Unamuno, nacionalista vasco, «casi, casi»

Miguel de Unamuno ha sido retratado como un antinacionalista vasco furibundo, pero la historia cuenta que respetaba a Sabino Arana y que, en una entrevista en plena Guerra Civil, afirmó sentirse “casi, casi” nacionalista

Un reportaje de Xabier Ormaetxea

POCAS figuras vascas tan queridas, admiradas y controvertidas como la del bilbaíno Miguel de Unamuno; escritor, poeta, filósofo, y sobre todo pensador, un genio sin lugar a dudas, genio ambivalente en el que podemos encontrar todo y lo contrario de todo, capaz de declararse razonadamente no creyente un día, y de declararse creyente con una hondura y brillantez admirable al siguiente.

import_8299874
Miguel de Unamuno

 

Sobre Don Miguel, se han escrito y se seguirán escribiendo no cientos, sino miles de estudios y semblanzas; su figura está llena de matices, de contrastes, y de sorpresas. Flaco favor le hacen todos aquellos que han tratado de adueñarse de su figura, que no han sido pocos, algunos incluso tratando de usarle como arma partidista contemporánea, a menudo como paladín del “antinacionalismo vasco”. Hasta hemos llegado a leer acusaciones con poco fundamento de que el nacionalismo vasco, que siempre ha tratado la figura de Unamuno con discrepancia pero con respeto y cariño, era contrario a que Bilbao y Euskadi reconociesen su figura; nada más lejos de la realidad que incluso, y como veremos más adelante, el propio Unamuno reconocería en vida.

En su libro Recuerdos de niñez y mocedad (1908) Don Miguel nos relata el trauma que para muchos jóvenes de su generación supuso la abolición de los fueros en 1876; y nos cuenta cómo él, junto con un amigo, enviaron una pueril carta amenazadora a Alfonso XII increpándole por haber firmado la abolición foral, y cómo paseaban por el muelle de Ripa disertando de los males de Euskal Herria, criticando la cobardía presente, y haciendo planes “para cuando Bizkaia fuera independiente”. En esa misma obra, cita en varias ocasiones a Sabino Arana y lo hace con respeto, incluso alabando el correcto uso que hace del castellano cuando escribe, y explicando que en ese mismo ambiente general que él vivió en su juventud, se formó el espíritu de Sabino.

Discurso de 1901 Alguien en Bilbao tuvo la feliz idea de invitar a Unamuno a pronunciar el discurso de los Juegos Florales celebrados ese año, tal vez desconociendo que el invitado no sentía ninguna simpatía por ese tipo de certámenes. El discurso del ya entonces rector de la Universidad de Salamanca fue una auténtica bomba: “Eres un pueblo que te vas; (…) estorbas a la vida de la universal sociedad, debes irte, debes morir, transmitiendo la vida al pueblo que te sujeta y te invade.” “(…) esa lengua que hablas, pueblo vasco, ese euskera desaparece contigo; no importa porque como tú debe desaparecer; apresúrate a darle muerte y enterrarle con honra, y habla en español”. No contento con esas afirmaciones, tuvo el feo gesto de dirigirse muy groseramente a la señorita que encarnaba la reina de los juegos. La reacción de los bilbaínos no se hizo esperar y las protestas y condenas más atronadoras llenaron las calles y periódicos de la villa, parecería que en este ambiente la reacción más radical debería de haber correspondido a Sabino Arana y, sin embargo, no fue así. Sabino Arana, reconoció y demostró conocer bien a Miguel de Unamuno y en un artículo publicado en la revista Euzkadi, no exento de exquisita ironía, se refiere a Don Miguel como “filósofo literato conocido por sus excéntricas genialidades, y por lo inconstante y variable de su criterio” y, a continuación, se dirige al público en general para decir que “no siente lo que dijo” y que lo contrario a lo que dijo entonces, pudo bien decirlo al día siguiente y de hecho ya lo ha dicho en alguna ocasión. Sabino expresa conocer a Unamuno de largo y achacó todo el escándalo y las palabras de Unamuno al mero interés práctico del escritor que con ello pretendía ganarse simpatías en la Corte.

Al hilo de ese escándalo, existe una carta fechada en agosto de 1901 en la que Sabino Arana le responde a su amigo y médico de Mundaka, José de Arriandiaga. En dicha carta Sabino es muy duro con Unamuno, y sin embargo, en un momento de dicha carta escribe textualmente “por Unamuno siento, sin explicarme el por qué, una estimación particular”. Creo que esa frase resume perfectamente lo que sentían Sabino y Unamuno el uno por el otro.

Epílogo a las obras de José Rizal En 1907 se publicaron las obras completas de José Rizal, apóstol de la independencia filipina, y para la edición de la obra se encargó el epílogo a Miguel de Unamuno. Este glosa magníficamente la figura de Rizal y, en medio, en el capítulo III de su epílogo dedicado al idioma tagalo, recuerda la figura de Sabino Arana. Lo más interesante de la cita, no es el respeto y cariño que demuestra hacia Sabino, sino que aún hoy, más de un siglo después, pueden considerarse las más bellas palabras escritas sobre Sabino Arana Goiri, superando a los de innumerables nacionalistas vascos que han escrito sobre la figura del maestro de Abando. Aunque esos párrafos son archiconocidos conviene recordarlos:

“En esta poesía mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella los meció aquel hombre singular, todo poeta, que se llamó Sabino Arana, y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento. En Madrid, ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia, se le desdeñó sin conocerle o se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo conocía su obra, y menos su espíritu.”

