Tocan a muertas

No es por aguarles la fiesta, pero las campanas de este fin de año tocarán a muerto. O mejor dicho, a muertas. Más de setenta. Sus sillas estarán vacías esta Nochevieja. Y en Año Nuevo. Y en Reyes. Y en los cumpleaños de sus hijos. Y en la comida de los domingos en casa de la abuela. Sus asesinos machistas se comerán las uvas en sus celdas. Y el resto haremos borrón y cuenta nueva. Porque empieza el año y los contadores -también el de las víctimas de la violencia de género- se resetean.

Volverán los titulares. Igual que el primer recién nacido de 2011, la primera muerta. Dependerá de si su crimen coincide con un derbi, la subida de la luz o los cuernos de la Esteban el que lamentemos o no su fallecimiento en la sobremesa. Una familia destrozada. Una no. Más de setenta. Y nosotros como si tal cosa, cambiando de canal para escuchar cómo jadean en la hora sin cámaras los de Gran Hermano, pasando la página del periódico para hacer el crucigrama, cliqueando en el link de al lado para ver la última provocación de Lady Gaga en Youtube.

Mueren por decenas, pero ya no causa impacto. ¿Se imaginan seis equipos de fútbol aniquilados al año? ¿Que quedaran vacíos casi todos los escaños del Parlamento Vasco? ¿Que fulminaran a setenta rostros de la tele o a todo su vecindario? Pero solo son mujeres anónimas. Por ellas no ponemos el grito en el cielo, ni se nos pasa por la cabeza manifestarnos, ni mucho menos convocar una huelga general. Aunque la siguiente pueda ser tu madre, tu hermana, tu hija o tú. Lloran las campanas.

¡Viva el amarillo!

No sé si me asusta más que un mocoso disfrazado de Batman me suelte «¡O te apadtaz o te mato!» o que una niña se pinte las uñas. ¡Qué espanto! De ahí a que patenten la depiladora infantil hay un paso. Porque los zapatos de plástico con tacón ya existen y exprimen los tiernos pies que ni en Guantánamo. Eso si las pobres consiguen mantener el equilibrio y no clavar la piñata de leche en el parqué flotante, que ya se han dado casos. Y a ver dónde va una princesita con el teclado averiado. Aunque, pensándolo bien, mejor que se acostumbren… teniendo en cuenta los andamios a los que se suben algunas crías de 14 años.

A la mía, de momento, le gusta jugar al balón, arreglar la cocinita con sus herramientas y disfrazarse de pingüino. Sospecho que tiene el gen hortera desactivado. Al menos, por ahora. Porque el otro día se paró en una juguetería justo delante de la voluminosa carroza-globo de la Barbie. Casi me da un infarto. Y no sólo por su estética barroca, sino porque, de haberle gustado, habría tenido que alquilar otra parcela de garaje. ¿Y a quién denuncias por daños y perjuicios: al diseñador, que obviamente no vive en un piso de 40 metros cuadrados, o a la tienda, que la exhibe, sin previo aviso, a la altura de una inconsciente de cuatro años? Por fortuna, siguió caminando, ajena al jugueterío sexista.

¿No va siendo hora ya de que muñecas y superhéroes sean, como el helado de piña, para el niño y la niña? Menos mal que a los objetores del rosa y azul siempre nos quedará el amarillo neutro de Bob.

Autocontrol

http://www.youtube.com/watch?v=uLH-Fq2XFIk

Les pagan por controlar el espacio aéreo, pero en el suyo han demostrado tener un falta absoluta de autocontrol. No como los parados, a quienes les van a retirar la ayuda de 426 euros y no por eso han dado por saco al resto. Eso sí que es temple y lo demás son tonterías. Temple o que no tienen ni para comprar espumillón, ¡como para gastar el creditrans en ir a las barricadas!

También los sufridos pasajeros han dado buena muestra de su saber estar. Han perdido días de vacaciones, sí, pero no los papeles. La faena, ya va siendo hora de reconocerlo, a alguno le ha venido hasta bien. A falta de mili y posguerra, tras hacer noche en un aeropuerto, por fin tienen una batallita que contar a sus nietos. Porque el mayor apuro que habían pasado muchos veinteañeros antes del día de autos había sido quedarse sin saldo en el móvil o que no se les guardase la partida en la Play Station. Menuda Nochebuena que nos van a dar relatando sus penurias. Que si el suelo de la terminal estaba muy duro, que si no había manera de recargar su iPad… Y se lo cuentan, mientras pelan langostinos, al aitite, que estuvo a punto de palmarla en las mismísimas trincheras.

El portavoz de los perpetradores aéreos ha dicho que no quiere ganar más, sino llegar el lunes a la oficina y que no le pidan trabajar el doble o el triple. Majete, bienvenido al mundo laboral terrenal. A estas alturas los controladores gozan de la misma credibilidad que Guti recién salido de un lunch navideño: «Lez judo que ezto no ez lo que padece. Hip».

Las tres ‘pes’

Alcachofero profesional

Antaño compartíamos mala fama con putas y policías, pero ahora los periodistas nos hemos quedado solos en el trío de las pes. Sarkozy nos tilda de «pederastas», Berlusconi de «prepotentes»… Por eso no entiendo que Ares se indigne porque al lehendakari le llamen «Pinocho». La verdad, quitando «carapedo», no se me ocurre un calificativo más pueril. A mí me lo llaman y, como mucho, replico: «El que lo dice lo es, con el culo al revés». Mi hija de cuatro años lo hace y es una experta.

Como les contaba, la canallesca está bajo sospecha y no sé si la Trapote, que ejerce de periodista lo mismo que la Obregón de bióloga, tiene algo que ver. Lo digo porque su último trabajo ha sido copiar y pegar un libro del Kamasutra. Hay que joderse. Aunque a veces es mejor plagiar que darle a la imaginación a lo Sánchez Dragó. Quizá también hayan influido en la mala prensa colectiva las hordas de alcachoferos que, azuzados por sus jefes, entrevistan a todo lo que se les ponga por delante, ya sea el ex amigo de un friqui, una ventanilla cerrada o un portero automático sin descolgar.

Para no escurrir el bulto, asumo por mí y por todos mis compañeros la parte que nos toca a los plumillas, pero que sepan que nuestro oficio es cada vez más duro. Que le sondeas a una señora sobre la huelga de Bilbobus y te dice que quiere revisar el artículo no vaya a ser que tergiverses sus palabras. Ni que le hubieras preguntado por el terrorismo mundial. A este paso, a Gustavo, el reportero más dicharachero, le van a echar de Barrio Sésamo.