Salto estratosférico para huir de la crisis

Dijo el otro día el ministro del Interior que en la operación contra la mafia china habría más detenidos y que seguramente alguno de ellos podría sorprender. No es por quitarle la ilusión, señor Fernández, pero a estas alturas de la película estamos curados de espanto. La culpa la tienen los curas pederastas, los políticos corruptos, los mangantes de guante blanco emparentados con ya sabe quién y un etcétera más largo que la cola de los servicios sociales. Visto lo visto, ni siquiera me ha asombrado el arresto de Nacho Vidal, que si alguna vez ha dejado boquiabierto a alguien ha sido por su larga trayectoria, en el sentido más porno de la palabra. Puede que servidora sea de corchopán, pero a menos que nos anuncie usted la implicación de Espinete, como desempleado de larga duración acosado por las deudas, temo no inmutarme. Y no se lo tome como algo personal. Tampoco me ha impresionado que un indio de 96 años acabe de tener un hijo. Si a él no le parece sospechoso, ¿por qué habría de extrañarme a mí?

En este mundo desquiciado lo imposible no es, como argumenta la peli de moda, que todos los miembros de una familia se reencuentren tras un tsunami. Lo imposible hoy en día es no conocer a nadie en paro, ERE o viceversa. El panorama es tan deprimente que me dan ganas de hacer el salto estratosférico de Felix Baumgartner, pero a la inversa. Es decir, que me lancen cual mujer bala y quedarme allí, flotando en el espacio. Porque en la Tierra, Houston, no tenemos uno, sino muchos problemas.

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