Once décadas después, los desdichados folicularios a que se refería Don Miguel siguen escribiendo desde la ignorancia, la incomprensión y a veces la maldad. No es raro encontrárselos a menudo en periódicos, revistas, universidades e incluso, últimamente, en alguna granja.

Carta al escritor Alfonso Reyes En 1918 el escritor mexicano Alfonso Reyes le pidió a Unamuno que le orientase sobre cómo estudiar el fenómeno nacionalista vasco. Nuestro personaje, que se definió en la carta a sí mismo como “ulsteriano o unionista”, le fue dando detalles sobre qué obras y personas consultar y, no contento con eso, en un alarde de exageración no exento de cierto egocentrismo, reconoce que conoció y trató bastante a Sabino Arana, y le describe a Reyes que él ha estado implicado en el movimiento nacionalista vasco en el que ha influido, y en cuyas filas “se me respeta y aun algo más”; no satisfecho con semejante exageración, fue un paso más allá y no le dolieron prendas al escribir que “lo más de su bagaje ideológico se lo di yo a Sabino, y mi conferencia sobre la agonía del vascuence fue capital.”

No cabe duda de que el propio Don Miguel se reiría hoy socarronamente de su exageración, tratando de aparecer como el niño del bautizo, la novia de la boda y el muerto del entierro, pero, aun destacando la escasa credibilidad de lo que escribe sobre su protagonismo y aportación ideológica al nacionalismo vasco, es de reseñar que se sentía “respetado, y aun algo más” por el nacionalismo vasco.

Interpretaremos desde la moderación que ese “algo más” era la profunda admiración que el intelectual nacionalista Jesús de Sarria y sus compañeros de la revista Hermes le profesaban, y que se evidencia en la abundante correspondencia que mantuvieron con él entre 1916 y 1922.

1936, entrevista en su arresto El inicial apoyo de Unamuno a la sublevación de Franco (lo que le costó seguramente no alcanzar el premio Nobel, pese a haber sido nombrado doctor honoris causa por Oxford en febrero de 1936), se convirtió en pocos meses en un auténtico espanto y horror ante las barbaridades y crímenes del bando sublevado.

Él, que había preconizado una dictadura inteligente, se encontró con una carnicería en la que tullidos físicos y mentales como Millán Astray sembraban de muerte y represión el país y fusilaban a intelectuales y amigos de Unamuno. El enfrentamiento y valiente discurso del rector de Salamanca en octubre del 36 contra aquellos que entraron pistola en mano gritando “Viva la muerte” , y en el que manifestó su orgullo de ser vasco, le valió un arresto domiciliario del que nunca más saldría con vida.

Quince días antes de su muerte, le visitó en su casa un periodista vasco, según nos relata un artículo publicado en la revista Alderdi en 1965 por Fernando Etxekoarena. El periodista se encontró a un Unamuno deprimido, horrorizado por lo que estaba ocurriendo y que definía a la bandera rojigualda de bando nacional como representativa del “pus y la sangre”, “un día saldré y en medio de la Plaza Mayor llamaré asesinos a Franco y sus secuaces”. Don Miguel tenía la premonición de que de aquel arresto solo saldría muerto y sentía dolor y espanto ante los crímenes indiscriminados de ambos bandos contendientes. Pero, en medio de aquella diatriba desesperada añadió: “De todos estos crímenes solo se salvaban los vascos. Yo que me he pasado la vida combatiendo el nacionalismo…”. El entrevistador le interrumpió para preguntarle: “¿Se siente Vd. nacionalista?”, a lo que nuestro Don Miguel contestó “ Sí… casi, casi, puedo decir que me siento nacionalista vasco”.

El entrevistador se lamentó después de haberle hecho aquella pregunta interrumpiendo la alocución de Unamuno, y creyó fue esa interrupción lo que obligó a Unamuno a colocar el “casi, casi” en su respuesta. Etxekoarena acabará su artículo con este epítome: “Quince días antes de su muerte, rodeado de horrores, se sentía nacionalista vasco, se enorgullecía de la caballerosidad del combatiente vasco, del gudari, en aquella guerra de pus y sangre”.

El infierno de Saturraran, entre la historia y el cine

La historia oral fue fundamental para reconstruir los horrores vividos en el balneario reconvertido en cárcel en Saturraran y el cine puso imágenes a aquella dramática realidad

Reportaje y fotos de Igor Barrenetxea Marañón

Por mucho que lo queramos imaginar es difícil interiorizar lo que vivieron aquellos hombres y mujeres internados en los campos de concentración y cárceles franquistas durante la guerra y la larga posguerra española. Miles de personas fueron encarceladas a medida que el ejército sublevado iba liberando las distintas regiones de la península, habiéndolo hecho ya en las que triunfó el golpe. Su único delito: haber militado o bien ser familiar de aquellos considerados desafectos al nuevo régimen. En el territorio vasco este proceso se fue dando en fechas tempranas. En Nafarroa y Araba, focos de tradicionalismo, triunfó la sublevación. Unos pocos meses más tarde ocupó Gipuzkoa, el 13 de septiembre de 1936 tomó Donostia y, finalmente, en la campaña del norte, tras los devastadores ataques aéreos sobre Durango y Gernika (ignominia nunca admitida por el régimen franquista) tomó Bizkaia, cayendo Bilbao el 19 de junio de 1937. Los militares adoptaron medidas cuartelarias para imponer el Nuevo Orden. Para llevarlas a efecto detuvieron a miles de personas que acabaron con sus huesos en las prisiones mientras otros miles eran asesinados de forma impune.

import_8272762
El balneario de Saturraran en sus años de esplendor.

