«Al Adolfo, por favor»

Vale que ya se ha publicado en el BOE, pero lo mismo que hay aitites que pasean por Autonomía convencidos de que lo hacen por la difunta Gregorio Balparda, los madrileños tardarán en rebautizar Barajas con el nombre del primer presidente de la democracia. Meterse a un taxi y decir: «Al Adolfo, por favor» da risa. Con todos mis respetos, pero, más que a aeropuerto internacional, suena a tasca de bocatas de calamares. Vamos, que como no enseñes rápido la maleta, el chófer te hace una tournée con paradas en Doña Manolita y El Retiro. Eso por no hablar del milloncejo de euros que podría costar el cambio de rótulos. Menos mal que Felipe Juan Froilán de todos los Santos, con sus dotes de relaciones públicas de discoteca, no parece encaminado a recibir tal honor, porque de esa entrábamos en bancarrota y no nos rescataba ni Amancio Ortega.

También anda una cuadrilla de unos 20.000 bilbainos queriendo cambiar el nombre de la Plaza Circular por el de Plaza Azkuna. Y otra en Santurtzi reclamando una calle para Eskorbuto. Puestos a sugerir, sin ánimo de injerencia, que bastante susceptible está ya con el BEC, propondría al alcalde de Barakaldo que renombrara temporalmente, lo que dure la crisis, la calle La Felicidad. Me imagino a uno de sus vecinos en la cola del paro. El de la ventanilla, con voz de una whopper con queso: «¿Domicilio?». Y el otro: «Vivo en La Felicidad». Y el de atrás: «¡Hay que joderse!».

Mucha policía, poca diversión

polis

Qué quieren que les diga. Ha sido echar un vistazo a la Ley de Seguridad Ciudadana que perpetra el Ministerio del Interior y ser poseída de la misma por el espíritu de Eskorbuto. Es lo que tiene madurar al ritmo de Mucha policía, poca diversión, entre algarada y algarada callejera. Que marca. Así que aquí me tienen, preparando el colacao a los críos y tarareando, en plan niña de El Exorcista: «¿Quién tiene el dinero? ¿Quién? ¿Quién tiene el poder? ¿Quién tiene el futuro? ¿Quién? ¿Quién lleva la ley?». Se lo preguntaba a mediados de los ochenta la mítica banda y bien podría contestarles ahora el Gobierno de Rajoy, vistas las nuevas infracciones que se ha sacado de la manga y que en la práctica suponen que uno se podrá manifestar, pero lejos, bajito y con educación. Tipo merendola de los boy scouts.

Vamos, que si uno ve a un antidisturbios velando por el mantenimiento del orden público a porrazo limpio y se le escapa un joputa, ya puede ir pidiendo un crédito para apoquinar los 30.000 euros del ala que le pueden caer. Y que ni se le ocurra acudir a la protesta con una capucha, aunque sea invierno y se le pelen las orejas de frío. A ver si se entera el personal, de una vez por todas, de que hay que cruzar contenedores a cara descubierta, con el pelo engominado y corbata, como delinquen los corruptos. Tampoco vale grabar a los agentes, no vaya a ser que de pronto pilles a media docena pateando presuntamente hasta la muerte a un ciudadano. Como sigan alimentando a la bicha que llevamos dentro, algún día se va a liar parda.