¡Que sobrevivan los novios!

Que una boda terminara en batalla campal, como ha pasado en Donostia, era cuestión de tiempo. Lo que resulta chocante es que la gota que colmara el vaso fuera una canción de Benito Lertxundi, cuyo repertorio, dicen las lenguas viperinas, más que para animar un guateque, se antoja banda sonora de velatorio. Si la música amansa a las fieras y se lio parda con las melodías del cantautor, ¿qué habría pasado de amenizar la velada con el rock de Berri Txarrak? ¿Se habrían lanzado, además de los pétalos de rosa de rigor, los centros florales? Por fortuna, nadie homenajeó a los novios con una ezpata dantza porque, si se ponen en plan Uma Thurman en Kill Bill, podrían haber rodado cabezas, pero de forma literal.

Se desconoce si los esposos, cuyos invitados entraron en disputa por discrepancias ideológicas, se están planteando el divorcio exprés, pero de llevarlo adelante, a buen seguro lo tramitarían en la más estricta intimidad, sin testigos que valgan. La puñeta es que las parejas que se casan este fin de semana están de los nervios. Con lo complicado que es distribuir las mesas de los invitados, teniendo en cuenta el número de comensales, su edad, su relación y las viejas rencillas familiares, ahora hay que añadir la variante de la afinidad política y ríase usted de los sudokus. Mientras los novios se devanan los sesos, los DJ hacen acopio de cascos y chalecos antibalas y los camareros, por si las moscas, cambian los cuchillos de carne y pescado por cubiertos de plástico. ¡Que sobrevivan los novios!