 

El objetivo del régimen no solo era asegurar la retaguardia sino, a la vez, imponer un castigo ejemplar a todos aquellos que no habían simpatizado con sus pretensiones contrarrevolucionarias.

En el País Vasco, se habilitaron sombríos lugares como las prisiones de Ondarreta, en Donostia; Larrinaga, en Bilbao; el chalé de Orue, en Deusto; el convento de las monjas de Nevers, en Durango, y el colegio de El Carmelo, en Amorebieta, entre los más destacados, por cuyas dependencias pasaron miles de hombres y mujeres, acompañadas de sus niños, acusados de diversos delitos políticos. Y, finalmente, en 1938, en el abandonado balneario de Saturraran, situado en la costa guipuzcoana, no lejos de Ondarroa y Mutriku, hasta su cierre definitivo, en la primavera de 1944. Por sus instalaciones pasarían 4.000 mujeres y sus hijos (bebés, niños de distintas edades que no pudieron dejarlos con otros familiares, por estar en prisión o muertos). Fue habilitado como prisión de mujeres aunque no reunía las condiciones para ello. Como rasgo distintivo, la administración principal de la prisión estuvo a cargo de monjas mercedarias, con su correspondiente guardia armada, un capellán y algunos funcionarios.

Poco a poco fueron llegando camiones con cientos de presas procedentes de distintos puntos de la península ibérica, asturianas, castellanas, andaluzas, vascas e, incluso, una americana y dos ciudadanas europeas. La mayoría de ellas eran amas de casa, algunas estudiantes y de profesiones liberales. Pronto iban a sufrir no solo las inefables condiciones de humedad y hacinamiento características de un sobresaturado sistema penitenciario (con capacidad para 700 presas, albergaba 1.500) sino la brutalidad de sus guardianas. En total, en este balance, murieron 177 mujeres y menores (120 y 57 respectivamente), debido a la mala alimentación y a enfermedades consecuencia de las negligentes condiciones de vida.

Falta de atención médica Otro elemento sumamente trágico fue que en Saturraran, aunque no fue un caso único, las monjas se aprovecharon de su posición para negociar con los alimentos de las presas, la codiciada leche para los niños, la carne o el pescado eran bienes de lujo que ellas se encargaban de vender en el mercado negro, de estraperlo, o en el economato, donde las presas debían pagar por sus propios productos. Aquellas adversas condiciones se veían agravadas por la falta de higiene y de una atención médica primaria básica, puesto que no había ningún médico en la prisión (era el de la localidad que asistía a las presas con cierto rechazo), contrayendo enfermedades como meningitis, raquitismo, infecciones intestinales, bronquitis, sarampión, difteria, etc. Únicamente, la ayuda exterior, los paquetes que facilitaban las familias y, también, la solidaridad de los vecinos, los pescadores de Ondarroa o de los caseríos de Mutriku, que se apiadaban de sus terribles condiciones, hicieron posible su supervivencia.

La madre superiora, sor María Aranzazu, adquirió el sobrenombre entre las presas de La Pantera blanca por su crueldad. Las monjas se comportaron, en general, con una actitud despótica y afín a los ideales de desprecio al vencido que propugnaba el régimen. Aunque el recuerdo de las presas sobre ellas era ambivalente, las hubo crueles, otras que fueron sensibles con su sufrimiento y padecimientos, y algunas, finalmente, optaron por renunciar a la vida religiosa, el régimen se sirvió bien de las instituciones religiosas para ayudarle en su política de control social, dentro y fuera de los muros. Después de todo, aparte de tener que redimir sus presuntos pecados y delitos, el bondadoso régimen buscó la manera de redimir a los presos. En unos casos, con los tristemente famosos campos de trabajo para la reducción de penas o la organización de talleres (costura, plancha, etc.). En este nuevo marco político y social, el gran proyecto del franquismo residía en constituir una sociedad libre del pecado y de los presuntos horrores (y errores) del liberalismo y la democracia republicana, para dar pie a un Estado católico y tradicional, con el objetivo de desterrar los males del comunismo. Por eso, con una disciplina férrea y brutal se impuso el catolicismo en las rutinas carcelarias, asistencia obligatoria a misa, cantar los himnos del régimen y tender el brazo en alto… de lo contrario, caían severos castigos, o bien recompensas para quienes se persignaban.

Todo esto también venía destinado a quebrar la voluntad y doblegar a los presos y presas, para convertirlos en una masa obediente y disciplinada (aunque sin acabar nunca de redimir su pecado). Si bien, no lo conseguiría con aquellas mujeres irredentas, políticamente comprometidas, que pugnaron siempre, con valor, por defender su dignidad frente a las humillaciones que les infligieron.

El otro elemento sórdido y vergonzoso fue el rapto de los niños. Siguiendo las directrices del psiquiatra comandante Vallejo Nájera, se buscó la manera de separar a las madres presas de sus hijos, consideradas la estirpe del mal.

Los estudios pseudocientíficos del mencionado psiquiatra fueron realizados a través del Gabinete de Investigaciones Psicológicas. Desde esas teorías se pensaba que la única manera de evitar que los niños sufrieran el contagio del comunismo era apartándolos de su tutela. Para ello se creó el Patronato de San Pablo, que a la larga se iba a encargar de 30.960 niños, que los repartiría entre cerca de 258 instituciones con el fin inocularles el antídoto contra el mal de sus padres: la doctrina cristiana y el patriotismo español. Muchos de ellos perdieron su identidad, se negaron a volver a ver a sus padres o ingresaron en instituciones religiosas queriendo redimir los pecados de sus progenitores. Solo algunos consiguieron reencontrase con sus familias.

