¡Viva el amarillo!

No sé si me asusta más que un mocoso disfrazado de Batman me suelte «¡O te apadtaz o te mato!» o que una niña se pinte las uñas. ¡Qué espanto! De ahí a que patenten la depiladora infantil hay un paso. Porque los zapatos de plástico con tacón ya existen y exprimen los tiernos pies que ni en Guantánamo. Eso si las pobres consiguen mantener el equilibrio y no clavar la piñata de leche en el parqué flotante, que ya se han dado casos. Y a ver dónde va una princesita con el teclado averiado. Aunque, pensándolo bien, mejor que se acostumbren… teniendo en cuenta los andamios a los que se suben algunas crías de 14 años.

A la mía, de momento, le gusta jugar al balón, arreglar la cocinita con sus herramientas y disfrazarse de pingüino. Sospecho que tiene el gen hortera desactivado. Al menos, por ahora. Porque el otro día se paró en una juguetería justo delante de la voluminosa carroza-globo de la Barbie. Casi me da un infarto. Y no sólo por su estética barroca, sino porque, de haberle gustado, habría tenido que alquilar otra parcela de garaje. ¿Y a quién denuncias por daños y perjuicios: al diseñador, que obviamente no vive en un piso de 40 metros cuadrados, o a la tienda, que la exhibe, sin previo aviso, a la altura de una inconsciente de cuatro años? Por fortuna, siguió caminando, ajena al jugueterío sexista.

¿No va siendo hora ya de que muñecas y superhéroes sean, como el helado de piña, para el niño y la niña? Menos mal que a los objetores del rosa y azul siempre nos quedará el amarillo neutro de Bob.

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