No sé si por cinismo, por cansancio resignado o por querencias de partido, me dicen algunos que debería darnos igual el giro de acera de las caderas de Sánchez con la cuestión de las salidas de los menores a la calle. Lo importante es que la chavalería va a poder airearse y se aparca la barbaridad de permitirles solo que acompañaran a los progenitores a la compra, viene a ser la conclusión de mis interlocutores. Algo así como que está bien lo que bien acaba.
Será que esta semiclausura que ya supera los cuarenta días me ha vuelto aun más tiquismiquis, pero ni siquiera puedo aceptar eso último como realidad. Lo cierto es que todavía no sabemos cómo ha acabado. La única evidencia es que un titubeante Salvador Illa se marcó un Rajoy cuando le preguntaron bajo qué circunstancias se iba a hacer efectiva la medida. “Dar un paseo es dar un paseo”, sentenció el ministro. Al día siguiente, es decir, ayer, se filtró convenientemente a los medios amigos un documento difuso que abre la puerta a garbeos de hasta un adulto con tres niños. Tremenda diferencia respecto al original, ¿no les parece? Y más, si piensan que el tan bien ponderado Fernando Simón no parece tenerlas todas consigo en el asunto de relajar el confinamiento infantil. ¿Habrá nuevas rectificaciones? Yo, desde luego, no lo descarto en absoluto.