Historia oral En 1944, siguiendo la política que ya estaban aplicando en otros penales del territorio peninsular, el destacamento hospicio pasó por Saturraran, llevándose a todos los niños mayores de 3 años. Saturraran, como otros tantos penales provisionales, fue, posteriormente, desmantelado y poco queda de sus instalaciones, salvo una placa conmemorativa. A partir de ahí, es la historia oral la que ha tenido que completar muchas de las lagunas que la documentación no ha recogido, sobre todo, aquellas experiencias personales únicas e intransferibles de las miles de presas.

Además, en esta encomiable labor de reconstrucción del pasado, también ha contribuido el cine con Estrellas que alcanzar (2010), de Mikel Rueda y el documental Prohibido olvidar (2010), de Josu Martínez y Txaber Larreategi.

El primero de los trabajos fue presentado en el Festival de San Sebastián, y fue un sincero intento por parte de su joven director vasco por acercarse a un tema que había estado muy en boga (dando pie a otras películas como El lápiz del carpintero o Las 13 rosas), el valor de la recuperación de la memoria histórica.

Euskadi fue, sin duda, una de las comunidades que más pronto se empeñó en resarcir a los represaliados por el franquismo y compensar a las víctimas tan tristemente olvidadas. No obstante, faltaba en ese encomiable afán, un filme que pudiera recoger desde otro singular punto de vista el gravoso peso del pasado.

Rueda emprendió, con escasos medios, una importante labor. Aunque la reconstrucción del penal, en el largometraje, no acaba de ser fiel del todo a los hechos, en rasgos generales sí es capaz de trasmitir, y ahí radica su relevancia, el sufrimiento, dolor y maltrato recibidos por parte de las presas. Y, en ese otro punto fuerte, recoge la inquebrantable voluntad de muchas de ellas de resistir esta cruda realidad mediante la rebeldía no violenta, como cuando las presas se encierran en el comedor de la prisión con el fin de entregar a una Comisión de la Cruz Roja sus quejas, que desvelan la situación de cruda indefensión que padecen.

Finalmente, el acto será reprimido pero eso no evita apreciar el enorme simbolismo que se traduce en esta lucha cívica por sus derechos y dignidad.

Otro elemento a destacar, un tanto controvertido, es que la historia fuera rodada íntegramente en euskera, lo cual, para algunos críticos, le restaba credibilidad porque era impensable que en aquel contexto se pudiera hablar este idioma. Además, no todas las presas eran vascas. Sin embargo, su licencia nos permite observar, en positivo, que la sociedad actual sí puede reivindicar esos rasgos culturales propios frente a la intolerancia mostrada por el franquismo contra cualquier identidad que no fuera la considerada estrictamente española.

Como complemento a Estrellas que alcanzar, cabe destacar el documental Prohibido olvidar, antes mencionado. Trabajo encomiable que recupera la voz de las víctimas, los traumas vividos, un recorrido intenso y sumamente crucial sobre sus experiencias en aquel infierno de intolerancia, violencia, humillaciones y, sobre todo, miedo y represión. Sus directores logran un destacable equilibrio entre el valor del testimonio y el sentimiento que nos hace recuperar, en primera persona, un capítulo tan oprobioso de lo ocurrido en tierras vascas. Así, el cine nos proporciona, junto a la Historia, un registro de la memoria que nos ayuda a repensar esos acontecimientos, asumirlos, valorarlos y, sobre todo, juzgarlos para que no puedan volver a repetirse.

La Azoka de Durango: origen y génesis de una Feria

La Azoka de Durango cumple este año su edición número 50 consolidada como un referente indispensable de la cultura vasca y de los frutos de esta en forma de producciones editoriales y discográficas

Un reportaje de Jon Irazabal

Los días 30, 31 de octubre y 1 de noviembre de 1965 Gerediaga Elkartea, que se había constituido ese mismo año, organizó en el pórtico de la iglesia de Santa María de Uribarri la 1ª edición de la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango. El objetivo era dar visibilidad a las publicaciones en euskera o que sobre temática vasca existían en el mercado editorial y que solían estar fuera de las librerías y redes habituales. Acudieron a la cita las cuatro diputaciones vascas, instituciones culturales, editoriales comerciales, religiosas y varias casas discográficas, que mostraron sus publicaciones en 18 estands. Una gran novedad constituyó la edición del catálogo que recogía las referencias de los libros que se hallaban en venta y que se convirtió en un importante documento referencial para los interesados en el mundo cultural vasco.

import_8160086

La Feria, organizada en su aspecto editorial a raíz de la tenacidad de Leopoldo Zugaza y en el discográfico del empeño de José Luis Lizundia, unido al trabajo militante de socios y colaboradores de Gerediaga, fue un éxito en términos sociales y económicos. Este hecho supuso un aliciente para que Gerediaga Elkartea continuase organizando las siguientes ediciones en las que se consolidó esta. Afianzamiento determinado por el pequeño pero continuo incremento de expositores que, unido a la labor silenciosa pero constante de los diversos grupos y personas que trabajaban en torno al euskera y la cultura vasca, generó que durante las festividades del 1 de noviembre Durango se constituyese anualmente como una cita ineludible.

