Una mula de croquetas

EL gran misterio de la Navidad es qué extraño mecanismo le impide a una madre preparar comida en una cantidad directamente proporcional al número de comensales. Porque tú le dices que no se líe, que lo importante es juntarse, que ponga algo para picar y te sirve medio cordero lechal por cabeza como entrante. Luego se extraña de que le pidamos Almax e infusiones por baldes. Sospecho que si esto no se ha investigado hasta ahora es por culpa de las compañías farmacéuticas. O por los fabricantes de tuppers, porque por estas fechas siempre llega un portacontenedores desde China al Puerto de Bilbao. No sé qué tipo de agujero negro hay en las casas de los hijos pero de cada tres tuppers con sobras que se llevan de su madre, solo le devuelven uno y encima es de la suegra. croquetas

Parece una tontería, pero el atracón navideño te puede llevar a la cárcel. Sé de una joven ingeniera, deportada por el paro, que de vuelta a su exilio ha sido acusada de mula por tener veinte bolitas rodando por su aparato digestivo. Y ella, gritando que son las croquetas de su madre. Y el de la aduana, que ya, que eso dicen todos. Otro gran enigma es cómo consiguen los comensales-ventosa no levantarse de la silla ni para ir al baño. Ya sé que en cuanto despegas la nalga un centímetro para alcanzar un langostino te caen cinco comandas, pero esa capacidad de retener líquidos es digna de estudio. Eso y averiguar si el espíritu de la Navidad comió con el espectro de Rajoy.

arodriguez@deia.com

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