gobernador le nombró Jefe de Industria y Servicios de la Artillería, y aceptó con la condición de no separarse de los miñones. Sin embargo, el 13 de junio de 1937 se vio en la tesitura de huir en barco desde Santurtzi a Francia en un barco destinado a mujeres y niños, junto con el jefe de Sanidad Militar, Fernando Unceta, entre otros militares. “Vio la guerra perdida, su vida en peligro y huyó”, apostilla Ipiña.

“Conocí a Casiano -aporta el exsenador Iñaki Anasagasti- y me dijo en su día que él hubiera hecho la ofensiva de Villarreal de otra forma. Y yo estimo que con más posibilidades de actuación hubiera sido así. Le recuerdo en una foto con Aguirre y el consejero Santiago Aznar allí. Fue un fracaso porque Ciutat, enviado comunista, no estuvo a la altura”.

Cuando acabó la guerra, Casiano cruzó la muga a Francia, a Cambó-Le Bains, donde colaboró con la Resistencia. “Antes de eso hubo un hecho que levantó polémica: recibí la orden de destruir la industria, pero lo que hice fue desorganizar los servicios. Lo hice por una razón clara. Hay un dicho: si quieres herir de muerte a una nación, destrúyele las fábricas, y yo no quería eso para mi pueblo”, explicaba.

Consejo de guerra Durante la II Guerra Mundial, Guerrica-Echevarria trabajó, dados sus conocimientos, como ingeniero en el arsenal de Tarbes. Al terminar la guerra, y como la División Azul había sido beligerante, Franco, como diría Casiano, promulgó una amnistía en la que se conmutaba la pena principal, pero no las accesorias. “Después de pensarlo y de establecer algunos contactos, me acogí a esta amnistía, en la que pasábamos a ser paisanos. Pero antes me hicieron consejo de guerra en Burgos, y el general Martínez Campos firmó una declaración de oficio en la que destacaba mi honorabilidad y dignidad en el campo contrario, sirviendo al juramento que yo había hecho a la República. Y que a pesar del daño que les había hecho en batallas donde la Artillería tenía algo que ver como Villarreal, tenía una historia muy limpia como persona”. Posteriormente trabajó en Luzuriaga, en la Comisión de Productividad.