Su consolidación no resultó del agrado de diversas personalidades y estamentos del régimen franquista. En 1974, año en que se celebró la 9ª edición, el franquismo se debatía entre quienes proponían un incipiente aperturismo conocido como “espíritu del 12 de febrero” y la intransigencia de quienes, bajo la denominación de el búnker, apelaban al espíritu del 18 de julio. El militar Fulgencio Coll de San Simón, gobernador civil y jefe del Movimiento de Bizkaia desde 1968, determinó prohibir la Feria de Durango. El apoyo manifiesto a esta de Marcelino Oreja Aguirre, subsecretario de Información y Turismo y miembro de la RSVAP, generó fricciones entre ambos, lográndose finalmente que la Feria continuase celebrándose, aunque trasladada obligatoriamente del pórtico de Santa María a la plaza del Mercado.

No fue el único obstáculo a remover de esta edición. El Ayuntamiento de Durango negó la subvención que solía otorgar desde la primera edición. Del programa de actos, que se abrió con la conferencia inaugural de Gregorio Monreal Zia, se prohibió proyectar la película Navarra 4 estaciones, rodada por Julio y Pío Caro Baroja. Curiosamente el 8 de noviembre, una semana después de la Feria, el régimen cesó a ambos de sus cargos oficiales.

Tras el venturoso 1974, Gerediaga Elkartea acordó continuar desarrollando la Feria en la plaza del Mercado al considerarlo un espacio más idóneo que el pórtico de Santa María. Sin embargo, en 1975 el ambiente en la Feria era de incertidumbre. El 27 de septiembre el franquismo fusiló a dos militantes de ETA y a tres del Frap. Franco, que fallecería el día 20 del mismo mes de noviembre, se hallaba hospitalizado agonizante. A pesar de todo, el gobernador civil de Bizkaia, Ignacio García López, sin duda, con ánimo de denotar normalidad, acudió el día 2 a la Feria, que aquel año estuvo ocupada por 35 estands dedicados a editoriales y cinco casas discográficas. La prensa de la época cifró en 1.400 los títulos expuestos en la Feria, de los cuales en torno a 100 eran novedades. En el campo musical la noticia vino de la mano de un nuevo soporte, el casete.

Transformación Tras la muerte del dictador, el panorama editorial y discográfico inició una transformación radical con la irrupción de nuevas editoriales y casas discográficas como Hordago, Elkar, etc. que presentaron en el mercado editorial y musical libros y discos de temática hasta entonces prohibidos. De algunos de ellos, como Pertur, Que se vayan… el Gobierno decretó el “secuestro previo administrativo” que, en la práctica, no resultó efectivo dado que se siguieron vendiendo, aunque de manera discreta.

Las elecciones democráticas de 1979 trajeron grandes cambios en ayuntamientos y diputaciones, así como la constitución del Gobierno vasco en 1980. Estos cambios conllevaron una nueva actitud por parte de las recién elegidas autoridades y un aumento del apoyo institucional a la Feria. Gerediaga Elkartea, sin embargo, se hallaba inmersa en una crisis, ya que muchos de sus miembros habían encaminado su dedicación a diferentes campos sociales, políticos y sindicales. Reducido el trabajo militante a media docena de personas, la actividad cultural de Gerediaga se limitó a organizar la Feria de Durango y algún otro evento. Conscientes de la importancia de la Feria, y desde la languidez, se decidió iniciar una transformación de la Azoka adecuándola a los nuevos tiempos.

Fue en 1980 cuando se inició esa transformación. Por un lado, el Gobierno de Adolfo Suárez reformó el calendario laboral y, entre otras medidas, suprimió la festividad del 1 de noviembre. Gerediaga Elkartea decidió trasladar los días de la Feria a la festividad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. Asimismo, y con objeto de poder abordar la nueva realidad y las sinergias que se entreveían, Gerediaga Elkartea decidió que yo me dedicara a tiempo completo a la organización del evento, pasando el peso organizativo de la Azoka a recaer en un reducido grupo formado por José Luis Lete, Sabin Goikolea, Antton Mari Aldekoa-Otalora, Lázaro Milikua y Jesús Mari Salterain que pilotaron la nave durante un largo periodo. Este 1980 fue también el inició de la transformación física de la Azoka al habilitar un espacio en el propio recinto de la Feria para desarrollar las actividades culturales programadas. Transformación que, en 1982 con la instalación de nuevos estands, cambiará definitivamente su imagen.

Gerediaga Elkartea entendió como algo básico impulsar la transmisión cultural y, en aras a esa idea, se organizó a partir de 1982 el Ikasle eta Irakasle Eguna, dirigido a las escuelas del Duranguesado. En 1985 se transformó este día abriendo las actividades programadas a todos los escolares de Euskal Herria. En 1990 se reforzó esta faceta de transmisión generacional cuando, a iniciativa de Berbaro Elkartea de Durango, se inició la organización del espacio Haur Literatura Txokoa, hoy día denominado Saguganbara.

Referencia cultural En esta década de los 80 corrieron tiempos en que la sociedad buscó cambios y espacios de libertad y la Feria se constituyó por antonomasia en la muestra referencial de la cultura vasca. Además de un intenso programa de actos, que generaron en ocasiones fuertes debates como el desarrollado en 1986 en torno a la apertura del canal en castellano de ETB, la Azoka se convirtió en lugar de encuentro generando, por ejemplo, que en 1982, durante los días de Feria, se constituyera Euskal Idazleen Elkartea; y en 1984, Euskal Editoreen Elkartea.

Gerediaga Elkartea organizó en la primavera de 1986, con motivo del centenario de la Durangoko Euskal Jaiak, la Euskerazko Liburu eta Disko Azoka, en la que solo tenía cabida material en euskera. Perduró esta nueva Azoka los dos años siguientes (1987 y 1988), pero la baja respuesta, tanto de los participantes como de los visitantes, determinó que la asociación optara por no continuar con ella y trabajar en la paulatina euskaldunización de la Feria de diciembre.

