A vueltas con el roscón

roscón de reyes

SI se compraron un roscón de Reyes tamaño flotador neumático y ayer aún andaban centrifugando en sus tripas la fruta escarchada, les acompaño en el sentimiento. Porque tratar de acordarse de la clave de acceso al ordenador tras la vuelta de las Navidades, con el 99% de las neuronas concentradas en terminar de hacer de una vez por todas la digestión, es un hándicap muy difícil de superar. Por no decir que podría llegar a ser incluso motivo de baja laboral. Al menos, les quedará el consuelo de que no asomaran desde las entrañas del bollo los bucles del pequeño Nicolás, en calidad de tonto del haba, como en el fotomontaje que se propagó para atemorizar a la población vía WhatsApp. Una vez consigan descarcelar de la cama a sus hijos por las mañanas sin necesidad de llamar al cuerpazo de bomberos y asimilen que su jefe ya no está poseído por el bucólico espíritu navideño, sino por el de la niña de El Exorcista, como es habitual, todo se les hará muchísimo más llevadero. Acoplado el roscón hipercalórico a la altura del ombligo, cual cinturón kamikaze subcutáneo, el único rosco que tendrán en mente a partir de ahora será el de la televisión. Ese en el que el presentador metralleta dice, por ejemplo: Con la ce, escenario del curioso caso de Ortega Cano emulando a Benjamin Button. Y el concursante: Centro de belleza penitenciario. Lo mismo la Pantoja cuando salga está en la edad del pavo.

arodriguez@deia.com

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