Cómo complicar un cumple

trastadas-13-maid-in-barcelonaEL año pasado lo resolví con un pícnic en un parque, pero este curso va a ser que no. El crío ha asistido a dos cumples y ahora la pelota está en nuestro tejado. Él se decanta por una celebración low cost, esto es, un regalo, un invitado. Servidora, consciente del grave conflicto diplomático que podría generar su espartana decisión en el patio, trata de evitarlo. Así que ahí ando, intentando explicarle que, además de a su amigo, debe invitar a los compañeros que previamente le han invitado y, por supuesto, a los hijos de los padres con los que me hablo. Un absurdo como otro cualquiera que se prorroga, generación tras generación, hasta las mismísimas bodas, en las que uno paga los langostinos por compromiso a gente con la que ni siquiera ha hablado. Por si confeccionar la lista fuera poco complicado, está el tema de la paridad. Que a él se la trae al pairo, pero yo paso de los cumples segregados. Llevo días persiguiéndole con la foto de la clase. “¿Y qué tal si invitamos a esta?”. Y él, que “a esa no porque tiene coleta”, que son el tipo de argumentos que esgrimen a los cuatro años. Por si fuera poco estresante, hay que pensar en los regalos. Un año con la niña decidí innovar y pedí a los padres que no le compraran nada. No lo he vuelto a hacer porque me miraron raro, como si fuera de una secta o algo. Con lo fácil que sería hacerle caso, un invitado, un regalo, no sé por qué me empeño en complicarlo. Estoy a un tris de marcarme un Quiroga.

arodriguez@deia.com

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