En 1990 se alcanzó la 25ª edición que tuvo lugar entre el 6 y el 9 de diciembre. Este primer día, 6 de diciembre, se publicó el nº 1 del diario Egunkaria escrito íntegramente en euskera. Como era de esperar, esa mañana Durango acogió la puesta de largo en sociedad de un elemento tan esperado y deseado por la cultura vasca. El número mágico de la 25ª edición impulsó un importante programa de actividades, destacando la conferencia inaugural ofrecida, por primera vez, por una mujer y que corrió a cargo de la baxenabartar Enrriet Aire, el magistral concierto de Benito Lertxundi o el mítico regreso a los escenarios de Xabier Lete, acompañado por Antton Valverde. La Feria, que se instaló en la plaza y en la calle adyacente, instaló 143 estands, presentándose en ella en torno a 250 nuevos libros además de 14 discos.

En Gerediaga, conscientes de la importancia del trabajo desarrollado por muchas personas y colectivos en tiempos adversos como los de la dictadura franquista, se decidió instaurar en 1992 el premio Durangoko Argizaiola con el fin de reconocer su labor a “los que fueron luz en la larga noche”. En su 1ª edición la Argizaiola la recogió Jon Bilbao, en homenaje a su importante labor bibliográfica.

A Landako La Feria sufría un mal crónico que no era otro que la falta de espacio. El que ofrecía la plaza del Mercado se volvió insuficiente. Para hacer frente a esta dificultad, en 1985-1986 se desdobló el espacio ferial, situando los estands dedicados a los libros en la plaza del Mercado y los ocupados por las casas discográficas, en el pórtico de Santa María. En años posteriores se trató de ampliar el espacio cubriendo la calle adyacente o la plaza posterior a la del Mercado, pero claramente se entreveía que era una solución transitoria y que la Feria no podía continuar mucho más tiempo sin hallar una respuesta acorde con lo que el mundo cultural vasco esperaba de ella. En el año 1996 se optó por organizar la Azoka bajo una carpa que cubriera el espacio necesario. Esta solución se mantuvo hasta 2002, año en el que se inauguró Landako Erakustazoka y obligó a la Azoka a viajar por diverso lugares de Durango; pero esas historias las dejaremos para otra ocasión.

Habrá quien piense que las bellotas que año tras año ha dado el roble que plantó Gerediaga en Durango en 1965 son el fruto del trabajo de unas pocas personas. Nada más alejado de la realidad. Son el resultado del esfuerzo de muchas personas. Por los fundadores y por quienes continuaron con la labor de estos, por los socios y obreros, por editores de libros y discos que han acudido a Durango, por instituciones y entes privados que nos han patrocinado, por los que han dado a conocer nuestro trabajo en los medios de comunicación, por creadores y activistas culturales que nos han apoyado y ayudado… En una palabra, es el resultado del trabajo de un Pueblo.

37 años del adiós de todo un pueblo a ‘Txiki’ y ‘Ruso’

El 11 de mayo de 1978, la Guardia Civil acabó con la vida de los durangueses Arrazola y García Mármol, miembros de ETA

Un reportaje de I. Gorriti

una impactante foto sorteó el franquismo. Casi cuatro décadas después se mantiene viva. En el papel positivado en blanco y negro aparece un joven de Durango muerto por balas de la Guardia Civil de Gernika-Lumo hace 37 años. Se llamaba Jesús María Arrazola Ania, de 19 años, y conocido por todos como Txiki.

Aquel 11 de mayo de 1978, ese cuerpo policial dejó sin vida, además, a un compañero suyo de (ETA-pm): Alberto García Mármol, Ruso, también de Durango y de 21 eneros. Sus familias y amigos les tienen presentes. Recuerdan cómo todo un pueblo, tres años después de la muerte del dictador Franco, se echó a la calle a protestar por las dos muertes. “Allí estuvimos todos, no hubo diferencias de ideologías. Todo el municipio quiso estar arropando a las familias”, valoran.

txiki_17203

Un amigo de la cuadrilla de ambos rememora aquel momento en el que resultaron muertos cuando iban a subir al coche Seat 850, matrícula BI-158.783, color gris oscuro, y fueron sorprendidos por guardias civiles. “A Ruso lo abatieron corriendo en la calle de la Cruz Roja en dirección a Durango. La pipa no la llevaba en la mano, como dijo la versión oficial y algunos medios de comunicación, sino detrás. La Guardia Civil le pegó un tiro en la espalda”, rememora.

El tomo número cinco de la enciclopedia Euskadi eta Askatasuna. Euskal Herria y la libertad (Txalaparta) agrega que fue atendido por sanitarios de la Cruz Roja y que Ruso les dijo moribundo “no sé hablar euskera”. Minutos más tarde, fallecía entrando al hospital de Cruces.

Txiki se escondió tras unos setos. Los vecinos, testigos del suceso, relatan que el activista “tiró la pistola que portaba por encima de los setos”. Fue entonces, cuando a juicio de los amigos de Arrazola, la Guardia Civil “le fusiló, así de claro. Y así lo demuestran el tiro que tenía que le entró por debajo de la mandíbula, y otro le atraviesa el zapato en sentido de la suela del zapato hacia arriba. Vamos, que se ensañaron con él”, subrayan.

La madre de un polimili, Andoni Campillo, se ocupó de asear el cuerpo sin vida de Txiki. “Como anécdota, le puso una pegatina de su hijo en la que se lee Andoni, y se ve su cara sobre un mapa de Euskal Herria. Así quedó en el depósito de cadáveres”, aportan quienes estuvieron allí.

