¿Disfraz de Carnaval o de actriz porno?

La niña nos salió blanca, como una baguette de media cocción. Aprovechando su palidez y las ojeras, que venían de serie, le he sugerido que se disfrace de muerta viviente y eso que nos ahorramos, pero no hay tutía. Dice que quiere ir de cohete espacial. Así que apenas me quedan unas horas para confeccionar, con foam y un par de botellas de plástico a modo de propulsores, lo que a la NASA le lleva décadas de trabajo e investigación. Con lo fácil que habría sido tunearla de princesa o reina. Pero no nos vamos a engañar, la familia real está muy devaluada y los niños, de plantarse una corona, prefieren la del Burger King. Al crío, como aún no sabe hablar, le calzaremos unas deportivas, colgaremos su foto en Twitter y le diremos que va del hijo de Shakira y Piqué.

El padre de las criaturas, en un alarde de originalidad, se ha empeñado en embutirse en las mallas de Superman. Les advierto, por si se lo cruzan, que la imagen puede herir su sensibilidad. Como el traje trae bíceps y abdominales acolchadas se lo quiere poner a diario debajo de la ropa y ahí ando, convenciéndole de que ya no tiene edad para marcar musculitos. La que lo tengo crudo soy yo, porque los disfraces femeninos no vienen con tetas incluidas, pero sí con escote. Sea de monja, enfermera o troglodita, hay chicha al aire por todos lados. Que no sabe una si va al Carnaval o a rodar una peli porno. Por cierto, a ver si en el sector se ponen al día. No hay más que ojear el periódico para enterarse de que los ladrones ya no llevan antifaz, sino traje y corbata.

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