La hemeroteca del periódico El País tiene archivado lo que publicó el rotativo al día siguiente bajo el título de Tensión y disparos en Durango. “En la localidad de Durango -de donde eran naturales los dos presuntos etarras muertos en Guernica– pudo observarse un clima de gran tensión por la noche, con la casi totalidad de los bares cerrados”, citaban y daban a conocer que a medianoche se celebró una asamblea en el interior de la parroquia de Santa María, donde se informó de los hechos acaecidos en la villa foral y se hizo un llamamiento de huelga general para el día siguiente. “Los asistentes abandonaron precipitadamente la iglesia al oírse cinco disparos, cuya procedencia se desconoce”, queda impreso.

Como curiosidad, el entonces titular de la cartera del Interior del Consejo General Vasco, Txiki Benegas, difundió el mismo día del asesinato de los dos durangueses un comunicado en el que dijo: “Condeno el clima de violencia que en los últimos días está viviendo el pueblo vasco”. Esto ocurría escasos nueve meses antes de que entrara en vigor la Constitución Española de 1978.

Los dos féretros llegaron a Durango y allí se les rindió homenaje. “¡Fue una pasada! Todo el mundo quería llevar las cajas, y las portamos por ratos los amigos. Es ver las fotografías y te quedas frío. Todo el mundo quiso salir a denunciar sus muertes, todo el pueblo”, valoran.

Familia humilde En Euskadi eta Askatasuna. Euskal Herria y la libertad, se afirma que Txiki era natural de un caserío que lleva su apellido, Arrazola, y que con posterioridad se fue a vivir al barrio de San Fausto. Era un euskaldun zaharra de 19 años que “solía fumar cigarros Celtas”.

De familia humilde, ya con 13 años buscó tener un trabajo y lo encontró como soldador en una empresa pequeña de Tabira, el barrio de Durango. En su juventud, comenzó a viajar a Iparralde a tomar parte en reuniones clandestinas del PCE y del Movimiento Comunista (MC).

De Ruso, la citada enciclopedia comunica que había nacido en Durango el 2 de enero de 1957 y que era el menor de seis hermanos. A él fue al único que su padre Jacinto vio nacer. “Con los otros siempre le coincidió durmiendo en un hotel de los franquistas”, en referencia a la cárcel. Alberto era hijo de Jacinto García, un gudari, sargento del batallón Amuategi de UGT, de Eusko Gudarostea. El padre apareció en la lista de deportados que dio el Gobierno en 1976.

Sabino Arana: Cuatro mensajes para la libertad

El empeño de Sabino Arana en dar a conocer la situación que vivía Euskadi le llevó a enviar cuatro concisos pero rotundos mensajes a la prensa y los mandatarios de Estados Unidos y Reino Unido

sabino arana
Sabino de Arana y Goiri, fundador del Partido Nacionalista Vasco. FOTO: Sabino Arana Fundazioa

Es conocida la iniciativa de Sabino de Arana, al final de su vida, de intentar conseguir la intervención internacional para evitar la desaparición del Pueblo Vasco, que parecía inminente como consecuencia de los procesos en este sentido desarrollados por las élites políticas e intelectuales españolas y francesas. Especialmente en lo referente al telegrama dirigido al presidente de los Estados Unidos de América Theodore Roosevelt para felicitarle por la concesión de la independencia a Cuba, sobre el que ya tratamos en esta sección.

Ahora que conmemoramos el 150 aniversario del nacimiento del fundador del Partido Nacionalista Vasco voy a referirme no solo a éste, sino al conjunto de mensajes, cuatro conocidos hasta ahora, que dirigió al exterior, uno de los cuales se ha descubierto recientemente.

No existe la certeza de que el primero de ellos fuera enviado, ya que el documento que se conserva en el Archivo de Sabino Arana Fundazioa es el borrador de una carta. Está dirigida al director del New York Herald y no figura la fecha. Pero debió redactarse, con seguridad, en octubre de 1899, ya que hace referencia al “12 del pasado mes” al hablar de la suspensión de garantías constitucionales en Bizkaia decretada por el Gobierno español “contra los separatistas” el 12 de septiembre de 1899 como reacción a los primeros éxitos electorales del nacionalismo vasco.

En esta misiva Sabino de Arana ofrecía al diario norteamericano “correspondencia gratuita” con el único interés de que “en Europa y América se conozca sin error la situación político económica de la parte del País Vasco que está sujeta a la corona de España, y muy especialmente el movimiento separatista que hace algunos años se inició”. Refería cómo la suspensión de garantías constitucionales había supuesto la clausura de los periódicos y centros abertzales y quién sabe si con esta iniciativa buscaba no solo informar al extranjero sino también, en una situación tan difícil y desesperada, continuar propagando de alguna manera su doctrina, aprovechando un medio libre del control de las autoridades españolas.

Del segundo mensaje, realizado dos años más tarde, tenemos noticia gracias a Koldo San Sebastián. Éste, a finales del año pasado, localizó y difundió en las redes sociales una breve noticia sobre él en otro diario neoyorkino, el New York Times, publicada el 23 de septiembre de 1901. Su traducción puede ser la siguiente:

Los vascos felicitan al Sr. Roosevelt. San Sebastián, España, sept. 22. Los Nacionalistas de las Provincias Vascas han mandado un mensaje al Presidente Roosevelt felicitándole por su nombramiento y expresándole sus mejores deseos por el bienestar de los Estados Unidos como los defensores de los pueblos oprimidos.

Esta noticia no supone necesariamente que los nacionalistas vascos consiguieran enviar este mensaje al presidente de Roosevelt y que éste lo recibiera, y parece aún más improbable que una de las primeras tareas de su departamento de comunicación consistiera en informar a la prensa de haber recibido este mensaje.

Mi opinión es que Sabino de Arana, consiguiera o no enviar el mensaje referido, mandó otro informando de él a la prensa norteamericana, para darle publicidad. ¿Porqué desde San Sebastián? La secuencia de hechos pudo ser la siguiente.

El 6 de septiembre de 1901 William McKinley, presidente de los Estados Unidos de América, fue tiroteado por el anarquista Leon Czolgosz. A consecuencia de las heridas recibidas falleció ocho días después, el 14 de septiembre, y le sucedió ese mismo día en el cargo quien era hasta entonces el vicepresidente, Theodore Roosevelt. Sabino de Arana participó el 16 de septiembre en el Congreso Ortográfico que se celebró ese día en Hendaia. A su regreso a Bilbao debió pasar por San Sebastián y allí pudo tener noticia del acceso a la presidencia de Roosevelt, decidiendo mandarle una felicitación, así como informar de este mensaje a los medios norteamericanos, que el New York Times reprodujo.

Capacidad de reacción Es destacable la estrategia del fundador del Partido Nacionalista Vasco de intentar atraer la atención de la emergente gran potencia norteamericana, defensora de los pueblos oprimidos, que tan solo tres años antes había derrotado militarmente, en apoyo a la insurgencia cubana, al reino cuya opresión sufría la mayor parte del País Vasco. Pero también es muy notable la capacidad de reacción de Sabino de Arana ante acontecimientos imprevistos como el que nos ocupa y la utilización de todos los medios a su alcance para buscar el beneficio para su causa, la supervivencia de un País Vasco, que generalmente se daba ya por perdida. Patria mía… ¿acaso he nacido yo para verte morir? Al año siguiente, tras el reconocimiento de la independencia de Cuba por el Gobierno norteamericano, el 24 de mayo de 1902 Sabino de Arana intentó enviar al presidente Roosevelt una nueva felicitación, redactada en los siguientes términos:

Nombre Partido vasco nacionalista, felicito por independencia Cuba federación nobilísima que presidís que supo librarla esclavitud.

Ejemplo magnanimidad y culto justicia y libertad dan vuestros poderosos Estados desconocido historia e inimitable para potencias europeas, particularmente latinas.

Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo que más siglos gozó libertad rigiéndose constitución que mereció elogios Estados Unidos, sería libre.

Desde la oficina de correos no se envió el telegrama a su destinatario, sino que se remitió al gobernador civil de Bizkaia, que lo reenvió al Juzgado de Primera Instancia de Bilbao. Encontrándose Arana en Sukarrieta, se requirió al Juzgado de Gernika para que lo localizara allí. Finalmente, el 30 de mayo, Sabino de Arana tuvo que acabar compareciendo ante el juez Mauro Santiago Portero, al que reconoció haber sido el redactor del telegrama. El magistrado decretó su “prisión provisional sin fianza alguna” por “delito de ataques a la integridad de la Nación Española”, siendo encarcelado ese mismo día en la prisión de Larrinaga. Un delito de opinión tan grave hizo que no se tuviera en cuenta ni el pésimo estado de salud que ya presentaba Arana, que fallecería al año siguiente, ni su condición de diputado electo. Sobre este proceso ya hizo, en esta misma sección, una interesante reflexión Txema Montero, titulada Sabino, su abogado, el juez y el jurado.

No sería este, sin embargo, el último mensaje para la libertad del Pueblo Vasco que intentaría Sabino de Arana enviar al exterior, incluso habiéndole supuesto el anterior la pérdida de la suya, por un hecho acontecido a mucha distancia de allí. Un día después a su ingreso en Larrinaga, el 31 de mayo, terminó la Guerra de los Bóers, con la victoria británica. El 10 de junio, desde la cárcel, intentó remitir al primer ministro del Gobierno británico, lord Salisbury, el siguiente texto:

Representación Partido Nacionalista Vasco felicita Majestad Británica por terminación guerra sudafricana, deseando que aquellos pueblos hallen ventajas bajo suave yugo Gran Bretaña y esperando que soberanía inglesa sea para ellos antes protección que dominación, como para otros igualmente afortunados.

Preocupación de los amigos Los compañeros de Arana en el PNV consideraron que el envío de este mensaje podía perjudicar mucho el proceso judicial que había supuesto su encarcelamiento y se resistieron a cumplir su deseo, lo que el preso comentó así: “Los amigos me hicieron con este cablegrama lo que el señor gobernador tuvo a bien hacerme con el primero: detenérmelo. Ignorante estuve de ello varios días, y esto me costó un serio disgusto”.

La ayuda de gobiernos extranjeros nunca llegó para el nacionalismo vasco, menos afortunado en este terreno que el cubano. Muchos años después en la coyuntura posiblemente más trágica sufrida por el Pueblo Vasco, la última Guerra Civil, Luis de Arana, hermano de Sabino, vería como única esperanza la constitución en nuestro país de un protectorado británico. No hubo mensaje para la libertad en esta ocasión, sino que él mismo, ya anciano, se trasladaría a Inglaterra acompañado de Lezo de Urreiztieta para intentar promover esta iniciativa personal, desconociendo el apoyo británico secreto al bando franquista. Pero esta es ya otra Historia de los vascos.

Un reportaje de Luis de Guezala